E-Book, Spanisch, Band 500, 152 Seiten
Reihe: Pensamiento
Mayos Turbo humanos
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-9007-428-2
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, Band 500, 152 Seiten
Reihe: Pensamiento
ISBN: 978-84-9007-428-2
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
En el libro Turbo humanos, Gonçal Mayos nos ofrece una exploración profunda y evocadora de los desafíos y contradicciones de la vida contemporánea. El autor se inspira en las palabras de Zygmunt Bauman y el espíritu inquietante de la modernidad líquida. Mayos invita a los lectores a reflexionar sobre el destino, el sentido y la obsolescencia en un mundo donde la permanencia parece desvanecerse. Con una prosa hábil y reflexiva, Mayos teje ideas filosóficas para abordar la aceleración del cambio y la fugacidad de las experiencias actuales. Cita las palabras premonitorias de Paul Valéry, que resuenan en una sociedad donde la interrupción y la incoherencia son la norma, y la sorpresa se convierte en una necesidad imperante. Mayos introduce el concepto de Turbo humanos para describir a aquellos que enfrentan la velocidad abrumadora del progreso tecnológico y social. Estos individuos anhelan adaptarse a un mundo en constante cambio, pero su capacidad para asumir retos se socava constantemente por la intensidad del ritmo moderno. Preocupaciones como el estrés y el síndrome de burnout se entrelazan con la obsolescencia y la lucha por encontrar sentido. El autor explora la noción de sentido en un mundo donde todo parece carecer de destino fijo. Contrastando el pasado, donde la vida era destino y brindaba satisfacción, con el presente, donde la búsqueda de destino enfrenta la imposibilidad, la obra profundiza en cómo el cambio vertiginoso choca con la idea de una vida anclada en sentido duradero. Mediante imágenes poéticas y reflexiones filosóficas, Mayos crea un mosaico de pensamientos que exploran la condición humana en la incertidumbre. El paradigma del 'turbo humano' llama a enfrentar la realidad actual, donde la existencia se moldea con torrentes que erosionan y destruyen bases anteriores. Con Turbo humanos, Gonçal Mayos insta a cuestionar nuestro papel en una era de cambio acelerado. El libro trasciende palabras y sumerge en una reflexión profunda sobre la existencia en un mundo donde el tiempo fluye como un torrente impetuoso. Sus páginas desafían a explorar la esencia humana en un entorno donde la quietud parece efímera y el sentido se desvanece ante la constante transformación.
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Desorientación turbohumana
Vivir bajo la aceleración es una característica clave del hombre del mundo postfordista, turboglobalizado y digital. Transforma las profundidades y la espuma superficial de las modas, provocando un grave desfase en la capacidad de los turbohumanos para hacerse cargo, comprender y gestionar su presente. Por eso se sienten cabalgando un tigre enloquecido y obligados a escoger entre angustiosos dilemas.
Por una parte muchos turbohumanos están tentados de encerrarse en el microcosmos social, cultural o tecnológico donde se sienten seguros. Pero entonces corren el riesgo de quedar marginados a medio o incluso a corto plazo. A su vez muchos otros optan por luchar hasta la extenuación para actualizarse y adaptarse al cambiante macrocosmos social. Es decir multiplican y diversifican los esfuerzos para satisfacer al máximo las exigencias sociales, pero a riesgo de caer en el burnout o el colapso general del propio organismo.
Las experiencias recientes de los que se han resistido a asumir y capacitarse para las nuevas tecnologías junto con la presión que el neoliberalismo ejerce sobre las administraciones y las personas hacen que la segunda opción sea muy mayoritaria. De alguna manera definirse como turbohumano ya presupone esa lucha por mantenerse actualizado, ahora bien ello comporta un nuevo dilema.
