Menéndez-Ponte | Nunca seré tu héroe | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 240 Seiten

Reihe: Gran Angular

Menéndez-Ponte Nunca seré tu héroe


1. Auflage 2009
ISBN: 978-84-675-4014-7
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, 240 Seiten

Reihe: Gran Angular

ISBN: 978-84-675-4014-7
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Andrés está harto del colegio, de los granos, del rollo de su madre, de la plasta de su hermana, de Jorge el 'birlanovias', de la vida en general y del profesor de historia en particular. Dani y él se han propuesto cambiar el mundo y hacen un conjuro que les hará inmunes a las fantasmadas de pijos, pelotas y demás aves carroñeras y los convertirá en héroes. Bueno, al menos eso es lo que estaba previsto. Si luego las cosas se tuercen...

Nació en La Coruña. Cuando era niña derrochaba fantasía, era muy traviesa, siempre estaba inventando juegos, no entendía el mundo que la rodeaba. Apenas prestaba atención en clase en el colegio de monjas al que asistió, pues estaba demasiado entretenida en hacer volar su imaginación y crear sus propias historias. Leía y releía clásicos de la literatura como Celia, Mary Poppins, La isla del tesoro, Peter Pan, Cuentos rusos... Sus padres, preocupados por su falta de disciplina, la enviaron a un internado a Madrid. Allí, gracias al ballet y la gimnasia, entre otras cosas (fue campeona de España a los trece y catorce años), se centró por fin en los estudios y los suspensos se convirtieron en sobresalientes. Inició los estudios de Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, aunque los acabó por la UNED en Nueva York. También es diplomada en Filología Hispánica, en Derecho Inglés y en Derecho Comparado por la London Politechnic School. Además, cuenta con una licenciatura en Lengua y Civilización Americana en el Marymount College de Nueva York. Ha trabajado como profesora en distintos centros de España y Estados Unidos. Sus cuatro hijos dieron a María el impulso definitivo hacia la escritura. Empezó a inventar cuentos y aventuras que después ellos representaban. Ha sido subdirectora del departamento de comunicación en Ediciones SM, y colabora en varias revistas literarias. En 2007 fue galardonada con el Premio Cervantes Chico por el conjunto de su obra.
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2


Que no me pregunte. Que no me pregunte. Que no me pregunte...

–Andrés, ¿podrías decirme cuáles fueron los reinos bárbaros que invadieron Europa en el siglo VI?

–Bueno... es que... justo eso no me dio tiempo. Yo...

–¿Podrías, entonces, decir las causas de las invasiones bárbaras, o tampoco te dio tiempo?

–En realidad, no pude estudiar el tema... Tuve algunos problemas.

–¿Qué clase de problemas?

–Son... ejem... Son... un asunto privado.

–Vaya, exactamente igual que los dos ceros que ya tienes, son privados; única y exclusivamente de tu propiedad.

Qué cabrón, este Sátrapa me adivina el pensamiento. Seguro. Siempre me pregunta cuando no me lo sé. A lo mejor es que me sale algún tipo de letrero en la frente. Tendría que haber hecho como Dani, qué tío, se ha largado a su casa porque tenía ganas de cagar, es la leche. Dice que no puede hacerlo en el instituto, que necesita tranquilidad. Tiene un morro que se lo pisa. Como no hay nadie en su casa... A veces incluso se echa una siestecilla o juega una partida con la consola, y vuelve tan fresco. Encima los profes ni se dan cuenta. Lo llego a hacer yo, y ya están llamando a mi casa. Si es que soy un pringao. Lo mires por donde lo mires. Ya es la quinta vez que sorprendo a Sara y a Jorge cruzándose miraditas, ¡hay que joderse! Sara le habrá contado cosas nuestras. Normal. Lo que hacíamos, dónde íbamos... Hombre, espero que no le haya contado nuestras intimidades. No sé..., tengo la sensación de haber pasado de algún modo a formar parte de la vida de ese pijo. Y me revienta. Además no veo claras sus intenciones. Hombre, no digo que no le guste Sara, porque está como un tren, pero no creo que la quiera como yo... Tengo un nudo en la garganta que hasta me impide respirar. No hago más que rebobinar la película. Solo el roce de su mano hacía que mi corazón bombeara al doble de velocidad. Con ella estaba en otra dimensión. En cambio ahora... Las horas son como losas que me aplastan al caer. Y no hay cielo. O, bueno, si lo hay, no me entero de si es azul o gris. Y es que también el cielo tenía que ver con Sara. Decía que yo era el hombre del tiempo, porque siempre acertaba el color que iba a tener al día siguiente o al atardecer. Hasta que le conté mi secreto: era yo quien lo pintaba por las noches para ella. Y por medio de las nubes le mandaba cantidad de mensajes secretos. ¡Mira esa! ¿Sabes lo que he escrito? Al principio no daba una. Pero, poco a poco, llegamos a tener un código nuestro. ¡La de jeroglíficos que inventábamos! Ni los egipcios. Decía que era imposible aburrirse conmigo. Y ya ves. A lo mejor tiene razón mi hermana, debería hablar con ella. En cuanto acabe el Sátrapa de soltar el rollo, le pregunto si quedamos a la hora del recreo. Lo malo es que siempre tiene al moscón ese rondando...

