O. Paxton | Anatomía del fascismo | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 432 Seiten

Reihe: ENSAYO

O. Paxton Anatomía del fascismo


1. Auflage 2019
ISBN: 978-84-120300-6-8
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

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Reihe: ENSAYO

ISBN: 978-84-120300-6-8
Verlag: Capitán Swing Libros
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¿Qué es el fascismo? Centrándose en lo que hicieron los fascistas en lugar de en lo que dijeron, el historiador Robert O. Paxton responde a la pregunta. Desde las primeras bandas violentas y uniformadas que golpeaban a 'enemigos del Estado', hasta el ascenso de Mussolini al poder o la radicalización fascista de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, Paxton nos explica por qué los fascistas llegaron al poder en algunos países y no en otros, y se pregunta si el fascismo podría existir fuera del marco europeo de principios del siglo xx en el que surgió. Basándose en la valiosa y extensa investigación de toda una vida, Anatomía del fascismo explora qué es el fascismo y cómo ha llegado a tener un impacto duradero y continuo en nuestra historia. Ante la clamorosa escasez de definiciones para la peculiar visión política popular, nacionalista y conservadora, Paxton ofrece su propia y brillante explicación, extraída de acciones históricas concretas, transformando así la comprensión de esta peligrosa ideología y de por qué, cuándo y dónde se afianza. Este convincente documento amplía notablemente nuestro conocimiento de lo que ha sido 'la principal innovación política del siglo xx y la fuente de gran parte de su dolor'.

Robert Owen Paxton (1932) es un politólogo e historiador estadounidense especializado en la Francia de Vichy, el fascismo y Europa durante la época de la Segunda Guerra Mundial. Ha sido profesor en la Universidad de California, Berkeley y en la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook antes de unirse a la facultad de la Universidad de Columbia en 1969. Trabajó allí durante el resto de su carrera, retirándose en 1997. Sigue siendo profesor emeritus. Ha contribuido con más de veinte revisiones a The New York Review of Books, desde 1978 hasta 2017.
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02


La creación de movimientos fascistas

Si algo empieza cuando adquiere un nombre, podemos fechar con exactitud los inicios del fascismo. Comenzó la mañana del domingo 23 de marzo de 1919 en la reunión de la Piazza San Sepolcro de Milán de la que ya hablamos en el capítulo 1. Pero los Fasci Italiani di Combattimento de Mussolini no estaban solos. Había en marcha algo más amplio. Estaban formándose por toda Europa grupos similares independientemente de Mussolini.

Hungría era otro entorno fértil para el crecimiento espontáneo —no copiado de nadie— de algo que aún no se llamaba fascismo, pero que tenía con él un gran parecido de familia. De todos los países que participaron en la Primera Guerra Mundial, Hungría fue el que sufrió las pérdidas territoriales más calamitosas, peores incluso que las de Alemania. Antes de la guerra había sido uno de los socios rectores de la poderosa monarquía dual de Austria-Hungría, o Imperio de los Habsburgo. La mitad húngara del Imperio —el reino de Hungría— había recibido un mundo multilingüe de eslavos meridionales, eslovacos, rumanos y muchos otros, entre los que los húngaros gozaban de una posición privilegiada. Durante los meses finales de la Primera Guerra Mundial, el Imperio de los Habsburgo se disolvió al proclamar la independencia nacionalidades que lo componían. Hungría, que había sido el mayor beneficiario del Imperio multinacional, se convirtió en el mayor perdedor cuando se disolvió. Los aliados victoriosos acabaron amputando el 70% del territorio de preguerra de Hungría y casi dos tercios de su población en el punitivo Tratado del Trianon, firmado con protestas el 4 de junio de 1920.

Durante los días caóticos que siguieron al armisticio de noviembre de 1918, cuando los pueblos sometidos de la mitad húngara del Imperio —rumanos, eslavos meridionales, eslovacos— empezaron a gobernar sus propios territorios bajo protección aliada, un aristócrata progresista disidente, el conde Miguel Károlyi, intentó salvar el Estado húngaro mediante reformas espectaculares. Supuso que, si instauraba una democracia plena dentro de una Hungría federal cuyos pueblos sometidos disfrutasen de un amplio autogobierno, tal vez conseguiría aplacar la hostilidad de los aliados y que aceptaran las fronteras históricas de Hungría. Pero no acertó en su suposición. Ejércitos franceses y serbios ocuparon el tercio meridional de Hungría, mientras ejércitos rumanos, apoyados por los aliados, ocupaban las vastas llanuras de Transilvania. Estas anexiones parecían permanentes. El conde Károlyi, incapaz de convencer a las autoridades francesas para que las impidiesen, abandonó su tenue control del poder a finales de marzo de 1919.

Asumió entonces el poder en Budapest una coalición de socialistas y comunistas. El nuevo Gobierno, encabezado por un intelectual revolucionario judío, Béla Kun, logró obtener, durante un breve periodo, el apoyo hasta de algunos oficiales del Ejército con su promesa de que la Rusia bolchevique sería mejor apuesta que los aliados para ayudar a Hungría a sobrevivir. Pero Lenin no estaba en condiciones de ayudar a los húngaros y aunque el Gobierno de Kun consiguió reconquistar parte de los territorios ocupados por los eslovacos, adoptó al mismo tiempo medidas socialistas radicales. Proclamó una república soviética en Budapest en mayo de 1919 y la dictadura del proletariado el 25 de junio.

