Vanistendael / Gaberan / Humbeeck | Resiliencia y humor | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 79 Seiten

Reihe: Psicología

Vanistendael / Gaberan / Humbeeck Resiliencia y humor


1. Auflage 2013
ISBN: 978-84-9784-747-6
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, 79 Seiten

Reihe: Psicología

ISBN: 978-84-9784-747-6
Verlag: Gedisa Editorial
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'El humor es a menudo como un rayo que ilumina bruscamente un paisaje oscurecido por nubarrones. En situaciones difíciles el humor nos permite -inesperadamente- ver algo más que oscuridad; atrae nuestra atención sobre aspectos positivos, pero olvidados o desatendidos hasta el momento'. Stefan Vanistendael ilustra con estas palabras el potencial del humor en la experiencia humana. Un potencial habitualmente soslayado o minusvalorado en las grandes tradiciones filosóficas o psicológicas, pero que hoy en día los estudios en resiliencia -la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas- han recuperado. El humor se desvela como una puerta a la sabiduría y como una valiosa herramienta de superación, sanación y crecimiento. Este libro recoge una amena selección de diferentes artículos que ahondan en el carácter sustantivo del humor, la espiritualidad o la superación como andamiajes fundamentales en los que sustentar nuestra existencia y sobreponerse a sus dificultades. También incluye reflexiones sobre el papel de la educación resiliente de los más pequeños. Reencontrar el equilibrio frente a las situaciones que nos desorientan y cómo descubrir y crear sentido son componentes esenciales del proceso de resiliencia en el que nos introducen estos autores. El lector descubrirá que el humor es mucho más que un mecanismo psicológico de defensa, porque -como escribe Vanistendael- 'con sus formas modestas ayuda a cimentar muchas de las dimensiones de la vida humana; a ampliar nuestra perspectiva de la vida, a la que vuelve más realista, más allá de preocupaciones y desengaños. Al igual que la belleza, el humor nos eleva y nos brinda aliento'.

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El humor y la resiliencia en cooperación

Pierre Manil5

La literatura consagrada a la resiliencia, sobre todo en su corpus biográfico y autobiográfico, con frecuencia cita el humor como rasgo de personalidad de los individuos resilientes. Esto es evidente en los comentarios de Rouyer sobre la vida y la obra de Tomkievicz. El autor avisa, sin embargo: No voy a tratar de explicar los resortes del humor, perdería su sentido.

Lo mismo ocurre con Szafran y Thanassekos, en una serie de entrevistas con antiguos prisioneros de campos de concentración, en la última página, escriben: Si nos llamó la atención el sentido del humor de las personas entrevistadas, y si algunos de ellos nos han dicho que incluso en Auschwitz-Birkenau el humor tenía su lugar, eso obviamente no ha impedido que todos sigan obsesionados por el recuerdo de los desaparecidos.

En cualquier caso, la constatación no profundiza demasiado la reflexión sobre esta extraña relación entre la gestión —nos atreveríamos a decir digestión— del sufrimiento y la digresión de lo risible.

Para incitar a la prudencia, conviene señalar en primer lugar que la resiliencia, como el humor, en tanto que procesos psíquicos, sólo han ocupado su lugar recientemente como objeto de estudio en las ciencias humanas. Si publicaciones como Enfance Majuscule revisitan la resiliencia es porque en los últimos quince años este fenómeno trata de establecer su especificidad y validez. En cuanto al humor, a pesar de que ha aguzado desde la Antigüedad a los espíritus ilustres, sobre todo a los filósofos, no ha sido hasta hace poco que se ha abierto a la perspicacia de los investigadores, en particular bajo el impulso de la Association universitaire française pour le développement des recherches sur le comique, le rire et l’humour (CORHUM), fundada en 1988.

Elección de un método

Para entender el aparente supuesto entre el humor y la resiliencia, sería apropiado identificar cómo surge el humor en los relatos autobiográficos de resilientes. Quizá descubriríamos las circunstancias en las que el humor aparece y los efectos que produce sobre trayectorias individuales.

Este método longitudinal sería de largo recorrido, por lo que superaría el tiempo que se me ha asignado como límite para esta reflexión.

He preferido adoptar un enfoque transversal. Se basa en los datos recogidos y sintetizados por los investigadores en contacto directo con resilientes. Ellos fueron capaces de identificar los procesos psicológicos a sus ojos constitutivos del fenómeno de la resiliencia. La investigación de Lecomte es de las más estimulantes en este sentido. Basada en numerosas entrevistas, identificó un conjunto de rasgos que caracterizan la personalidad resiliente. Su inventario será el Hilo de Ariadna de mi enfoque.

El apetito de alegría

El rasgo de personalidad definido por Lecomte como «apetito de alegría» vive en una relación cuasi tautológica con el humor. Incluso si el humor queda lejos de ser la única fuente de alegría, es un ingrediente importante. Mark Twain dijo una vez: Un día sin sonreír es un día perdido. Sabemos por experiencia que la vida cotidiana se colorea de momentos de humor fortuitos o buscados, se trate de la última novedad contada entre colegas y amigos, engaños de cámaras ocultas, caricaturas de los periódicos, vodeviles, o series de televisión de rompe y rasga, etcétera. Al igual que en la homeopatía, una dosis cotidiana de humor es necesaria para mantener el tono psíquico.