Por una vez, me alegré de que Jorge fuera un pelota redomado. En cuanto se acabó la clase, salió disparado detrás del Sátrapa a hacerle la rosca.

–Oye, Sara, ¿podemos hablar en el recreo?

–¿De qué quieres hablar?

–Venga, no me lo pongas más difícil... De lo nuestro, ¿de qué va a ser?

–Andrés, ya te dije que estoy saliendo con Jorge.

–Bueno, pero habrá una explicación, ¿no?

–Para ti todo tiene que tener explicación, Andrés. Las cosas pasan...

–¡Hombre, Andrés Díez! Oye, qué mala pata lo del cero; lo siento, chico...

–Venga, Jorgito, déjame en paz, piérdete, ¿vale?

–No, piérdete tú. Nadie te ha dado vela en este entierro.

–Tienes razón, esto es un entierro, y tú eres el muerto.

–Te equivocas, Andrés. Tú sí que estás cadáver, y aún no te has enterado. Así que, si no puedes soportarlo, vete a llorar en el hombro de tu mamá.

–El que va a llorar eres tú, gilipollas.

En seguida se formó una piña de gente a nuestro alrededor.

–¡Que se peguen! ¡Que se peguen!...

–Bueno, ya está bien, haced el favor de callaros. Y vosotros dos dejad ya de pelearos, no seáis críos –intervino Sara poniéndose en medio. Su pelo dorado con olor a limón me rozó la nariz. Y volví a tener ganas de llorar.

Me di media vuelta y me largué de allí. ¡Será cretino el pelota ese de las narices! ¿Qué se ha creído ese tío, que por quitarme la novia tiene derecho a echarme mierda encima?

–¿Adónde vas, Andrés? No pensarás hacer pellas en mi clase, ¿verdad?

¡Qué mala pata, tío! ¿No voy y me tropiezo con el Salivazos? Yo no sé cómo hace Dani para esfumarse sin dejar rastro. A mí es que me pillan siempre. Con las chuletas de los exámenes lo mismo, es la leche. Con el esfuerzo y el tiempo que te llevan, para que luego te cacen in fraganti.

