Shishkin | Mi Rusia | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 256 Seiten

Reihe: Impedimenta

Shishkin Mi Rusia

La guerra o la paz
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-19581-60-0
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

La guerra o la paz

E-Book, Spanisch, 256 Seiten

Reihe: Impedimenta

ISBN: 978-84-19581-60-0
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Una obra reveladora en la que Shishkin cartografía, desde el amor y el desarraigo, la historia y la cultura de Rusia, un país contradictorio cuyo futuro solo puede predecirse a la luz del pasado. Desde la Rus de Kiev, pasando por el Ulus de Moscú, la época imperial, la Revolución y la Guerra Fría, hasta la actual Federación Rusa de treinta años, el novelista Mijaíl Shishkin, uno de los más lúcidos intelectuales rusos en el exilio, rastrea en Mi Rusia las raíces de la problemática de su patria: una nación que desde sus orígenes se abisma en un círculo de autodestrucción. Poniendo el foco sobre la incómoda relación entre el Estado y los ciudadanos, Shishkin dilucida la actitud rusa ante los derechos humanos y la democracia, y extrae la dolorosa conclusión de que en Rusia coexisten dos pueblos: los desilusionados e indiferentes que aceptan el dominio del más fuerte premiando a los dirigentes de mano de hierro y los que se resisten al poder opresivo y arbitrario intentando hacer frente al Gobierno. Profundamente personal y con una amplia visión histórica, Mi Rusia es un relato apasionante de un Estado enredado en un pasado complejo y sangriento, así como una carta de amor a un país en guerra. CRÍTICA «Un libro sobre el presente, el pasado y el futuro de Rusia, que nace de la melancolía y que la intensifica. La hace explosiva.» -Florent Georgesco, Le Monde «Una elegante mezcla de historia, biografía y polémica.» -Daily Telegraph «Shishkin es el intelectual ruso más destacado de su generación. Compararlo con Solzhenitsyn no es exagerado.» -Sunday Times «Mi Rusia no es una novela, sino un grito del corazón. También es una carta de amor a su patria y a su lengua materna. Como escritor, siente el dolor de que la lengua de Pushkin y Tolstoi, Tsvetaeva y Brodsky se convierta en la lengua de criminales de guerra y asesinos. Su libro es una lectura dolorosa pero estimulante.» -Teresa Cherfas, Rights in Russia «Shishkin es el intelectual ruso más destacado de su generación. Compararlo con Solzhenitsyn no es exagerado.» -Sunday Times «El galardonado novelista reflexiona sobre el silencio de sus compatriotas, la traición de su lengua materna y sus esperanzas para el futuro.» -The Guardian «Urgente, muy ameno y profundamente revelador, el oportuno volumen de Shishkin remonta los problemas de la Rusia actual a la compleja y violenta historia que sigue configurando la actitud de sus ciudadanos ante los derechos de las personas y la democracia.» -Waterstones

Mijaíl Shishkin nació en 1961 en Moscú. Está considerado el más importante escritor ruso de la actualidad. Ha sido galardonado con los principales premios de su país. Desde 1995 vive en Zúrich. Entre sus obras cabe destacar La lección de caligrafía (1993), El cabello de Venus (2005), ambas de próxima publicación en Impedimenta, así como La toma de Izmail (1999) y Manual epistolario (2011). Asimismo, es autor de Mi Rusia (2021), uno de los más importantes alegatos contra la Rusia de Putin escrito en los últimos años.

