E-Book, Spanisch, Band 299, 34 Seiten
Reihe: Historia
Pané Relación acerca de las antigüedades de los indios
1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9953-424-4
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 299, 34 Seiten
Reihe: Historia
ISBN: 978-84-9953-424-4
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Ramón Pané
Autoren/Hrsg.
Weitere Infos & Material
Estudio preliminar
La Relación acerca de las antigüedades de los indios, del fraile jerónimo Ramón Pané, marca un hito en la historia cultural de América. Compuesta en la isla Española en los primeros días de la conquista, es la única fuente directa que nos queda sobre los mitos y ceremonias de los primitivos moradores de las Antillas. Si se tiene en cuenta que se terminó de redactar hacia 1498, su importancia trasciende los límites insulares: resulta, por su fecha de composición, el primer libro escrito en el Nuevo Mundo en un idioma europeo. Y como fray Ramón fue también el primer misionero en aprender la lengua e indagar las creencias de un pueblo indígena, su Relación constituye la piedra angular de los estudios etnológicos en este hemisferio.1
El informe de Pané es, por consiguiente, una de las obras clásicas de la antropología americana. En sus páginas fray Ramón anotó los nombres, funciones y atributos de los dioses taínos y relató lo que los aborígenes pensaban que les sucedía a las almas después de la muerte. Describió las ceremonias de los sacerdotes o behiques y las curaciones que éstos realizaban. Recogió los mitos que le contaron sobre el origen del Sol y la Luna, la creación del mar y los peces, la aparición del hombre en las islas y la domesticación y aprovechamiento de la yuca. Narró algunos pormenores de la evangelización de la Española y explicó el significado de diversas voces taínas. Y hasta refirió la triste profecía, hecha por un antiguo cacique, de que habría de llegar una gente vestida que asolaría y mataría a sus infelices descendientes.
Es explicable, por supuesto, el interés que este documento ha despertado a lo largo de los casi cinco siglos que lleva de haberse escrito. Y también que de él corran numerosas versiones en los principales idiomas europeos. Ahora bien, debido a las adversas circunstancias que luego se explicarán, por una razón u otra esas versiones han sido insatisfactorias y han dado lugar a las inexactitudes que vician los trabajos que en ellas se fundan. Urge, por tanto, hacer un esfuerzo por esclarecer esas dificultades e intentar llevar a cabo una edición que ofrezca un texto fidedigno y fácilmente asequible a los investigadores que se interesan en las cuestiones históricas, lingüísticas y etnográficas que se desprenden de tan singular documento.
Comencemos, a ese efecto, por precisar la cronología de la obra. Al iniciar el relato Pané declara que era «un pobre ermitaño de la Orden de San Jerónimo», que por mandato de Colón fue a vivir entre los indígenas para informarle luego lo que hubiera podido «aprender y saber de las creencias e idolatrías de los indios». Por otra parte, fray Bartolomé de Las Casas, que trató personalmente a nuestro fraile, afirma que éste «vino a esta isla al principio con el Almirante».2 Si vino con el Almirante, desde luego no pudo haber sido en el primer viaje: sabido es que los tripulantes que en 1492 quedaron en el fuerte de la Navidad fueron exterminados a los pocos meses por el cacique Caonabó y su gente. Y puesto que por la propia cuenta de Pané, según se verá más adelante, en 1496 hacía unos dos años que estaba dedicado a tareas evangelizadoras en la Española, es lógico asumir que llegaría en 1494, es decir, en el segundo viaje. De este viaje no se tiene la lista completa de los pasajeros.3 Pero consta que en él fueron de unas 1.200 a 1.500 personas, y que entre ellas iban algunos sacerdotes, la mayoría enrolados en Cataluña, de donde era natural Pané. Y como de ese viaje se conocen con exactitud las fechas, puede darse por sentado que fray Ramón salió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493, llegó a la Navidad el 28 de noviembre del mismo año, continuó a bordo mientras se escogía sitio para fundar la nueva colonia, y desembarcó en la Isabela el 2 de enero de 1494.4
Una vez en la Española, fray Ramón informa que fue «a la Magdalena, a una fortaleza que hizo construir don Cristóbal Colón», en cuya fortaleza quedó «en compañía de Artiaga, capitán de ella». Y que, hallándose allí, «vino el dicho señor Almirante en socorro de Artiaga y de algunos cristianos asediados por los enemigos, súbditos de un cacique principal llamado Caonabó» (Relación, cap. XXV). La rebelión de los indígenas y la llegada de Colón a la Magdalena también pueden fecharse con bastante certeza: el Almirante, en compañía de su hermano Bartolomé y de Alonso de Hojeda, salió de la Isabela al frente de una fuerte columna el 24 de marzo de 1495; dos días después él y su gente dieron batalla al cacique Guatiguaná, cuyas huestes derrotaron en Puerto de los Hidalgos, y de allí siguieron en socorro de la Magdalena.5 La llegada de Colón a dicha fortaleza debió ser, por consiguiente, hacia fines de marzo de 1495. Y para ese tiempo fray Ramón había estado en la isla más de un año.
