E-Book, Spanisch, 416 Seiten
Reihe: Pensamiento Herder
Nussbaum Las mujeres y el desarrollo humano
1. Auflage 2012
ISBN: 978-84-254-3172-2
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 416 Seiten
Reihe: Pensamiento Herder
ISBN: 978-84-254-3172-2
Verlag: Herder Editorial
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En la mayor parte del mundo, las mujeres carecen de lo más elemental para el desarrollo de una vida humana. Reciben una alimentación inferior a los hombres, tienen una salud más precaria que ellos y son también más vulnerables a la violencia física y al abuso sexual. En muchos países, las mujeres no pueden tampoco participar en la vida política ni tienen los mismos derechos y libertades que los hombres. Estos y otros obstáculos y privaciones impiden que puedan desarrollar sus capacidades humanas -cognitivas, emocionales, imaginativas- en la misma medida que los hombres. Las mujeres y el desarrollo humano combina la filosofía clásica y contemporánea, la economía y el derecho, con la experiencia personal de la autora en la India. Nussbaum ofrece un enfoque radicalmente nuevo sobre cómo debe comprenderse la 'calidad de vida' y sobre cuál ha de ser el umbral mínimo que los gobiernos deben asegurar a sus ciudadanos y ciudadanas para que puedan desarrollar sus capacidades como seres humanos. La autora se propone ofrecer un esquema de acción de valor universal, aplicable dondequiera que se de una situación de desigualdad y de injusticia.
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Agradecimientos
El trabajo que se transformó finalmente en este proyecto comenzó en 1986, cuando fui nombrada Consejera de investigaciones en el WIDER (World Institute for Development Economics Research) [Instituto mundial para el desarrollo de la investigación en economía]. Con anterioridad a ello, y al igual que muchos académicos estadounidenses, yo había llevado una vida relativamente insular. Había recibido una educación errónea acerca de los problemas de los países en desarrollo y, más en general, acerca de las tradiciones y modos de vida no occidentales. Los vecinos de mi despacho provenientes de Sri Lanka y de la India podían hablar con facilidad acerca de Sófocles y de Aristóteles, pero yo no estaba en condiciones de decir absolutamente nada acerca del Mahabharata o de la ética budista. A pesar de que mi trabajo comenzaba a concentrarse en la justicia social, yo había pensado relativamente poco acerca de los problemas de la justicia global. Tampoco la filosofía feminista había sido un foco particular de mi trabajo. Mis ocho años en el WIDER (en residencia durante un mes cada verano) transformó mi trabajo haciéndome tomar consciencia de urgentes problemas y convenciéndome de que la filosofía debía hacer una contribución a la solución de los mismos. También comencé a percibir que la peculiar combinación de preocupaciones filosóficas que había traído conmigo al WIDER podía ser de hecho un recurso, más que una mera inclinación. Los antiguos filósofos griegos se confrontaban con la miseria de gente cuyo nivel de vida se aproximaba más a la India actual que a Estados Unidos o a Europa. Sus proposiciones tienen, en algunos aspectos, una gran pertinencia para el diagnóstico y la superación de los problemas de los países en desarrollo. Y yo considero que la insistencia de Aristóteles en la importancia ética de una percepción vívida de las circunstancias concretas tiene su propia contribución para hacer en un campo que está frecuentemente tan preocupado con modelos formales y teorías abstractas, que falla a la hora de aprehender la realidad cotidiana de la vida de la gente pobre.
Debo un gran agradecimiento a Lal Jayawardena, director del WIDER, por su ayuda durante los primeros años de este trabajo. Él creyó en la extraña idea de que debía llevarse la filosofía a hacer su aporte en la fundamentación de la economía del desarrollo. Sobre todo, estoy muy agradecida a Amartya Sen, quien me ayudó a formular el proyecto y cuyo trabajo ha sido y sigue siendo una fuente de comprensión e inspiración, especialmente por el modo en que combina la pasión por la justicia con el amor por la razón. Stephen y Frédérique Marglin me provocaron a responder a sus ataques acerca del universalismo, haciendo así que me iniciara en ese aspecto del presente proyecto. Cuando formulaba mis ideas durante los años en el WIDER, recibí asimismo una gran ayuda de Martha Alter Chen, David Crocker, Jean Drèze, Jonathan Glover, Valentine Moghadam, Nkiru Nzegwu, Onora O’Neill, Siddiq Osmani, Hilary y Ruth Anna Putnam, Ohn Roemer, Margarita Valdés, Roop Rekha Verma, así como de los demás participantes en nuestras tres conferencias. Debo agradecer también especialmente el impulso y la crítica de John Rawls, Henry Richardson, Cass Sunstein y Paul Weithman con ocasión del desarrollo ulterior de mi visión en una serie de artículos. Mi propio sentido para los temas y su urgencia tomó forma también a través del tiempo que pasé con los demás miembros de la familia Sen: Amita, Indrani, Kabir, Picco, Tumpa y Babu. Debo agradecer a Amita por muchas agudas observaciones acerca de la modernidad y la tradición y acerca de la situación de las mujeres de la India, y a Babu por sus comentarios sobre los borradores de las lecciones.
