Olalla | Palabras del Egeo | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, Band 436, 436 Seiten

Reihe: El Acantilado

Olalla Palabras del Egeo

El mar, la lengua griega y los albores de la civilización
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19036-03-2
Verlag: Acantilado
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

El mar, la lengua griega y los albores de la civilización

E-Book, Spanisch, Band 436, 436 Seiten

Reihe: El Acantilado

ISBN: 978-84-19036-03-2
Verlag: Acantilado
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Estas palabras, escritas por un hombre que espera a su hijo en un rincón perdido del Egeo, son el testimonio vívido y consciente de un escritor con sensibilidad humanística y gran conocimiento de Grecia: una insólita reflexión junto al mar sobre la singularidad y la magia de la lengua griega como exégesis del mundo; un libro heterodoxo y profundo; un relato poético y vibrante que, sin duda, cambiará en el lector su visión del lenguaje, de la historia de los griegos e, incluso, de la propia historia de la civilización. «Palabras del Egeo» reúne en sus páginas sorprendentes hallazgos de la antropología, la arqueología, la historia, la náutica, la genética, la geología, la mitología, la filología, la lingu?ística y la etimología, y nos invita a descubrirlos, con asombro socrático, hechos literatura. Un libro sobre las raíces más profundas de la civilización clásica para los verdaderos amantes de Grecia. «Este ensayo nos sumerge en los secretos del lenguaje, la escritura y la civilización. Me fascina la decisión literaria de convertir la investigación en un diálogo con su hijo ausente, durante los días previos al reencuentro. La figura de Silvano, ese Telémaco añorado, reviste el texto de ternura y evocaciones trenzadas a la perfección con la pedagogía. Las teorías que expone son audaces, y nos reconcilian con la idea de que la sabiduría consiste en atreverse a desafiar los dogmas. Mientras leía, me cortaba el aliento la belleza de la escritura y las metáforas». Irene Vallejo «Los discursos de Olalla sobre la naturaleza de las palabras me parecen prodigiosos». Fulgencio Argüelles, El Comercio «Pedro Olalla se ha convertido en una referencia, en un valioso intérprete de la realidad helena, con su profundo conocimiento de la historia y la cultura y su dominio de la realidad y la vida cotidiana. Lean a Olalla... Y después opinen, opinen». Héctor J, porto, La Voz de Galicia «El discurso, plagado de referencias eruditas, adopta una textura decididamente poética, y esta combinación de registros lo que distingue y eleva la prosa de Olalla por encima de las aproximaciones académicas a los mismos temas». Ignacio F. Garmendia, Diario de Sevilla «El ensayo de Pedro Olalla desvela cómo la memoria, la lengua y el viaje de las culturas se conservan hoy en día por una civilización forjada en el Egeo». Ariana Basciani, The Objective «Olalla es tan minucioso como ameno. Alumbra en cada página hallazgos como tesoros; un arca para el disfrute y el asombro». Francisco Luis del Pino Olmedo, Librújula

Pedro Olalla (Asturias, 1966) es escritor, helenista, profesor, traductor y cineasta, afincado en Atenas desde 1994. Su obra literaria y audiovisual explora y da a conocer la cultura griega y humanista combinando elementos literarios, plásticos y científicos mediante un lenguaje marcadamente personal. Por el conjunto de su obra y por su labor en la promoción de la cultura griega ha recibido, entre otros importantes reconocimientos, los títulos de Embajador del Helenismo (Estado griego), Caballero de la Orden del Mérito Civil (Estado español) y Miembro Asociado del Centro de Estudios Helénicos de la Universidad de Harvard. En Acantilado ha publicado los ensayos «Historia menor de Grecia» (2012), «Grecia en el aire» (2015), «De senectute politica» (2018) y «Palabras del Egeo» (2022), la edición conmemorativa «Cervantes y Grecia» (2016) y la traducción de «Lirio y serpiente» (2013), de Nikos Kazantzakis.

