E-Book, Spanisch, 400 Seiten
Dahl Te quiere, Boy
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-127403-6-3
Verlag: Gatopardo ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 400 Seiten
ISBN: 978-84-127403-6-3
Verlag: Gatopardo ediciones
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(1916-1990) fue espía, piloto de combate experto, historiador del chocolate e inventor médico. También escribió Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda, El gran gigante bonachón y muchas más historias geniales.
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Introducción
Roald Dahl es ampliamente conocido como uno de los autores más sobresalientes de la literatura infantil. Sin embargo, descubrió su vocación literaria de manera tardía, ya que solo después de cumplidos los cuarenta se aventuró a escribir un libro para niños, y hasta entonces nunca pareció albergar aspiración alguna por convertirse en escritor. Más tarde atribuyó este súbito cambio de marcha a «un monumental golpe en la cabeza» recibido en 1940, cuando se desempeñaba como piloto de guerra. El accidente de avión que sufrió en el desierto de Libia, creía, no solo le brindó un tema narrativo sino que, debido a las secuelas cerebrales, también transformó su personalidad y liberó sus ansias de escribir. Una observación acaso un tanto tramposa porque, si bien es cierto que Roald apenas se interesó por la escritura como actividad profesional hasta 1942, desde niño había estado practicando su arte en otro contexto: las cartas que escribía a su madre, Sofie Magdalene.
Estas cartas son extraordinarias. Más de seiscientas en total, abarcan un periodo de cuatro décadas que va desde 1925, cuando a la edad de nueve años enviaron a Roald a un internado, hasta 1965, dos años antes de la muerte de su madre. Sofie Magdalene guardó con esmero cada carta, así como la mayoría de los sobres, y no se separó de ellas a pesar de los bombardeos de la guerra, que la obligaron a cambiar varias veces de domicilio. En sus memorias de infancia, Boy, Roald describe de manera conmovedora el momento en que las descubrió:
Mi madre […] conservó todas las cartas, atándolas cuidadosamente en paquetes pulcros con cinta verde, pero lo mantuvo en secreto. Nunca me confesó que lo hacía. En 1967, cuando supo que se moría, yo estaba ingresado en un hospital de Oxford con motivo de una delicada operación de columna e incapacitado para escribirle, así que ordenó que instalaran un teléfono junto a mi cama para poder hablar conmigo una última vez. No me dijo que se estaba muriendo, de hecho nadie me lo mencionó, ya que yo mismo me hallaba en una situación complicada en aquel momento. Solo me preguntó cómo me sentía, expresó su deseo de que me recuperara pronto y me manifestó su amor. Yo no tenía ni idea de que se moriría al día siguiente, mientras que ella sí lo sabía muy bien y por eso quiso ponerse en contacto y hablar conmigo una última vez. Cuando me recuperé y pude volver a casa, recibí aquella enorme recopilación de mis propias cartas […].
La mayor parte de ellas, y las más interesantes, se escribieron antes de 1946, año en que Roald publicó su primer volumen de cuentos y regresó a casa desde Estados Unidos para vivir con So?e Magdalene en la zona rural de Buckinghamshire. Tienen un considerable valor biográfico, ya que brindan un relato completo y fascinante de la etapa escolar de Roald en las décadas de 1920 y 1930, de su estancia en Tanganica justo antes del estallido de la guerra, de su entrenamiento como piloto de la Real Fuerza Aérea en Irak y en Egipto, y de su experiencia de combate en Grecia y en Palestina. También dan cuenta de su periodo como diplomático en Washington y de su incursión en los servicios de inteligencia en Nueva York, además de registrar con nuevos detalles los inicios de su carrera literaria.
Tras la muerte de su madre en 1967, Roald recibió el conjunto de cartas que él le había escrito. Abarcan un periodo de cuarenta años, de 1925 a 1965.
Las cartas muestran, desde una perspectiva íntima, la relación entre una madre viuda y su único hijo varón. Y aunque la personalidad de Roald se revela con todos sus matices, la de So?e Magdalene permanece en la sombra, dado que su parte de la correspondencia se ha perdido por completo.
Nacida en Oslo en 1885, Sofie Magdalene pertenecía a una familia de clase media estable. Su padre, Karl Laurits Hesselberg, se formó como científico y más tarde estudió Derecho para acabar trabajando como administrador en la Caja de Pensiones del Servicio Público noruego, donde ascendió hasta asumir el cargo de tesorero. Su madre, Ellen Wallace, era descendiente del rebelde medieval escocés William Wallace, cuya familia había huido a Noruega después de que los ingleses sofocaran la rebelión en Escocia.
Karl Laurits y Ellen (los «Buenagente», como a veces los apodaba cariñosamente Roald) eran padres controladores, por lo que al alcanzar Sofie Magdalene los veinticinco años, ni ella ni su hermano Alf ni sus dos hermanas se habían casado. En 1911, mientras visitaba a unos amigos en Dinamarca, conoció a un acaudalado viudo noruego, más de veinte años mayor que ella. Se llamaba Harald Dahl y había llegado de vacaciones desde Cardiff, donde era copropietario de un próspero negocio de corretaje marítimo. En cuestión de semanas, So?e Magdalene y Harald estaban comprometidos.
