E-Book, Spanisch, 254 Seiten
Reihe: Debates del Bicentenario
Soto Hall / Gagini / Ríos Quesada El problema / La caída del águila
Edición anotada
ISBN: 978-9930-58-079-0
Verlag: Editorial Costa Rica
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Edición anotada
E-Book, Spanisch, 254 Seiten
Reihe: Debates del Bicentenario
ISBN: 978-9930-58-079-0
Verlag: Editorial Costa Rica
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
En el marco de la celebración del Bicentenario de la Independencia de Centroamérica, la reedición de las novelas El problema (1899) del guatemalteco Máximo Soto Hall y La caída del águila (1920) del costarricense Carlos Gagini, busca motivar la reflexión sobre las avenidas imaginadas con respecto al futuro de la región.
Carlos Gagini fue un narrador, dramaturgo, poeta y filólogo costarricense.
Máximo Soto Hall fue un escritor y diplomático guatemalteco.
Verónica Ríos Quesada es catedrática de la Universidad de Costa Rica y profesora de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura de esa casa de enseñanza superior.
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De pasados señoriales idílicos y sueños modernizantes, las propuestas futuristas de Máximo Soto Hall y Carlos Gagini[1]
Verónica Ríos Quesada
A principios del siglo xx, los ideólogos nacionalistas latinoamericanos buscaban modelar símbolos e ideas que pudieran ayudar a establecer la gloria de sus países, a través de la historia, la geografía y la literatura. Por basarse en la anticipación política como premisa y no en la recreación histórica, las novelas El problema (1899) del guatemalteco Máximo Soto Hall y La caída del águila (1920) del costarricense Carlos Gagini, ambas publicadas en Costa Rica, resultan particularmente originales en dicho contexto latinoamericano. Además, la estrategia temporal desplegada en las novelas funcionó para canalizar literariamente la tensión de una región sin proyectos nacionales sólidos, ante el efervescente intervencionismo estadounidense. Se trata, por tanto, de dos novelas muy particulares en el panorama literario latinoamericano de fin de siglo xix. Dicho esto, la adopción de dicha de premisa temporal no es casual, pues Gagini reescribe la novela de Soto Hall. Ambos textos aluden al devenir de las colonias caribeñas perdidas por España durante la Guerra del 98 contra los Estados Unidos. También revisitan, si nos remontamos medio siglo atrás, los deseos anexionistas de William Walker con respecto a Centroamérica.[2] Ante la anexión sin resistencia a los Estados Unidos y, con ella, la modernización que tantos pensadores latinoamericanos asociaban con la excolonia británica que se presenta en El problema; La caída del águila describe una revolución triunfadora ante la anexión forzada y marca el liderazgo costarricense, haciendo eco de la Campaña Centroamericana de 1856. A modo de sinopsis, El problema (1899) transcurre en las ciudades ficticias de New Charleston y San Rafael, cerca de la frontera de Costa Rica con Nicaragua, y temporalmente se ubica en 1927. La novela de Soto Hall clausura la posibilidad del desarrollo nacional de los países centroamericanos, pues concluye con el matrimonio del antagonista del “norte”, Mr. Crissey, y Emma. Su matrimonio simboliza la anexión de Centroamérica a los Estados Unidos y subraya el camino de la asimilación de la raza latina vía el matrimonio. Julio Escalante, el protagonista, al ver a su prima y objeto de deseo, casada con el enemigo, se lanza contra el tren en movimiento que transporta a la pareja de recién casados. Su suicidio es un acto desesperado que responde a la lógica del determinismo, el más débil se elimina. En contraste, La caída del águila invierte el orden de la jerarquía racial. Esta novela, situada en 1928, gira en torno a una intervenida y modernizada isla del Coco, en la que el héroe costarricense Roberto Mora no solo destruye el imperio norteño, sino que conquista a Fanny Adams, la hija del Ministro de Marina de los Estados Unidos. Hacer la lectura conjunta de ambas novelas evidencia cómo, a pesar de explorar caminos políticos divergentes desde sus respectivos espacios futuristas, los textos hacen eco del continúo revisitar del pasado que caracteriza a la ciencia ficción y se ubican en la misma sintonía de los ideólogos latinoamericanos nacionalistas mencionados en el primer párrafo. En ambos textos abundan las paradojas y aporías que no pueden disociarse de una fuerte nostalgia por un imposible pasado señorial, en combinación con unas ansias modernizadoras arrasadoras. El problema de Soto Hall y las paradojas de una modernidad colonial
