Sierra I Fabra | Las guerras de Diego | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, Band 182, 416 Seiten

Reihe: Las Tres Edades

Sierra I Fabra Las guerras de Diego

Una novela sobre seis siglos de historia en España
1. Auflage 2011
ISBN: 978-84-9841-496-7
Verlag: Siruela
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Una novela sobre seis siglos de historia en España

E-Book, Spanisch, Band 182, 416 Seiten

Reihe: Las Tres Edades

ISBN: 978-84-9841-496-7
Verlag: Siruela
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Un abuelo narra a su nieto la historia de todas las guerras acaecidas en España desde los Reyes Católicos hasta el presente. Diego es un niño cuya vida cambia de raíz el día en que su padre, militar, se va con las tropas del ejército español en misión humanitaria a un país muy lejano. Es el momento de acercarse a su abuelo paterno, un hombre que en su juventud fue un hippy irreverente y pacifista con ideas propias de su tiempo y que ahora es un hombre tan lúcido como especial, ácrata, radical y con una afilada lengua que no deja títere con cabeza. Abuelo y nieto sellan una especial alianza mediante la cual una o dos veces por semana ambos se juntan para que el hombre narre al niño la historia de todas las guerras acaecidas en España desde los Reyes Católicos hasta el presente. Con ello intenta demostrarle lo estúpidas, amargas, interesadas y terribles que son las contiendas, y lo duras que han sido para España a lo largo de más de quinientos años. Mientras uno y otro se internan por los entresijos de la narración, las cartas del padre, desde la distancia, entretejen otra realidad no menos latente y amarga: la del complicado mundo actual. Con la madre y la abuela como testigos de ese contundente relato oral, siempre dialogado mediante un juego constante de preguntas y respuestas, la novela se convierte en un perfecto y visceral repaso de la historia de España. Una historia que no conviene olvidar, porque se ha repetido una y otra vez a lo largo de los años.

JORDI SIERRA I FABRA (Barcelona, 1947) es un reconocido y prolífico autor de novelas infantiles y juveniles, muchas de ellas han sido llevadas al teatro, a la televisión y a la gran pantalla. Ha recibido múltiples galardones, entre ellos, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por Kafka y la muñeca viajera o el Premio Cervantes Chico.
Sierra I Fabra Las guerras de Diego jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


6


«El día en que Colón se encontró con América...»


No me había dado cuenta y me había zampado las tostadas y casi todo el queso y el jamón. Quedaban los piñones. El abuelo no había probado bocado.

Tampoco le hacía falta.

Se le notaba que disfrutaba contándome la película.

Me las cargaría igualmente por no cenar, así que ataqué los piñones pasando de todo.

–Las arcas reales estaban vacías, eso es cierto, pero la aventura de Colón no fue algo romántico impulsado por una reina ensoñadora que pretendía conquistar el cielo. España era ya una potencia, y quería serlo aún más. En realidad, el viaje de Colón no era tan caro, sino muy barato dentro de la realidad del momento. Tres navíos y un puñado de hombres. Como ir a la Luna en un ultraligero. Si fracasaban, mala suerte. Pero si daban con la soñada ruta marítima en dirección a las Indias... Aquello representaba la supremacía española en los siete mares y establecer en primer lugar acuerdos comerciales con las lejanas tierras de las que había hablado Marco Polo. Lo que estaba en juego era el poder, el control, el dominio del «Mundo Conocido», por el que peleaban Francia, Inglaterra, Portugal, los reinos itálicos... Un poder que tenía también otro nombre: las especias.

–¿Qué son las especias?

–¿Tú crees que siempre hemos tenido patatas, café o limones?

–¡Ah!, ¿no?

–Pues no –el abuelo se puso chulo por pillarme en la ignorancia–. Muchas cosas llegaron de América, como las patatas o el tabaco, pero las especias venían de las Indias, y servían para darle sabor a la comida o conservarla. En aquellos años todo era la mar de soso, sin azúcar ni limón, incluso las carnes se pudrían, un asco. Lo que diferenciaba a las clases pudientes era tener especias. Por lo tanto, la nación que controlara la ruta de las especias sería muy rica. No se fue a las Indias a por oro, sino a por las benditas especias. El «tropiezo» fue económico, no romántico o aventurero. Pero en aquellos momentos todos los caminos que conducían a los países productores estaban cortados, porque los turcos habían conquistado Constantinopla y los tártaros se habían convertido al islam, así que ni hablar de dejar paso libre a los cristianos. Mientras los portugueses insistían en una ruta alternativa por África, Colón se empeñó en defender su idea de que Cipango, el actual Japón, estaba sólo un poco más allá de las Azores. Eso se lo dijo, al parecer, un náufrago que encontró en un viaje, el cual le habló de una costa maravillosa que luego resultó ser la Cuba de hoy. La medición que se calculaba entonces de la circunferencia de la Tierra era, por supuesto, inexacta en algunos miles de kilómetros, ¡todo el continente americano, de norte a sur!

–Colón se dio de morros con América cuando creía...

–Ni más ni menos, aunque eso de «darse de morros»... Dale un toque de elegancia y di que «se dio de bruces».

–Vale.

–Mira si fue importante ese año en la historia, que antes de que Colón llegara a la primera isla en la que puso pie, en España sucedieron dos hechos fundamentales sin los cuales no se entiende lo que ocurrió después. ¿Sabes cuáles fueron?

–Ni idea.

–¿Has oído hablar de la Inquisición?

–En una peli –dije sin estar muy seguro.

–¡En una peli, en una peli! –el abuelo se enfadó de verdad–. ¿Qué os hacen estudiar en el colegio, por Dios? ¡La Inquisición, bueno... La Santa Inquisición –lo recalcó con malévola precisión– fue una de las vergüenzas más espantosas de nuestra historia, y una página negra por la cual se nos conoció durante siglos! Las religiones siempre han matado en nombre de la fe y el Dios único propuesto por cada una. ¡De paz, amor y perdón, poco!