Las élites húngaras, ante estos retos combinados y sin precedentes de desmantelamiento territorial y revolución social, se inclinaron por combatir esta última con más vigor que lo primero. Crearon un Gobierno provisional en una ciudad de provincias, situada al suroeste del país, Szeged, que se hallaba por entonces bajo ocupación serbia y francesa, y esperaron mientras los rumanos avanzaban a principios de agosto de 1919 hasta ocupar Budapest, de la que había huido ya Kun. Siguió a esto una sangrienta contrarrevolución en la que hubo de cinco mil a seis mil víctimas, diez veces más de las que había habido durante el régimen soviético.

La contrarrevolución húngara tuvo dos caras. Su jefatura suprema estaba compuesta por la élite tradicional, dentro de la cual afloró como personalidad dominante el último comandante de la Marina austrohúngara, el almirante Miklós Horthy. Un segundo componente eran los que creían que la autoridad tradicional no bastaba ya para afrontar la situación de emergencia de Hungría. Un grupo de jóvenes oficiales encabezados por el capitán Gyula Gömbös fundaron un movimiento con muchas de las características del fascismo.

Los oficiales de Gömbös querían movilizar una base de masas para un movimiento militante de renovación nacionalista, diferente tanto del liberalismo parlamentario —pues la democracia del conde Károlyi estaba ya tan desacreditada como el sóviet de Kun— como de una dictadura anticuada, que gobernasen desde arriba. Su Comité Antibolchevique era virulentamente antisemita —no solo Béla Kun, sino 32 de sus 45 comisarios habían sido judíos—.[91] Los oficiales de Gömbös no querían restaurar la autoridad tradicional, sino sustituirla por algo más dinámico, enraizado en las pasiones populares nacionalistas y xenófobas y expresado con símbolos y mitos húngaros tradicionales.[92] El almirante Horthy y los conservadores consiguieron gobernar de momento sin tener que recurrir a los jóvenes oficiales, aunque Gömbös llegaría a ser primer ministro durante el régimen de Horthy, entre 1932 y 1935, y estableció una alianza con Mussolini para contrarrestar el creciente poder alemán.

En la mitad austriaca de la monarquía de los Habsburgo, los nacionalistas alemanes se habían sentido alarmados ya antes de la Primera Guerra Mundial por los avances de los checos y de otras minorías hacia una mayor autonomía lingüística y administrativa. Se estaba creando ya antes de 1914 una variedad virulenta de nacionalismo de clase obrera. Trabajadores de habla alemana pasaron a considerar a los trabajadores de habla checa rivales nacionales en vez de camaradas proletarios. En la Bohemia de los Habsburgo la nación desplazaba ya a la clase en vísperas de la Primera Guerra Mundial.

Los nacionalistas alemanes del Imperio de los Habsburgo se habían apoyado desde finales del siglo xix en el panalemanismo populista de Georg von Schönerer, del que trataré con más detalle próximamente.[93] Consiguieron el poder político efectivo en la capital, Viena, cuando se convirtió en alcalde de la ciudad en 1897 Karl Lueger. La prolongada alcaldía de este se apoyó en la sólida base de una mezcla populista de antisemitismo, anticorrupción, defensa de los artesanos y los pequeños comerciantes, lemas y canciones pegadizos y servicios municipales eficientes.

Adolf Hitler, un joven desorientado, presunto estudiante de Arte, procedente de Linz, que quedaba unos 130 kilómetros río arriba, se empapó de la atmósfera de aquella Viena de Lueger.[94] No fue el único. El Partido de los Trabajadores Alemanes, nacionalista, dirigido por un abogado y empleado de los ferrocarriles de Viena, había obtenido ya tres escaños en la Dieta austriaca en 1911. Revivió en mayo de 1918 como el Partido de los Trabajadores Alemanes Nacional Socialistas y empezó a utilizar como símbolo suyo la Hakenkreuz, o cruz gamada.[95]

La Alemania de posguerra ofrecía un terreno particularmente fértil para movimientos de renovación nacional antisocialistas con una base popular. A los alemanes les había conmovido profundamente la derrota de 1918. El impacto emotivo fue mucho más fuerte porque las autoridades alemanas habían estado pregonando la victoria hasta solo unas semanas antes. Una calamidad tan increíble era fácil de atribuir a los traidores. El hundimiento de Alemania, que pasó de ser la audaz gran potencia de 1914 a ser la perdedora hambrienta y desconcertada de 1918, hizo estremecer la confianza y el orgullo nacional. Wilhelm Spannaus describió más tarde sus sentimientos al regresar a su ciudad natal en 1921 después de años dando clases en una escuela alemana en Sudamérica:

Fue poco después del levantamiento espartaquista en la Renania: prácticamente todas las ventanillas del tren en el que regresé a Alemania tenían los cristales rotos y la inflación estaba adquiriendo proporciones fantásticas. Había dejado Alemania en la cúspide del poder y la gloria del Reich guillermiano. Volví para encontrar la patria en ruinas, bajo una república socialista.[96]

Spannaus se convirtió en el primer ciudadano respetable de su población que ingresó en el Partido Nazi, y, como dirigente intelectual —era propietario de la librería local—, arrastró con él a muchos otros ciudadanos.

Los veteranos, libres y sin compromiso, con sus unidades desmoronándose, incapaces de encontrar trabajo e incluso comida, estaban disponibles para el extremismo de derechas o de izquierdas. Algunos volvieron la vista hacia la Rusia bolchevique buscando inspiración, como en el caso de la efímera República Soviética de Múnich de la primavera de 1919. Otros se aferraron al nacionalismo difundido ya por el movimiento de propaganda de la época de la guerra, el Frente de la Patria. Algunos de estos veteranos nacionalistas se incorporaron a unidades de mercenarios —Freikorps— que estaban al mando de oficiales del Ejército regular para combatir a los que ellos consideraban los enemigos internos de Alemania. En enero de 1919 asesinaron a los dirigentes socialistas Rosa...



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