Máximo Soto Hall (1871-1943) fue uno de esos “centroamericanos errantes” finiseculares, como los llama Margarita Rojas, que se movieron constantemente por toda Centroamérica[3] a lo largo de sus vidas. Al llegar de Guatemala en 1896, Máximo Soto Hall se asoció con los escritores que la historiografía literaria costarricense agrupa bajo el nombre de Generación del Olimpo, a pesar de ser él bastante más joven que ellos.[4] Uno de los miembros más distinguidos de dicho grupo fue Carlos Gagini, el autor de La caída del águila. Ese carácter regional que impregna su carrera literaria se transmite en la novela, pues se construye en un espacio ficticio y futurista que, desde un inicio, aspira a representar a Centroamérica. Para lograr ese efecto regional, no precisa los referentes geográficos ni simbólicos con tal de provocar cierta indefinición. Si bien se indica que New Charleston, la ciudad costarricense a la que arriba el protagonista proveniente de París, se ubica cerca del ficticio canal interoceánico construido sobre el río San Juan, límite entre Costa Rica y Nicaragua, es una ciudad que él no reconoce. Entre otros, se hace alusión a una bandera nacional descolorida, pero al no señalar cuáles son los colores, podría ser cualquier país centroamericano.[5] A diferencia de Centroamérica como palabra, son contadas las ocasiones en que se nombra a Costa Rica y menos todavía las veces en que se mencionan individualmente los países centroamericanos. El que se borren esos referentes, más allá de desradicalizar el planteamiento de la novela como afirma Iván Molina,[6] contribuye a desplazar la novela a un espacio prototípico que se reafirma en el desenlace, pues el narrador indica que la anexión de Centroamérica como un todo es el motivo político del suicidio de Julio.[7] La difuminación de dicho anclaje regional realza la importancia de la sorprendente transformación. Se representa un espacio tropical que debe ser domesticado, intervenido por la modernidad porque de lo contrario inevitablemente permanecerá ligado a sensibilidades y emociones sin cauce. El narrador nos indica que hace un cuarto de siglo solo se movían embarcaciones pequeñas por el río y la selva lo rodeaba todo: ahora la “civilización” borró “la virgen naturaleza”.[8] Se reconfiguraron nuevas urbes, emergió la ciudad portuaria de New Charleston y se transformó San Rafael, donde vive la familia de Julio y transcurre la trama. Ahora San Rafael se presenta como una ciudad tropical cosmopolita. Se conjuga el entorno selvático con el mundo fabril, en este caso, representado por la fábrica de chocolate de la familia Escalante. Señala la crítica Ana Patricia Rodríguez acerca de New Charleston: La ciudad canalera representa la modernización de Centroamérica y la reconfiguración de la nación costumbrista en una entidad despojada de las materias primas características y de imágenes folklóricas, ligada a nuevos signos de desarrollo y progreso como lo demuestra la construcción del canal ‘entre Dios y los hombres’, en la línea divisoria entre naturaleza y tecnología.[9] El antagonista y empresario estadounidense Mr. Crissey comparte esa visión de mundo: él domina la naturaleza, le impone reglas y plazos, la somete. Al preguntarle cómo construiría la línea férrea encomendada por el tío de Julio, contesta marcando la disposición ad libitum de recursos humanos, materiales y financieros: Es cosa fácil. Si un río se llevase un puente, antes que las aguas arrastren el último madero, ya estará tendiéndose otro puente; si faltan obreros se doblará el número; si los millones presupuestados no son suficientes, se invertirán otros millones más. Cuestión de cuidado es todo.[10] Con respecto a cómo se dio esa transformación, los lectores nos ubicamos en la perspectiva de Julio, el recién llegado. Dado que Julio muy convenientemente ha estado fuera de Costa Rica el cuarto de siglo que separa el presente de Soto Hall y la fecha anticipada de la novela, su padre y su tío le explican a grandes rasgos cómo se ha transformado la región. Señalan que, con motivo de la Guerra del 98, hubo gran actividad en la esfera pública; sin embargo, los patriotas no pasaron de la retórica.[11] La colonización cultural centroamericana se produjo de manera paulatina. Tanto así que los “patriotas” no se dieron cuenta de que ya habían sido asimilados[12] a través de la adopción de hábitos de consumo y de la reproducción de costumbres foráneas. Entre otros, en la ficción, las municipalidades y los “Gobiernos”, en plural, sin nombres, ni apellidos ni tendencias políticas, otorgaron concesiones de tierras a un gran número de propietarios extranjeros.[13] La elite no intervino en la política nacional para contrarrestar los efectos de la penetración cultural mencionada e incluso gradualmente empezó a celebrar las efemérides de los Estados Unidos. Se explica por tanto que, al decir del tío Tomás, “no se hace sino lo que quiere que se haga el presidente de los Estados Unidos”.[14] No extraña que, en ese mundo futurista, el idioma oficial sea el inglés. Dicho en otras palabras, el trámite oficial únicamente ratifica una anexión que ya de por sí se había normalizado. La familia Escalante se presenta como un estudio de caso de la complicidad de la elite costarricense, pues los hermanos Teodoro y Tomás son actores de peso en las relaciones socioeconómicas que modelan ese espacio ficcional. El tío Tomás no solo contrató a Mr. Crissey, el antagonista de Julio Escalante, para que se encargara de un tramo del ferrocarril que está levantando,[15] sino que establece relaciones comerciales en Honduras.[16] Por su parte, la empresa Saint Carlos Chocolate de...