Sierra I Fabra | Trilogía de las Tierras | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 179, 656 Seiten

Reihe: Las Tres Edades

Sierra I Fabra Trilogía de las Tierras


1. Auflage 2011
ISBN: 978-84-9841-662-6
Verlag: Siruela
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 179, 656 Seiten

Reihe: Las Tres Edades

ISBN: 978-84-9841-662-6
Verlag: Siruela
Format: EPUB
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Trilogía de las Tierras, obra pionera y ya clásica de la ciencia ficción en España. Un gran acontecimiento que no te puedes perder. Un futuro no muy lejano: seres humanos y máquinas son iguales ante la Constitución. Más aún, las máquinas, que han salvado a la humanidad del Holocausto, son el motor del progreso y la vida social. La acusación de asesinato de una máquina por parte de un hombre alterará la convivencia y desencadenará el inicio de la revolución pendiente. Hal Yakzuby, un científico que defiende al humano acusado de asesinato, y Balhissay 2-15, la máquina que conoce los entresijos de la historia y la verdad del presente, se enfrentan en un juicio apasionante que marcará el futuro del planeta. Éste es el arranque de «... en un lugar llamado Tierra», primera parte de la Trilogía de las Tierras, que se completa con «Regreso a un lugar llamado Tierra» y «El testamento de un lugar llamado Tierra». Hoy, 25 años después, convertida en un clásico de referencia, con más de 40 ediciones entre las tres partes, su reedición tal y como fue concebida por su autor, sin retoques ni añadidos, es un homenaje a una obra pionera del género en España.

JORDI SIERRA I FABRA (Barcelona, 1947) es un reconocido y prolífico autor de novelas infantiles y juveniles, muchas de ellas han sido llevadas al teatro, a la televisión y a la gran pantalla. Ha recibido múltiples galardones, entre ellos, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Kafka y la muñeca viajera o el Premio Cervantes Chico.
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PRÓLOGO DE 2008
PARA UNA OBRA DE 1983

El 5 de julio de 1982 meditaba en la piscina de mi casa de Vallirana, como lo he hecho siempre en los meses de verano desde 1980, de una a tres de la tarde, tomando el sol sobre una colchoneta en el agua. Hacía un calor tórrido, excesivo para la época, y el riesgo de incendios nos hacía estar alerta y con los cinco sentidos en guardia. Vivir en lo alto de una montaña, en mitad de un bosque, comporta riesgos. En medio de un silencio sólo roto de vez en cuando por los gritos de mis hijos y los de los vecinos, recordé de pronto una frase escrita en una de las muchas libretas en las que anoto mis ideas. En 1982 no se escribía con ordenador, todavía existían vinilos, ni rastro de móviles o Internet. Aquella frase, anotada años atrás, imposible de saber el momento exacto, decía: «Asesinato, hombre mata máquina. Estudiar tema».

Entonces tuve «la visión», el «flash», como se le quiera llamar. Imaginé la primera escena del libro, una nave, el espacio, una luz... que de pronto se apaga. Y en la nave, únicamente, una máquina y un hombre. Al llegar a la base, la máquina está muerta y el hombre es acusado de asesinato, algo que él niega porque estaba hibernado. Puesto que las máquinas, según las leyes robóticas, no pueden atentar contra sí mismas, ¿qué pasó en el espacio?

La visión de este inicio fue tan poderosa, tanto, que me incorporé temblando y me quedé sentado en la colchoneta mirando el inmenso bosque de espeso y cerrado verdor que envuelve mi casa. Y entonces, como en un vómito celestial que se abatió sobre mi cerebro, vi la obra entera, una película que pasó a cámara rápida por mi mente, un volcán apasionado de momentos, escenas, sentimientos, ideas, personajes... Una obra tan densa, tan peculiar, que obviamente no podía caber en un solo libro, sino en tres.

Aquel día de fiebres creativas fue una luz, lo mismo que el siguiente. Dos días después de mi explosión mental, el 7 de julio, mientras escribía el guión como siempre a mano por la mañana, inicié por la tarde la redacción de ... en un lugar llamado Tierra con mi máquina de escribir Olivetti. El 30 de julio la novela estaba terminada. Pocas veces he hecho un guión previo y he escrito la novela casi al alimón, pero es que no pude esperar, ni sujetarme a mí mismo. Lo que me invadía fue algo más que la fiebre de todo creador ante uno de sus momentos más o menos gloriosos. Desde el primer instante supe que era una obra especial.

Y por ser especial, la presenté al Premio Gran Angular de Ediciones SM que ya había ganado dos años antes, a modo de reto. Ganar un premio dos veces en tres años me pareció lo bastante provocador para una novela de anticipación, porque de alguna forma yo no la sentí como una obra de ciencia ficción en esos días. ¿Era una novela juvenil? No. Pero tampoco lo era El cazador, y con ella gané el Premio Gran Angular por primera vez. Así que en febrero de 1983, para sorpresa de muchos, repetí premio y el libro se editó en mayo.

Aquel día sucedió algo.

Montserrat Sarto, una de las grandes expertas de la literatura infantil y juvenil en España, se acercó y me dijo una hermosa pero lapidaria frase: «Algún día, cuando mueras, ésta será una de las tres obras tuyas que pasarán a la historia contigo».

Era un halago, sí, y se lo agradecí porque significaba mucho, y más viniendo de ella, pero a mí me dejó hecho polvo. Pensé: «Si a mis 35 años (los cumplí el 26 de julio de 1982, en plena escritura) ya he hecho una de mis tres obras maestras... sólo me quedan dos».

