E-Book, Spanisch, 364 Seiten
Reihe: Horizontes Universidad
Salazar García / García Ruiz Avances en el estudio sobre el lenguaje científico y académico
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19506-57-3
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 364 Seiten
Reihe: Horizontes Universidad
ISBN: 978-84-19506-57-3
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
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Ventura Salazar García. Profesor de Lingüística General en la Universidad de Jaén. Su investigación aborda cuestiones de lingüística teórica y aplicada. En este último ámbito, ha indagado en diversos cauces para la optimización de la competencia comunicativa en aprendices adultos. Entre sus publicaciones figuran artículos en revistas como Studies in Language, Open Linguistics y Sign Systems Studies. María Aurora García Ruiz. Profesora en el Departamento de Didáctica de las Lenguas, las Artes y el Deporte de la Universidad de Málaga y doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Jaén (cum laude por unanimidad y premio Extraordinario de Doctorado). Ha obtenido su segundo doctorado por la Universidad de Zaragoza (calificado con sobresaliente cum laude por unanimidad). Ha realizado estancias en la Universidad de la Sorbona (París), de Katowice (Polonia), de Verona (Italia), etc.
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La investigación del lenguaje científico: Lingüística, Epistemología y Didáctica
VENTURA SALAZAR GARCÍA
MARÍA AURORA GARCÍA RUIZ
1. Introducción
El presente volumen aspira a ofrecer una muestra de los estudios que se llevan a cabo actualmente a propósito del lenguaje científico en el contexto académico hispánico, con particular atención al ámbito de las Humanidades y las Ciencias de la Educación. Aunque se trata de un campo disciplinar que cuenta ya con una dilatada trayectoria en la esfera internacional, lo cierto es que en España ha empezado a adquirir una presencia significativa solo a partir de fechas relativamente recientes. En cualquier caso, se atestigua ya un considerable número de proyectos y publicaciones, y todo hace pensar que dicha tendencia se incrementará en el futuro.
La clave para percibir la importancia del lenguaje científico reside en el hecho de que la ciencia es, ante todo, una actividad colectiva, llevada a cabo por una comunidad socialmente reconocida como tal. Thomas Kuhn (1970: 210) equiparó en su día la ciencia y la lengua, precisamente sobre la base de la dimensión social compartida por ambas:
Scientific knowledge, like language, is intrinsically the common property of a group or else nothing at all.1
La idea del científico excéntrico que es capaz de desarrollar en solitario portentosos inventos destinados a cambiar el rumbo de la humanidad (ya sean armas aniquiladoras, máquinas para viajar en el tiempo o remedios infalibles contra el hambre y las enfermedades) puede ser un recurso narrativo eficaz en las producciones audiovisuales de Hollywood, pero carece de contrapartida en el mundo real. La investigación científica tiene su razón de ser en la comunicación constante y solidaria entre el colectivo de expertos en una determinada disciplina. No nos referimos al contacto cotidiano en el ejercicio de labores docentes ni al que tiene lugar entre los componentes de un mismo equipo de investigación embarcado en un proyecto común (todo eso se da por descontado), sino, más bien, a la interacción que tiene lugar a través de cauces de difusión públicos:2 participación en eventos académicos de diversa índole, lectura de aportaciones de otros estudiosos, redacción y publicación de textos destinados a la transmisión de resultados... Probablemente, esa vertiente comunicativa a la que se ve abocado todo científico (tanto en calidad de emisor como en la de destinatario) consume en la práctica más tiempo que el que se dedica a la ejecución material de la investigación en el laboratorio, en archivos documentales, mediante el trabajo de campo, etc. Todo ello es connatural a la labor científica y, por tanto, no tiene nada de sorprendente. En las sociedades desarrolladas actuales se asume que cada progreso científico sigue una secuencia típica de difusión. Su origen se sitúa en una autoría reconocible (ya sea individual, colectiva o corporativa) que se atribuye el avance y lo da a conocer mediante procedimientos estandarizados a un público versado en la materia. Este último lo somete a revisión y evaluación exhaustiva, con el fin de confirmarlo o refutarlo. Si esa aportación suscita un consenso aprobatorio entre los expertos (consenso, en cualquier caso, siempre provisional y revisable), se procede a su divulgación entre un público más amplio. El estadio final vendría dado por su incorporación al acervo cultural común, normalmente gracias a su inclusión en el currículo educativo y a la resonancia otorgada por los medios de comunicación de masas.
