Némirovsky | Cuentos selectos | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 288 Seiten

Némirovsky Cuentos selectos


1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-350-4999-3
Verlag: EDHASA
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, 288 Seiten

ISBN: 978-84-350-4999-3
Verlag: EDHASA
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Prólogo de Pola Oloixarac Irène Némirovsky escribió en todo momento y en todo lugar. Y, desde los veintiún años hasta su deportación y fallecimiento en el campo de concentración de Auschwitz, publicó constantemente. Algunas de sus novelas, como El malentendido, El vino de la soledad o Jezabel, aparecieron en revistas de la época antes de convertirse en libros, al igual que muchos de sus relatos breves, que se hicieron conocidos gracias a semanales de corte femenino. Más tarde, con el recrudecimiento de la guerra y los estatutos antisemitas del gobierno de Vichy durante la invasión alemana de Francia, las cosas se complicaron. Pese a necesitar el dinero más que nunca, sus historias comenzaron a ser rechazadas, y, cuando no lo eran, debía utilizar pseudónimos, como Pierre Neyret o Denise Mérande.?? No fue hasta sesenta años después de su muerte que Némirovsky encontró su lugar en el panteón de las grandes escritoras del siglo xx, a partir del premio Renaudot a su inconclusa novela Suite francesa. Sin embargo, la memoria colectiva nunca la olvidó. Y ahora, al fin, este Cuentos selectos -con prólogo de Pola Oloixarac- recupera sus grandes pequeñas historias, algunas ya conocidas y otras (la mayoría) inéditas hasta la fecha en español. Así, esta recopilación sólo acentúa la certeza que ya conocíamos: la gran literatura siempre triunfa.??

Irène Némirovsky ( 11-02-1903 / 17-08-1942 ), se estableció en París con su familia en 1919 tras huir de la revolución bolchevique. Su precoz carrera literaria se inicia en 1921 con la publicación del texto 'Nonoche chez l'extralucide', en la revista bimensual Fantasio. Pero su salto a la fama se produce en 1929 con su segunda novela, David Golder. Fue el inicio de una deslumbrante trayectoria que consagraría a Némirovsky como una de las escritoras de mayor prestigio de Francia. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial marcó trágicamente su destino. Denegada en varias ocasiones por el régimen de Vichy su solicitud de nacionalidad francesa, fue deportada y murió asesinada en el campo de concentración de Auschwitz en 1942. Tal vez, además de muchos de sus cuentos su obra cumbre sea 'Suite francesa', descubierta casualmente por sus hijas y publicada en 2004, que ha sido galardonada a título póstumo con el premio Renaudot, entre otras muchas distinciones.
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Irène Némirosvky

Historia de dos voces

«El primer enemigo que convenía combatir

era uno mismo, su propio pasado.

Sí, era el comienzo de la guerra.

Parece lejano ahora».

La noche en el vagón, 1939

Esta selección de cuentos de Irène Némirovsky es el reverso literario de una trama trágica, donde las circunstancias de la vida y la muerte de la autora se entrelazan. Algunos de ellos se dieron a conocer en revistas que, con el avance de la ocupación nazi de París, terminaron por encarnar orgullosamente el rostro cultural de la derecha francesa de paladar antisemita, como Gringoire y la Revue des Deux Mondes. A partir de octubre de 1940, cuando las leyes racistas impuestas por el gobierno de Vichy prohibían a los judíos llevar adelante actividades profesionales, entre ellas publicar, Irène pasó a utilizar seudónimos para firmar sus escritos; los mismos editores que integraron por entonces las huestes colaboracionistas contravinieron, sin embargo, las peticiones de Vichy y continuaron publicando a Irène, dándole trabajo y pagando por él. Irène jamás escondió su origen judío, y fue la única escritora «rusa blanca», es decir, escapada de la Revolución bolchevique, que fue arrestada, deportada y que, un mes más tarde, moriría en el campo de exterminio de Auschwitz, a los treinta y nueve años.

