E-Book, Spanisch, 286 Seiten
Reihe: Literatura universal
Wilde Un marido ideal
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-7254-298-3
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 286 Seiten
Reihe: Literatura universal
ISBN: 978-84-7254-298-3
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Sir Robert Chiltern es un político brillante, un auténtico gentleman y el marido ideal de la seductora Lady Chiltern. Todos admiran la armonía de su matrimonio. Pero cuando la malévola señora Cheveley lo amenaza con revelar un oscuro secreto de su pasado, su felicidad se tambalea. Acorralado, pide ayuda a un viejo amigo, el inteligente Lord Arthur Goring, que pronto se encontrará atrapado en una red de mentiras y secretas tentaciones.
Se incluye una extensa presentación de Pedro Laín Entralgo (Premio Príncipe de Asturias) sobre Oscar Wilde, a través de su obra, así como un completo estudio biográfico de Oscar Wilde realizado por Antonio Pascual Piqué.
Oscar Wilde? (Dublín, 1854-París, 1900), fue un escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés. Considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío, así como una celebridad de la época debido a su extraordinario ingenio.
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OSCAR WILDE A TRAVES DE SU OBRA
Por PEDRO LAIN ENTRALGO De la Real Academia Española, Premio Princesa de Asturias 1989 Entre tantas otras, dos interrogaciones aparecerán siempre en el atrio de cualquier crítica literaria mínimamente ambiciosa: ¿en qué medida y de qué modo se halla en una obra de arte la vida de su autor?: y suponiendo que en alguna medida y de algún modo esté en ella, ¿cómo el crítico deberá buscarla y exponerla? Nadie osará afirmar que todo en una creación literaria -limitemos a la literatura el campo de nuestra atención- sea biografía, biografía de su autor, aunque a ella inexorablemente pertenezca. «La función del artista es inventar, no anotar en un registro», respondió el propio Oscar Wilde, no sé si con intención crípticamente antistendhaliana, a uno de los detractores de El retrato de Dorian Gray; «el placer sumo en literatura -añadía- es prestar realidad a lo no existente». Pero la más fantástica e inventada, la menos «existente» de las creaciones literarias, ¿podría entenderse no viendo en su contenido huellas de ciertas experiencias de su autor, a veladas expresiones metafóricas de sus deseos, aspiraciones, ideales, frustraciones, amores y aversiones, de sus tendencias e instintos y de la sublimación consciente o inconsciente de ambos? Degustar el Quijote y recibir en el alma la secreta influencia transmutadora que el Quijote irradia, no requiere, por supuesto, saber quién fue y cómo fue Cervantes: entender recta y profundamente el contenido del Quijote, sí. Pues bien: dejando de lado la adecuada explanación de tales problemas y tales asertos, tema que por sí solo exigiría un volumen de tomo y lomo -baste pensar en cualquiera de los que presuntuosamente se llaman a sí mismos Literatunoissenschaft, «ciencia de la literatura >, voy a intentar una intelección de la persona de Oscar Wilde desde su obra literaria y una intelección de la obra wildeana a partir de la persona de su autor. Tres hitos y tres temas en la ejecución de este empeño: 1890-1891, los años de El retrato de Dorian Gray y de Intenciones, volumen de ensayos: 1892-1895 el trienio de los cuatro grandes éxitos teatrales de Wilde y del apogeo de la fama de su autor: 1897, viva aún la terrible experiencia de la prisión y los trabajos forzados, fecha de la Epístola in carcere et vinculis, el De profundis y la Balada de la cárcel de Reading.
MORAL, HEDONISMO y DRAMA Seguro ya de sí mismo -de su talento, de su estilo, de su carrera-, Oscar Wilde publica la primera de sus obras maestras, El retrato de Dorian Gray. Un gran triunfo literario: pero a la vez, meses antes de que conociese al mozo que había de arruinar su obra, su fama y su vida, el comienzo de las insidias acerca de la moralidad de su autor. ¿Por causa de su conducta? Todavía no: solo por causa de su obra, El retrato de Dorian Gray, libro inmoral, novela venenosa. ¿Inmoral y venenosa esta novela? Solo teniendo en cuenta que estos juicios procedían del cogollo mismo de la sociedad victoriana puede entenderse con cierta hondura lo que la sociedad victoriana -tan fuerte, tan consistente, tan eficaz- éticamente fue. Porque lo primero que de El retrato debe decirse, sea cualquiera la estimación que como obra de arte merezca, es que nació de una intención primariamente moral, tanto como la Pamela de Richardson a la Gloria galdosiana. Apoyado en su credo estético, Wilde lo negaría: para él, «la esfera del arte y la de la ética son absolutamente distintas y están absolutamente separadas». En una a en otra forma expresada, esta tesis fue una de las claves de su vida de escritor, y en ella tuvo uno de sus fundamentos su idea de la significación del artista en la vida y la historia de la humanidad. Una obra de arte, en consecuencia, no debe ser juzgada desde un punto de vista moral. Pero atenido a la intención y a la letra de su Dorian Gray, más aún, involuntariamente fiel, esto es lo decisivo, a la fibra más secreta de su propia alma, Wilde