E-Book, Spanisch, 446 Seiten
Reihe: eMilenio
Tarazona Solaz / Gil Salinas George Harrison: de Beatle a jardinero (epub)
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19884-32-9
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 446 Seiten
Reihe: eMilenio
ISBN: 978-84-19884-32-9
Verlag: Milenio Publicaciones
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Javier Tarazona director de la revista The Beatles Garden. Colabora en revistas musicales y ha publicado, entre otros, los libros The Beatles: Discografía española de vinilos de 45 r.p.m. (Sgt. Beatles Fan Club, 1999) y, junto a Javier de Castro, The Beatles: Un fenómeno irrepetible (Guías Efe Eme, 2006) y Los Beatles Made in Spain (Milenio, 2007).
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1. Liverpool
Los habitantes de Liverpool suelen recibir el nombre de “Scousers”. Muchos lo prefieren a “Liverpudlians”, gentilicio considerado demasiado formal. “Scouser” encierra una historia que nos habla de la multiculturalidad y sencillez del pueblo de Liverpool. Proviene del término náutico “lobscouse”, usado para referirse a una comida de marineros noruegos consistente en un cocido de verduras al que se echaba cualquier tipo de carne o pescado que hubiera a bordo, todo acompañado por una especie de galletas. Las sobras de esta miscelánea alimenticia se iban guardando en una cacerola que se mantenía sobre la estufa y a la que se iban añadiendo restos y más restos.
De modo que nos encontramos con que la palabra que designa a la gente de Liverpool tiene orígenes noruegos. A esta influencia habría que añadir la de los barcos escandinavos, que traían bacalao y aceite de ballena e introdujeron en la ciudad los cantos vikingos que influyeron sobre la música celta. Esta mezcolanza cultural se vio enriquecida por la gran afluencia de irlandeses a Liverpool, especialmente a partir de la década de 1840, cuando una gran hambruna debida a la enfermedad del mildiú de la patata, pilar de la dieta irlandesa, diezmó la población de la isla. Los casi un millón de muertos causados por la epidemia, que prácticamente acabó con los cultivos de este tubérculo, junto con la emigración, redujeron la población hasta un cincuenta por ciento. Además, el éxodo hizo que se crease entre los emigrantes un fuerte sentimiento nacionalista que se tradujo en un especial amor hacia la cultura de sus ancestros. A comienzos del siglo xx había en Liverpool más irlandeses que en cualquier otra ciudad inglesa. Y con ellos trajeron su propia música: violines, flautas, percusiones y armonías vocales, que se escuchaban en todas las tabernas. El puerto de Liverpool era igualmente el punto de conexión entre Europa y Estados Unidos y, así, la ciudad acabó convirtiéndose en una gran ensaladera cultural en la que prácticamente todo era aceptado.
Más ingredientes se añadieron durante la Segunda Guerra Mundial. Los convoyes procedentes del Atlántico, que traían desde los Estados Unidos tropas y suministros desesperadamente ansiados, buscaban la seguridad en este puerto, el más cercano de la costa noroeste de Inglaterra. La elevada suma de barcos y vidas perdidas a manos de las manadas de submarinos alemanes hacía de las torres del Liver Building la visión más dulce que un marino podía tener. Pero no eran únicamente los barcos los que buscaban tierra: la aviación aterrizaba en la base aérea de la RAF de Burtonwood, a unas pocas millas al noroeste de Liverpool. Este emplazamiento militar creció mucho durante los primeros meses de la guerra, llegando a acoger a unos dieciocho mil miembros del personal militar norteamericano y constituyéndose en la más grande de las fuerzas estadounidenses durante la contienda. Era conocida como la “Pequeña América”. Fue allí donde el general Dwight D. Eisenhower trazó sus planes para la invasión del Día-D. Paralelamente al flujo de personal y material bélico, no hay que olvidar el aspecto cultural. Las tropas norteamericanas, compuestas por soldados blancos y negros, que por supuesto habían traído su propia música, se mezclaron durante los permisos con la población civil de la zona del Mersey. En la base se celebraban conciertos a los que acudían los lugareños de las riberas del río y, de esta forma, se produjo la definitiva invasión cultural. La música country and western se mezcló con las canciones de mineros y marineros, con el folclore irlandés y con el jazz y el blues. El rock aún estaba por llegar, pero la banda sonora de la ciudad de Liverpool estaba empezando a componerse.
La Segunda Guerra Mundial fue, obviamente, un período sumamente doloroso. Durante los años del conflicto, la ciudad del Mersey fue víctima de setenta y nueve bombardeos y, oficialmente, un total de 2.596 personas perdieron la vida. En uno de esos tristes días nació George Harrison, hijo de Harold Hargreaves Harrison (1909-1978) y de Louise French (1911-1970), quienes se habían casado el 20 de mayo de 1930 en una ceremonia civil celebrada en la oficina del Registro de Brownlow Hill. El apellido Harrison proviene de la fusión de las palabras “son of Harry” (hijo de Harry) en una sola, fórmula presente en toda Gran Bretaña a partir de siglo xii. El apellido French aparece con frecuencia en Irlanda, lo que puede hacer suponer que Louise sea descendiente de emigrantes irlandeses. Por otra parte, este apellido, que en español significa “Francés”, podría también hacer mención al origen geográfico de la familia.