Estos cuentos contienen las dos voces sobre las que Irène trabajó toda su vida. Dos instrumentos que atraviesan toda su obra, con sus propios fantasmas, nostalgias e intensidades. Por una parte, una voz que desemboza una sensibilidad impecablemente francesa; Irène se vale de ella para explorar el universo burgués que rodea a personajes atenazados por el paso del tiempo, las tensiones amorosas y los desencuentros familiares. Relatos como Un almuerzo en septiembre (1933), Eco (1934), Domingo (1934), Un amor en peligro (1936) y Como niños grandes (1939) demuestran lo bien que Irène conocía la pequeña burguesía parisina, así como los pequeños placeres donde descansa su sensación de seguridad: las polveras de nácar, el jabón de Marsella, las listas de tareas domésticas que incluyen lidiar con las empleadas. En el centro de esta zona suele haber una mujer.1

La otra voz es un portal al mundo eslavo y judío, la zona mental y material del inmigrante. Está compuesta por ecos de recuerdos, como un viaje en el tiempo por la historia íntima de Europa, donde las guerras sucesivas parecen enroscarse unas sobre otras. En Nacimiento de una revolución (1938), la autora rememora el despuntar de la Revolución bolchevique; en Destinos (1940), el telón de fondo son las alertas por ataques aéreos en París, para poner en escena una viñeta cotidiana donde mujeres exiliadas de la Guerra Civil española conversan con mujeres que huyeron de la Revolución rusa. Lo que le interesa es la vida interior de sus criaturas; captar el instante en el que sus personajes se enfrentan a su espejo, a un doble que les revela algo temible sobre sí mismos, algo que su propia situación les impide ver. Esta duplicidad es una especie de tensión fractal que hace a los personajes enfrentarse a un abismo, y a nosotros con ellos. En esta zona se encuentra Fraternidad (1937), un cuento que en un principio fue rechazado por Gringoire (que para entonces ya era un semanario profuso en ensayos abiertamente antisemitas) por ser considerado antisemita, lo cual seguramente fuera un eufemismo, porque lo que probablemente creyeron inaceptable para su publicación era que el personaje principal fuera judío. El protagonista es Christian Rabinovich: ya su nombre lo revela como una mezcla de cristiano y judío. «Era de esos hombres que aprecian con una profunda y perversa aplicación la melancolía, la pena, la amargura, demasiado lúcida», si bien él «nunca se entregaba al pánico, como lo hacen los burgueses ricos, sus hermanos». Rabinovich, burgués y elegante («mi nariz, mi boca, son los únicos rasgos específicamente judíos que me han quedado»), se encuentra con otro hombre que se llama igual que él: un judío pobre, vestido con sus ropas oscuras pasadas de moda, un Rabinovich que parece venir de otro tiempo o de otro planeta (el gueto), y no puede creer que ambos sean Rabinovich, que ése sea su espejo. Christian Rabinovich, literalmente el Rabinovich cristiano, encarna al inmigrante asimilado, moderno, que observa con temor el nuevo aluvión de refugiados del Este; teme que ese tiempo de masacres y ruinas ancestrales (la cólera, los progromos), que todavía persiste como un aura en estos recién llegados, los arrastre a ellos también.

Una voz debía salvar a otra.

* * *

Irina Leónidovna Nemiróvskaia nació el 24 de febrero de 1903 en Kiev, por entonces una capital provincial de la Rusia Imperial, en una casa espaciosa en la zona alta de la ciudad, ubicada en una bonita calle rodeada de tilos. En 1913, obtuvieron un derecho de residencia en San Petersburgo, y los Némirovsky abandonaron Kiev para mudarse a un elegante apartamento en un exclusivo distrito, a pasos de la casa donde vivió Vladimir Nabokov cuando era niño. Como otras ciudades imperiales, la futura Petrogrado sólo admitía dentro de sus confines un porcentaje muy escaso de judíos, como a algunos magnates, artistas de renombre y banqueros riquísimos. Los Némirovsky era una familia acaudalada y muy bien conectada, que desde hacía generaciones pertenecía a la clase media alta y se codeaba con los círculos áulicos del gobierno imperial y la alta sociedad, de fe ortodoxa cristiana. Irène describiría así la geografía social de Kiev:

La ciudad ucraniana se encontraba dividida, desde el punto de vista de los judíos que vivían ahí, en tres regiones diferentes, como lo remarcan las fotografías de la época: los condenados de abajo, atrapados entre las sombras y los fuegos del Hades; los mortales en el medio, iluminados por una luz pálida y apacible; y arriba, el reino de los elegidos.

