E-Book, Spanisch, 480 Seiten
Pannikar Obras completas III. Visión trinitaria y cosmoteándrica
1. Auflage 2016
ISBN: 978-84-254-3306-1
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 480 Seiten
Reihe: Raimon Pannikar- Obras completas
ISBN: 978-84-254-3306-1
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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Raimon Panikkar (Barcelona, 1918-Tavertet, 2010) es uno de los representantes más destacados del pensamiento intercultural y el diálogo interreligioso. Al final de su vida emprendió la tarea de seleccionar y organizar temáticamente su profusa obra, publicada en varios idiomas.
'Estas Obras completas comprenden un lapso de cerca de setenta años durante el cual me he dedicado a profundizar en el sentido de una vida humana más justa y plena. No he vivido para escribir, sino que he escrito para vivir de una forma más consciente y para ayudar a mis hermanos con pensamientos surgidos no solo de mi mente, sino de una Fuente superior que bien puede llamarse Espíritu.'
Este tomo tiene la ambición de presentar una visión de la realidad, una cosmovisión, diferente de la cosmología vigente en la cultura dominante. Trata de la visión universal del Hombre como microcosmos e imagen del Todo; una visión que reconoce al Hombre su dignidad en relación con Dios y con el Cosmos.
La Primera parte está dedicada a un estudio general sobre la Divinidad y a uno más particular sobre sus rostros. La Segunda parte reproduce en la Primera sección un comentario sobre la Trinidad cristiana, que ha visto numerosas reelaboraciones, ya que el argumento representa el fulcro de la visión cristiana del autor: el Dios vivo es el Dios trinitario, lo cual no es rígido monoteísmo ni politeísmo, como tampoco el cristianismo es su simple doctrina; en la Segunda sección se presenta al Hombre como ser trinitario en la visión antropológica, helénica y cósmica y su responsabilidad frente al cosmos. Como recapitulación de la problemática, en la Tercera parte se introduce una visión más amplia llamada Trinidad radical, es decir, la visión cosmoteándrica, descrita primero en su aspecto general y luego en su forma de espiritualidad.
Raimon Panikkar (Barcelona, 1918-Travertet, 2010) es, sin duda, uno de los representantes más destacados del pensamiento intercultural e interdisciplinario. Su obra bebe de las fuentes de la cultura india y la europea, la hindú y la cristiana, la científica y la humanista. Ordenado sacerdote en 1946, y doctorado en Química, Filosofía y Teología, ejerció la docencia en algunas de las universidades más destacadas de América, Europa y la India. Fue miembro del Instituto Internacional de Filosofía y fundó diversas revistas y centros de estudios interculturales.
Es autor de más de cuarenta libros y alrededor de mil artículos acerca de las religiones comparadas, la indología, la filosofía de la ciencia y la metafísica. Herder Editorial ha publicado De la mística (2005), Paz e interculturalidad (2006), Mito, fe y hermenéutica (2007) y La puerta estrecha del conocimiento (2009).
Autoren/Hrsg.
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LA DIVINIDAD* ???a ? ? ?e?? [t?] p??ta ?? p?s??
