E-Book, Spanisch, 250 Seiten
Reihe: Literatura universal
Scott El talismán
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-7254-715-5
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 250 Seiten
Reihe: Literatura universal
ISBN: 978-84-7254-715-5
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
En el año 1187, el sultán Saladino destruyó al ejército del rey de Jerusalén, Guido de Lusignan, apoderándose de la ciudad santa y de todo el reino latino. Con este motivo se organizó la tercera cruzada, gracias a la coalición de tres potencias europeas: la francesa, la inglesa y la alemana. Los reyes de Francia y de Inglaterra se dirigieron a Jerusalén por mar, en tanto que el emperador de Alemania lo hacía por tierra. Federico Barbarroja, sin embargo, se ahogó accidentalmente al atravesar el río Selef, con lo cual el ejército germano se disolvió en su mayoría. Mientras tanto, el rey de Francia, Felipe Augusto, y Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra, conseguían llegar a Tierra Santa y concentrar todos sus esfuerzos alrededor de San Juan de Acre, a pesar de la enorme presión ejercida por Saladino que había reunido consigo a todas las fuerzas musulmanas vecinas. No obstante, a raíz de la rivalidad entre el rey francés y el monarca inglés, así como por el pronto regreso de Felipe Augusto a su patria, San Juan de Acre sucumbió finalmente en el año 1191. Al año siguiente se firmó una paz de compromiso que dejaba al sultán Saladino el interior de Siria y de Palestina, incluida Jerusalén, mientras que los cruzados se quedaban con toda la costa. En este marco histórico sitúa Walter Scott la trama de su novela El talismán. A través del romance amoroso entre dos jóvenes (el conde de Huntingdon y Edith Plantagenet) nos familiarizamos no solamente con los personajes principales de la tercera cruzada (Ricardo Corazón de León y Saladino, presentado con las mismas virtudes de lealtad y humanismo), sino también con la mentalidad, el espíritu y las costumbres de los cruzados cristianos y de los musulmanes.
Walter Scott, segundo Baronet (Edimburgo, 16 de agosto de 1772 - Abbotsford House, 21 de septiembre de 1832) fue un escritor británico prolífico del Romanticismo, especializado en novelas históricas, género del que puede considerarse inventor, además de ser poeta y editor. Fue conocido en toda Europa en su época, y, en cierto sentido, fue el primer autor que tuvo una verdadera carrera internacional en su tiempo, con muchos lectores contemporáneos en Europa, Australia y Norteamérica. Sus novelas históricas gozaron de gran éxito y en la actualidad siguen siendo clásicos en la literatura inglesa. Aunque recordado principalmente por sus extensas obras literarias y su compromiso político, Scott fue abogado, juez y administrador legal de profesión, y a lo largo de su carrera combinó su trabajo de redacción y edición con su ocupación diaria como secretario de sesión y alguacil-diputado de Selkirkshire . Scott, un miembro destacado del establecimiento conservador en Edimburgo, fue miembro activo de la Highland Society, sirvió durante un largo período como presidente de la Royal Society of Edinburgh (1820-1832) y fue vicepresidente de la Society of Antiquaries of Scotland (1827-1829).
