Poe / Carroggio | Narraciones extraordinarias | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 407 Seiten

Reihe: Literatura universal

Poe / Carroggio Narraciones extraordinarias


1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-7254-666-0
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 407 Seiten

Reihe: Literatura universal

ISBN: 978-84-7254-666-0
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
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En Narraciones extraordinarias encontramos los conocidos relatos breves del escritor norteamericano Edgar Allan Poe, de temperamento turbulento y morboso. Soñador y extraño a lo corriente, Poe consigue crearse un mundo irreal en el que el horror fantástico no excluye la lucidez, que expresa perfectamente con su admirable estilo, puro y atrevido. A su análisis vigoroso y minucioso se une en Poe una imaginación fecunda. En sus narraciones, oscilando entre la sombra del misterio y el análisis de los detalles, se muestra su capacidad de dar vida y expresión a aquellos oscuros límites de lo probable, a los misterios de la superstición y de la irrealidad. Las Narraciones extraordinarias integran relatos de variada temática. Poe se adelanta también a la moderna literatura de ciencia-ficción creando verdaderas joyas del género. Los crímenes de la calle Morgue, El pozo y el péndulo, Manuscrito hallado en una botella, Ligeria, El Rey Peste, William Wilson, El escarabajo de oro, El misterio de Marie Roget, La carta robada, El gato negro, Enterramiento prematuro o El cajón oblongo, Valdemar, son algunos de los títulos que incluye la presente edición introducida por Álvaro Cunqueiro.

Edgar Allan Poe era hijo de Elizabeth Arlold y David Poe, actores ambulantes de teatro, quienes lo dejaron huérfano a los dos años. Fue educado por John Allan, un acaudalado hombre de negocios de Richmond, y de 1815 a 1820 vivió con este y su esposa en el Reino Unido, donde comenzó su educación. Los Allan acogieron al niño, pero nunca lo adoptaron formalmente aunque le dieron el nombre de 'Edgar Allan Poe'. Después de regresar a los Estados Unidos, Edgar Allan Poe siguió estudiando en centros privados y asistió a la Universidad de Virginia, pero en 1827 su afición al juego y a la bebida le acarreó la expulsión. Abandonó poco después el puesto de empleado que le había asignado su padre adoptivo, y viajó a Boston, donde publicó anónimamente su primer libro, Tamerlán y otros poemas. Se enroló luego en el ejército, en el que permaneció dos años. En 1829 apareció su segundo libro de poemas, Al Aaraf, y obtuvo, por influencia de su padre adoptivo, un cargo en la Academia Militar de West Point, de la que a los pocos meses fue expulsado por negligencia en el cumplimiento del deber. La relación con los Allan, quienes frecuentemente desoían sus peticiones de ayuda, terminó rompiéndose y acabaron desheredándolo. Desde entonces, la miseria y el hambre lo acompañaron. Por apremios económicos pronto dirigió sus esfuerzos a la prosa, escribiendo relatos y crítica literaria para algunos periódicos de la época; llegó a adquirir cierta notoriedad por su estilo cáustico y elegante. Debido a su trabajo, vivió en varias ciudades: Baltimore, Filadelfia y Nueva York. En Baltimore, en 1835, contrajo matrimonio con su prima Virginia Clemm, que tenía tan sólo 13 años de edad. En enero de 1845, publicó un poema que lo haría célebre: 'El cuervo'. Su mujer murió de tuberculosis dos años más tarde. Aún hundido en la desolación, el autor terminó, en 1849, el poema 'Eureka'. Con la muerte de Virginia, Poe quedó devastado, su vida cayó en desgracia. Falleció a tan sólo cuarenta años de edad, el 7 de octubre de 1849 en Baltimore. No se sabe el motivo exacto de su muerte, se atribuye a varias causas como el alcohol, las drogas, fallo cardíaco, rabia, suicidio, tuberculosis entre otras. La impronta del escritor, tanto como su obra, marcó profundamente la literatura de su país y la de todo el mundo. Fue un autor muy fecundo, escribió alrededor de sesenta cuentos, además de una serie de poemas, aunque a este género no le dedicó el tiempo que él hubiera deseado, debido a su precaria situación económica. Para él la máxima expresión literaria era la poesía. También escribió novelas, ensayos y otros escritos. Sus ficciones abarcan diversos géneros, como el terror, la aventura, la ciencia ficción y la detectivesca, a este último se le atribuye su invención. Es reconocido como uno de los maestros universales del relato corto y por ser el predecesor de la novela policíaca moderna. Sus relatos destacan por su belleza literaria y por combinar en ellos lo siniestro y macabro con el humor, el terror, el horror y la poesía.