Para que Dios sea todo en todos
PRIMERA CARTA A LOS CORINTIOS 1 INTRODUCCIÓN La divinidad representa, en cuanto símbolo, la cumbre del esfuerzo, por parte del hombre, de descubrir la propia identidad poniéndola en relación con los límites del universo. La divinidad es el símbolo de lo que trasciende al ser humano y, a la vez, de lo que está escondido en su esencia más profunda. Mientras que las otras criaturas aceptan el entorno que las circunda simplemente como una realidad, el hombre existe como tal solamente si percibe su solidaridad con el universo y su distinción con relación a él. En su recorrido hacia la identidad, el hombre encuentra la divinidad. En un amplio contexto multicultural, la divinidad representa la trascendencia de todos los límites de la consciencia humana y el movimiento del espíritu humano, vuelto hacia la propia identidad a través de su encuentro con la realidad última. La consciencia que el hombre tiene de no estar solo, de no ser el dueño absoluto del propio destino, lo abre a la divinidad. Y esa consciencia, aunque pueda ser vaga, acerca el hombre a la divinidad. La divinidad trasciende y al mismo tiempo circunda al hombre; resulta inseparable de la consciencia del hombre de su propia identidad. Sin embargo, siempre permanece inaprensible, escondida y, de algún modo, aparentemente inexistente. LA POLISEMIA DE LA PALABRA Divinidad es una palabra con varios significados. Es ambigua y a menudo se usa polémicamente. Las distintas interpretaciones que se han propuesto demuestran, además, que se trata de un término relativo. Ambigüedad La palabra «divinidad» es ambigua. En efecto, no se trata de un nombre propio, pero tampoco de un nombre común, puesto que sus referentes resultan muy poco homogéneos. Es, más bien, el resultado de numerosas y diversas abstracciones. La mayor parte de los nombres atribuidos a los Seres supremos, o en todo caso a lo divino, probablemente fueron, en origen, nombres comunes, elegidos por motivos completamente particulares. Lo que era genérico se hizo específico y concreto y además, en cuanto propio de un ser individual, suscitador de emociones. Así Alá probablemente deriva de al-illah, es decir, sencillamente «el Dios». Njinyi o Nnui, el nombre de Dios entre los bamum de Camerún, significa «el que está en todo lugar» y se revela por ello mismo a la vez concreto e inaprensible. Yahveh significa «el que es» (o «el que será»), y se convierte en el ser por excelencia en la tradición cristiana. Siva significa «propicio, benigno, benévolo», y representa así para sus fieles el símbolo más elevado de la divinidad desnuda de todos sus atributos. En resumen: hay divinidades llamadas Alá, Nnui, Yahveh o Siva, pero no hay divinidades llamadas Divinidad. Se venera a Vi??u y a Buddha, pero no se venera la divinidad en cuanto tal: solo se puede venerar una divinidad particular. Se habla a menudo, en las tradiciones religiosas, de divinidades «mayores» y divinidades «menores». La palabra «divinidad», en síntesis, es más abstracta que el nombre «Dios». En Occidente, de la Antigüedad al Medioevo y hasta el día de hoy, «divinidad», en su forma adjetiva o pronominal, es un nombre que a menudo se aplica también a las criaturas, sin ninguna implicación teológica. Actividades e individuos, en efecto, son definidos como «divinos» porque participan de la divinidad, pero de tal modo que de ellos no se diría que participan de Dios. Escritores que tratan de temáticas espirituales o bien héroes populares son definidos, en muchas lenguas, como «divinos». En este caso, el término indica sencillamente un carácter de (divina) excelencia, que puede ser compartido por muchas criaturas. También el nombre «dios» era originariamente un nombre común, pero bien pronto se convirtió en el nombre propio del único Dios de los teístas (y también de los ateos, ya que muchos de ellos son simplemente antiteístas: unos y otros viven en el mismo horizonte mítico del único Dios personal, aceptándolo o rechazándolo). Solamente por extensión, los estudiosos hablan, por ejemplo, de los Dioses africanos, o bien discuten sobre la naturaleza de los Seres supremos u otras figuras parecidas. En todo caso, «Divinidad» no es idéntico a «Dios». No se cree, en efecto, en la Divinidad en el sentido individualizado en el que se puede creer en Dios. Se puede, sin embargo, admitir que existe algo a lo que la palabra «Divinidad» hace referencia. Ese referente siempre conservará