O que no puedas sacarlas. Anda que el fin de semana que me pasé escribiendo todas las fórmulas de Química con letra de pulga y enrollándolas como pergaminos dentro de un bolígrafo, ¡menuda virguería! Todos los de mi clase flipaban. Incluso me las querían comprar. Pues, ya ves, ni pude sacarlas. La Rambo me clavó los ojos y no me los quitó de encima en todo el examen. Dani dice que no tengo aplomo y que pongo cara de que voy a copiar. Es verdad, se me nota en seguida. Soy peor que el Bombilla. Me empiezo a poner cada vez más rojo, y acabo como el Gusiluz. ¡Ostras! ¡Vaya lapo me ha soltado el Salivazos! Como no te atrincheres detrás de la carpeta, te ducha entero. La cantidad de saliva que está gastando con las derivadas. Y yo sin coger onda. Como siga así, esta evaluación suspendo todas. Pero es que no puedo dejar de pensar en Sara, tronco. No quiero ponerme en plan existencialista, pero de verdad que la vida ha dejado de tener sentido. Y así es difícil hasta respirar. Es lo malo que tengo, que pierdo el norte con una facilidad... En eso tiene razón mi padre. Ando a bandazos. Tan pronto me da fuerte por una  cosa como a los dos días la dejo. ¡Cómo envidio a mi hermano! Desde pequeñito sabía que quería ser médico y allá fue, a por ello, con una fuerza de voluntad... Siempre estudiando para que le diera la media. Pero eso tampoco es vida. Porque ahora ya está en Medicina, y, hale, a seguir estudiando. Nueve años hincando los codos, que se dice pronto. Y encima luego el MIR dichoso, que, si no lo aprueba, a ver qué hace. Claro que él parece contento. En cambio yo... que si periodista, que si biólogo, que si veterinario... Hombre, me hubiera gustado ser futbolista, por ejemplo, Raúl. Aparte de tener el porvenir resuelto, lo tendría fácil a la hora de ligar. Tampoco me hubiera importado tener la voz de Michael Jackson. Pero solo la voz, tronco, porque ese tío no está bien de la azotea. Mira que blanquearse con lejía como si fuera una sábana... Bueno, él sabrá por qué lo hace. Si es que lo sabe. A lo mejor está hecho un lío, como yo. A mí lo que de verdad me gusta es dibujar, y todo el mundo dice que se me da muy bien. Pero si le digo a mi padre que quiero dedicarme a la ilustración, me dirá que pintar monos no da de comer...

–¡Chaval, vámonos al recreo, que se ha acabado la clase! ¿Esperas un bis?

–Oye, Dani, me das otra de esas y poto el desayuno. ¿De dónde has salido? ¿No te ha visto el Salivazos?

–¡Pues claro que me ha visto! Así se cree que he estado en su clase.

–Menuda potra tienes, Dani... Bueno, qué, ¿has cagado a gusto?

–Tú dirás, con el Mortadelo y Filemón. Es fundamental. Las necesidades biológicas requieren paz y concentración.

–Eso es lo que yo necesito, un poco de paz, pero sigo dándole vueltas al coco y cada vez estoy peor. Sara no quiere saber nada de mí y el Jorge ese de las narices se ha puesto gallito.

–Te dije que pasaras de ella, Andrés. A las tías les va la marcha, tú hazme caso.

–Mi hermana me aconsejó que hablara con ella.

–¿Qué sabrá una enana de trece años? Mira, chaval, hoy nos vamos de marcha y mañana estás nuevo. Ya lo verás.

Dani cree que todo el mundo funciona como las lavadoras. Aprietas el botón de la marcha, y, ¡hale!, a andar. ¡Qué tío! Nada le afecta. Bueno, a ver de qué humor están los viejos. Lo mismo me castigan sin salir. Tampoco me importaría. El plomo que llevo dentro del alma es superior a cualquier tortura. Me pesan hasta los pies. Todos los rincones de Madrid me recuerdan a Sara, por ejemplo, esta acera. La de veces que nos habremos sentado aquí, frente a la Fuente de los Delfines. Inventábamos historias de la gente que pasaba. Mira, ese tiene cara de contable. Toda su vida está ordenada, pero por las noches sueña con atracar un banco. A muchos les hacía la caricatura y luego los mezclábamos en diferentes historietas. A veces seguíamos a alguno. Sara, que tiene vocación de detective, veía instintos criminales hasta en los rostros más angelicales... Una tarde se empeñó en seguir a un narco y resultó ser un policía de paisano. Vaya corte cuando lo vimos entrar en la comisaría...

En casa me encontré a mi padre. Hecho insólito, más insólito que encontrarme un extraterrestre en mi cama, y verás por qué lo digo. Mi padre sale todos los días de casa a las ocho de la mañana (y cuando digo todos, quiere decir absolutamente todos, ya que hasta la fecha no ha faltado un solo día a su trabajo en el departamento financiero de una empresa de coches) y nunca llega antes de las siete de la tarde.

–Hola, papá, ¿pasa algo?

–No, hijo, nada. Es que estamos teniendo algunos problemas en la empresa y hoy ha habido un paro. ¿Qué tal por el instituto?

–Bien..., bueno..., como siempre... Voy a comer algo y a ponerme a estudiar....



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