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INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN ESPAÑOLA Siempre he sentido interés por la historia de la guerra civil española. Me recordaba a la guerra civil en Rusia por el increíble encarnizamiento mutuo. Después de tanto odio, después de tantas víctimas y tanta barbarie, a la gente le costaba estar en paz consigo misma. Las guerras civiles suelen terminar en dictadura. Después de la muerte del dictador, España pudo emprender el camino para construir una sociedad democrática. Además, los españoles pudieron superar la dictadura sin ayuda externa, a diferencia de la Alemania Occidental, en la que es imposible imaginarse la transformación sin la derrota en la guerra. Alemania no habría podido vencerse, vencer su pasado, sin la ocupación de los aliados. España logró hacerlo sola. ¿Podrá hacerlo Rusia? He escrito este libro para explicar Rusia al lector occidental. Explicar Rusia y su guerra. Cada generación de mi país ha tenido su propia guerra. Es siempre la misma guerra. Nadie en Occidente podía creer que en pleno siglo XXI un país europeo atacara a otro. El ser humano actual es incapaz de concebir que el bombardeo de las ciudades ucranianas, el 24 de febrero de 2022, no sea producto de los delirios de un dictador loco, sino la continuación de una guerra infinita que durante siglos viene librando el sistema autoritario de Moscú contra su propio pueblo y contra el mundo entero. Este libro, escrito en alemán, se publicó en el año 2019. Explicaba mi país y su guerra a través de la historia de Rusia y de la historia de mi familia. Si conoces el pasado, puedes imaginar cómo será el futuro. Los dos últimos capítulos describían qué nos aguardaba. Ahora estamos en ese futuro y, lamentablemente, todo se corresponde con el guion que escribí. Cada día que pasa se vuelve más actual, ay. Después del inicio de la agresión de Putin, el libro se tradujo a veinte idiomas, y me alegra que llegue ahora a los lectores españoles. No he cambiado ni una sola palabra, solo he escrito un prólogo y un epílogo. Con el inicio de esta guerra infame que Rusia libra contra Ucrania empezó a dolerme ser ruso. Toda mi vida he sentido bajo mis pies el terreno firme que era la cultura rusa. Ahora bajo mis pies solo hay vacío. Madame de Staël dijo como de pasada: «Le silence russe est tout à fait extraordinaire: ce silence porte uniquement sur ce qui leur inspire un vif intérêt». El silencio de los rusos es realmente sorprendente: guardan silencio justo sobre aquello por lo que sienten un vivo interés. En otoño de 2014 fui a la Feria del Libro de Krasnoyarsk. Una gran fiesta de la literatura. Todo tenía la misma apariencia que en Frankfurt. Así debe ser en el siglo XXI: la cultura mundial se encuentra en Siberia como en casa. Ese año, en mis presentaciones en Europa, todas las preguntas y conversaciones versaban sobre la guerra. En la Feria del Libro en Rusia se hablaba de todo lo que quisieras, pero no de la guerra. Todos sentían un terrible interés por una guía nueva de la Roma clásica. Yo parecía ser el único que, desde un escenario, hablaba de la catástrofe sobrevenida. Ese silencio fue humillante. Humillante para todos: para los escritores y para los lectores. Fue la gota que colmó el vaso. No quise regresar más a esa humillación. En los años de guerra ese silencio se volvió ensordecedor. Después del 24 de febrero, insoportable. La avalancha de palabras no cesa: «festivales frutícolo-literarios», presentaciones de nuevas guías sobre la Roma clásica, lanzamientos de gruesas revistas literarias que fingen que todo está bien, cursos de teoría y práctica del arte de escribir, talleres para escritores jóvenes sobre temas de actualidad: «cómo construir la trama», «conflicto, héroes, estilo». Una avalancha de silencio. Un coro de silencio. Todo es una única y gran conferencia para la cultura rusa, una conferencia sobre el silencio. El hablar en voz alta, pero no de lo que se debe: un silencio en toda su amplitud. ¿En el silencio está la salvación? La literatura rusa no nos salvó del gulag, pero ayudó a sobrevivir en ese país-gulag. Y ahora de nuevo acude en nuestro auxilio. El silencio como forma de supervivencia, el silencio como aire para respirar. El tiempo y las particularidades históricas cambian los receptores del gusto. Tiempo atrás, de joven, la literatura clásica rusa impidió que me ahogara en la mentira soviética. Los libros en las estanterías son los mismos, las rimas no disuelven los abrazos, las letras no se han desvanecido, pero las palabras significan algo completamente diferente, tienen otro gusto. Intento releer a mis poetas favoritos del Siglo de Oro, pero todos están rellenos de vomitonas patrióticas. Es