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Introducción al autor y su obra Por Juan Leita
La novela futurista o de ciencia-ficción, tan en boga en nuestros días, se basa fundamentalmente en el hecho de imaginar cómo serán la sociedad y los hombres del futuro, intentando a la vez hacer una crítica de los aspectos nocivos y mostrando el cúmulo de posibilidades positivas que ya se insinúan en el presente. En este sentido, se han imaginado los viajes más fantásticos, a los planetas y a las galaxias, se ha creado todo género de personajes, desde robots parlantes a extraños seres interplanetarios, se ha hecho ver la ventaja de los grandes descubrimientos científicos y la peligrosa tendencia a un mundo puramente mecánico y tecnicista. Los creadores de este género fueron, por encima de todos, Julio Verne y H. G. Wells. Hubo, no obstante, con anterioridad en la historia de la literatura narrativa una auténtica revolución que curiosamente se basaba en los mismos elementos de la novela futurista, aunque precisamente a la inversa. Se trataba de imaginar cómo hablarían y se comportarían en concreto los seres del pasado, haciendo revivir la sociedad en la cual vivían y mostrando también tanto sus aspectos positivos como negativos. En este caso no se requería crear nuevas máquinas ni nuevos artilugios. Las ciudades y los castillos estaban ahí, en cualquier rincón de nuestra geografía, como testigos mudos de una época que verdaderamente existió. Pero faltaba un artista que hiciera revivir con su poderosa imaginación los seres y los acontecimientos que allí se habían movido y desarrollado. Faltaba un novelista que supiera recrear aquella sociedad, aproximándola a nosotros con el lenguaje vivo de las palabras más comunes y de los hechos más triviales. Este nuevo género literario iba a denominarse «novela histórica» y su genial creador fue sir Walter Scott. Si H. G. Wells y Julio Verne iniciaron la tarea imaginativa de acercarnos al futuro, el autor de El Talismán comenzó la no menos ardua y apasionante labor de aproximarnos al pasado. El hecho constituyó un hallazgo que ha perdurado hasta la actualidad, por el interés y la curiosidad que siempre suscita la revivificación de los personajes y de las épocas más sobresalientes de nuestra historia. El padre de la novela histórica Walter Scott nació en Edimburgo (Escocia) en el año 1771. Procedía de los Scott de Harden, una familia noble que había desempeñado una importante función en la larga contienda entre ingleses y escoceses. El joven Scott, sin embargo, daría muestras enseguida de una gran afición por las letras y la poesía, interesándose con afán por el sinnúmero de baladas y de leyendas que se transmitían oralmente en su patria escocesa, llena de sugestivas tendencias a lo fantástico y aventurero. Obedeciendo más a inveteradas costumbres familiares que a los propios impulsos personales, inició la carrera de derecho, llegando a licenciarse en el año 1792. Pero el flamante abogado, que apenas contaba veintiún años y que no tenía demasiada necesidad de poner en práctica sus conocimientos jurídicos para hacer frente a la vida, seguía aferrado a sus aficiones poéticas y a su deseo de recoger el inestimable material que representaba la tradición de baladas y de leyendas escocesas. Fruto importante de esta secreta dedicación fueron tres volúmenes que empezaron a publicarse en los albores del siglo XIX y que obtuvieron un éxito sin precedentes: Minstrelsy of the Scottish border («Cantos juglarescos de la franja escocesa»). Animado por los brillantes resultados obtenidos, Scott decidió abandonar definitivamente la profesión de abogacía para dedicarse por completo al campo de la literatura. Se había ganado ya una merecida fama como poeta y su intensa actividad literaria en la primera década del siglo iba a proporcionarle nuevos logros. Sucesivamente aparecen varias obras suyas: The lay of the last minstrel («El canto del último trovador», 1805), Marmion (1808), The lady of the lake («La dama del lago», 1810) y Rokeby (1813). Se hizo construir una casa solariega a la orilla meridional del Tweed, cerca de Melrose y a unos cuarenta y cinco kilómetros al suroeste de Edimburgo, y en aquella especie de castillo, llamado Abbotsford, se instaló a partir de 1812 para escribir con absoluta tranquilidad y plena dedicación. Contando, pues, cuarenta y dos años y perfectamente establecido desde el punto de vista profesional y económico, parecía que nada podía ya turbar la carrera de aquel poeta que por fin había visto realizarse sus aficiones personales más profundas. Sin embargo, la súbita