E-Book, Spanisch, 145 Seiten
Reihe: Literatura universal
Shakespeare La tempestad
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-7254-287-7
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 145 Seiten
Reihe: Literatura universal
ISBN: 978-84-7254-287-7
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Próspero, duque legítimo de Milán, es traicionado por su hermano y se encuentra en una isla desierta tras naufragar su buque. La obra comienza con una fuerte tormenta, desatada por Ariel -por orden de Próspero-, cuando adivina que su hermano Antonio viaja en un buque cerca de la isla en la que se encuentra. En ella, Próspero cuenta con la compañía de su hija Miranda, descansa con sus numerosos libros y se dedica al estudio y el conocimiento de la alquimia y la magia. Próspero entra en contacto con espíritus como Ariel. Con su ayuda, organiza un encantamiento que le permitirá iniciar su venganza. Al final Próspero renunciará a su magia, perdona a sus enemigos y permite el matrimonio entre Miranda y Fernando.
William Shakespeare (Inglaterra 1564-1616)1 fue un dramaturgo, poeta y actor inglés. Es considerado el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más célebres de la literatura universal. Sus obras han sido adaptadas y redescubiertas en multitud de ocasiones por todo tipo de movimientos artísticos, intelectuales y de arte dramático. Las comedias y tragedias shakespearianas han sido traducidas a las principales lenguas, y constantemente son objeto de estudios y se representan en diversos contextos culturales y políticos de todo el mundo.
Autoren/Hrsg.
Weitere Infos & Material
ACTO PRIMERO En alta mar. A bordo de una embarcación. Relampaguea y retumban los truenos de la tempestad. Entran, por distintos lados, el CAPITÁN y el CONTRAMAESTRE. CAPITÁN ¡Eh..., contramaestre! CONTRAMAESTRE Aquí estoy, capitán. ¿Qué sucede? CAPITÁN Llama a los marineros. (Gritando) Maniobrad con destreza... Cuidado o nos hundimos. ¡Rápidos, más rápidos! Se va. Entran algunos MARINEROS. CONTRAMAESTRE ¡Vamos, valientes: coraje, mucho coraje! ¡Aprisa, aprisa! ¡Al palo mayor...! ¡Arriad velas! ¡Atención a las órdenes del capitán! Y ahora, ¡sopla, sopla, tempestad!: haz lo que quieras, que tenemos sitio para maniobrar. Entran ALONSO, SEBASTIAN, ANTONIO, FERNANDO, GONZALO y otros. ALONSO Contramaestre, amigo: pon atención. ¿Dónde está el capitán? Tus hombres, ¡que se muevan! CONTRAMAESTRE Mejor haríais, señor, en seguir abajo. ANTONIO Contramaestre, ¿dónde está el capitán? CONTRAMAESTRE ¿No lo oís? ¡Estáis entorpeciendo la maniobra! ¡Permaneced en vuestro camarote! Con vuestra conducta no hacéis más que estorbarnos, ayudando a la tempestad. GONZALO No te enfades, buen hombre. CONTRAMAESTRE Es al mar a quien habéis de hablar, no a mí. ¡Apartaos de aquí! ¡Qué le importa al mar y al oleaje que se le hable del rey! Bajad a vuestros camarotes. Y callaos, ¡no estorbéis más! GONZALO Muy bien. Pero no te olvides de quién llevas a bordo. CONTRAMAESTRE No hay nadie a bordo a quien estime más que a mí mismo. Vos sois consejero del rey, ¿no es verdad? Pues calmad a los elementos, si es que podéis. Detened los vientos, empeñando toda vuestra autoridad, y nosotros no moveremos ya ningún cabo más... Pero si no podéis hacerlo, dad