imposible que no portemos en nuestro interior las huellas del imperio en el que hemos crecido. Todos los que hemos nacido entre Moscú y el último extremo hemos nacido y crecido en un imperio milenario y, aunque lo odiemos, hemos respirado su aire. Y cuando hablamos del «imperialismo» ruso, de su «colonialismo», casi nos parece un cumplido para ese interminable pantano sangriento, puesto que nos pone a la altura del Imperio británico. Hay que darse cuenta de que todavía en el siglo XXI el país vive según las leyes de la Horda de Oro: en la cima de la pirámide está el kan y, debajo, sus esclavos, sin derecho a voz ni a la propiedad. La única razón e ideología de este orden social es el poder en sí y la lucha por el poder; la imprescindible y adecuada condición de esta vida, la violencia. Esta forma de vida en este enorme país no puede revocarla ningún decreto, igual que no se puede revocar una lengua. A lo largo de varias generaciones la realidad carcelaria cultivó un comportamiento carcelario. Para vivir con los lobos hay que aullar como los lobos. Esto se pone de manifiesto en la lengua que estaba llamada a servir a la vida rusa, apoyándola en su constante e interminable estado de guerra con todo el mundo y consigo misma. Cuando todos viven según las leyes de un campo de concentración, la misión de la lengua es la guerra de cada uno contra cada uno. Si el fuerte está obligado a golpear al débil, la misión de la lengua es verbalizar esta situación. Humillar, agraviar, quitar la ración, degradar. La lengua como forma de falta de respeto hacia el individuo. La lengua como medio de destrucción de la dignidad humana. Un arma verbal como lo son las palabrotas y los insultos en Rusia no existe en ningún otro «imperio». En esta lengua que refleja la esencia de la vida rusa llevan hablando mil años tanto el poder como la población. Y la lengua de la literatura rusa es un pegote extranjero en el cuerpo de la lengua de la pirámide de esclavos, que apareció en el siglo XVIII, cuando los colonos de Occidente trajeron consigo conceptos ajenos a nosotros: Liberté, Égalité, Fraternité. Hace mucho que se dijo que el poder en Rusia es semejante al rey Midas: igual que el antiguo rey convertía en oro todo lo que tocaba, así todo lo que toca este poder se convierte en mierda y en sangre. Extiende sus dedos para tocarlo todo. Quiere utilizar a Tolstói, a Rajmáninov, a Brodsky. Organizan la adoración a los muertos porque estos no pueden responder, y les parece que el reflejo de los clásicos cae en este caso también sobre ellos, sobre el régimen de Putin, sobre su «operación militar especial». No tengo ninguna duda de que Tolstói mandaría a la mierda a este pseudoestado de delincuentes y exigiría que en todas las escuelas del país, en los departamentos de Literatura, se colgara encima de la pizarra, en lugar de su retrato, las palabras «¡El patriotismo es esclavitud!». Rajmáninov empezaría a dar conciertos benéficos para ayudar a los niños ucranianos heridos. Brodsky se arrepentiría de su vergonzosa «patraña de Tarás»[1] y daría conferencias por todo el mundo recaudando dinero para las fuerzas armadas ucranianas. Aunque me temo que Dostoievski, con su omnihumanidad ortodoxa, sería presentador en el canal Tsargrad.[2] Después del 24 de febrero salieron a protestar varias personas en mucha soledad. ¿Dónde están ahora esas hermosas y temerosas personas que salieron a defender la dignidad de su pueblo y de su país? En la cárcel. O han huido. El pueblo guardó un completo silencio. La estrategia de supervivencia de varias generaciones: el silencio. Los expertos occidentales lo definieron como miedo. Después se declaró la movilización, y el mundo asistía perplejo ante cientos de miles de rusos acudiendo obedientes a la guerra, a matar a ucranianos y a que los mataran. Esto ya no tiene nada que ver con una estrategia de supervivencia. Es algo más profundo, más terrible. La población de Rusia está infectada por una conciencia tribal. Esta enfermedad infantil de la humanidad se cura con la ilustración. En la civilización contemporánea la tribu ha sido sustituida por el individuo, en la base de la sociedad está la persona. Asumo personalmente la responsabilidad de mi principal decisión en esta vida: existe el bien y existe el mal. Y si mi país, mi pueblo, hace el mal, entonces iré contra mi país y contra mi pueblo. La conciencia tribal no dispone del propio concepto de responsabilidad individual por la elección del bien o del mal. «¡La madre patria te llama!» La conciencia de tribu asediada por el enemigo se ha intentado reforzar siempre por parte de cualquier régimen ruso desde el «autocracia, ortodoxia y nación»[3] hasta...



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