A pesar de ser tiempos difíciles, el matrimonio tuvo cuatro hijos: una niña y tres niños. La primera en nacer fue Louise, en 1931. George Harrison afirmaba no recordar mucho de ella durante aquellos años, tal vez por el hecho de que Louise abandonara el hogar familiar a la edad de diecisiete años para estudiar Magisterio: “Ya no volvió”. La condición obrera de la familia fue un factor condicionante, algo en lo que George Harrison insistió en repetidas ocasiones: “Vengo de la clase trabajadora, y supongo que eso siempre formará parte de mí”. Su padre, que había empezado en 1926 a trabajar como camarero en un barco de la Marina Mercante, no volvería a tierra definitivamente hasta 1936 y, mientras tanto, enviaba cada semana su sueldo a casa. Concebido durante uno de los permisos, en 1934 nació el segundo hijo, Harry. Con el cabeza de familia ya instalado en Liverpool, los ingresos domésticos dependieron durante quince meses de esporádicos trabajos y del subsidio de desempleo.
La casa en la que vivía la familia estaba situada en el número 12 de Arnold Grove, una calle sin salida en Wavertree, barrio de las afueras de Liverpool junto al cuartel de bomberos de High Street. Pagaban por ella un alquiler de cincuenta peniques semanales. No tenía jardín y pertenecía a lo que en Inglaterra se conocía como two up-two down terraced house, es decir, dos habitaciones arriba y dos abajo en una hilera de viviendas idénticas entre sí. George Harrison recuerda que “la puerta principal daba directamente a la calle. En la parte de atrás había un pequeño patio todo pavimentado salvo un pequeño trozo de un pie cuadrado en el que crecía un macizo de flores. Había un lavabo en la parte de atrás y un cubo de la basura apoyado contra la pared. Durante un tiempo tuvimos un pequeño gallinero donde criábamos gallos jóvenes. Teníamos una bañera de zinc, muy grande, que guardábamos colgada de la pared de fuera. Para bañarnos la metíamos dentro y la poníamos delante del fuego de la cocina para que se calentara mientras la llenábamos con agua que habíamos hervido en cacerolas y teteras. La habitación delantera, que tenía un buen suelo enmoquetado muy fino, con sillones y sofá, no se usaba nunca. Era muy fría. Así que nos acurrucábamos juntos en la cocina, donde estaba el fuego, con la tetera en marcha en una pequeña cocina de hierro… Mi primer recuerdo es estar sentado en un orinal, al final de la escalera, gritando: ‘¡Ya está!’”. Los padres de George solían celebrar fiestas en el piso de abajo durante las que se cantaban canciones. Tal vez en esas fiestas el cabeza de familia interpretara música con la guitarra, instrumento que sabía tocar. También se escuchaba mucho la radio o se ponían discos de gente como Bing Crosby o canciones clásicas del mundo del music hall. Muy cerca del 12 de Albert Grove vivía la abuela materna de George, y a veces éste se escapaba de su casa por la puerta trasera para estar con ella.
En 1937 Harold encontró trabajo en la compañía de autobuses. Entró como cobrador y rápidamente fue ascendido a conductor. Se convirtió, además, en un importante activista sindical en su cochera. En 1940, año de intensos bombardeos nazis, nació Peter, que hacía el número tres en la lista de hijos del matrimonio. Seguían sin ser tiempos fáciles. Transcurría el verano de 1942 cuando Louise sorprendió a la familia anunciando que esperaba un nuevo hijo. Durante el periodo de embarazo le gustaba mucho un programa de radio semanal que se llamaba Radio India. Lo escuchaba asiduamente cada domingo pensando que eso llevaría paz y tranquilidad a su todavía no nacido bebé.
El nacimiento de George, su último hijo, tuvo lugar, si se sigue el Certificado de Nacimiento, el 25 de febrero de 1943 a las 00:10 horas. Sin embargo, en una entrevista que la revista Billboard realizó a George Harrison, éste declaró que su fecha de nacimiento fue el 24 de febrero de 1943 a las 23:42 horas. El nombre le fue puesto en honor del monarca George VI. Al ser su madre católica, George, igual que sus hermanos, fue bautizado bajo este credo. Como la ceremonia fue oficiada en latín, el celebrante le bautizó como Georgius Harrison. Ocurrió en la iglesia católica Our Lady Of Good Help, en Chesnut Grove. Para George, la asistencia a misa y demás ritos católicos no pasaron nunca de ser meros juegos sociales. La estrecha vigilancia del catolicismo hacia sus fieles le pareció siempre algo engañoso. Esta actitud de oposición a todo aquello que tuviera que ver con el control de las mentes ya se hizo evidente en sus años de escolar. George, a este respecto, recordaría que, de muy pequeño, se hizo miembro de Los Cubs, una especie de Boy Scouts para niños de entre ocho y diez años. Los Cubs tenían su sede en una iglesia católica, San Antonio de Padua: “Mi madre iba a misa muy de vez en cuando, para las grandes ocasiones, como Semana Santa, Navidad y esas cosas. Cuando era un crío, me solía llevar con...




