E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Reihe: Biblioteca Herder
Uhde Por qué creen lo que creen
1. Auflage 2019
ISBN: 978-84-254-4187-5
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
La comprensión de las cinco grandes religiones
E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Reihe: Biblioteca Herder
ISBN: 978-84-254-4187-5
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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El desarrollo de la historia de la humanidad es también una historia del desarrollo de las religiones. Estas han desplegado, paralelamente a la praxis ritual, estructuras de pensamiento que fundamentan reflexiones en sí mismas diferentes y, a la vez, coherentes. Sin embargo, la diversidad de religiones constituye un desafío para 'los que tienen una creencia diferente', especialmente cuando aparecen como reforma, perfeccionamiento o corrección de religiones anteriores. Por qué creen lo que creen presenta a cada una de las grandes religiones -judaísmo, cristianismo, islam, hinduismo y budismo- desde su estructura interna para hacerlas comprensibles en su relación. De esta manera, la presente obra despliega lo que podrían ser los temas esenciales del diálogo interreligioso ofreciendo a este, a su vez, una espléndida contribución. Tanto para quienes reflexionen sobre el fenómeno religioso como para aquellos que profesen una creencia, la lectura de este libro brinda las claves para entender los diversos presupuestos conceptuales que sirven como fundamentación consecuente y posible de los pensamientos religiosos.
Bernhard Uhde (1948, Augsburg) es doctor en Filosofía y Teología. Ha sido profesor del Instituto de Estudios Religiosos de Teología Sistemática de la Universidad de Friburgo de Brisgovia, director del Institut West-Östliche Weisheit an der Universität Freiburg (2011-2015) y actualmente dirige el Institut für interreligiöse Studien Freiburg. Es autor de numerosas publicaciones científicas en el campo de la historia religiosa, teología católica y filosofía; en especial, sobre la comprensión de las religiones universales, así como sobre el Islam, el misticismo y la filosofía de la religión.
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INTRODUCCIÓN SOBRE LA HISTORIA DE LA CIENCIA OCCIDENTAL La exposición de las religiones según su propia autocomprensión, incluso el intento de exponer las religiones como posibilidades del pensamiento humano, corresponde a la concepción occidental y moderna de las ciencias. Esta concepción presupone un desarrollo particular de la historia de la ciencia (Wissenschaft). Por eso hay que aclarar en qué consiste la particularidad de este pensamiento occidental moderno, distinguiéndolo tanto de las tradiciones anteriores del pensamiento, como de otras tradiciones del pensamiento extraeuropeas. De esta manera se muestra con claridad que la pregunta por la religión y las religiones, así como el intento de ofrecer una exposición no valorativa o peyorativa de aquellas religiones que no son la propia, solo es posible en el contexto del pensamiento de la época moderna en Occidente. Ni en la Antigüedad ni en la Edad Media de la tradición europea es común o siquiera deseable investigar o describir las religiones y culturas «ajenas». ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta se aclarará mediante una mirada a la historia de la ciencia occidental, una mirada que, aunque breve, es necesaria. Pues esta mirada ha de permitirnos aclarar además que los principios del pensamiento reconocibles en las grandes épocas de esta historia de la ciencia y del espíritu occidental —antigua, medieval y moderna— tienen un parentesco con los principios del pensamiento en las grandes religiones. Así pues, en la medida en que consideremos cada una de estas religiones como una posibilidad del pensamiento, la comprensión de estos principios es imprescindible para la comprensión de las grandes religiones. Ahora bien, ¿cuál es el móvil de esta historia de la ciencia occidental? Es la pregunta por un saber seguro, un saber que no solo le parezca seguro a un individuo, sino que es tal que ha de ser compartido por todo hombre que sabe. Sin embargo, todo saber tiene presupuestos, y si estos presupuestos no son seguros, ¿cómo podría entonces constituir un saber? En consecuencia, los presupuestos primeros de todo saber deben conocerse como presupuestos seguros y necesarios para todo saber subsecuente: son, pues, principios. Es solo a partir de ese conocimiento seguro que se desarrolla un saber accesible para el hombre y que los hombres pueden compartir entre sí. «¿Qué podemos conocer con seguridad?». Esta es la pregunta que mueve la historia de la ciencia occidental. ¿Cuál es el sentido y la necesidad de esta pregunta? ¿Cuál el sentido y la necesidad de una respuesta? ¿Cuándo deseamos o cuándo necesitamos los hombres un saber seguro y comunicable? Un saber semejante no es solo teoréticamente interesante, sino que también es de suma importancia para la praxis de la comunidad humana. Un saber seguro y comunicable es completamente deseable en la búsqueda de la verdad ante los tribunales, así como para el diagnóstico y la terapia en la medicina. Un saber seguro sería ciertamente deseable en la confrontación con el enigma sobre el origen y el fin de los hombres, un enigma que concierne a todos los hombres y afecta a la mayoría: «¿Qué es el hombre, cuál es el sentido y el fin de nuestra vida, [qué es] la muerte [...]