E-Book, Spanisch, 664 Seiten
Reihe: Biblioteca de Filosofía
Thomä Puer robustus
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-254-3882-0
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Una filosofía del perturbador
E-Book, Spanisch, 664 Seiten
Reihe: Biblioteca de Filosofía
ISBN: 978-84-254-3882-0
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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El puer robustus representa uno de los problemas fundamentales de la filosofía política: la relación entre el orden y la perturbación. A lo largo de la historia del pensamiento, esta figura clave ha aparecido en las obras de grandes poetas y pensadores -en Hobbes y en Rosseau, en Schiller y en Hugo, en Diderot y en Tocqueville, en Marx, Freud o Carl Schmitt- desde diferentes perspectivas, aunque siempre con una característica común: ser el perturbador de la paz.
Dieter Thomä (Heidelberg, 1959) es desde el año 2000 profesor de Filosofía en la Universidad de St. Gallen. Ha sido profesor invitado en la Universidad de Brown y miembro académico en la New School for Social Research de Nueva York, en el Getty Research Institute de Los Angeles y en el Wissenschaftskolleg de Berlín. En la actualidad, es miembro académico en el Institute for Advanced Study de Princeton. Su trabajo de investigación se centra en la filosofía social, la ética, la filosofía cultural, la filosofía política y la fenomenología. Ha publicado numerosos libros sobre estos ámbitos.
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Introducción El puer robustus hace de las suyas, da el cante, se rebela. No es participativo, no cede, actúa por cuenta propia, contraviene las reglas. Es indócil, desvergonzado, molesto, no está integrado, es despreocupado. Le temen, lo marginan, lo castigan, pero también lo admiran y lo ensalzan. El puer robustus, el chico robusto, el tipo recio… es un incordiador, un perturbador. El perturbador incordia, perturba la paz. Por eso no está bien visto… a no ser que rechace una paz engañosa y falsa. Entonces le dan las gracias por haber dado fin a los tiempos pesarosos. Con su rostro tan repelente como atrayente recuerda a una de esas imágenes por impresión lenticular que se transformaban al ladearlas y con las que yo jugaba de niño: en cuanto lo ladeabas un poco, el rostro furioso se transformaba en un rostro amable… o a la inversa. Esto explica que se conozca al puer robustus como monstruo, pero también como héroe, como visión aterradora, pero también como ideal, como adversario al que hay que temer, pero también como la figura de un líder. Mejor dicho: se lo conocía. Hoy ha caído en el olvido, pero durante tres siglos enardeció los ánimos. Thomas Hobbes, Jean-Jacques Rousseau, Denis Diderot, Victor Hugo, Alexis de Tocqueville, Karl Marx y muchos más le dedicaron mucha atención y discreparon sobre la cuestión de qué pensar de él. El puer robustus merece salir de nuevo al escenario de la filosofía política. Tiene la capacidad de desplazar modelos consolidados de pensamiento y de acción y de transformar toda la escena. Si no es porque tiene esas pintas tan campechanas, fácilmente se lo podría incluir entre esas influyentes personalidades de la historia de las ideas que operan en la sombra. La controversia que se ha desencadenado acerca del puer robustus no afecta a un problema cualquiera de la filosofía política, sino al problema por antonomasia: la cuestión de cómo se establece y se legitima un orden, cómo se lo critica, cómo se transforma o se lo ataca, cómo los hombres quedan incluidos en ese orden o excluidos de él, cómo se amoldan a él o intrigan contra él. Del tema del orden forma parte necesariamente el del disturbio y la perturbación, y por tanto también el papel que desempeñan las figuras marginales y secundarias, los querulantes y los intrigantes. A mí me parece que las eclosiones políticas y los cambios radicales de la modernidad representan crisis que no se pueden comprender desde el centro del poder, sino desde el margen. De forma correspondiente, también únicamente ahí se puede aprender cómo tratar estas crisis y cómo buscar soluciones a ellas. El prendido inicial de estos fuegos artificiales intelectuales que se lanzaron con el puer robustus se produjo en el siglo XVII. Thomas Hobbes le consiguió su primera aparición sobre el escenario de la modernidad. En 1647 se publicó la segunda edición de De cive (Sobre el ciudadano). Hobbes la completó con un prólogo en el que se decía que el «vir malus» es casi lo mismo que un «puer robustus, vel vir animo puerili». La traducción inglesa que se hizo todavía en vida de Hobbes decía: «A wicked man is almost the same thing with a childe growne strong and sturdy, or a man of a childish disposition» («Un hombre malvado viene a ser casi lo mismo que un chico que ha crecido fuerte y robusto, o que un hombre con inclinaciones pueriles»). Este puer robustus representaba la amenaza definitiva al orden estatal. Hobbes lo consideraba el perturbador por antonomasia. El puer robustus hizo la que hasta ahora ha sido su última aparición llamativa en China, durante una breve fase de liberalización política en la primavera de 1957. «¡Que cien flores florezcan!», había exclamado antes Mao sobre esto. Los estudiantes de la Universidad de Pekín le tomaron la palabra, crearon una «Sociedad de las