E-Book, Spanisch, 184 Seiten
Omer Resistencia pacífica
1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-7112-834-8
Verlag: Ediciones Morata
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Nuevo método de intervención con hijos violentos y autodestructivos
E-Book, Spanisch, 184 Seiten
ISBN: 978-84-7112-834-8
Verlag: Ediciones Morata
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
En los últimos años vivimos un problema sustancial del campo de la educación: la crisis de autoridad. Las raíces de esta crisis están en el hecho de que ya no aceptamos la autoridad en el sentido tradicional. Antes, la autoridad de los padres y profesores eran la distancia, la jerarquía y el castigo; la función del educador era controlar, y la del niño, obedecer. De ahí hemos pasado en las sociedades occidentales a jugar con la idea de que para educar a los niños no hacía falta la autoridad. El sueño demostró ser una ilusión. Los niños que crecen en un ambiente de completa libertad tienen después muchas dificultades y, por extraño que pueda parecer, una menor autoestima. Haim Omer sin embargo defiende un nuevo modelo de autoridad basada en la presencia, el autocontrol, la ayuda y la constancia. Sus estudios y experiencia demuestran que los padres y profesores que aprenden a desarrollar esta autoridad y a ponerla en práctica recuperan su voz, su sitio, su influencia y su sentido de legitimidad. Tomando como base ese modelo de autoridad ha demostrado la gran efectividad de la Resistencia pacífica como método para reducir las conductas violentas, agresivas y autodestructivas de niños y adolescentes. Con la Resistencia pacífica, tal y como nos explica Haim Omer en este libro, los padres se sienten menos indefensos y son menos impulsivos, disminuye la escalada de violencia entre los padres y el hijo, y se propician más gestos positivos y muestras de cariño de los padres. Efectos similares se observan en padres adoptivos, profesores, profesionales de la salud y centros psiquiátricos. Las diversas adaptaciones del método a otros problemas, como los trastornos de ansiedad, la conducción temeraria, las adicciones, y también su aplicación a los 'niños adultos' que maltratan a los padres, han ido ampliando progresivamente el alcance de este sistema.
Haim Omer es profesor de Psicología en la Universidad de Tel Aviv. Es autor de ocho libros y más de ochenta artículos. Ha desarrollado el modelo de Resistencia No Violenta (NVR) en su aplicación a las familias, escuelas y comunidades. El modelo tiene como objetivo aumentar la autoridad parental por medios estrictamente no violentos y positivos. Ha publicado muchos estudios sobre el método y sus aplicaciones con padres de niños trastornos de ansiedad, delincuencia juvenil, conductores adolescentes, violencia contra hermanos, violencia del hijo a los padres y abandono escolar. Su método ha sido tema principal de varias conferencias internacionales (Greenwich, Amberes, Munich y Malmo) el cual se instruye y se practica en muchos países. En 2011 fundó junto con Irit Schorr-Sapir, la Escuela de Resistencia Pacífica que es considerada el lugar oficial para el aprendizaje de la Resistencia Pacífica y el nuevo enfoque de autoridad.
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CAPÍTULO 1 Resistencia pacífica: Nuevo enfoque a los hijos violentos y autodestructivos Los padres y los profesionales que se ocupan de conductas violentas y autodestructivas1 de los niños se enfrentan a un dilema. El comportamiento de estos niños se caracteriza por una falta de límites, brotes violentos incontenibles y una progresiva disposición a las actuaciones extremas. La mayoría de ellos son profundamente reacios a la vigilancia o la orientación de sus padres o de otros responsables adultos. Cuando surge la confrontación, lo habitual es que transmitan el mensaje de “Déjame en paz” o “Yo soy el que manda”. Los padres de estos niños descubren inevitablemente la ineficacia de su forma habitual de reaccionar o de la que les proponen los profesionales. Si prueban con la reprimenda, la amenaza y el castigo, el hijo responde del mismo modo, con una escalada de la conducta agresiva. Si se deciden por la persuasión, la aceptación y la comprensión, lo habitual es que el hijo no solo haga caso omiso de estos gestos, sino que reaccione con menosprecio. El hogar, que debería ser un remanso de paz para la familia, se convierte en un campo de batalla donde el menor desacuerdo puede derivar en un choque violento. No es extraño que, antes o después, los padres se agoten y opten por la sumisión, que al menos promete cierta tranquilidad momentánea. Una tranquilidad, sin embargo, que pronto muestra ser ilusoria. Enseguida se pone de manifiesto que la sumisión parental lleva a mayores exigencias del hijo. Y así la relación entra en un círculo vicioso: sumisión parental ? mayores exigencias del hijo ? creciente frustración y hostilidad de los padres ? represalias del hijo ? sumisión de los padres, y así sucesivamente. El fracaso de la actuación parental “dura” y después de la “blanda” provoca dos tipos de escalada: la complementaria (en la que la sumisión aumenta las exigencias) y la simétrica (donde la hostilidad genera más hostilidad). La escalada complementaria es asimétrica y se caracteriza por la dinámica del chantaje. En este proceso, cuanto más extrema es la conducta del hijo, más tienden los padres a comprar la tranquilidad mediante concesiones. El mensaje que el hijo recibe es que la debilidad del padre o la madre les impide oponerse a sus amenazas. De este modo, el hijo se acostumbra a conseguir lo que quiere por la fuerza, y los padres, a someterse (PATTERSON, DISHION y BANK, 1984). La escalada simétrica se caracteriza por el aumento de la hostilidad mutua. En este tipo