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Introducción al autor y su obra
Álvaro Cunqueiro No se puede leer a Edgar Allan Poe como a otro escritor cualquiera. Ni siquiera como se lee a Hoffnmann, a Kafka, a Villiers de l'Isle-Adam. El autor de El gato negro no es tanto un narrador de sucesos terroríficos, sino un autor que está en el terror. Lo que sucede en sus historias es algo que el autor mismo necesita vivir, y sucede en el único mundo real posible que él ha decidido aceptar, y que puede analizar con una lógica fría, de una excepcional lucidez; un mundo aterrador y misterioso, un reino frecuentado por la muerte. En primer lugar por la muerte de las mujeres que ama, y que se sobreviven unas en otras, en una suite inacabable: su madre Elizabeth, la dulce Helen de la adolescencia, Frances, su madre adoptiva; Virginia, su prima, con la que contrae matrimonio, y Mrs. Frances Osgood... Todas mueren jóvenes, las más devoradas por la tisis: a los veinticuatro años, a los diecisiete, a los veinte, a los treinta y ocho... Poe puede creer que él es el asesino, porque en Poe no existe la muerte natural, o en todo caso actuará una muerte natural disfrazada, y además urgida por su propio apetito de escenarios mortuorios, escenarios que recuerdan, más de lo que puede parecer a simple vista, a los de las tragedias shakespearianas que representaba su madre. Escenarios que dependían tanto de la imaginación, que no parecen poder subsistir sin la actriz, que ha debido estar ligada a ellos por un extraño destino, un destino a lo Poe: la madre muere un 10 de diciembre, y dos semanas después el teatro de Richmond, donde ella ha representado Julieta, lady Macbeth, Ofelia, Desdémona, arde. Dos cestos de mimbre con los vestidos de Elizabeth Allan, más harapos que otra cosa, estaban allí, en un pasillo, y arden también, Es la primera muerte, y es el primer incendio, de Edgar Allan Poe. Las mujeres que mueren se llamarán más tarde Berenice, Morella, Eleonora, Ligeia, y a Poe le parecerá la más natural cosa el asegurar que «la muerte de una mujer hermosa es, indiscutiblemente, el más poético tema del mundo». Pero ha de añadir que nadie puede desarrollar este tema mejor que él: igualmente está fuera de duda que la boca mejor elegida para tratar un tema así es la del amante privado de su tesoro. Pero, en Poe -y este ha tenido que saberlo alguna vez-, el tesoro está hecho de carne moribunda; esta es la carne que lo tienta, y aspira a poseer a la mujer en la misma hora de la muerte, Marie Bonaparte ha afirmado que Poe era un necrófilo en potencia, Además ha dicho, en su magnífico estudio psicoanalítico de Poe, que el escritor estaba enteramente fijado en el amor de su madre muerta, cuya imagen, y aquel sudor frío con el que salía del escenario después de morir como Ofelia, como Julieta, como Desdémona, y que Poe encontraba en sus mejillas y en su frente al besarla, quería después hallarlo en toda mujer, y lo encuentra en la lenta destrucción y agonía de su esposa Virginia. Una constante vecindad de la muerte es una necesidad en el terror de Poe, lo que le permite estar en el terror, no bien toma la pluma. Ya tiene este componente anticipado, y sabe que la muerte aparece, ante todo, como una despaciosa destrucción, no exenta de belleza. Cuando cae la tarde de un pesado y sombrío día otoñal, Poe llega, a caballo, delante de la casa de los Usher; solo puede ver la vieja mansión como algo que está al final de su resistencia al tiempo y a la obra de consumición de la casa por los Usher que la han habitado, y por los dos últimos, lady Madeline –que muere despacio, como siempre en Poe- y Roderick Usher. Los dos últimos Usher han creado la grieta de la fachada de la casa, la grieta que la partirá en dos. Es desde el alma, los terrores, los sueños, la enfermedad misma, y el crimen, desde donde ambos actúan. Poe podía esperar a que la casa de los Usher, enferma también y lacerada, se deshiciese, pustulizase, desgarrase como el retrato de Dorian Grey. Pero, esa no era su manera. La manera de Poe era un componente misterioso, accidental y súbito, que entraba en la tragedia como un invisible deus ex machina y lo precipitaba todo en las tinieblas, «las tinieblas, madres predilectas del olvido», pero también de las terribles apariciones: lady Madeline enterrada viva, antes de su hora pues, provoca la muerte de la casa, antes de su hora también. La casa que se entierra con los dos últimos Usher: es decir, que se sumerge en el profundo y cenagoso estanque, «que se cierra torvamente y silenciosamente a mis pies sobre los fragmentos de la casa de los Usher». Para un gallego como el que estas líneas escribe, el derrumbamiento de la casa de los Usher tiene un vivo parentesco con aquellas ciudades de la mitología popular de Galicia, que a causa de un gran pecado, un parricidio alguna