? ¿Cuál es, finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia donde nos dirigimos?».1 Al respecto «los hombres esperan de las diversas religiones la respuesta»,2 y justamente su diferencia muestra que estas religiones ofrecen como respuestas diversas posibilidades del pensamiento. De ahí resulta que ellas exponen un saber que no es compartido del mismo modo por todos los hombres, un saber que se basa en distintos principios y que, por eso mismo, es por principio diverso. Pero, además, los hombres requieren un saber seguro que sea comunicable a todos y que no se pueda cuestionar. Semejante saber concordante podría fundar un «ethos mundial» que, a su vez, podría servir de garante de una vida y una perduración pacífica entre los hombres. Hans Küng ha hecho varios intentos de desarrollar un saber semejante a partir de varias religiones y culturas.3 Se lo puede criticar, pero, sin embargo, permanece la idea de que para mantenerse unida y, de ese modo, poder subsistir, la comunidad debe contar, en el campo de la legislación y la jurisprudencia, con un saber concordante y, en lo posible, seguro. Así pues, la pregunta por un saber seguro y comunicable sirve de impulso a la historia de la ciencia occidental, más aún si esta pregunta no parece recibir ninguna respuesta definitiva, tal como en su momento se pensó que podría ser el caso en algunas áreas del saber. Immanuel Kant, en el prólogo de la primera edición de la Crítica de la razón pura del año 1781, todavía afirma sobre la metafísica: «Me atrevo a decir que no hay un solo problema metafísico que no haya quedado resuelto o del que no se haya ofrecido al menos la clave para resolverlo».4 Y, sin embargo, la historia de la ciencia sigue avanzando al ponerle un límite al ámbito de vigencia de los conocimientos y proposiciones recibidas y, de esa manera, al crear el espacio necesario para la nueva investigación. Siguiendo el uso común del lenguaje, la historia occidental se puede dividir en tres épocas: antigua, medieval y moderna. Esta es también una posibilidad de considerar la historia del espíritu en Occidente.5 Al hacerlo, hay que preguntar cómo se distinguen estas épocas, y, de este modo, se pueden establecer distintos principios del saber, de suerte que el principio medieval presupone el de la Antigüedad y el principio moderno, el de la Antigüedad y el de la Edad Media. ANTIGÜEDAD La primera época de esta historia de la ciencia, la Antigüedad, encuentra el seguro presupuesto de todo saber seguro en el «principio de no contradicción», esto es, en el principio que excluye la contradicción consigo mismo y que Aristóteles formula así: «Es imposible que lo mismo se dé y no se dé en lo mismo a la vez y en el mismo sentido».6 Esto también se puede expresar de otra manera: es imposible que a un sujeto o una cosa se le atribuyan predicados contradictorios u opuestos al mismo tiempo y en el mismo sentido. Así pues, un mismo asunto no puede ser contradictorio al mismo tiempo y en el mismo sentido, un vaso está lleno o vacío. Si primero está lleno y, después de que alguien lo haya bebido, está vacío, entonces cambia el momento de la observación; si se trata de un vaso medio lleno y se toma en cuenta su parte inferior que está llena, entonces la parte superior está vacía, de modo que en este caso se cambia el momento y el sentido de la observación. Al mismo tiempo y en el mismo sentido es imposible que el vaso esté lleno y vacío. Esta proposición es considerada como el contenido de un saber seguro, más aún si el intento de refutarla toma toda esta proposición en consideración como un estado de cosas y pretende declararla falsa. Pero la proposición solo podría refutarse atribuyéndole predicados contradictorios a uno y el mismo estado de cosas. Si se considera esta proposición como un estado de cosas, habría entonces que poder decir de ella que es «verdadera» y «falsa» a la vez y en el mismo sentido. Pero precisamente eso no quiere el que la considera falsa y únicamente falsa, pues solo quisiera decir que es «falsa», pero no además «verdadera». Si quisiera decir ambas cosas a la vez y en el mismo sentido, esto es, «verdadera y falsa», no diría nada. El vaso no puede estar «lleno y vacío». Así se muestra la imposibilidad de refutar esta proposición, pues el intento de refutarla presupone el contenido del principio: no se puede hacer con sentido afirmaciones contradictorias. Hasta el intento de refutarlo presupone el contenido de la proposición, y lo pone de este modo en evidencia como un saber seguro e irrefutable que es presupuesto por cualquier proposición y por cualquier pensamiento. De este modo adquiere esa proposición su condición de principio.7 De esta forma, de un pensamiento seguro que puede ser considerado como el fundamento del «entendimiento natural» del hombre surge una tradición por largo tiempo dominante en el pensamiento occidental, el pensamiento en los opuestos «verdadero» y «falso». «Verdadero» es contrapuesto a «falso», pero no es contrapuesto a «otro/distinto»; lo otro/distinto es, por consiguiente, siempre lo no verdadero, lo falso. Así pues, si lo «propio» es lo «verdadero», lo «otro/distinto» es «no verdadero», lo «falso»; si lo «propio» fuera lo «falso», lo «otro/distinto» sería lo «verdadero». Así resultan pares de opuestos: «griegos» contra «bárbaros», «libres» (griegos) contra «esclavos» (persas), «saber» contra «ignorancia». En semejante forma de ver las cosas, en semejante tradición del pensamiento no es pensable una descripción neutral del «otro». Lo que en cada caso es el «otro» es lo «falso», de modo que todas las otras culturas y religiones «no son verdaderas» y, por lo tanto, son «falsas». Así pues, una descripción neutral de otras culturas y religiones es, por principio, imposible.8 EDAD MEDIA La segunda época de la historia de la ciencia, la Edad Media, se inicia con la crítica del principio de la época antigua. Plotino, el pensador neoplatónico del siglo...