de interacciones, cada parte piensa que el otro es el agresor y que uno solo actúa como autodefensa. Como consecuencia de esta sensación de estar atrapado (ORFORD, 1986) la hostilidad alcanza el grado sumo. Es lo que ocurre en las relaciones entre padres e hijo cuando, por ejemplo, los primeros intentan imponer su autoridad por la fuerza, o cuando reaccionan a la agresividad del hijo también con agresividad (con amenazas, insultos, gritos y golpes).Y así ambas partes pueden caer en una espiral de creciente violencia. Además de sus peculiares efectos dañinos, los dos tipos de escalada se ali-mentan mutuamente. De modo que los padres, a medida que se someten, se sienten más frustrados y airados, a punto de alcanzar el punto de ebullición. Los estudios demuestran que cuanto mayor es la impotencia de los padres, mayor riesgo corren de perder el control (p. ej., BUGENTAL, BLUE y CRUZCOA, 1989). Y, al revés, cuanto más violentos y mutuos son los arrebatos, más asustan, hasta que los padres llegan a un punto en que deciden someterse. Así pues, el péndulo parental no deja de oscilar entre rendirse y volver a atacar. Y ahí se produce la paradoja: quienes defienden las medidas blandas tienden a los estallidos violentos, y quienes defienden las medidas duras suelen huir aterrorizados hacia el sometimiento. Este movimiento pendular de escalada es uno de los principales problemas para los padres que han de ocuparse de conductas violentas y autodestructivas de sus hijos. Sus daños son de amplio alcance: 1) el hijo se siente cada vez con más fuerza, y los padres, cada vez más impotentes; 2) los padres aprenden a soslayar la conducta negativa del hijo para evitar confrontaciones; esta respuesta se hace habitual, y los padres acaban por dejar de percatarse de muchas de las conductas negativas del hijo; 3) las relaciones entre padres e hijo se van reduciendo y haciendo más y más negativas; y 4) el hijo siente necesidad de afianzar su fuerza mediante episodios de conducta extrema. Todo esto nos lleva a la principal pregunta de este libro: ¿cómo podemos actuar para contrarrestar a la vez la escalada simétrica y la complementaria? La respuesta, como veíamos, no ha de ser la actuación “dura” ni la actuación “blanda”. El camino que postulamos es el de la resistencia pacífica. La doctrina de la resistencia pacífica se desarrolló en el ámbito de la lucha sociopolítica. La elaboraron grupos que habían sido víctimas de la opresión como medio de autodefensa y para propiciar el cambio. Varias son las razones de escoger la resistencia pacífica: el recelo ético contra el uso de la violencia, la conciencia de que la otra parte nos aventaja en el uso de la mano dura, la convicción de que la persuasión verbal es ineficaz y de que los métodos no violentos provocan menos heridas y pérdidas que los violentos. Estas mismas razones son válidas en el contexto familiar. Muchos padres se abstienen de la violencia por motivos éticos, temen sus consecuencias dañinas, y entienden que su hijo tiene menos reparos que ellos a utilizar la fuerza bruta. Los padres también viven a menudo el fracaso de la persuasión verbal. Y, además, tienen una razón muy especial para optar por la resistencia pacífica: el amor por su hijo. Como veremos más abajo, este tipo de resistencia es la que mejor expresa el amor y la preocupación de los padres. En este capítulo exponemos los principios básicos de la resistencia pacífica, a partir de la doctrina y la obra de sus mayores exponentes (en especial, Gandhi) y de los análisis de Gene SHARP (1973), el principal teórico e historiador de este enfoque. También señalamos la forma de aplicar cada uno de los principios y los métodos al ámbito familiar. En el manual para padres del Capítulo III se explica la forma de traducir los principios a pasos concretos. Unas pocas palabras sobre la terminología: empleamos los términos “poder”, “control”, “opresión” y “dominio” como si fueran relevantes para la conducta y los objetivos del niño agresivo. El lector puede objetar que el objetivo de la violencia en el ámbito sociopolítico es el poder, mientras que el comportamiento del niño agresivo seguramente está motivado por necesidades psicológicas completamente distintas. ¿Pero es realmente así? A diferencia del niño que se muestra airado como consecuencia de alguna frustración o presión pasajeras, el niño agresivo desarrolla conductas sistemáticas cuya finalidad manifiesta es preservar su total libertad de acción, obtener beneficios, reducir al mínimo la competencia, y asustar a los padres hasta abocarlos a la indefensión. En esta situación, los objetivos del niño agresivo se parecen a los de la violencia en el ámbito social y político, es decir, la consecución del máximo poder con la mínima interferencia. En muchos casos, los intentos ocasionales de los padres de limitar la total independencia y el poder mediante, por ejemplo, una mayor vigilancia pueden provocar graves represalias. Tal circunstancia justifica que los profesionales se refieran a estos padres como “víctimas del maltrato” (COTRELL, 2001). En este sentido, la situación de los hermanos del niño agresivo es a menudo más precaria aún que la de los padres (FINKELHOR y DZIUBA-LEATHERMAN, 1994; LOEBER y STOUTHAMER-LOEBER, 1986). Por consiguiente, afirmamos que cuanto más pretende asustar y paralizar a los padres el comportamiento del niño, y cuanto más sufren los padres y los hermanos, más motivos tenemos para hablar de “poder”, “opresión”, “control” y “dominio”, y para recomendar la resistencia pacífica. La resistencia pacífica es una forma de lucha No hay que confundir la resistencia pacífica con la postura de quien considera que todo uso del poder es impropio. Gandhi, el más firme ideólogo de la no violencia, subrayaba una y otra...