gracias a Dios por seguir con vida, bajad a vuestro camarote y estad atento a todo lo malo que puede ocurrir, si es que llega. ¡Animo muchachos! Y vos, ¡apartaos de nuestro camino, os digo! Se va. GONZALO He puesto en este hombre toda mi confianza: a este marinero no se lo comerán los peces, pues en la cara se le ve que ha de morir ahorcado. ¡Oh destino, destino: no me seas infiel! La soga que le has prometido, ¡que sea para nuestro bien! Si ese hombre no ha nacido para ser colgado, nuestra situación es bien desesperada (1). Gonzalo y otros Nobles se van. Entra el CONTRAMAESTRE. CONTRAMAESTRE ¡Arriad la cofa del palo mayor! ¡Rápido, rápido! ¡Bajad, bajad! ¡Capead con la vela mayor! Se oyen gritos en el interior de los camarotes. ¡Malditos sean! ¿Qué son estos gritos? Se oyen más que la tempestad y que nuestras órdenes. Entran SEBASTIÁN, ANTONIO y GONZALO. ¿Otra vez? ¿Qué hacéis aquí? ¿Queréis que lo dejemos todo y nos hundamos? ¿Es que tenéis ganas de ahogaros? SEBASTIAN ¡Que el diablo te lleve y se te pudra el gaznate, miserable impío, perro inmundo! CONTRAMAESTRE Si así habláis, tomad el mando vos. ANTONIO No pienses que nos da miedo morir ahogados, como tú temes. ¡A la horca, perro desgraciado! ¡Hijo de puta! ¡Perro sarnoso! GONZALO No se ahogará, no: lo garantizo. No se ahogaría ni aunque la embarcación fuera frágil como una cáscara de nuez y tuviera tantas vías de agua como una desvergonzada mujerzuela. CONTRAMAESTRE ¡Aguantad fuerte! ¡Soltad velas! ¡Largo! ¡Largo! Entra un grupo de MARINEROS, completamente mojados. MARINERO ¡Todo está perdido! ¡De rodillas! ¡A rezar, a rezar! ¡Nos hundimos! Los Marineros se van. CONTRAMAESTRE ¡Cómo! ¿Se nos han de comer los peces? GONZALO El rey y el príncipe se han puesto de rodillas. Hagamos lo mismo, pues nosotros nos encontramos igual que ellos. SEBASTIAN Yo no puedo más; no tengo paciencia. ANTONIO Vamos a morir por culpa de estos borrachos. ¡Este maldito charlatán! Quisiera verlo ahogado y que se lo llevara el mar al infierno. GONZALO Será ahorcado, no lo dudéis, aunque todas las aguas del mar se levantaran para tragarlo y se abrieran sus más profundos abismos. Se oyen ruidos confusos en el interior. VOCES ¡Oh, pobres de nosotros!, ¡perdón!, ¡perdón! ¡Nos hundimos! ¡Nos hundimos! ¡Misericordia!... ¡Dios mío! ¡Mi esposa! ¡Mis hijos! ¡Adiós! ¡Mi hermano!... ¡Adiós! ¡Adiós! El Contramaestre se va. ANTONIO ¡Muramos todos junto a nuestro rey! Se va. SEBASTIAN ¡Despidámonos de él! Se va con Antonio. GONZALO Ahora daría yo mil leguas marinas por un acre de tierra estéril, por un páramo, por un arenal por pequeño que fuera. Pero..., resignémonos a la voluntad de Dios. Aunque me hubiera gustado morir en tierra firme. Se va. La isla. Ante la gruta de Próspero. Entran PRÓSPERO y MIRANDA. MIRANDA Querido padre: no sé de qué medios te has valido para mover estas embravecidas olas; pero si lo conseguiste, ahora calmalas. Pareció como si el mar hubiera querido levantarse contra el cielo que lanzaba sobre las aguas sus fuegos encendidos. ¡Oh!..., ¡yo he sufrido por los que veía sufrir! Y allí, deshecha en mil pedazos, había una soberbia embarcación que sin duda llevaba nobles criaturas. Y yo oía gritos que me rompían el corazón. ¡Pobre gente! ¡Todos han muerto! ¿Por qué