En primer lugar eliminar las opciones personales, del microcosmos adyacente o ideológicas que choquen con las exigencias del macrocosmos social. Por tanto consiste en asumir al máximo la «compulsión impersonal» de lo que se suele llamar «el sistema», «el Stablishment» o «la realidad». Ello permite concentrar todos los esfuerzos personales en adaptarse, maximizando las posibilidades de integración y minimizando toda disonancia tanto dentro de uno mismo como en el micro o en el macrocosmos.
Sin embargo también tiene un importante inconveniente: desarma cualquier defensa personal o grupal ante las dinámicas sistémicas y, por tanto, aumenta la propia vulnerabilidad ante las contradicciones del sistema. En la medida que han sido totalmente asumidas, se ha renunciado a estrategias de defensa (incluso mentales) y a lo que llamamos «planes alternativos».
La respuesta opuesta al dilema sería rechazar o al menos discutir alguna exigencia del sistema que nos sea especialmente conflictiva y, por tanto, construir críticamente respuestas a ella ya sean íntimas o públicas, personales o en el contexto social. La contrapartida es que esa opción conlleva un considerable coste extra de energía y tiempo, que distancia a los turbohumanos de esa acelerada sociedad que tanto los exige.
Es un importante inconveniente dada la presión del mundo neoliberal pero también ofrece la ventaja de que permite anticipar, negociar o responder a la dinámica macroscópica sin depender totalmente de ella. Permite prever algún plan «b» o proyectos alternativos incluso vitales cuando los iniciales se muestran imposibles. Ahora bien, los turbohumanos saben que esas otras opciones tampoco no tienen garantizado el éxito y —además— comportan un alto gasto de energía.
Los dos dilemas encabalgados son especialmente exigentes para los turbohumanos aunque sin duda también se han dado en épocas anteriores y menos aceleradas. Así desde las sociedades tribales hasta los primeros Estados-nación posteriores a la Paz de Westfalia, el cambio tecnológico y social era bastante lento y se daba en contextos básicamente de los llamados juegos-de-suma-igual-a-cero.
Por eso tales sociedades solían estructurarse estrictamente a partir de la gran dualidad endo-exogrupo, nosotros-ellos y amigos-enemigos. Además, lo que ganaba un grupo o un individuo lo perdía algún otro. Por lo tanto la cooperación era restringida a contextos que garantizasen al máximo o bien una cierta reciprocidad o bien un claro dominio. Por ello esas sociedades tendían a exigir a sus miembros —incluso violentamente— una sumisión vertical, jerárquica y autoritaria a los valores grupales.
En consecuencia, solían eliminar o subordinar las opciones personales, lo cual —por el cambio lento— era muy parecido a encerrarse en el ámbito de seguridad personal, que en sus formas más radicales era la opción que solían adoptar los miembros menos dotados o más rígidos. Tan solo algunas veces y en circunstancias especiales, esas sociedades también recompensaban a los que conseguían construir respuestas al status quo heredado que eran asumibles para el conjunto del grupo. Pues tales respuestas respondían a la necesidad social de adaptación a entornos que cambiaban aunque fuera lentamente.
Todo ese equilibrio se ha roto con la aceleración creciente de los cambios que caracteriza las sociedades avanzadas. Además su impacto disruptivo ha trastornado profundamente la valoración de aquellos que rechazan evolucionar y se cierran sobre sí mismos. Pues, para los turbohumanos son opciones con unos costes prácticamente inasumibles a medio e incluso corto plazo.
Por otra parte, la turboglobalización y la industrialización han generalizado los juegos-de-suma-más-que-cero. Éstos potencian la cooperación, el intercambio, la interdependencia, la comunicación, la movilidad, el bienestar común y desencentivan la violencia tanto intra como intergrupal. Por eso —a pesar de las resistencias y los conflictos— la inclusión, la pacífica cooperación, el mestizaje, el multiculturalismo, la integración... tienden hoy a ser más valorados que la exclusión, la xenofobia, el dominio violento y el supremacismo cultural no consensuado.
