E-Book, Spanisch, Band 607, 240 Seiten
Reihe: Historia
Portuondo Linares Los independientes de color
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-9953-967-6
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 607, 240 Seiten
Reihe: Historia
ISBN: 978-84-9953-967-6
Verlag: Linkgua
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Serafín Portuondo Linares
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ANTECEDENTES
La «piedad humanista» libró al indio del duro trabajo en los lavaderos de oro y convirtió al negro en esclavo para que sustituyese las flaquezas de los primitivos habitantes de la Isla con su vigorosa fuerza trabajo.
Ex presidiarios y clérigos aventureros sentaron su afán de riquezas en la opresión del negro, que tuvo como símbolo el látigo cruel. Los oprobios de la conquista y de la colonización de la Isla trataron de ser encubiertos con el pendón de Castilla, que regía y hacía de hoja de parra en nombre de la civilización.
El negro fue el motor y soporte económico de aquel régimen colonial esclavista hasta que fue abolida definitivamente la esclavitud en Cuba.
El negro trajo a su nueva condición humana, la libre, el bagaje de su revolucionarismo, que se remonta a los tiempos de la conquista y de la colonización. El cimarrón, paladín de la rebeldía individual, ante la impotencia de la actuación colectiva, es el primer esforzado de la lucha contra el régimen esclavista, al desertar de la dotación para hacerse dueño del monte y de su vida libre. Se agrupó en los palenques y constituyó sus poblados libres, que fueron un perenne desafío a la colonia y a sus fuerzas represivas. Y este ejemplo determinó las conspiraciones y rebeliones antiesclavistas, que tanto pánico sembraron en los gobernantes de aquellos tiempos y en los esclavistas españoles y nativos.
La incorporación del negro a la Revolución de 1868, no es un mero accidente sino una oportunidad más que se le ofrece y que él aprovecha al máximo para lograr su emancipación y la de la Isla.
Acicateado por el Directorio Central de la Raza de Color, que dirigió Juan Gualberto Gómez, también por el ejemplo de los caudillos de su raza, en la Revolución de 1868, los Maceo, Guillermo Moncada, Quintín Banderas, Flor Crombet, etc., se vuelca como un torrente en la Revolución de 1895, a luchar por la independencia nacional, por la República y para ganarse el derecho de ciudadano pleno en la misma.
Dos grandes expresiones organizativas ha tenido la población negra cubana en la Colonia y en los comienzos de la República; el Directorio Central de la Raza de Color y el Partido Independiente de Color. El Directorio fue un agrupamiento de los cabildos, cofradías y sociedades negras, que surgió a la vida en momento oportuno para orientar y defender al negro recién salido de la esclavitud, para encaminarlo por la vía de la superación cultural, del progreso y prepararlo para que interviniese preponderantemente en la Revolución de 1895.
El mambí negro y el blanco creyeron lealmente que el triunfo de la Revolución de 1895 y el establecimiento de la República traerían un nuevo clima, más democrático, más igualitario que el que privaba cuando la Isla estaba sometida al yugo de España.
Esta concepción idealística fue derrumbada por la realidad republicana. El espíritu colonialista continuó privando en la patria liberada, los prejuicios raciales se exacerbaron, el negro fue relegado a un rincón en su tierra, en su patria que tan bizarra y desinteresadamente había contribuido a liberar.
Los partidos políticos no tuvieron en cuenta sus derechos; la primera constitución los escamoteó; las ambiciones desmedidas empañaron un tanto el historial de muchos patriotas, que gobernando o aspirando a la gobernación del país, convirtieron la arena política electoral en campo propicio para luchas bizantinas, olvidando el interés común de la República, los postulados de las revoluciones redentoras y las deudas que éstas habían contraído con sus forjadores, con los libertadores blancos y negros. A la supervivencia de las taras colonialistas, se unió la influencia nefasta del imperialismo de EE.UU., en nuestro país, con sus secuelas de prejuicios raciales, factores todos que concurrieron al acorralamiento del negro.
Aun antes de haberse constituido la República, cuando la primera ocupación norteamericana, después del cese de la dominación española en la Isla, la discriminación racial enseñó sus orejas y nada menos que al general del Ejército Libertador Juan Ducassí. El general Ducassi fue discriminado en los salones del café Washington, que estaba situado en los bajos del Teatro Payret.
Hecho significativo ocurrió en la Asamblea Constituyente de 1901: aun los que quisieron asegurar la igualdad del negro en la misma se mantuvieron enmarcados en un criterio formalista, ajeno a la verdadera entraña del problema.
Ejemplos: Juan Gualberto Gómez se limitó a aceptar el principio que a este respecto consignó aquella Constitución: «todos los cubanos son iguales ante la ley, etc.», y Morúa Delgado expresó entonces las siguientes generalidades: «La República de Cuba reconocerá y mantendrá incólumes los derechos del hombre».