cien flores» y proclamaron su opinión en periódicos murales. Tan Tianrong, uno de los portavoces estudiantiles, encabezó su proclama del 20 de mayo de 1957 con una cita de Heráclito que dice que «hay que encomendar el gobierno de la ciudad a jóvenes imberbes», y la firmó con la expresión latina «Puer robustus sed malitiosus». De forma muy distinta a como sucedía en Hobbes, este puer se presentaba como activista demócrata, como un perturbador bueno. El puer robustus ha ido recalando en uno y otro lado, del Londres del siglo XVII llegó al Pekín del siglo XX… además de a un sinfín de otros lugares. Nadie hasta ahora había prestado atención a la enmarañada y desconcertante historia de este enfant terrible ni había cosechado sus frutos para la teoría del orden y de la perturbación. Mi libro se dedica a redescubrir, a hacer presente y a valorar al puer robustus. La estructura de este libro es comparable a un escenario giratorio. En cada acto se muestra un nuevo decorado y un puer robustus distinto. Va cambiando a toda velocidad, tan pronto es un tozudo como un balarrasa, un bárbaro o un chalado, un aprovechado o un artista, un bandido o un salvador, Sigfrido o Edipo. A su paso se entonan cantos fúnebres y se producen estallidos de júbilo. Desde luego este libro versa sobre la historia posterior a Hobbes, y por tanto sobre una aburrida y prolija confrontación con él que va desde Rousseau hasta Leo Strauss… y aún más allá. Pero no es mero ornato accesorio que dos de los héroes más inusuales de la literatura francesa, el sobrino de Rameau y el jorobado de Notre Dame, intervengan como encarnaciones del puer robustus. A su lado aparecen los golfillos parisinos, los proletarios europeos, los pioneros californianos del siglo XIX, el movimiento juvenil de principios de siglo XX, los adolescentes alborotadores y los macarras alemanes, los comunistas italianos, los estudiantes chinos de los años cincuenta que ya hemos mencionado y muchos más. Los pensadores que han rendido homenaje al puer robustus lo exponen a un desenfrenado juego de conflictos. Lo que ellos ejecutan es una danza en torno al sujeto o a varios sujetos de la historia. Con esta danza no casa que nos limitemos a entonar un canto de alabanza o un canto de despedida al perturbador. Quizá uno desearía describir únicamente la marcha triunfal de los héroes libertarios o, a la inversa, acabar de una vez por todas con los zánganos, los querulantes y los provocadores. Pero este tipo de soluciones claras y de separaciones tajantes queda descartado en vista del puer robustus contradictorio y reacio. No se lo puede meter a la fuerza en una novela de formación, en la que «el sujeto», a base de escarmientos, lenta pero inexorablemente «va entrando en razón» (G. W. F. Hegel, W 14, 220). Si este libro fuera un ser vivo, tendría dos corazones latiendo en su pecho. Es un tratado filosófico… y a la vez algo así como una historia de aventuras. Admito que no pretendo competir con los reporteros que se mueven en el mundo del hip hop, entre los albaceas de Occupy Wall Street, entre agitadores o vándalos. Pero creo que también existen aventuras intelectuales, y me lanzo a ellas. Este libro se podría describir tentativamente diciendo que traza un arco desde Hobbes hasta el presente, pero eso ya sería erróneo. Un arco es una línea continua e ininterrumpida. Quien lo recorre conoce su rumbo. Por el contrario, quien se mete en una «novela de aventuras» carece de tal seguridad. La novela de aventuras es un género literario que versa sobre un héroe que no «tiene sitio fijo […] en la vida» y que muestra «cómo una persona se acaba convirtiendo en alguien distinto» (Mijaíl Bajtín).1 Mi héroe, el puer robustus, está en marcha. No sabe dónde estará ni quién será mañana. En lugar de ir recopilando sus experiencias al modo como se insertan perlas en un cordel hasta que todo haya quedado asentado y encajado, él lucha para salir adelante esperando que al final todo salga bien. Lo único que puede admitir es: «no entiendo de esto». La novela de aventuras se considera injustamente un género con rasgos anacrónicos. Es el género por excelencia de un mundo —de nuestro mundo— en el que uno es llamado «a descender al caos para sentirse a gusto en él» (Ludwig Wittgenstein).2 Para eso hace falta una concepción de la historia según la cual las situaciones concretas conlleven un sobrante, un factor sorpresa, y se resistan a ser clasificadas. «La aventura es el enclave del contexto vital» (Georg Simmel).3 La predilección por la novela de aventuras encierra un recelo hacia la teoría. No creo que en filosofía política sea bueno tratar la cuestión del orden y la perturbación meramente sobre la mesa de dibujo. No basta con examinar argumentos y establecer reglas. Tampoco basta con simular casos ni con llevar a cabo experimentos mentales en los que tales reglas se puedan aplicar y examinar. La suposición de que uno puede manejar así su tema encierra una «ridícula inmodestia» (Nietzsche, KSA 3, 627). La contrarresta el descontrol por el que se caracteriza el personaje del puer robustus. Al cabo resulta ser justamente esto: un personaje que aparece ora aquí, ora allá, tan pronto así como de otro modo, pero no una argumentación, una tesis que se pudiera formular claramente y debatir. Los pensadores que hacen intervenir la figura del puer...