Roald con su hermana mayor Alfhild y sus hermanas menores Else y Asta de vacaciones en Noruega, probablemente en 1925. «Todos hablábamos noruego y todos nuestros parientes vivían allí —escribiría en Boy—. Por eso, en cierto modo, ir a Noruega todos los veranos era como volver a casa.»
Ella tenía veintiséis años, era fuerte, determinada, y estaba ansiosa por romper el lazo con sus padres, que permitieron el enlace a regañadientes, pues desaprobaban que su hija se casara con un hombre que podría haber sido su padre y que abandonara Oslo para vivir en Cardiff. ¿Acaso anticipó So?e Magdalene el destino que caería sobre sus dos hermanas menores, las tías de Roald, tante Ellen y tante Astrid? Estas no consiguieron escapar de la esclavitud impuesta por el padre, y se vieron forzadas a pasar toda su vida en la casa familiar de Jose?nes gate, cual personajes desesperanzados en una obra de Ibsen. Otros miembros de la familia de Roald las recordaban con una mezcla de diversión y curiosidad, ya fuera borrachas o drogadas, mientras se dedicaban a extraer metódicamente gusanos de las frambuesas con un alfiler.
So?e Magdalene llegó a Cardiff tras una breve luna de miel en París y de inmediato se hizo cargo de su nuevo hogar. Harald tenía dos hijos, Ellen y Louis, del primer matrimonio con Marie, su esposa parisina. Al morir Marie, su madre, Ganou, había pasado a ocuparse de su crianza. So?e Magdalene actuó con rapidez, se desprendió enseguida de Ganou y contrató a una niñera noruega, Birgit, para cuidar a los niños. La lengua francesa pasó a estar prohibida; a partir de entonces, en esa casa solo se permitiría hablar noruego e inglés.
En el lapso de cinco años, So?e Magdalene dio a luz a cuatro hijos: Astri (1912), Alfhild (1914), Roald (1916) y Else (1917). Asta, la quinta, nació tras la muerte de Harald en 1920. Roald recibió su nombre en honor al explorador noruego Amundsen, que había alcanzado el Polo Sur en 1911, y cuyo sobrino, Jens, había trabajado por un breve periodo para la empresa de Harald (Aadnesen and Dahl) durante la Primera Guerra Mundial. En su condición de único hijo varón, Roald era el «orgullo y la alegría» de su madre y, por tanto, el más mimado. Las hermanas lo apodaron cariñosamente «su ojito derecho».
Debido a su nacionalidad noruega, Harald y Sofie Magdalene se vieron obligados a conseguir permisos de residencia cuando estalló la Primera Guerra Mundial, si bien el conflicto no perjudicó el negocio de Harald, que en 1917 compró una gran finca victoriana en la cercana localidad de Radyr. Contaba con algo más de sesenta hectáreas de tierra, su propio generador eléctrico, una lavandería y un conjunto de dependencias agrícolas anexas que incluían una pocilga. Roald recordaría con nostalgia sus enormes prados y terrazas, sus numerosos criados, los campos circundantes llenos de caballos, carros de heno, cerdos, pollos y vacas lecheras. Sin embargo, Harald no era un marido fácil. Podía ser retraído y poco dado a expresar sus emociones, tanto que en ocasiones rozaba la frialdad. En una época posterior, So?e Magdalene le confesó en una carta a Claudia Marsh, amiga de Roald, que su marido podía ser «difícil si el ruido de los bebés le molestaba al trabajar». Incluso le contó a su nieta, Lou Pearl, que a veces le temía. A principios de febrero de 1920, a la hija mayor, Astri, se le diagnosticó una apendicitis aguda. El médico la operó en la casa, sobre la mesa limpia de la habitación de los niños, pero no pudo salvarla: el apéndice había reventado y Astri contrajo una peritonitis. Alrededor de una semana después murió por la infección; tenía siete años. Harald nunca se recuperó del golpe. «Astri era, con diferencia, la favorita de mi padre —escribió Roald en Boy—. La adoraba más allá de lo imaginable, y su muerte repentina lo dejó sin habla durante varios días. Estaba tan abrumado por el dolor que, cuando él mismo enfermó de neumonía al cabo de un mes, no le importó mucho vivir o morir.» Cuando escribió estas palabras, Roald era perfectamente consciente de lo que había sentido su padre, porque unas cuatro décadas más tarde él perdería a su hija mayor, también de siete años. Continúa diciendo: «Mi padre se negó a luchar. Estoy casi seguro de que pensaba en su amada hija y quería reunirse con ella en el cielo. Así que murió. Tenía cincuenta y siete años».
So?e Magdalene enviudó a los treinta y cinco años, pero era una mujer independiente y resuelta. También tenía un lado espiritual y místico por el que creía que el destino le había...