En marzo de 1997 me dirigí a la India para observar proyectos de desarrollo de la mujer, porque quería escribir un libro que fuese real y concreto, más que abstracto, y porque sabía que mis conocimientos eran demasiado reducidos como para hablar sobre los problemas de las mujeres trabajadoras pobres en un país distinto del propio. Tenía que escuchar su propio testimonio acerca de sus problemas. No era esta mi primera visita a la India, pero sí la visita en la que me había centrado en aprender lo más posible acerca de los proyectos de desarrollo de la mujer. Debo gran gratitud a Martha Alter Chen, que orquestó la visita entera y me puso en contacto con gente con la que jamás habría podido encontrarme sin ella. Chen, hija de misioneros cristianos estadounidenses, creció en la India y divide actualmente su tiempo entre la India y Estados Unidos, estando cerca de convertirse en una persona totalmente bi-cultural, tanto como puede llegar a serlo un estadounidense, y su impar comprensión de los temas de las aspiraciones humanas a través de las fronteras de las naciones ha sido extremadamente importante para mí cuando desarrollé esas ideas. Su conocimiento seguro, su maestría lingüística, su experiencia en trabajo de campo y su calidez personal hicieron fáciles y alegres días diferentes a los que jamás había pasado, recorriendo junto a recaudadores de la unión de créditos los barrios bajos de Kolaba a 38º de temperatura, visitando asentamientos de usurpadores en Trivandrum en medio de la densa humedad de marzo, observando las operaciones diarias del banco y la unión de SEWA. Como sé que, en su obra, Marty está dedicada a dar voz a las mujeres pobres y a escribir libros que les pertenecen sobre todo a ellas, yo sabía que podía confiar en ella para que me ayudara a aprender. Y aunque todavía soy neófita en muchos aspectos, ella hizo por mí más de lo que yo pueda llegar a agradecerle jamás en forma adecuada.
Regresé a la India en diciembre de 1998, visitando aún más proyectos en otras regiones. Una vez más debo agradecer a Martha Chen por su ayuda y consejo, como también a Bina Agarwal y a Leela Gulati por sus recomendaciones, y a Bina por su invalorable ayuda con los viajes y los contactos.
Estoy también muy agradecida a la gente con la que me encontré en las distintas regiones por su amable asistencia y la generosidad con su tiempo. En conexión con el viaje de 1997 debo agradecer a Ela Bhatt, a Renana Jhabvala, y a Mirai Chatterjee de SEWA, en Ahmedabad; a Leela Gulati, que me mostró el campo para su estudio acerca de las mujeres trabajadoras de Trivandrum y cuyo hermoso trabajo sobre la vida cotidiana de las mujeres pobres ha sido una de mis mayores inspiraciones; a Yedla Padmavathi, que me acompañó durante mi visita a un desierto lugar de trabajo fuera de Mahabubnagar, y cuyo trabajo con el Proyecto Mahila Samakhya, un proyecto que lleva adelante el gobierno de la India promoviendo la capacitación de mujeres a través de la educación, me mostró nuevas dimensiones de la dificultad de producir el cambio en regiones que carecen casi totalmente de infraestructura básica y de escuelas. Debo agradecer también al equipo de la estación de campo de Mahabubnagar por dedicar tanto tiempo para explicarme su trabajo. Indira Jaising, de la agrupación de juristas, me ofreció su consejo y sus conocimientos acerca de las leyes personales y de otros aspectos de la escena legal. Abha Bhaiya, del Proyecto de mujeres Jagori, me ayudó a aprender acerca de las iniciativas que conciernen la violencia doméstica y otros temas de la integridad corporal. Prema Purao, directora de la ONG Annapurna Mahila Mandal, se encontró conmigo en Mumbai (antes Bombay) para describirme su trabajo con las mujeres pobres que se desempeñan como trabajadoras independientes. Estoy sumamente agradecida al equipo por haberme guiado en una visita a uno de sus lugares de trabajo. Sheela Patel me ayudó a comprender proyectos para ayuda de los sin techo que viven en las calles de Mumbai. Sudha Murali, de UNICEF, me ayudó a aprender acerca de los problemas habituales del trabajo infantil en Andhra Pradesh. Ritu Menon, de la editora feminista Kali para mujeres, en Delhi, fue extremadamente generosa organizando una lección para mí a fin de probar alguna de estas ideas y poniéndome en contacto con mucha gente. He estado también muy agradecida a un grupo de buenos economistas y otros especialistas en ciencias sociales con los que me encontré y que me brindaron consejo acerca de la India, entre los que se cuentan Bina Agarwal, Praful Bidwai, Veena Das, Devaki Jain, Zoya Hasan, Tanika Sarkar, Romila Thapar y Patricia Uberoi. Como siempre, Antara Dev Sen (Picco) fue para mí una comentadora de profunda captación y una amiga llena de calidez.
En conexión con el viaje de 1998, estoy especialmente agradecida a Ginny Srivastava, a Bhanwar Singh Chandana y a Nan Lal Pandey, de Astha, una ONG de Udaipur, Rajasthan, que trabaja con mujeres, en especial de origen tribal, en áreas rurales, ayudándolas a mejorar su situación económica a través de industrias de granja y de la acción política; a Sarda Jain, en Jaipur, que me ayudó a ver algo de las actividades en esa región (guiadas por Vishaka y otras organizaciones locales) concernientes a la educación femenina. En Bihar debo dar las gracias a Viji Srinivasan, fundador de Adithi, una ONG que organiza muchos diferentes proyectos en las áreas de la educación de la mujer y de la capacitación económica, por haberme llevado consigo en una visita para proyectar lugares en Muzaffarpur y en otras partes del norte de Bihar; a Sita Narasimhan, por su iluminadora discusión durante ese mismo viaje; a Dolly y a las otras colegas docentes en Muzaffarpur, por presentarme su trabajo con otras hijas de trabajadoras del sexo; a Asma (una cantante y trabajadora del sexo) por colocarme bajo el reto de hacerme esforzar mi pensamiento acerca de las diferencias de capacidades entre su vida y la mía. En Bengala occidental quiero...