E-Book, Spanisch, Band 26, 344 Seiten
Reihe: Nuevo Ensayo
Paz La neutralidad de Franco
1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-9055-838-6
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
España durante los años inciertos de la Segunda Guerra Mundial (1939-1943)
E-Book, Spanisch, Band 26, 344 Seiten
Reihe: Nuevo Ensayo
ISBN: 978-84-9055-838-6
Verlag: Ediciones Encuentro
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Fernando Paz es historiador, profesor de historia y escritor. Es especialista en historia contemporánea. Ha publicado cuatro libros de su mano: Europa bajo los escombros, sobre los bombardeos y la política exterior en la IIGM; El fracaso de una utopía, un estudio sobre el brutal impacto del comunismo en las sociedades soviética, china y camboyana; Antes que nadie, la casi desconocida historia de unos españoles de otro tiempo que quisieron ser demasiado; y, más recientemente, Nuremberg: juicio al nazismo, en el que reconstruye el proceso que se celebró en esa ciudad alemana a partir de las actas del mismo. Además, ha participado en otros dos proyectos colectivos: El libro negro de la izquierda española y Proceso a José Antonio. Colabora en diversos medios de comunicación y, asiduamente, en los del grupo Intereconomía.
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INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, la política exterior española durante la IIGM (particularmente en los primeros años de la conflagración) ha venido siendo reiterada materia de debate. En este tiempo se han sucedido las interpretaciones acerca de la postura española en dicho conflicto, brillando por su ausencia el interés por revisar las conclusiones, acaso algo precipitadas, establecidas a modo de verdad axiomática entre los años setenta y noventa del pasado siglo.
Sin duda, muchas de las afirmaciones que se han convertido en lugares comunes incumplen de manera flagrante el principio socrático de arribar hasta donde el argumento nos conduzca. No menos son las veces en las que el tratamiento y la interpretación de la documentación parecen condicionados por motivos que poco tienen que ver con el esclarecimiento de la verdad histórica. En este sentido, resulta imposible ignorar el creciente impacto que han tenido las cuestiones ajenas a la historia en la investigación de esta, así como la incidencia de nuestro pasado en el desarrollo de la conformación de la verdad ideológica actualmente aceptada como correcta y su impresión en el debate político. Aunque sólo fuera por esta razón, sería poco razonable esperar que el periodo histórico que nos ocupa haya estado exento de pasión ideológica.
En consecuencia, no podemos pasar por alto que el enjuiciamiento de la política española durante la Segunda Guerra Mundial viene determinado por las coordenadas políticas en las que hoy estamos insertos. Al decir hoy nos referimos, claro está, no sólo a las últimas cuatro décadas, sino más específicamente al último decenio, en el que el reciente descenso de nuestro pasado a la arena política ha condicionado en tan gran medida la interpretación de este. Una mayoría de los profesionales de la historia —y buena parte de los intelectuales en general— consideran la época franquista desde una actitud militantemente negativa y, particularmente, el periodo al que nos referimos. Esa mayoría —que ocupa hoy la academia, la universidad y los medios—, es quien dicta las normas. Resulta evidente que su carácter mayoritario está relacionado con su conexión al poder. La lógica consecuencia es que apenas sí existe quien cuestione la especie de condena ontológica al franquismo que se ha instalado como requisito inexcusable para ingresar en el club: un club formado, como se ha dicho, por buen número de los historiadores españoles, a los que hay que sumar cierta parte de los hispanistas extranjeros que, en no pocos casos, trata de condenar antes que de comprender.
De este modo, parece vedado cualquier intento de objetar los supuestos inapelables sobre los que se basa el pretendido consenso histórico. Dicho consenso ha producido una versión de la política exterior española durante la IIGM que, con sus matices, sostiene que esta vino determinada por las ambiciones territoriales del régimen —encarnadas en la anhelada expansión por el norte de África—, ambiciones que habrían estado a punto de conducir a España a la entrada en la guerra. Sólo la negativa de Hitler a satisfacer las pretensiones de Madrid en junio de 1940, dada la escasa importancia de España, nos libró de ella. En esencia, Marruecos habría representado una especie de imán irresistible por cuya adquisición Franco hubiera pagado cualquier precio, hasta el del hambre y la guerra. Incluso los historiadores menos beligerantes en este terreno admiten que el intento de Franco de entrar en guerra existió sin duda, y que la política de Franco fue cualquier cosa menos neutralista. El objetivo esencial habría sido, pues, el de conseguir para España una suerte de imperio que, si finalmente se frustró, no fue sino debido a la voluntad del Führer alemán, ya que esa expansión territorial sólo podía producirse a costa del Marruecos francés, y Hitler no estaba dispuesto a lesionar los intereses galos —importantes a la hora de construir la Europa del Nuevo Orden— para satisfacer a una potencia menor como España.