De la entrevista que tuvo con Colón en aquella ocasión, y del subsiguiente viaje que emprendió, fray Ramón relata lo siguiente:
El señor Almirante me dijo entonces que la provincia de la Magdalena o Macorix tenía lengua distinta de la otra, y que no se entendía el habla por todo el país. Pero que me fuera a vivir con otro cacique principal, llamado Guarionex, señor de mucha gente, pues la lengua de éste se entendía por toda la tierra. Así, por su mandato, fui a vivir con el dicho Guarionex. Y bien es verdad que le dije al señor Gobernador don Cristóbal Colón: «Señor, ¿cómo quiere Vuestra Señoría que yo vaya a vivir con Guarionex no sabiendo otra lengua que la de Macorix? Deme licencia Vuestra Señoría para que vaya conmigo alguno de los de Nuhuirey, que después fueron cristianos, y sabían ambas lenguas». Lo cual me concedió, y me dijo que llevase conmigo a quien más me agradase. Y Dios por su bondad me dio por compañía al mejor de los indios... Era Guaicabanú, que después fue cristiano y se llamó Juan...
Salimos yo y Guaicabanú y fuimos a la Isabela, y allí esperamos al Señor Almirante hasta que volvió del socorro que dio a la Magdalena. Y tan pronto como llegó, nos marchamos adonde el señor Gobernador nos había mandado, en compañía de uno que se llamaba Juan de Ayala, que tuvo a su cargo la fortaleza que dicho gobernador don Cristóbal Colón hizo fabricar a media legua del lugar donde nosotros habíamos de vivir ... la cual fortaleza se llamaba La Concepción. Nosotros estuvimos, por consiguiente, con aquel cacique Guarionex casi dos años (Relación, cap. XXV).
Los datos que Pané acaba de consignar sobre las fortalezas y sus capitanes coinciden totalmente con los que recogió Las Casas.6 Y en cuanto a la cronología, corroboran su validez los pormenores que a continuación se han de examinar. Si fray Ramón llegó al cacicazgo de Guarionex en la primavera de 1495, los «casi dos años» que allí pasó nos llevarían hasta fines de 1496. Y en efecto, fray Ramón apunta: «Viendo que Guarionex se apartaba y dejaba lo que le habíamos enseñado, resolvimos marcharnos e ir donde mejor fruto pudiéramos obtener... Y así fuimos a otro cacique principal, que nos mostraba buena voluntad diciendo que quería ser cristiano. El cual cacique se llamaba Mabiatué» (Relación, cap. XXV). La fecha aproximada de este viaje puede fijarse con motivo de un lamentable episodio. Al segundo día de haberse marchado fray Ramón, seis súbditos de Guarionex tomaron unas imágenes que el fraile había dejado y las enterraron en un conuco, como solían hacer con algunos de sus propios ídolos para que la tierra diese mejores frutos. Pero como los recién llegados no entendían de tales ritos propiciatorios, pensaron que habían querido escarnecerlas. Y agrega Fané: «Se dio conocimiento a Bartolomé Colón, que tenía aquel gobierno por el Almirante su hermano, que se había ido a Castilla. Éste, como lugarteniente del virrey y gobernador de las islas, formó proceso contra los malhechores y, sabida la verdad, los hizo quemar públicamente» (cap. XXVI). Limitando nuestro comentario a la cronología, se sabe que Colón partió para Castilla en marzo de 1496, dejando el gobierno en manos de su hermano hasta que regresó en agosto de 1498.7 Coincide, pues, la fecha de salida del fraile de tierras de Guarionex, hacia fines de 1496, con la de la ausencia de Colón.
Surge ahora una duda difícil de resolver. Durante su residencia en el cacicazgo de Guarionex, o sea entre la primavera de 1495 y la de 1496, Pané debió de obtener los informes sobre las creencias de los taínos que consignó en los primeros veintiún capítulos de los veintiséis que constituyen la Relación. Ahora bien, ¿entregó esos veintiún capítulos a Colón antes de regresar éste en marzo de 1496? ¿O le comunicó verbalmente el resultado de sus pesquisas hasta ese momento, pero terminó la Relación años después? Por lo pronto es patente que el deplorable episodio que acaba de relatarse ocurrió con posterioridad a la partida del Almirante. Igualmente, en el capítulo XXVI fray Ramón puntualiza que «el primero que recibió el santo bautismo en la isla Española fue Juan Mateo, el cual se bautizó el día del evangelista San Mateo, año de 1496». Como San Mateo cae el 21 de septiembre, también ese bautizo se hizo después de haber salido Colón. Además, los acontecimientos que sigue narrando el ermitaño tampoco terminan en esta última fecha. Ese Juan Mateo es el mismo de quien anteriormente había dicho: «Dios por su bondad me...