Parecerá una tontería, pero aquello me marcó durante meses. Yo empezaba a ser reconocido como autor infantil y juvenil en ese tiempo, y tener un éxito así significaba empezar la casa por el tejado. Por esta razón, además, pensé que era absurdo continuar con la trilogía. ¿Cómo iba a superar la segunda parte a la primera? Y no digamos ya la tercera, que era la más aventurera. Así que en el verano de 1983 no reemprendí el trabajo, ni tampoco lo hice en 1984. A comienzos de 1985, superada la sentencia emocional de Montserrat Sarto, cogí el guión previo de Regreso a un lugar llamado Tierra, recuperé la fiebre que me empujó a crear la primera parte, y acepté el reto. La escribí entre el 19 y el 26 de abril y, para mí, ésta es la mejor de las tres, porque es la reflexión entre el misterio de la primera y la aventura de la tercera. Ya lanzado, despaché El testamento de un lugar llamado Tierra entre el 29 de octubre y el 7 de noviembre del mismo 1985, prácticamente a continuación de haber escrito otro de mis futuros best sellers: El joven Lennon. Para entonces, ... en un lugar llamado Tierra ya llevaba varias ediciones y era libro de referencia y debate en escuelas de toda España. La segunda parte de la trilogía se editó en abril de 1986 y la tercera en febrero de 1987. Un tiempo después SM las presentó las tres juntas en una caja con el título El ciclo de las Tierras.

Pero jamás se editaron en un solo volumen, como ahora.

He querido contar la génesis de mi primera trilogía (después han llegado otras) como homenaje a aquellos años, como recuerdo de un tiempo fantástico, y como testimonio vital para quienes la leyeron entonces o la incorporen ahora a sus vidas. Narrar el proceso creativo de una obra que ha pasado a ser emblemática siempre aporta un plus para su conocimiento. Pero es justicia hacerlo en este aniversario, los 25 años de ... en un lugar llamado Tierra y de las otras dos partes, aunque éstas las escribiera después por las razones que acabo de expresar. Como detalle anecdótico debo decir que el protagonista humano lleva el nombre de Hal en homenaje al ordenador y cerebro electrónico que rige la nave de 2001: Una odisea del espacio.

En 1982 me imaginé un futuro que en muy poco tiempo superó algunas de mis predicciones o visiones. Bien, no soy un científico, ni un Asimov o un Clarke. Pero la verdadera esencia de mi trilogía está por llegar: el día en que, como se dice al comienzo, «seres humanos y máquinas sean iguales ante la Constitución». Las máquinas me han apasionado siempre. Mi narrativa de ciencia ficción ha estado supeditada a ellas. Y hablo de «máquinas», no de robots, androides, etc. He utilizado el término «máquinas» porque en realidad es lo que me parecen, lo que son, aunque un día posean cerebros humanos, o chips capaces de hacerlas sentir como humanas. Marte XXIII, Las voces de la Tierra, Crónica de Tierra 2 (que sería la cuarta parte de mi trilogía de los años ochenta, editada ya en el siglo XXI), Unitat de plaer, Relatos galácticos, Schizoid, Los elegidos, Gauditronix, mis personajes infantiles o juveniles Zack Galaxy, Patrulla Galáctica 752 o Zuk-1 (una máquina con cerebro humano), el relato «¡Máquinas!» de mi novela Tres historias de terror, reeditado después con el título «La mansión de las mil puertas»... en todas ellas las máquinas son las verdaderas protagonistas, el futuro. Es mi visión de ese más allá temporal quizá encarnado, aunque sin máquinas, en Edad 143 años, en la que hablo de la hibernación (o criofilización) para llegar al futuro y poder ser capaces de verlo con nuestros ojos. Sí es cierto en cambio que, pese a no ser científico, tuve que imaginar algo más que la historia recogida en los tres libros. Me tocó crear una civilización entera, una legislación maquinal, unas nuevas leyes que lo ampararan todo, un marco urbano, social, ético y moral, un lenguaje, nuevos conceptos, imaginar cómo se viviría en ese nuevo mundo, dividir a las máquinas en clases o categorías (creo que ése fue uno de mis aciertos aunque aún no sé muy bien por qué), ser arquitecto, abogado, juez, y ser capaz de filosofar sobre la vida, la muerte o la eternidad. En este sentido me gustaría destacar el capítulo del «infarto» de Balhissay en la segunda parte. Llegué a meterme tanto en su cuerpo que cuando lo terminé creo que volví a ser humano, mi corazón latió de nuevo. Y es que durante unos minutos yo sentí que en mi interior había circuitos y luces. Terminé ese capítulo y me puse a temblar, mi corazón se aceleraba y me veía sacudido por fuerzas desconocidas, y me eché a llorar aplastado por mi renacer humano. Mientras mi mujer leía el libro la vi llorar de pronto, le pregunté si acaso estaba leyendo el capítulo en cuestión y me dijo que sí, y que lloraba porque estaba sintiendo algo muy especial en su interior.

Ésa es la fuerza de todo libro, el valor de la literatura, comunicar sentimientos y emociones. Si el pulso del narrador se transmite al lector, es que la simbiosis es plena.

No he querido tocar nada, ni reescribir nada, ni añadir o quitar nada en esta reedición de Siruela. Este volumen único reúne las tres partes de mi trilogía tal y como fueron concebidas, respetando el espíritu original, sin pretender subsanar errores o teorías físicas, ni añadir los hallazgos que en este tiempo se han producido en el mundo de la tecnología, los robots o la inteligencia artificial. Como ya he dicho, en 1982 escribíamos mayoritariamente con máquina de escribir, con papel carbón para las copias, sin correctores ortográficos, y los libros se mandaban por correo, no por mail. Nadie llevaba un teléfono móvil encima, aún balbuceábamos en nuestra incipiente democracia, bastante teníamos con ver el...



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