Lecomte cita palabras de resilientes: Los que no sabían de dónde venían, sólo veían en mí al alma del grupo, un carácter alegre, cuyas bromas e imitaciones hacían reír… Al crecer me convertí incluso en una buena animadora, una chica de compañía agradable, siempre a punto para reír y compartir buenas conversaciones y buena comida.

Pero el autor se apresura a añadir que ese rostro risueño sólo es una cara del personaje. La otra cara, no pública sino íntima, está marcada por la tristeza, la soledad y el sentimiento de incomprensión. Lecomte cita: Si hubieran sabido que, de vuelta a su casa, el clown se desmaquillaba y reencontraba intacta su tristeza, me habrían considerado con otros ojos.

La alusión al clown6 es de lo más pertinente. En efecto, en la pista del circo —el paraíso terrenal de pequeños y grandes niños— sufrió cantidad de novatadas, burlas, golpes. Se trata de una víctima que es débil sólo un instante, ya que después de brincos y golpes de efecto, triunfa con un truco final. Juega a truco salvador. La caída del número de pista lo restaura en su dignidad, engrandecida por la solidaridad del público. Ríe mejor quien ríe el último es su lema. Su resistencia a las agresiones y daños le confiere el derecho a salir y aparecer triunfante, con el pulgar levantado y los ojos brillantes: Ah, malditos, los tengo a todos en el bote.

El resiliente no requiere esta apoteosis, pero si hacemos caso a Lecomte: El resiliente presenta una sorprendente mezcla de gran fuerza y gran fragilidad. Dándole fuerza, lo que se ha demostrado es que podía superar lo insuperable y que desde entonces nada es imposible. El payaso y Charlot, el príncipe de los resilientes, viven sólo en la ficción de un espectáculo. El resiliente ha pasado por la terrible experiencia de lo real. ¿Esta diferencia que podría convertirlos en extraños es tan grande?

Un proyecto de respuesta reside en otro rasgo revelado por Lecomte: la tendencia a relativizar los problemas cotidianos: Al lado de todos los golpes recibidos, el resto no es gran cosa, ¿sabe?Mi vecino, ve problemas por todas partes, se ahoga en un vaso de agua… Uno puede convertirse en un infeliz si quiere verlo todo negro, si quiere amargarse la vida con estupideces.

Sin embargo, una de las características esenciales del humor es relativizar todas las frustraciones de la existencia, incluyendo la muerte. Llevemos la atención un momento al contenido de los enunciados humorísticos, sean historietas, comedias, canciones, cómics (Tomás el Gafe, ese héroe —y no de mirada dulce). Todos ponen en escena las dificultades y los problemas de la vida cotidiana: accidentes, desastres, relaciones jerárquicas, niños difíciles, desengaños sexuales, enfermedades, estafas comerciales, disputas vecinales, etcétera. En resumen, lo que nos pueda suceder de golpe o continuamente. Estaríamos en un sinvivir permanente, en una angustiosa actitud defensiva, si decidiéramos afrontar todas estas frustraciones potenciales. Ya no quedaría más energía para llevar una existencia donde el placer y la felicidad tuvieran también su lugar. El humor ofrece precisamente la oportunidad de relativizar, de desdramatizar las desgracias potenciales. Las toma como punto de partida de un escenario ficticio que termina con una conclusión jubilosa. ¡Ande yo caliente y ríase la gente! Un proverbio judío dice: Ya es un placer reírse de las desgracias que uno no tiene. Freud, que vivió terribles dramas personales —la muerte de dos hijos, la persecución nazi, el final con el cáncer—, escribió: El humor no se resigna, desafía, implica no sólo el triunfo del mí, sino también del principio del placer que así encuentra el medio para afirmarse a pesar de las realidades externas desfavorables.

El choque de lógicas

La propiedad del humor de transformar en placer sentido un descontento potencial se basa realmente en un proceso intelectual que tenemos que describir aquí para cotejarlo con otros rasgos de la personalidad resiliente.

El enunciado humorístico se produce por un proceso particular de la información: la colisión de dos campos semánticos extraños, es decir, incompatibles el uno con respecto al otro. El comentario de la imagen de la página siguiente permitirá explicitar el proceso.

Esta divertida imagen, sin texto, implica dos enfoques distintos: el intento de fuga y la piedad. Estos dos conceptos no tienen a priori nada en común. Organizada de acuerdo a una sola de las dos lógicas, la misma escena no tendría fuerza ninguna. Si los barrotes quedan intactos, ¿a qué viene el guardia? (a menos que no estén prohibidos en una administración pública los símbolos religiosos…). Por otro lado, si los barrotes se cortan sin crucifijo, el guardia sólo puede castigar y aporrear, y no tiene ninguna gracia. Sonreímos por el apuro del guardia y del preso, porque barrotes y crucifijo, la culpa y la gracia, aquí son uno. El talento del dibujante es haberlos fusionado en una información gráfica insólita, de la cual brota nuestra sorpresa sonriente. Es más que una ambigüedad estática ya que se resuelve por la aparición de una tercera información. Tampoco es un compromiso donde las dos propuestas se harían concesiones mutuas. Siguen siendo distintas, se entrecruzan y generan una tercera propuesta, que es la idea humorística.

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