En 1902, recién nacida la República, se puso en franca y pública evidencia que el contenido de la Constitución de 1901, con respecto a los derechos ciudadanos, era vacío e incapaz de garantizar lo que, tal vez con sanas intenciones, sus creadores pretendieron lograr: igualdad real de derechos para todos los cubanos.
La República había heredado de la Colonia, sin rechazo, el lastre oscurantista del prejuicio racial. El obrero negro sufría la explotación por su condición racial y la de proletario. El campesino negro sin tierra o enfeudado arrastró su existencia precaria. Los ciudadanos negros fueron excluidos de los puestos públicos, aun de los más humildes, en tanto guerrilleros y funcionarios de la Colonia disfrutaban privilegiadamente de los mismos, como una ofensa no solo a la población negra, sino al sentimiento mambí. El Estado cubano fue el principal sostenedor de esta anomalía, que se ha hecho casi norma natural desde entonces hasta el presente.
En los empleos privados, el procedimiento excluyente fue más drástico: ni entonces ni ahora, el negro ha podido ocupar cargos técnicos, de administración, ni siquiera de segunda categoría, en bancos, ferrocarriles, centrales azucareros, minas, oficinas telefónicas, tiendas llamadas «ten cents», etc.
En el comercio, dominado por la burguesía comercial española, que supervivió en la República a pesar de la competencia del imperialismo de EE.UU., se mantuvo la práctica colonialista de excluir al negro como empleado de comercios de ropas, peleterías, joyerías, giro gastronómico, etc.
El negro fue eliminado del Servicio Diplomático, de la Carrera Judicial, de cargos de graduación en el Ejército. En lo cultural, privando la enseñanza religiosa sobre la laica, el negro tuvo uno de los principales obstáculos para su superación cultural.
En lo social la discriminación se mantuvo latente como en la Colonia: era un ciudadano a medias, a pesar de la Constitución de 1901 y de que ésta líricamente pretendió que lo fuera a cabalidad.
Fue entonces cuando los veteranos negros se creyeron obligados a dejar oír sus voces airadas, para denunciar, para tratar de atajar la discriminación reinante.
Ante el auge creciente del prejuicio malévolo, los libertadores se vieron precisados a crear un «Comité de Veteranos de la Raza de Color», para hacer valederos los derechos que habían conquistado en la manigua y que la República les negaba.
Gran significación cívica y patriótica tuvo el mitin organizado por los veteranos negros, que se celebró el 29 de junio de 1902, en el Teatro Albisu. Muchos veteranos blancos que no habían olvidado la convivencia fraterna de la Revolución redentora, concurrieron a este acto. El general Silverio Sánchez Figueras, uno de los oradores de aquel memorable acontecimiento republicano, refiriéndose al hecho de que en el cuerpo de policía de La Habana no se les daba admisión a los negros, expresó que dicho cuerpo estaba plagado de guerrilleros y hasta bandidos y no obstante, se les negaba a los negros el derecho a formar parte del mismo. Y Juan Gualberto Gómez, que presidió el mitin, declaró, en su turno oratorio, que en el primer cuerpo de policía de La Habana no fueron aceptados negros para evitar choques con los soldados del Sur de EE.UU., y que esto había sido convenido entre el general Ludlow, de las tropas de ocupación, y el Ejecutivo de la Asamblea de Patriotas del Cerro.
Otro caso discriminatorio que produjo gran revuelo público fue el que denunciaron los representantes Antonio Poveda Ferrer y Campos Marquetti, en 1905, y que consistió en haber devuelto unas invitaciones para una recepción en el Palacio Presidencial, que se hicieron a ellos, en su carácter de congresistas, excluyendo de las mismas a sus respectivas esposas.
Reflejo de la situación real prevalente en el campo político en estos albores republicanos, son las opiniones del diario El Heraldo de Cienfuegos, recopiladas por R. Senra en su libro titulado Para blancos y negros editado en 1907:
Y no se nos diga que existen representantes y senadores de color que ocupan hoy puestos en el Congreso; débenlo, más que nada, a la necesidad que han tenido los partidos que hasta allí los han llevado, de presentarlos como CEBO para atraerse los votos y la confianza de los individuos que componen esa raza.
Huelga significar la razón válida que entonces, como ahora, le asiste al cubano negro para tener garantizados a plenitud sus derechos en la República.
Y es también evidente el ambiente propicio a la discriminación racial que prevaleció desde la instauración del Estado Cubano.
A todo esto hay que sumar las características abonadoras de esta pervivencia discriminativa que el primer presidente cubano en la paz victoriosa, Estrada Palma, imprimió a su...