De todo lo anterior se deduce, en resumen, que el conocimiento científico no puede ser ni inefable ni esotérico,3 y que entre las tareas inexcusables de la labor científica figura también la transmisión por medio de herramientas verbales. En la medida en que dichas herramientas se focalizan para ese uso concreto, de acuerdo con unas convenciones acrisoladas en sucesivos intercambios comunicativos, se reconoce en ellas una variedad lingüística específica, que es lo que (con mayor o menor propiedad; no entraremos en eso) ha dado en llamarse lenguaje científico, científico-técnico o, en un sentido más abarcador, lenguaje académico.4 Se integraría dentro de los llamados lenguajes especiales, junto con las jergas o germanías con finalidad críptica (propias de algunos colectivos; generalmente, en situación de marginación social) y con los lenguajes sectoriales asociados tanto a distintas profesiones (independientemente del grado de cualificación académica requerida para su desempeño) como a actividades socialmente relevantes: deporte, administración, política, religión, prácticas festivas y de ocio, etc. (Rodríguez Díez, 1979; Teruel, 2000).
Antes de finalizar este apartado introductorio, añadiremos una precisión aparentemente consabida, pero que no siempre ha recibido la atención que merece. El lenguaje científico se inserta necesariamente en el marco de un idioma vehicular dado. Dicho de otro modo, no forma parte de las constantes compartidas por la facultad humana del lenguaje, sino de las especificidades culturales de cada lengua particular en cuanto que producto social e histórico. La ciencia no es un universal antropológico; paralelamente, el lenguaje académico tampoco es un universal lingüístico. Emerge cuando (en una lengua y en una sincronía dadas) concurren una serie de rasgos funcionales como consecuencia de su uso efectivo para la comunicación especializada entre miembros de la comunidad científica. Por supuesto, es susceptible de cambio diacrónico e incluso de extinción, si dicha lengua deja de usarse para tal propósito.5 Así pues, no existe el lenguaje académico en abstracto; existe el inglés académico, el alemán académico, el japonés académico, etc. Cabe encontrar entre todos ellos notables analogías, pues comparten muchos de sus objetivos y situaciones, pero también es posible apreciar diferencias, a veces muy acusadas, que son fruto de tradiciones retóricas y argumentativas divergentes (Vázquez, 2001a: 11-13; Bernárdez, 2008: 66-71).
Partiendo de tal premisa, el volumen que el lector tiene ahora entre sus manos quiere contribuir, dentro de sus modestas posibilidades y desde enfoques diversos, a una mejor comprensión del lenguaje académico en toda su compleja y fascinante pluralidad, poniendo el foco prioritariamente en la lengua española. El presente capítulo, que actúa como pórtico introductorio, se organizará conforme a la siguiente estructura. El segundo epígrafe caracteriza el lenguaje científico como variedad diafásica o registro de un idioma dado, con las implicaciones que ello comporta. El tercero indaga en la vertiente epistemológica de la comunicación científica, cuyo propósito fundamental entendemos que consiste en la elaboración del conocimiento a través de un discurso argumentativo corroborado (tekmérion) por evidencias de validez intersubjetiva. El cuarto epígrafe trazará una semblanza, necesariamente sucinta y selectiva, de las principales vertientes que ha adoptado el estudio del lenguaje científico en el contexto académico hispánico. La quinta sección anticipará brevemente el contenido de los distintos capítulos que componen el presente volumen. Cerraremos, finalmente, con un apartado de conclusiones.
2. El lenguaje científico como registro lingüístico
Como hemos indicado más arriba, el lenguaje científico constituye una variedad lingüística, en cuanto que categoría acotable dentro del pluralismo propio de cada lengua histórica. En línea con Coseriu (1981: 302-308), distinguimos tres tipos básicos de variedades:6
a) Variedades diatópicas o dialectos, motivadas por la dispersión geográfica.
b) Variedades diastráticas o sociolectos, que dependen de las variables socioculturales de la comunidad lingüística tomada en consideración.
c) Variedades diafásicas, fasolectos o registros,7 sensibles a las diferentes modalidades funcionales y expresivas derivadas de las situaciones de comunicación.
Se admite generalmente ( Halliday, 1993: 54; Galán y Montero, 2002: 18) que el lenguaje académico es ante todo una variedad funcional vinculada a las condiciones pragmáticas de uso; constituye, pues, un registro.8 Para la caracterización de los atributos propios de cada registro, Halliday (1978: 61-64) propuso tres parámetros, a saber:
a) Campo: define los ámbitos nocionales y espaciales, es decir, el tema sobre el que versa la interacción comunicativa, con qué grado de profundidad o precisión lo hace y dónde se produce.
b) Modo: engloba el canal de transmisión de un texto, el género discursivo al que se adscribe y –de acuerdo con el modelo etnográfico de Hymes (1986: 62)– la clave que permite identificar el tono general adoptado por los interlocutores (serio, informal, jocoso...).
c) Tenor: atiende la relación existente entre los interlocutores y el propósito perlocutivo (Austin, 1962: 99-108) del evento.
El campo, el modo y el tenor no forman parte del material lingüístico propiamente dicho, pero sí lo...