–¿Por eso tú eres ?

Me miró de una forma...

–En primer lugar, se dice ácrata –me rectificó–. Y en segundo lugar, eso significa que defiendo la supresión de toda autoridad, no que no crea en Dios.

–¿Tú crees en Dios?

–No. Soy ateo y, como mucho, agnóstico.

Memoricé la palabra para buscarla en el diccionario y no perder más tiempo.

–¿Por qué se creó la Inquisición? –recuperé el hilo de la conversación.

–¿Por qué se llamaban Católicos los reyes Isabel y Fernando? Pues porque lo eran. Hasta la médula. Así nos ha ido siempre con tanto catolicismo en este país. Apenas dos meses después de caer Granada, se decretó en España la expulsión de los judíos, algo de lo que todavía se habla hoy, porque hay descendientes de aquellos expulsados en muchos lugares, como Israel, que mantienen vivos los rasgos de su cultura. ¡Y muy distintas habrían sido las cosas con ellos aquí, porque, diga lo que diga la historia, y holocausto aparte, no tienen un pelo de tontos! ¡Con los judíos en España el oro traído de América no se habría dilapidado de la manera que se dilapidó! Los judíos eran instruidos, he ahí la explicación de todo. Leían, tenían conocimientos, escribían... Su expulsión fue la primera parte de lo que completó el Tribunal de la Inquisición, nacido inicialmente para controlar a los moros que aún quedaban en todas partes, integrados en la sociedad. Bueno, de hecho, lo que hizo Fernando fue exportarla de Aragón, donde ya funcionaba desde 1249, a Castilla. Se trataba de «limpiar» España de todo lo que no fuera afín a la Santa Madre Iglesia. Por desgracia, la Inquisición acabó siendo una lamentable Gestapo que hizo auténticas barrabasadas a lo largo de los años siguientes, quemando mujeres acusadas de brujas por el simple hecho de ser diferentes o negando cualquier razón que no se amoldara a lo que para ellos era el cristianismo absoluto. De ahí que en la conquista de América se hicieran también tantas barbaridades, por ejemplo, aniquilar culturas enteras, como la de los mayas, y todo por el afán voraz de cristianizar por las buenas o por las malas. Y no es que no hubiera Inquisición en los restantes reinos de Europa, que la hubo, sino que aquí se hizo eterna y por eso hoy se habla de ella como si sólo hubiera sido una lacra española. En el siglo XIX aún existía la dichosa Santa Inquisición, más de cien años después de su fin en Europa.

–¿Cuántos judíos había en España?

–Se calcula que unos ciento cincuenta mil.

–¿Y se marcharon a una?

–¿Te imaginas? Una verdadera debacle. Tuvieron que abandonar cuanto tenían o vender sus cosas a precio de saldo. Se quedaron los conversos, pero ya escarmentados.

–¿Quiénes eran los conversos?

–Los que se pasaron al cristianismo, aunque muchos lo hacían de puertas afuera, mientras que en sus casas mantenían la predicación de su fe. No tardarían en despertar los mismos recelos que sus hermanos rebeldes.

–Bueno, ya hemos llegado a 1492. Ahora toca hablar de las guerras que hemos tenido desde entonces, ¿no?

–Muy belicoso estás tú –me reprochó el abuelo–. ¿Quién te dice que ya he terminado de sentar las bases de cómo estaba el país en ese momento?

–¿Hay más?

–Pues ¡claro que hay más! ¿Crees que Isabel y Fernando fueron felices y comieron perdices? Ellos fueron los precursores de las monarquías absolutas. ¡Hasta Maquiavelo lo dijo en su obra ! –me dirigió una mirada de duda–. ¿Sabes quién era Maquiavelo?

–No.

–¿Te suena la palabra «maquiavélico» para describir algo planeado astutamente?

–Sí.

–Pues «maquiavélico» viene de este señor italiano, retorcido como él solo, que se inspiró en nuestro Fernando para su obra –suspiró con fuerza y agitó la cabeza de lado a lado–. España nunca se ha distinguido por hacer las cosas fáciles, tener gobernantes con sentido común y abrazar la paz como estandarte. Será que somos latinos, no sé. O cabezotas. El caso es fastidiarla, y no lo digo en el aspecto meramente crítico, sino realista. Por eso es bueno conocer la historia. Lo peor que hicimos fue la guerra civil del siglo pasado, pero eso es quizás porque ha sido la última y más terrible. De las otras guerras no hay películas, ni periódicos con fotos o corresponsales como ahora.

–¿Qué pudo suceder para que a Isabel y Fernando se les torcieran las cosas?

–Cinco años después de que Colón llegara a América, se les murió su único hijo varón, Juan. Luego, también falleció su nieto Miguel, nacido de la unión de su hija Isabel con Alfonso de Portugal. Y la guinda final fue el fallecimiento de la propia Isabel la Católica en 1504. En poco más de doce años, España se había quedado sin herederos y sin su figura capital. Una de las cuatro hijas de los Reyes Católicos, Juana, heredó la Corona de Castilla, y eso puso en un frágil equilibrio una vez más la entente con Aragón, porque Juana estaba mal de la cabeza –se llevó el dedo índice de la mano derecha a la sien–. España estaba unida, pero no apaciguada. Los nobles seguían añorando sus prebendas anteriores. Isabel la Católica, que ya en vida comprendió que Juana no estaría capacitada para gobernar, propuso que su esposo Fernando administrara la Corona de Castilla en tal caso. Pero los nobles no se lo pusieron fácil. Sus...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.