se ve obligado a declarar el carácter moralizante de su novela, aunque tal cosa constituya, copio sus propias palabras, «un error artístico, el único error del libro». El retrato que iba haciéndose cada vez más monstruoso «había sido como una conciencia de sí mismo», siente con toda nitidez Dorian cuando por última vez se decide a contemplarlo: y tan esencialmente pertenece la conciencia moral a la existencia del hombre, que el retratado se mata al apuñalar el cuadro. Los textos de Wilde son contundentes: «Dorian Gray, que ha tenido una vida de sensaciones y de placer, intenta matar su conciencia, y en este momento se mata... La moraleja es esta: todo exceso, lo mismo que toda renunciación, trae consigo su propio castigo... Sí: hay una terrible moral en Dorian Gray, una moral... que aparecerá claramente a todos cuantos tengan la inteligencia sana». No hay duda: tanto en sí misma como para su autor, la máxima narración de Oscar Wilde no es solo una obra artística: es también e incluso primariamente, una obra moral. A los ojos de cualquier hombre actual, nada más claro. No es esto, sin embargo, lo que ante todo nos importa. Porque a mi modo de ver, y como sumariamente he apuntado, esa condición moral de El retrato de Dorian Gray expresa del modo más fidedigno el íntimo nervio de moralista pese a todo que siempre hubo en el descarriado, en el inmoral, en el artista, en el hombre Oscar Wilde. ¿Podría, si no, ser cabalmente entendido el conjunto de su obra? Si, como creo, es auténtico el «Prefacio del artista» que en algunas ediciones de El retrato precede al texto de la novela, Wilde se habría dibujado a sí mismo en el personaje lord Henry Wotton. A Wilde en persona se atribuyen, en efecto, las frecuentes visitas de lord Henry al estudio del pintor Hallward, la extasiada contemplación del recién concluso retrato de Dorian, el «radiante adolescente», y la frase que pone en marcha el curso de la novela y el trágico fatum del protagonista de ella: «Lástima que un ser tan magnífico deba envejecer algún día». Por añadidura, Basil Hallward, el fingido autor de ese «Prefacio», elogia la brillantez de la conversación de Wilde y su desmedida afición a la paradoja, dos rasgos de que hará amplia y reiterada ostentación lord Henry Wotton a lo largo del relato. Sí: pintando literariamente a lord Henry, en alguna medida se ha pintado Oscar Wilde a sí mismo. A través de la pintura, tratemos de ir penetrando en el alma, no tan compleja, después de todo, del hombre a quien acabo de llamar inmoral y moralista. Lord Henry es sutil, brillante y cínico. Ama la vida, a condición de que esta le permita ser mero espectador de su apariencia y le deje en libertad para -sin herirla demasiado, sin la menor voluntad de reformarla- lanzar continuamente sobre ella sus paradojas de dandy por vocación y por oficio. De él proceden no pocas de las frases que Oscar Wilde sembró en los dorados surcos de la sociedad londinense, repetirán más tarde los personajes de sus comedias y legará a una posteridad que todavía perdura: algunas fascinantes, muchas simplemente ingeniosas y otras, las que tienen su origen en la sencilla receta de dar la vuelta a una sentencia tópica, punto menos que previsibles. «El único medio de librarse de una tentación es ceder a ella»: «Ser natural es simplemente una pose, y la más irritante que conozco»: «La conciencia y la cobardía son realmente lo mismo. La conciencia no es más que el nombre registrado de esa razón social»: «En cuanto a creer las cosas, las creo todas, con tal de que sean enteramente increíbles»: «Me gustan los hombres que tienen un porvenir y las mujeres que tienen un pasado»: «Cuando los americanos buenos se mueren, van a París: cuando se mueren los americanos malos, van... a América»: y así mil y una más. Ante nosotros está ahora el Wilde deseoso de lucir y sorprender, el conversador subyugante, el escandalizador sin miedo y sin riesgo. El autor, una parte del autor, al menos, late en esta fracción de su obra. Pero seríamos injustos con el hombre Oscar Wilde si dentro del fraseador no viésemos un fraseólogo, un reflexivo conocedor de la intención de sus propias frases: más allá, en el centro de su condición de autor de sí mismo, al artista creador: y todavía más allá, muy cerca del hondón de su persona, al moralista malgré lui. No salgamos de El retrato de Dorian Gray. En una de sus escenas, el penetrante míster Erskine nos da la clave de lo que para el exquisito lord Henry Wotton tenían que ser sus frases y, bajo el juego y el brillo de la vida social, para su verdadero autor realmente eran. «El camino de las paradojas -sentencian a una míster Erskine y Oscar Wilde- es el de la verdad. Para probar la verdad hay que ponerla en la cuerda floja». Se diría que, en relación con las convenciones verbales de la sociedad, míster Erskine y Oscar Wilde están preludiando lo que en relación con las teorías científicas será la doctrina de la «falsabilidad», de Karl Popper. La paradoja wildeana -no creer sino en lo increíble, ver la naturalidad del hombre como una pose, etc.- sería en su raíz una treta para poner a prueba la supuesta verdad de la tópica, vulgar afirmación que directamente se opone a ella: porque, en...