Los Némirovsky formaban parte, a todas luces, de los elegidos. Veraneaban en el sur de Crimea, y también en Biarritz y en la Riviera francesa; en una época en la que la gente rara vez salía del país, no tenían problemas en obtener visados. Cruzaban Europa en el Orient Express y a veces pasaban temporadas en Moscú, en el coqueto pied-à-terre de un diplomático apostado en Londres, amigo del padre. El mundo donde se mueven los Némirovsky coincide con las zonas más opulentas de la ciudad, celosamente apartadas del podol, los barrios populares donde viven los judíos religiosos, típicamente pequeños comerciantes que llevan altos sombreros y ropas negras que no tienen nada que ver con la moda europea del momento, a la que los Némirovsky se entregan con esmero religioso. En las fotos que se conservan, los padres de Irène, Fanny y Léon Némirovsky, pasean de punta en blanco por la plaza del Kremlin, él con un sombrero hongo y ella con un amplio sombrero claro y una sombrilla prístina; a lo lejos se adivinan las cúpulas junto al río Moscova. Los bisabuelos de Irène sonríen en el jardín de su dacha: Eudoxia lleva un largo collar de perlas, y Boris está enfundado en un elegante traje de tres piezas; del chaleco sobresale reluciente la cadena dorada de un reloj de bolsillo. En las fotos, Irène siempre va de blanco impoluto, con Mary Janes claras y el cabello recogido de manera muy sencilla. Como otros judíos de clase media, y a diferencia de los barrios de abajo, en la familia no eran observantes de los preceptos religiosos. En una entrevista de 1930, Irène comenta que «las tradiciones eran demasiado complejas y primitivas para seguirlas estrictamente. Algunos años ayunábamos, y para Pésaj comíamos pan sin levadura junto con pan ruso común, lo que por supuesto era un grave pecado».

En noviembre de 1917, cuando los bolcheviques toman el Palacio de Invierno y el Imperio ruso cae ante la marea roja, los Némirovsky deben esconderse y planear la huida. Dejan San Petersburgo el mes siguiente y cruzan a Finlandia, vestidos como campesinos; aunque escapan de los comunistas, eligen refugiarse en un pueblo «rojo» finés, donde viven cazadores y trabajadores afines al movimiento obrero. La familia se instala en una cómoda casa en el bosque y tienen tres empleadas, mujeres finesas que los atienden nerviosas y solícitas. La guerra civil se desencadena en Finlandia, pero Irène vive su nuevo destino temporario de manera idílica. En uno de sus paseos encuentra una casa abandonada en el bosque (otros que, como ella, debieron huir de la guerra civil) y para su fortuna está provista de una biblioteca espléndida, un tesoro lleno de libros en francés e inglés, donde la joven pasa el tiempo leyendo y donde descubre a Oscar Wilde. Irène tiene catorce años y empieza a escribir sus primeras historias; ella misma revive la atmósfera de este primer exilio en el relato Magia (1938).

En Un enfant prodige, novela temprana de Némirovsky, hay un niño que lee mientras las balas zumban a su alrededor. Su madre lo reprende; tiempo después, el niño se convertirá en poeta. En 1930, cuando ya es una celebridad, Irène hablará de su infancia con la misma imagen: acurrucada en un sillón leyendo el Banquete, de Platón, mientras fuera tronaban las descargas de fusiles. El sillón es la versión burguesa de la torre de marfil de nuestra autora: Irène se ufana de esa conexión íntima con la literatura mientras la historia se despliega de fondo, como si no pudiera rozarla, como si la...



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