un cierto grado de misterio y presentará particulares caracteres de libertad, infinidad, inmanencia, trascendencia u otros semejantes. Para algunos, esta entidad misteriosa constituye el máximo ejemplo de la superstición, del primitivismo y de una consciencia no evolucionada, y representa un pretexto para explotar a los demás bajo la amenaza de un poder terrorífico, pero solamente imaginario. La ambigüedad de la palabra es, por tanto, considerable. Uso polémico Pero «divinidad» es también una palabra polémica, que se ha utilizado a veces en oposición a ciertas concepciones de Dios, sin que por lo demás eso implicara un rechazo total de lo divino. El deísmo filosófico europeo de estos últimos siglos —el cual elaboró un concepto de lo divino más acorde con las ciencias naturales, que iban imponiéndose, que con la idea de un Dios personal— podría servir como ejemplo. La divinidad de los deístas tenía que reemplazar y corregir el ?e?? (theos) de los teístas, sin por otra parte renunciar a la fe en un Ser supremo o en una Causa primera. No obstante, esta polémica del siglo XVIII no constituía un hecho nuevo. Plutarco de Queronea (ca. 46-119 d.C.), el prolífico sacerdote y filósofo de Delfos, es el primero en utilizar ?e?t?? (theotes) en el curso de su polémica contra las interpretaciones de las figuras históricas de los héroes que comparecen en la obra de Evémero de Mesina (ca. 300 a.C.). La palabra theotes aparece una sola vez en el Nuevo Testamento (Col 2,9): en las más antiguas versiones latinas se traduce como deitas, mientras que la Vulgata emplea el término más corriente de divinitas, una palabra por lo demás desconocida antes de Cicerón (106-43 a.C.). En la Carta a los romanos 1,20 encontramos en cambio el término ?e??t?? (theiotes), que deriva del adjetivo ?e??? (theios) y que la Vulgata también traduce por divinitas. Pero la palabra «divinidad» no resulta polémica solo en contraposición a una concepción personal de Dios. En efecto, es polémica también en cuanto símbolo de un empleo político de lo divino. No debemos olvidar las guerras de religión, los intentos de legitimar el poder y el empleo de la violencia en nombre de Dios, de los Dioses o de la Divinidad, ni, en fin, la justificación aducida por algunas ideologías, con lemas como «In God we trust» o «Gott mit uns». Demasiado a menudo la divinidad ha sido causa de conflictos y de guerras, a veces incluso bajo la máscara de la paz. Relatividad En la perspectiva de la sociología del conocimiento, el empleo moderno de la palabra «divinidad» podría ser interpretado como el esfuerzo de Occidente para abrir un horizonte más amplio que el del Dios monoteísta, pero sin interrumpir la continuidad con la tradición. «Dios» fue un nombre común, que se transformó luego en un nombre propio: el Dios de Abrahán. Fue entonces cuando este Dios pasó a designar al Dios único, que los musulmanes y los cristianos quisieron difundir en el mundo entero. Todos los demás fueron «simples» dioses o, a lo sumo, nombres impropios para designar al verdadero Dios. Es interesante observar cómo hoy los estudiosos occidentales tratan de librarse de su mentalidad monolítica y colonial. ¿Puede ser la palabra «divinidad» el último baluarte de esta mentalidad? De la constatación, en apariencia paradójica, de que el nombre expresa tanto los aspectos más comunicables como los más inaprensibles de la realidad «divina», podemos sacar dos conclusiones opuestas: o bien todo lo que existe participa de un carácter divino, o bien nada de lo que existe —tampoco la totalidad de las cosas— encarna o agota lo divino. En resumen: la palabra dice todo, cualquier cosa, pero en conjunto no dice nada, ninguna cosa. A partir de esta ambigüedad, se podría también concluir legítimamente que es mejor evitar absolutamente la palabra o, a lo sumo, hablar de divinidad en plural, es decir, referida a específicas entidades sobrehumanas (esto es, divinas). Pero también hay otra conclusión posible. Justo a causa de su naturaleza polisémica, la palabra «divinidad» puede resultar una categoría fundamental para el estudio y la comprensión de la religión. El objeto de la religión tendría entonces su correlato en la divinidad, y no solamente en Dios o en los dioses. Polisemia, en efecto, no significa necesariamente confusión: puede significar riqueza de significados, variedad de sentidos. «Divinidad» podría convertirse, entonces, en un nombre auténtico, esto es, un símbolo...