Es otro importante motivo por el cual los turbohumanos difícilmente pueden optar por el cierre obsesivo a todo reto. Las sociedades postfordistas y turboglobalizadas se basan sobre todo en la innovación y penalizan a los que se resisten al cambio. Tal actitud es vista como una clara muestra de incapacidad personal y laboral que, por tanto, condena a los turbohumanos. Tampoco es demasiado valorada la total y mecánica subordinación personal a los criterios sociales.
Ciertamente el seguidismo del pensar hegemónico suele ser fácilmente perdonable en todos los tiempos, e incluso suele ser muy recompensado. Ahora bien, la conformidad mecánica suele ser rechazada por el modelo moderno de producción que se empezó a construir en la modernidad ilustrada, se confirmó con la revolución industrial y ahora se ha radicalizado con el postfordismo.
Por eso en las sociedades avanzadas —al menos discursiva, pero también pragmáticamente— se ha impuesto generalizadamente las actitudes con base estratégica. La adaptación al cambio no solo se asume como una prioritaria necesidad social, sino que además se considera que los turbohumanos deben aprender a prever e impulsar dichos cambios. Actualmente las sociedades compiten entre sí sobre todo por su capacidad de desarrollar innovaciones tecnológicas, científicas, económicas e incluso políticas. Por tanto incentivan al máximo que sus miembros desarrollen sus capacidades creativas, incluso al coste de ir en contra de la ancestral tendencia humana a privilegiar la adaptación de los individuos a los criterios sociales.
Se asume crecientemente que solo fomentando el autoexpresivismo individual y colectivo —lo que puede conllevar algunos desajustes sociales— se puede responder adecuadamente a los imperiosos retos de creatividad, desarrollo, innovación, reciclaje y adaptación constantes. Por lo tanto se fomenta la subjetivación, la autonomía, la independencia y el autoexpresivismo individuales como condición de posibilidad del modelo postfordista de desarrollo y de la competitividad neoliberal entre sociedades.
El fomento de subjetivaciones más autónomas, proactivas y autoexpresivistas entre los turbohumanos es clave para superar la creciente incertidumbre resultante del cambio acelerado y disruptivo. Éste, además de obsolescencia cognitiva e ignorancia, conlleva dos consecuencias primordiales:
En primer lugar, hay que tomar decisiones en contextos imprevisibles, donde ni de lejos disponemos de una información mínimamente suficiente y ya no digamos «completa» (Inneratity). En segundo lugar, hay que superar la angustia social que ello provoca y que desestructura las formas tradicionales de vida, incluyendo las políticas y laborales.
El aumento de incertidumbre por el cambio acelerado hace menos previsible la sociedad y mina la necesaria confianza de los turbohumanos. Y lo hace precisamente, cuando esa confianza es mucho más necesaria: en sociedades tan conectadas y basadas en la comunicación como son las turboglobalizadas. Por tanto, los retos actuales no se solucionan solo con voluntarismo sino que exigen una notable profundidad y adaptabilidad cognitiva.
La creciente complejidad en las sociedades avanzadas convierte en imprevisibles las consecuencias que resultan en el mercado por las múltiples decisiones tomadas por los agentes económicos. Ahora bien, paradójicamente, sí que podemos prever el resultado nefasto de no tomar ninguna decisión o —incluso— optar por aquellas claramente erróneas (por ejemplo por miedo o desidia). En pleno antroposceno y lo que se ha venido a llamar «la modernidad reflexiva» (Beck, Lash...), la humanidad tiene un impacto tan importante sobre casi todo que debemos reflexionar detalladamente todas nuestras decisiones para —al menos— reducir sus peores impactos.
Por todo eso, los turbohumanos deben asumir los costes inasumibles y a largo plazo de su inacción individual y sobre todo colectiva. En medio del cambio acelerado, bloquearse o negarse a tomar decisiones innovadoras no significa quedarse igual que antes, sino retroceder y caer víctima...