Tucker | Una maldición de sangre y piedra | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 576 Seiten

Reihe: TBR

Tucker Una maldición de sangre y piedra


1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19621-31-3
Verlag: TBR Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 576 Seiten

Reihe: TBR

ISBN: 978-84-19621-31-3
Verlag: TBR Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



No sé cómo amarte y, a la vez, ser un buen rey para mi pueblo.Un monarca traicionado por su hermano. Una princesa llegada de otro mundo. Una huida desesperada hacia las montañas. Un poder prohibido que puede cambiar las tornas. Un destino incierto.Ya nada es lo que parece.Los videntes han hablado.Solo queda desentrañar su profecía.

Tucker Una maldición de sangre y piedra jetzt bestellen!

Weitere Infos & Material


Capítulo 1

ROMERIA

Me lloran los ojos por la peste a cloaca. Si no fuera por la adrenalina infinita que corre por mis venas, habría vomitado ya las deliciosas uvas seacadorianas que se me revuelven en el estómago.

–Voy yo primero...

–No. –Zander agarra a Elisaf por el hombro, impidiendo que su leal amigo suba por la escalera. Incluso en la penumbra del túnel reconozco perfectamente la rigidez de su mandíbula y la resolución de su mirada–. Si Mordain nos ha tendido una trampa, es mejor que vaya yo delante para enfrentarme a lo que nos espera.

Porque Zander puede convertir en cenizas a una persona en el acto. Lo he visto con mis propios ojos, como todos los presentes en el espantoso espectáculo de esta noche en la plaza.

Le echo una mirada furtiva a Gesine. Puede que a la suma sacerdotisa le moleste la total desconfianza de Zander hacia su pueblo, pero lo oculta tras una máscara carente de emoción. Cuando ve que la miro, me dedica una sonrisa.

No me siento con ánimo de devolvérsela. No hay nada que sirva de consuelo esta noche, no mientras los cuatro nos escabullimos por el alcantarillado de Cirilea huyendo del ejército real.

–Espera mi señal y ve el último. Romeria, tú ve detrás de mí. –Zander hace una pausa. En otras circunstancias, le habría replicado algo ingenioso o habría admirado su atractivo rostro antes de contestar. Ahora, la única respuesta que soy capaz de darle es una solemne inclinación de cabeza.

Sube la escalera de madera ágilmente y desaparece en la noche.

Mientras, contengo la respiración. Las llamas de nuestras antorchas proyectan formas ominosas sobre los muros de piedra irregular y un fango repugnante empapa el cuero de nuestras botas. Me encantaría decir que esta es la primera vez que tengo que arrastrarme por las alcantarillas, pero durante todos los años que sobreviví en las calles y después, cuando estuve metida en el mundo del crimen bajo las órdenes de Korsakov, me he visto envuelta en todo tipo de aprietos de los que arrugan la nariz y provocan arcadas. Así que llevaremos esta peste encima mucho tiempo después de que hayamos salido de aquí. Pero los cuerpos se lavan; las ropas se cambian. La limpieza es la menor de nuestras preocupaciones.

En algún punto que no veo, gotea el agua y unas olas golpean débilmente.

–¿Dónde acaba esto? –pregunto.

–En el malecón –responde Elisaf, centrado en la salida de arriba–. Está protegido frente a las invasiones con una reja fortificada con merth que no puede atravesar nada que no sea un cañonazo directo o la magia de un invocador muy poderoso –aferra con el puño una daga reluciente, forjada con el mismo material de la reja, dispuesto a clavarla en la carne. Quiero pensar que no en la mía, pero no las tengo todas conmigo, ahora que mi secreto ha salido a la luz.

¿Llegará el momento en el que no signifiquen nada las noches que hemos compartido Zander y yo, acurrucados en la cama, compartiendo palabras cargadas de promesas? ¿Llegará el momento en que un rey a la fuga anteponga su reino y su corona a su corazón y acepte el gran desastre que puede provocar en Islor una invocadora clave con veneno en las venas?

¿Veré determinación en sus hermosos ojos color avellana cuando tome esa decisión?

Noto una opresión en el pecho al pensar que Zander pueda volver a ser mi enemigo, pero ahora no puedo pensar en eso.

Aparto de mi mente todos los problemas salvo el esencial: ¿hay alguna esperanza de escapar de la muerte esta noche?

Cada segundo que pasa sin que haya rastro de Zander, aumenta mi angustia.

–Todo esto debe de haber sido muy confuso para ti –dice Gesine–. Desde el instante en que despertaste.

–Creía que estaba perdiendo la cabeza –admito. Igual que mi padre. Salvo que ahora sé la verdad también sobre eso.

Suena un silbido.

–Sube. –Elisaf me empuja hacia delante. Su melódico acento seacadoriano está teñido de urgencia.