A partir de ese momento, los alemanes —motivados por su estrategia contra los británicos en el Mediterráneo— mostraron un indudable interés en España al tiempo que, para muchos historiadores, Franco seguía pendiente de participar en la guerra. Su interés no había disminuido, pero los obstáculos, fruto de su propia ambición desmedida, impidieron la concreción de una alianza firme con el Eje. Sólo desde fines de 1942, cuando la marea de la guerra ha cambiado de sentido y se ha producido el desembarco anglo-americano en el norte de África, España irá variando de postura hacia una verdadera neutralidad. Pese a la cual mantendrá una política de amistad hacia el Reich, más allá de toda conveniencia nacional, únicamente explicable por la afinidad entre uno y otro régimen y por el deseo español de un triunfo alemán.
He aquí, en esencia, la versión actualmente dominante. Hay, sin embargo, razones de peso para considerar que la realidad fue bastante diferente.
Algunas cuestiones a tener en cuenta.
(I) La historiografía extranjera
En términos generales, la historiografía extranjera manifiesta un punto de vista que difiere sustancialmente del de la historiografía española o del de la historiografía de los hispanistas extranjeros. La mayoría de los autores de carácter más generalista consideran que Franco desplegó una notable astucia en sus tratos con Hitler y que, en general, burló a este, logrando la hazaña, poco probable en principio, de mantener a España fuera del conflicto. Las interminables peticiones de materias primas y las exigencias de tipo territorial que Franco esgrimió en sus negociaciones con Alemania serían, en lo esencial, excusas para evitar verse arrastrado a una guerra que España no podría sostener aún de haberlo querido.
Muchos de estos autores no son especialistas en la historia española, y su postura puede ser minusvalorada por esta razón, en parte justificadamente. Aún así, no debería ser despreciada, pues revela una perspectiva más amplia y menos apasionada que la que hasta el momento ha mantenido buen número de historiadores españoles.
Este tipo de valoración lo encontramos en Richard Bassett, quien en su biografía de Canaris asegura que el almirante tenía a Franco en alta estima, y lo consideraba de una calidad moral muy superior a la de los jerarcas nazis. El catedrático británico argumenta convincentemente que Franco habría utilizado la información proporcionada por el jefe de los espías alemanes para conseguir su objetivo de permanecer neutral, propósito que ambos compartían con Churchill.
El autor de una de las últimas —y monumental— biografías de Hitler, Ian Kershaw, asegura que Franco trató de obtener el mayor provecho de la situación, pero que su voluntad no era la de entrar en la guerra, aunque es posible que hubiera interiorizado que no le quedaría otro remedio sino sumarse a ella. Pensó que en Hendaya lo que se iba a negociar era el precio de la entrada, y se sorprendió de que Hitler no se encontrase dispuesto a expoliar a Francia a favor de España. Allí decidió que a ese precio no le interesaba seguir el juego y, en adelante, tendría claro que el objetivo de mantenerse fuera de la guerra era difícil, pero posible. Kershaw recoge en este caso una tesis tradicional, pero no tiene en cuenta ciertos datos muy relevantes aunque, en lo esencial, dibuja un Franco neutralista.
El también biógrafo de Hitler, R.G. Reuth, considera que Franco estaba enormemente dudoso, prácticamente desde el principio, en cuanto a si Alemania iba a ganar la guerra, pues sabía que Gran Bretaña había escapado relativamente bien en el verano de 1940. Desde el punto de vista del Führer alemán, Franco había sido un traidor que en nada había contribuido a su causa, pese a lo que el español le debía desde la guerra civil, de modo que expresaba hacia él una notable amargura.
La misma astucia atribuye Marlis Steinert a Franco en su “Hitler y el universo hitleriano”, cuando considera que el gallego empleó la táctica de Ciano en 1939 para diferir la entrada de España en la guerra, al listar una enorme cantidad de pertrechos como imprescindibles antes de convertirse en beligerante. El Caudillo, además, pondría el dedo sobre la llaga al señalar los problemas con que se encontraría la estrategia de Hitler en su lucha contra Gran Bretaña, lo que conduciría al Führer a un estado cercano a la crisis nerviosa en Hendaya. Según Steinert, Franco habría estado clarividente también en cuanto a que si España entrase en guerra perdería sus posesiones de ultramar y a que el consecuente bloqueo llevaría al país a una situación insostenible. El resultado fue que el Caudillo se mostró firme, y hasta agresivo, en sus tratos con Hitler, y en definitiva los planes alemanes en el Mediterráneo se vieron obstruidos por la negativa de Franco a colaborar en la medida en la que los intereses del III Reich demandaban.
John Toland recoge la conferencia secreta que Hitler impartió en Munich a los gauleiters en noviembre de 1943, con ocasión del putsch que tuvo lugar veinte años atrás, y en la que consideró el fracaso de hacer entrar a España en la guerra como una de las causas que habían conducido a Alemania a la situación en la que en ese momento se encontraba, junto a las derrotas en Rusia y a la traición italiana. Para Hitler estaba claro el impacto negativo de España en el desarrollo de la guerra, pues la actitud de Franco —aunque utilizó la circunstancia para cargar de nuevo contra Serrano por su condición “jesuítica”— había impedido cerrar el...