vez, un incesto otras, son cubiertas por una laguna, desde cuyo fondo llegan al visitante vespertino dolorosos lamentos, y a veces el sonido de campanas funerales. Poe, que está en el terror, conoce técnicas muy precisas para hacernos sentir miedo ante la situación que nos describe. Miedo que comienza al principio de cada historia por la evocación de un escenario singular. El escenario es insólito, sombrío, sorprendente. La isla Sullivan, en El escarabajo de oro, es una «de las más singulares». Un castillo va a recordar los de las novelas de Mrs. Radcliffe: «enormes edificios llenos de lobreguez». Poe es consciente del origen literario de su castillo de El retrato oval, uno de los castillos que «durante mucho tiempo han alzado su frente ceñuda en los Apeninos, no menos en la realidad que en las novelas de Mrs. Radcliffe». El palacio Metzengerstein, que arde como el teatro de Richmond en Virginia, tragándose al joven caballero, jinete en un caballo loco que salta el foso y brinca por las escaleras, perdiéndose entre las llamas enormes, que crepitan bajo las manos de un viento súbito y sin duda de naturaleza no meteorológica. Un viento que se puede incluir entre los personajes de la tragedia. Un viento que ya ha saludado la frente de las cinco arrugas de Edipo y la barba enmarañada del rey Lear. En los escenarios poeianos hay hedores que avanzan en la noche, pisos que crujen, puertas que se lamentan al ser abiertas, escaleras a punto de derrumbarse, y el agua no es nunca fresca y clara, agua de fuente o de regato alegre de montaña; las aguas de Poe están en los estanques, quietas, muertas, pútridas, grises. Edgar Poe quiere también que el lector tenga conciencia plena de que ha pasado miedo. Tras un suceso horrible en el que se van mezclando en el más violento torbellino todas las pasiones humanas y las fuerzas desatadas de la naturaleza, súbitamente comparece la calma, una tranquilidad que forma parte del desenlace, me atrevería a decir, usando una terminología aristotélica, de la purificación. En Metzengerstein, «la furia de la tempestad se apaciguó inmediatamente, y le sucedió una tétrica y profunda calma. Una blanca llama envolvía aún el edificio como un sudario». Todo lo artificioso que quieran, todo lo monótono -un gran escritor es siempre espléndidamente monótono-, Poe como narrador es de una eficacia total, y es de suponer que el propio Poe sabía que no era ingenioso, pero que era un verdadero imaginativo que no dejaba nunca de ser analítico (Léase el comienzo de Los asesinatos de la calle Morgue). Por otra parte, Poe va a insistir en que nos demos cuenta de que estamos leyendo un tale of terror usando incansablemente las palabras horrible, hediondo, pavoroso, terror, tétrico, torvo, etc. Teme que se le escape el lector, lo que por múltiples razones de seducción no es posible. Podremos huir de los fantasmas pútridos, monstruosos muertos resucitados para un ballet mortal, de Lovecraft, pero en Poe, horas después del final de la tragedia, aún nuestra mente y nuestro corazón, por decirlo así, respirarán difícilmente. Aceptado que Poe sea un gran creador de entornos, como hemos dicho, de escenarios para sus asuntos, apenas los describe. Recuerden su llegada a la casa de los Usher: «Yo contemplaba la escena que tenía delante de la casa, las líneas del paisaje de aquella heredad, las frías paredes, las ventanas vacías que parecían ojos, unos juncos lozanos, y unos pocos, blanquecinos troncos de árboles, carcomidos»... E inmediatamente pasa a la depresión que le produce la contemplación de la casa, tan intensa que solo puede compararla «al desvarío que sigue a la embriaguez del opio». Pero nunca sabremos cómo era el verdadero rostro de la casa de los Usher, y solamente un observador minucioso «hubiera podido descubrir una grieta apenas perceptible que, extendiéndose desde el techo de la fachada del edificio, bajaba por la pared zigzagueando hasta que se perdía dentro de las tétricas aguas del estanque». La sombriedad de la casa Usher, «la sensación de insufrible tristeza», el «misterio insoluble» de la angustia y de las imaginaciones sombrías que la casa le producía al visitante, eran hijas del ánimo de este, las que llevaba el visitante consigo, y aún parece como una autodefensa contra su incorporación al trágico secreto que la casa debe encerrar. Sin embargo, aquí y en otros escenarios misteriosos, Poe entra. Si me lo permiten, diré se fuga hacia allí. Poe ha estado fugándose siempre, e impidiéndose a sí mismo un lugar estable en la sociedad. Son esos que él mismo llama «accesos de vagabundaje», y a los que, por propia confesión, dice que no quiere ni puede escapar. Sabe que se destruye bebiendo y escapando -morirá ebrio, y en una fuga, que él sabe que es la última y la más inexplicable-, pero...



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