No pierdo un solo segundo: asciendo por la escalera con mucha menos elegancia que Zander. La madera cruje bajo mi peso y hago una mueca cuando me clavo una astilla mientras salgo a un espacio completamente oscuro.

–Déjame ayudarte. –La voz de Zander suena como un susurro en mis oídos.

No distingo absolutamente nada en la negrura, pero sé que él me ve claramente. Noto la cercanía de su mano extendida junto a la mía.

Aquí es donde se separan nuestros caminos, Romeria Watts de Nueva York.

La despedida definitiva de antes resuena en mi mente como un tañido de campana ensordecedor. Zander quiere dejarme atrás. El traidor de su hermano lidera un ejército que está levantando una pira destinada a mí, todos los inmortales de Islor me quieren ver muerta por culpa del veneno que corre por mis venas y los invocadores más poderosos de Mordain me darán caza si descubren que soy una invocadora clave...

Ahora que Zander por fin sabe que no pertenezco a este mundo, está buscando una excusa para abandonarme aquí.

Ignoro su ofrecimiento de ayuda y palpo a ciegas antes de salir de la escalera. Se supone que el túnel conduce hasta la colonia, pero lo único que noto son muros. Mantengo las manos ocupadas en mi capa, rezando para que mis pupilas se adapten pronto a la oscuridad.

Zander suspira con resignación.

–Estás enfadada conmigo.

Por más que sea un elfo y pueda leer mi estado de ánimo a través de mi pulso –cada latido de miedo, cada palpitación de deseo y la vacilación de la culpa–, se equivoca. No estoy enfadada. Estoy herida. Si me parara a pensar cuánto, el dolor me devoraría.

La aparición de Gesine evita que tenga que responder. Asciende de las entrañas de la ciudad con el sigilo de una sombra, acompañada de su bola de luz flotante. Su cabello del color de la tinta queda oculto bajo la capucha. Elisaf le pisa los talones y alcanza con agilidad el nivel del suelo.

Gracias a la luz mágica de la invocadora y a la antorcha de Elisaf, por fin distingo la estancia a la que hemos llegado. Tiene el techo bajo y está abarrotada de cajas de madera y barriles de distintos tamaños. Otro almacén polvoriento que oculta los pasadizos secretos de Cirilea.

Gesine mueve la muñeca y una pila de cajas se desliza sobre el agujero del suelo hasta ocultar su existencia.

A pesar de la situación en la que nos encontramos, se me dispara el corazón, como siempre que soy testigo de la magia auténtica en este mundo.

–Nos espera un esquife en el muelle. El camino más discreto es a lo largo del malecón. –La bola de luz se mitiga hasta desvanecerse–. Hay un cubo metálico lleno de agua junto a la puerta. Eso hay que apagarlo. –Señala la antorcha de Elisaf, cuya luz destella contra el collar de oro que lleva al cuello: el recordatorio de que sigue encadenada a la reina Neilina, incluso a tanta distancia de Ybaris.

–Esta es mi ciudad, suma sacerdotisa, y no necesitamos que tú nos indiques cuál es la mejor forma de movernos por ella. –La voz de Zander carga con un odio mordiente que no le había oído desde el momento en que me consideraba la princesa traidora que asesinó a sus padres.

Pero se equivoca. Ahora es la ciudad de Atticus. Al hacer caso omiso de unas aspiraciones que hasta yo veía, Zander prácticamente le ofreció la corona en bandeja a su oportunista hermano.

Esta noche necesitamos toda la ayuda posible, incluso la de la invocadora.

Puede que Gesine esté pensando lo mismo que yo, pero mantiene una expresión estoica y agacha la cabeza.

–Por supuesto, majestad.

La mirada severa de Zander se dirige hacia Elisaf, que inmediatamente arroja al cubo la antorcha encendida. La llama chisporrotea y el pequeño almacén vuelve a quedar a oscuras.

Elisaf me pone la mano en el hombro y salimos de la choza en fila india, con Zander a la cabeza. Sus pisadas no hacen el menor ruido sobre el camino de tierra. Justo delante hay un cobertizo con maderos y redes de pesca. Un poco más adelante, a la derecha, veo unas hileras de chabolas. Son las casas de la colonia que Zander y yo visitamos en más de una ocasión para repartir monedas de oro a los sirvientes mortales que ya no tienen utilidad, pero ahora no hay nadie en los porches, salvo un gato callejero que devora su presa.

El único indicio del gigantesco océano son las olas que golpean rítmicamente a mi izquierda. Noto entonces una brisa cálida y salobre que me roza la mejilla, y lo agradezco después de haber sufrido la peste del alcantarillado. Si la situación fuera distinta, probablemente me habría sentado para disfrutar de la calma del oleaje.

Pero colina arriba, más allá del...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.