Olalla Palabras del Egeo jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


DIEZ
Esta vez, cuando bajes del barco, estarás ya tan alto como yo. Se me está haciendo larga la espera. Hoy, a primera hora, cuando todo parecía dormido todavía, me vine a caminar descalzo por la orilla del mar: mis pisadas y las olas que se deshacían suavemente en la arena fueron, durante un rato mágico, los únicos sonidos de la isla. Más tarde busqué asiento en la playa vacía, en el lugar donde ahora estoy, a la sombra de un viejo tamariz con el tronco vencido por el viento y pintado de cal hasta donde comienzan a crecerle las ramas. La primera página en blanco de este cuaderno en el que ahora te escribo refleja de forma cegadora la pletórica luz que vierte sobre el mundo el cielo del Egeo. Bien pensado, casi me atrevería a decir que no refleja sólo la luz: que también es sensible al soplo de esta brisa, cargada de sal y de tomillo; que el papel es uno de esos muros calientes del camino por el que trepa alguna lagartija; una de esas paredes encaladas del pueblo contra las que resuena el canto infatigable de las cigarras. Me deslumbra su blanco cuando voy a escribir, y tengo que hacer sombra con la mano. Luego, cada vez que levanto la mirada, me encuentro con el mar, de un azul aún mucho más profundo que el del cielo. Y, ¿sabes?, así, como venida del silencio, casi escucho tu risa de niño, tu ya lejana voz de niño, repartiendo con asombro aquella alegría inesperada y pura que te produjo ver delfines por primera vez. Delfines de verdad: tan reales como en tu fantasía. Ahora acabas de cumplir los diecisiete. Y he decidido escribirte este cuaderno mientras te espero aquí, en la isla, porque tú, para mi sorpresa y sin que nadie te moviera a hacerlo, has decidido venir a cuidar de tu griego: de la lengua que aprendiste de pequeño como un milagro natural y sencillo, la lengua del colegio y de la calle, la lengua en que, jugando, les hablabas a tus coches, a tus insectos, a tus conchas, antes de separarnos. ¿Cómo puedo ayudarte a aprender una lengua que ya hablas? ¿Acaso interrumpiendo tu conversación con una clase de gramática cada vez que dejes escapar un gazapo? Sé que no acabaríamos bien. En realidad, más que ayudarte a aprender la lengua griega, lo que me gustaría es poder ayudarte a explorarla. O, para ser sincero, a amarla. Por eso, de momento, en los diez días que faltan para tu llegada, voy a llenarte este cuaderno de cosas que he pensado y sentido todos estos años en contacto diario con lo griego, y en contacto, también, con todo este pequeño gran mundo que se asoma desde tiempos remotos a las orillas del Egeo. Son cosas que no voy a ponerme a contarte cuando estemos juntos, claro está; pero que ahora, aquí solo, a la espera, puedo intentar dejártelas escritas para siempre. Quisiera que llegaras a entender que todo es uno: la lengua griega… y esta luz, este mar y estas rocas de donde fueron desprendiéndose sus primeras palabras. Así lo veo yo: uno. Un curioso universo: sonido de guijarros, consonantes que chocan entre sí, sustantivos mojados por las olas, raíces semánticas, raíces de frigana, huesos, caparazones, el sol que reverbera sobre el mar, nombres que imitan un rumor eterno, verbos que nacieron de un gesto, preposiciones que son una seña, sílabas que son cuernos que embisten, letras que insinúan el flujo del agua o del aire, palabras viejas que han salido del mar como la vida, como tortugas que van a desovar a la arena. Sé que aún no entiendes nada, pero voy a intentar que llegues a entenderlo. ??? Sals… Wals… Hals… parece estar diciendo desde siempre cada ola que rompe en la orilla. ??? [hals] llamó la lengua griega al mar hace milenios, como tratando de repetir su voz. De ese nombre aprendieron después nuestras lenguas a llamar a la sal. Ya ves, Silvano, hablamos con palabras cuyo remoto origen se ha ido difuminando poco a poco en la memoria de los hombres. Pero hubo de existir un origen, un tiempo en que nuestros ancestros más lejanos, que sin duda aludían a las cosas presentes señalándolas con el dedo, comenzaran a aludir a las ausentes tratando de evocarlas a través de la voz. «El nombre es el intento de imitar el mundo a través de la voz», observaron los sabios antiguos.1 Y, sin duda, fue la naturaleza, con sus rumores, sus chasquidos, su luz, sus movimientos, la que dictó a