E-Book, Spanisch, Band 28, 192 Seiten
Reihe: Cátedra de Bioética
Prieto Ursúa Perdón y salud
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-8468-736-8
Verlag: Universidad Pontificia Comillas
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Introducción a la psicología del perdón
E-Book, Spanisch, Band 28, 192 Seiten
Reihe: Cátedra de Bioética
ISBN: 978-84-8468-736-8
Verlag: Universidad Pontificia Comillas
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
La profesora María Prieto estudió Psicología en la Universidad Pontificia Comillas donde se licenció en 1989. En el año 1992 comenzó su docencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Comillas. Actualmente, imparte las asignaturas Aprendizaje y Condicionamiento Humano (1º curso de Psicología y 1º curso de Psicología + Criminología) y Psicología de la Salud (4º curso de Psicología), además de ser Coordinadora de Trabajos de Fin de Grado (4º curso de Psicología). Es Tutora de 1º curso del Doble Grado en Psicología + Criminología desde 2010. Ha asumido distintos cargos de gestión a lo largo de su trayectoria profesional: ha sido, entre otros cargos, Directora del Departamento de Psicología (2007-2013) y Coordinadora del Programa de Doctorado 'Individuo, Familia y Sociedad: una visión multidisciplinar' (2013-2016). Su actividad investigadora se inicia en 1990 con el comienzo de su tesis doctoral, para la que disfrutó de una beca FPI -Formación de Personal Investigador- del Ministerio de Educación y Ciencia (1990-1993). Su investigación ha estado centrada en dos grandes campos: la psicología clínica (adición al juego, menores con trastornos mentales, psicopatía) y la psicología de la salud (estrés laboral, la psicología del perdón, bienestar en cuidadores). Ha dirigido varias tesis doctorales y es revisora de numerosas revistas científicas de impacto. ORCID: http://orcid.org/0000-0001-7562-0923 Otros IDs: ResearcherID B-7815-2008 Scopus Author ID 6506041261
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CAPÉTULO 1.
¿QUÉ ES EL PERDÓN?
Vamos a aproximarnos con detalle en este capítulo a lo que significa el perdón, para darnos cuenta de la complejidad que tiene este término y de la necesidad de comprenderlo bien, aunque como iremos viendo, el concepto de perdón no terminará de estar completo hasta el final del libro.
1. EL PERDÓN ES UN PROCESO
Una de las pocas ideas en las que todos los autores están de acuerdo: el perdón es un proceso, tiene pasos, tiene fases, etapas, no se consigue en un único momento. El perdón lleva su tiempo; y si la ofensa ha sido grave, el perdón lleva mucho tiempo y esfuerzo.
El proceso del perdón empieza con la percepción de la ofensa. La convivencia y la relación con otras personas suele facilitar la presencia de situaciones en las que se producen ofensas o agresiones, es decir, en las que una de las partes es herida o dañada de alguna manera. La mayoría de las personas han tenido experiencias en las que se han sentido agredidas, heridas, traicionadas, menospreciadas o no respetadas. El perdón requiere que la víctima sea consciente de haber sido dañada de forma injusta por otra persona, y requiere que la víctima considere que la agresión o el daño fue intencionado (o, cuando menos, negligente) (Fincham, 2009), que el ofensor podría haber actuado de otra forma y no lo hizo. Coleman (1998) señala que toda ofensa implica una pérdida, que puede ser de tres tipos: pérdida de amor por muerte o ruptura, pérdida de autoestima, y pérdida de control o influencia. El proceso de perdón no empieza, según el autor, hasta que la persona es capaz de identificar la pérdida específica que ha tenido lugar.
El malestar post-ofensa
En ese primer momento nos sentimos llenos de rabia, de indignación, de impotencia, de dolor, de amargura… Algunos autores han descrito con detalle la experiencia subjetiva que sigue al daño, el malestar post-ofensa (lo que se ha dado en llamar unforgiveness, el no-perdón), distinguiendo entre las reacciones emocionales (lo que sentimos), las reacciones cognitivas (lo que pensamos) y las reacciones comportamentales (lo que hacemos).