aparición en el marco poético de un joven de veinticinco años eclipsa casi enteramente la fama de Walter Scott. Se trata de un hombre dotado de las más agudas cualidades del romanticismo que lo han convertido, tanto por su personalidad deslumbrante como por su talento artístico, en el prototipo del héroe revolucionario de la época: lord Byron. En el mismo año en que Scott ha fijado su residencia en el castillo de Abbotsford, como efecto estable de su consolidación social y literaria, George Gordon Byron publica La peregrinación de Childe Harold, una serie de apasionados y arrebatadores poemas que le proporcionan una enorme popularidad y que lo ensalzan casi de la noche a la mañana al trono máximo de los poetas mundiales. Ante un cambio tan repentino de la situación y de las condiciones básicas para que su trabajo fuera productivo, Scott se vio obligado a idear un nuevo rumbo en su tarea literaria, si no quería verse marginado y al fin desterrado del campo de las letras. Así surgió en su mente la posibilidad de crear un nuevo género narrativo en el cual se mezclasen la realidad histórica y el soporte de una trama imaginaria que diera vida y animación a unos personajes y a una época reales. Como observa acertadamente el prestigioso crítico E. M. Forster, el enorme éxito que iba a obtener el nuevo género inventado por Scott se basaba en que la novela histórica era una especie de memorias sentimentales, un recuerdo del pasado que hacía apreciar las propias tradiciones familiares y el mismo paisaje que se contemplaba. La primera obra que iba a iniciar esta larga serie de creaciones y que otorgaría a la carrera literaria de Walter Scott su rumbo definitivo se tituló Waverly. Waverly alcanzó en seguida un éxito incomparable, haciendo que Walter Scott se dedicara desde entonces por entero a aquel nuevo tipo de novela. Ni siquiera su creador podía haber sospechado la profunda y extensa trascendencia que tendría en el futuro aquella primera obra. No solamente el nuevo género absorbería ya por completo su actividad literaria, sino que influiría en un sinfín de autores y escritores, tanto británicas como extranjeros. Sin duda alguna, Robert L. Stevenson le debió gran parte de su inspiración, incluso con tramas de ambientación muy semejante a Waverly. Pero la lista de autores que abordaron la novela histórica es interminable. Es casi superfluo mencionar a Víctor Hugo, De Vigny, Pushkin, Gógol, Tolstoi, Manzoni, Alejandro Dumas, Fenimore Cooper… A Waverly le siguieron inmediatamente dos obras del mismo estilo: Guy Mannering, aparecida en 1815, y El anticuario, publicada en 1816. Rob Roy (1818) y The bride of Lammermoor («La novia de Lammermoor», 1819) fueron las novelas más importantes que precedieron a la singular aparición de una obra verdaderamente única dentro de la literatura juvenil: Ivanhoe. En ella, Scott no solamente sabe sumergirnos en un pasado fascinante y romántico, sino que consigue mover magníficamente todos los hilos de la emoción y de la peripecia. Una prueba del gran interés que posee su trama es que ha sido llevada varias veces al cine con inmensa aceptación por parte del público. Desde 1820, cuando Ivanhoe superó todas las previsiones de la novela histórica y llevó el nombre de su autor a todas las civilizaciones del mundo, Walter Scott vivió una época de fecunda y tranquila actividad en su castillo de Abbotsford. El pirata (1822), Quintin Durward (1823) y El talismán (1825) fueron las principales obras de este período que acrecentaron su fama y le proporcionaron grandes sumas de dinero. Un nuevo contratiempo, sin embargo, vendría a turbar aquella sosegada y fértil tarea de Abbotsford. Desde hacía tiempo, Scott había llevado a cabo considerables inversiones en una editorial escocesa llamada Constable, dedicada principalmente al arte, a la vida y a las costumbres de su patria. La quiebra de la empresa en 1826 representó un punto realmente crítico en la economía del escritor y el comienzo irreversible de su vertiginosa decadencia. Apremiado por las enormes deudas, Walter Scott se vio obligado a intensificar su trabajo para poder pagar a sus numerosos acreedores. Escribiendo a toda prisa y sin tener posibilidades materiales de seleccionar adecuadamente los temas y cuidar su redacción, las creaciones de su última etapa abordaron los aspectos más en boga de lo tenebroso y sensacionalista. La vida de Napoleón (1827), Ana de Geierstein (1829) y El castillo peligroso (1832) constituyen las obras más destacables de su último período. El trabajo ininterrumpido y la constante preocupación precipitaron su fin. A la edad de...