los hombres las primeras palabras: primitivas partículas con voz y pensamiento,2 arcanas criaturas de un tiempo muy remoto, que viven aún ocultas en la lengua abisal del Egeo. Sals… Wals… Hals…3 fue probablemente el modo impreciso en que el mar resonaba al oído de los remotos moradores de estas costas; una voz que parece acusar el romper de las olas pero que—como luego trataré de explicarte con calma—lleva dentro también la idea de la luz y de lo excelso. El rumor incesante del mar, su bramido, su ímpetu, su luminosidad, su fuerza, su inmensidad, sus movimientos suaves o violentos, su color, su sabor, su crueldad, su riqueza han inspirado multitud de palabras certeras—modeladas una a una con la acuosa materia de su nombre—para señalar la presencia de estos rasgos marinos en cosas, en acciones, en hombres, animales o dioses. Voy a hablarte de algunas, pero no te impacientes por descubrirlas todas. Tienes tiempo. Son muchas las palabras nacidas del mar, palabras venerables y viejas que podrían llevar el bello sobrenombre de ???s?d?a4 [Halosydna], ‘nacida del mar’, como Tetis y Anfítrite, como las Nereidas, como las diosas primigenias de las profundidades. Sigamos, de momento, la estela de la palabra ??? [hals]; unapalabramisteriosa: femeninacuandonombra la mar—pues nombra a una gran madre—y masculina cuando habla de la sal, como si fuera ésta una especie de genio que la habita. A decir verdad, no hay mar si no hay sal; y, tal vez por esa identidad, goce la sal de tanto arraigo en esta milenaria cultura marina. La sal como don divino,5 la sal como alimento, la sal como cura,6 la sal como estipendio (que aquí se llamó ??t???7 [altron] y ??at???? [halatikón], y en Roma fue salarium: de ahí nuestro salario), la sal del ingenio8 (la llamada sal ática), la sal de la fraternidad9 («compartir pan y sal», decimos aún hoy, aquí, en Grecia). La sal de la civilización. ¿No recuerdas adónde fue Odiseo, aconsejado por el adivino Tiresias, para tratar de poner fin a las desgracias con que lo atormentaba el dios Poseidón? Allí donde acababa el mundo para esta civilización marina: «al lugar donde los hombres no conocen el mar, ni han visto nunca naves de alados remos, ni toman alimento sazonado con sal».10 La sal de sazonar se llama en griego ??µ??a [halmyra], y de ella toma el nombre la salmuera. Y ??µ??a [halmyra] o ??µ????? [halmyriki] es también el nombre de este árbol esforzado y brioso que ahora me da su sombra: es un pino salado, un tamariz; es el árbol que crece más próximo al mar, con sus hojas mutadas en escamas y sus raíces poderosas ahondando bajo la arena en busca de unas gotas de agua dulce. De él se acuerda ya Homero en la Ilíada, y lo llama µ?????11 [myriki]. Y es curioso, el nombre de tamariz tiene también algo de acuático, pues lleva dentro una voz primitiva usada para evocar el agua: la palabra ???/??? [DAN/ TAN], un sonido profundo y retumbante que parece querer hacer oír las aguas subterráneas que fecundan la tierra (?? [DA]) y que, después, afloran en los manantiales para volverse ríos y regresar al mar. No te sorprenda que haya muchos ríos con esta raíz en su nombre:12 Danubio, Tanais, Don, Támesis, Ródano, Erídano, Jordán; y también el Tambre de Galicia, el antiguo Tamaris,13 del que algunos dicen que ha tomado su nombre el tamariz. Estas hierbas silvestres que crecen en la playa al pie del tamariz se llaman como el árbol, ??µ??a [halmyra] o ??µ????? [halmyriki]; ahora, en verano, cuando las otras hierbas comienzan a secarse, estas supervivientes, hervidas sobriamente como en tiempos remotos, te ofrecen en el plato un rotundo bocado de yodo y de salitre, tan humilde y tan elemental que es fácil que al probarlo se te salten las lágrimas. La ciencia las llama salicornes, ya ves, porque parecen diminutos ‘cuernos de sal’. Y si ??? [hals] es la sal y es el mar, lo que está junto al mar se llama pa?a??a [paralía], que es como tú aprendiste de niño a llamar a la playa. Playa, plage, praia, spiaggia… vienen de otra palabra parecida, p?a??a [playía], que fue, en su origen, una amplia superficie algo inclinada:14 esta suave ladera de arena y de guijarros sobre la que el mar reposa ahora como una fina piel de agua. Cuando el mar está así, tan sereno y radiante como ahora, decimos en griego que está como un cristal—? ???assa...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.