no habré sido yo un dios, para precipitar las aguas del mar sobre la tierra antes de que se hubiese hundido aquella majestuosa embarcación con todos sus tripulantes? PRÓSPERO Calma, calma... Sosiégate. No tienes por qué sorprenderte, y piensa que nada malo les ha ocurrido. MIRANDA ¡Oh!... ¡Qué día más desgraciado! PRÓSPERO No te lamentes. Todo lo que he hecho, lo hice por ti..., para ti que eres mi hija..., mi hija muy querida, que no sabes quién eres..., ni sabes qué fue tu padre. Y que solo crees que soy Próspero, el dueño de esta pobre gruta. MIRANDA Nunca en mis pensamientos he querido saber más. PRÓSPERO Ha llegado la hora de que yo te revele lo que tú has de saber. Échame una mano y ayúdame a despojarme de esta embrujada vestidura. Así, así. Se quita el manto y lo tira al suelo. Quédate ahí, poder de los poderes. Cálmate... No llores... El espectáculo terrible de ese naufragio, que ha removido en tu alma el sentimiento de la piedad, ha sido obra mía; yo lo he dispuesto con toda suerte de precauciones, de modo que ni una sola de sus criaturas ha perecido..., ni ha perdido un cabello de su cabeza ninguno de todos esos que has oído gritar y que tanto temor te han causado. Siéntate; ahora es preciso que sepas más de nuestro pasado. MIRANDA En más de una ocasión ya me has dicho que ibas a explicarme quién soy, pero siempre interrumpías tu narración y me dejabas con mis dudas, diciéndome: «No ha llegado aún el momento de que lo sepas». PRÓSPERO Pues ahora sí que ha llegado. Este es el preciso instante en que has de abrir los oídos, prestar atención y callar. ¿Te acuerdas de los tiempos en que aún no habíamos venido a esta gruta? No creo que puedas recordarlo, pues entonces solo tenías tres años. MIRANDA Ciertamente que sí. PRÓSPERO ¡Cómo!... ¿De qué te puedes acordar tú? ¿Te acuerdas de haber vivido en nuestra casa, y en compañía de otras personas? Dime... ¿Qué es lo que recuerdas y conservas en la memoria? MIRANDA Todo lo veo lejos, más como un sueño que como una realidad que mis recuerdos puedan explicar. ¿No tenía entonces cuatro o cinco mujeres que cuidaban de mí? PRÓSPERO Si, Miranda, y aún tenías más. Pero ¿cómo puedes recordar eso? Dime..., ¿qué sabes de ese pasado tenebroso, olvidado en el abismo del tiempo? Si puedes recordar alguna cosa de antes de venir a esta isla, quizás sepas también cómo llegaste a ella... MIRANDA Pues no; de eso no recuerdo nada. PRÓSPERO Hace doce años, hija mía; doce años han pasado desde entonces. Tu padre era un príncipe poderoso: era el duque de Milán. MIRANDA Entonces, señor, ¿tú no eres mi padre? PRÓSPERO Tu madre era un modelo de virtudes, y ella me dijo que eras hija mía. Como te he dicho, tu padre era el duque de Milán y no tenía más heredera que a ti, a su noble princesa. MIRANDA ¡Oh Cielos!..., ¿qué triste desgracia nos trajo aquí? ¿O es que fue una suerte que viniéramos? PRÓSPERO Ambas cosas a un tiempo, hija mía. Como dices, fue una desgracia la que nos hizo partir, pero una suerte que pudiéramos llegar aquí. MIRANDA ¡Oh!..., me siento desfallecer oyendo estas tristes circunstancias, que tantos recuerdos despiertan en mí. Por favor, cuéntamelo todo. PRÓSPERO Mi hermano, tu tío, se llamaba Antonio, y... Escúchame bien, pon atención a lo que te digo; ¿cómo...