Entre las reacciones emocionales más comunes se encuentran los siguientes sentimientos: rabia, dolor, tristeza, confusión y una sensación de traición (Williamson y Gonzales, 2007). En algunas ofensas además hay sentimientos de vergüenza y humillación, de vulnerabilidad, de debilidad. Además, comienzan a presentarse sentimientos negativos hacia el ofensor, de rencor, incluso de odio, deseo de venganza…
En el nivel cognitivo, las víctimas suelen dedicar bastante tiempo y energía a pensar una y otra vez en la ofensa, en lo que pasó, en cómo pasó, a preguntarse por qué pasó, por qué se había comportado así el ofensor, a buscar culpables o responsables, a pensar en su papel en todo lo que pasó, a pensar en “lo que le tenía que haber dicho” o “lo que yo tenía que haber hecho”. También suelen estar presentes pensamientos despectivos hacia el ofensor, a quien se empieza a percibir como alguien despreciable, malo, falso, peligroso, llegando incluso a deshumanizarle (a verle como un monstruo sin sentimientos ni valores, como un animal capaz de lo más atroz). Empiezan también las fantasías o pensamientos de venganza y de finalización de la relación con él, y la preparación mental del futuro: imaginarse qué va a decirle al ofensor si se lo encuentra, cómo se va a comportar, qué va a hacer en distintas situaciones, con el resto de la gente, cómo buscar o pedir un castigo justo, o una restitución, cómo protegerse en el futuro…
Respecto a la dimensión conductual o comportamental, la mayoría de las personas tienden a mostrar comportamientos de evitación del ofensor o de desapego en su presencia. Es poco frecuente que se expresen la rabia o el dolor llorando o enfrentándose con el ofensor. La distancia puede ser física (evitando encontrarse con él, evitando situaciones donde sea probable el contacto) o subjetiva: cuando se comparte el mismo espacio, hacer como que no está, no interaccionar con él, no mirarle, no dirigirle la palabra…
Además de ser, como vemos, una experiencia negativa compuesta de emociones, pensamientos y comportamientos característicos, el recibir una agresión de manera intensa e injusta tiene también una serie de implicaciones simbólicas. Por una parte, altera la percepción de poder-estatus-dignidad de la víctima, que pasa a percibirse a sí misma como vulnerable, impotente, débil y poco digna de respeto, en una situación de desequilibrio respecto al ofensor. Por otra parte, la agresión supone una violación de unos valores sociales e identitarios supuestamente compartidos (como, por ejemplo, la creencia en un mundo justo, en que quien no hace daño no debería recibir daño) (Strelan y McKee, 2014). La agresión puede modificar la filosofía de vida de la víctima, volviéndola desesperanzada y pesimista. Estas implicaciones simbólicas generan en la persona una gran sensación de injusticia.
El ”no-perdón”, como vemos, es un estado que el sujeto vive con un intenso malestar, con gran sufrimiento psicológico que motiva a la víctima a intentar disminuirlo.
La respuesta al malestar post-ofensa
Nuestra reacción natural tras una agresión nos lleva a protegernos, lo que se puede conseguir tanto evitando al agresor como enfrentándonos con él. Uno de los modelos teóricos sobre el perdón más aceptado es el propuesto por McCullough (2000), que entiende el perdón como un fenómeno de naturaleza motivacional y prosocial. En tanto motivacional, el autor describe dos grandes sistemas de tendencia de respuesta después de una agresión: la venganza o búsqueda de daño para el ofensor, fruto de los sentimientos de indignación e injusticia, y la evitación del contacto personal y psicológico con el ofensor, fruto de los sentimientos de que surgen después de percibir un ataque. Las dos respuestas tendrían un sentido adaptativo claro: la venganza se dirigiría a evitar futuros daños (McCullough, Kurzban y Tabak, 2013) y a restaurar la sensación de justicia perdida (Bradfield y Aquino, 1999), mientras que la evitación buscaría la protección personal. El perdón produce cambios en estos sistemas, reduciendo tanto la motivación para la evitación como para la venganza.
En ese primer momento de no-perdón, por lo tanto, nuestras reacciones iniciales no suelen incluir el perdón; de hecho, lo último que se nos pasa por la cabeza, a la mayoría de las personas, es perdonar; es implanteable el perdón. Hay que recorrer un camino para conseguir que desaparezcan esas emociones, esos pensamientos, esas tendencias a evitar o atacar. Pero no es un cambio que suceda simplemente con el paso del tiempo; el tiempo sólo rebaja la intensidad de ese malestar, pero no hace que desaparezca o que incluso en ocasiones aparezcan sentimientos positivos hacia el agresor. Para conseguir el perdón hay tareas que hacer, hay decisiones que tomar. Veremos más adelante las etapas que distintos autores han encontrado en el camino del perdón.
Para perdonar la persona debe, en algún momento, tomar la decisión de empezar el proceso, empezar el camino. Podría perfectamente no tomar esa decisión: estaría en su derecho. Y esto enlaza con nuestro siguiente apartado: el perdón es un derecho, no una obligación.
2. EL PERDÓN ES UN DERECHO
La experiencia negativa post-ofensa puede mitigarse de varias maneras, no necesariamente perdonando; Worthington (2001) identificó más de 25 maneras por las cuales las personas pueden intentar reducir el malestar del no-perdón. Por ejemplo, se puede manejar buscando venganza, buscando justicia (legal o política), buscando restitución, pidiendo que se le pidan disculpas, apelando a la justicia divina. O también se puede modificar la narrativa sobre la ofensa, justificándola o excusando al agresor; o puede intentar reducir el malestar resignándose, aceptando el daño o su mala suerte, haciendo re-atribuciones de los sucesos y circunstancias relacionados con la ofensa, negando el hecho o su importancia, manejando el estrés relacionado con el suceso, o mediante el control de la ira consecuente a la ofensa. El perdón es, como vemos, un recurso entre varios para manejar o superar este malestar.
Si la persona perdona debe ser porque así lo ha decidido. No se puede, ni se debe, imponer el perdón. Debe ser la valoración de que merece la pena plantearse perdonar la que lleve a la decisión de intentarlo. Forzar a alguien a perdonar cuando no está preparado, cuando no se dan las circunstancias o cuando la persona no lo ve conveniente puede conducir a varios problemas, como hacerle sentir culpable por no poder perdonar, acabar en un “falso perdón” (que veremos más adelante con detalle) donde en realidad no ha habido un cambio personal, o dejarle desprotegido de cara a la siguiente agresión.
Por lo tanto, el perdón es siempre una posibilidad, una opción, una manera, entre otras, de mejorar la...




