E-Book, Spanisch, 232 Seiten
Reihe: Comunicación
Mattelart / Vitalis De Orwell al cibercontrol
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-9784-885-5
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 232 Seiten
Reihe: Comunicación
ISBN: 978-84-9784-885-5
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
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Las recientes revelaciones sobre las prácticas ilegales de la Agencia Americana de Seguridad (NSA), o el descubrimiento por parte de un usuario del rastreo digital masivo realizado por Facebook testimonian la magnitud de la hipervigilancia a la que estamos sometidos. Sin embargo, lejos del modelo disciplinario tradicional sobre el que alertaba George Orwell en su Gran Hermano, ahora los controles se ejercen desde múltiples y sofisticados frentes, en los que cada vez es mayor la participación involuntaria de los ciudadanos. Armand Mattelart y André Vitalis nos proponen reflexionar sobre un novedoso e inquietante concepto: el perfilado, esto es, el control indirecto de los individuos -a menudo con el propósito de anticipar sus comportamientos- a través del estudio y explotación sistemáticos de sus datos -ya sean sus desplazamientos o sus pautas de consumo-. Mientras que el modelo de vigilancia totalitario exhibía su control, en el mundo post-orwelliano éste se nos impone sin plena conciencia por nuestra parte; es invisible, y esta invisibilidad, potenciada por la desmaterialización de los soportes, garantiza su efectividad en una población crecientemente fascinada por las nuevas tecnologías que, sin embargo, no perciben como tecnologías de control.
Autoren/Hrsg.
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Introducción:
Las libertades a expensas del control
Nada le es más útil al Estado que una libertad proclamada y una vigilancia oculta. Pierre-Samuel Dupont de Nemours, Observations présentées au Roi par les
bureaux de l’Assemblée des notables,
1787, pág. 89. Este libro busca analizar el origen y el recorrido del perfilado al compás de las crisis económicas, de las convulsiones políticas e ideológicas, así como de las innovaciones técnicas. ¿Qué significa el sustantivo perfilado? Es una forma de control indirecto de los individuos sobre la base de la explotación de informaciones obtenidas sobre ellos. De la libreta obligatoria para los obreros a los expedientes policiales, pasando por los ficheros manuales, hasta la aparición de la informática e Internet, esta forma de control no ha cesado de perfeccionarse y de ampliarse. Tanto es así que en la actualidad el perfil de los individuos y la segmentación de éstos se realizan a partir del creciente número de informaciones extraídas de nuestros comportamientos y de nuestros desplazamientos. De las fuerzas del orden a la banca, de los servicios de inteligencia al marketing, pasando por las instituciones educativas y los servicios médicos y psiquiátricos, son escasos los sectores de actividad que escapan a este rastreo. Una potencia de explotación de los datos sin igual se despliega a partir de la desterritorialización de los procesamientos, de la automatización de la colecta, de los algoritmos puestos en práctica o de los entrecruzamientos de los datos y la difusión de éstos. Todo ello constituye una amenaza para las identidades y para las libertades de las personas. El riesgo inmanente radica en que la automatización se conjuga con la autonomía de la técnica. Las repetidas revelaciones en torno a las prácticas ilegales y clandestinas de la Agencia Americana de Seguridad (NSA) o el descubrimiento efectuado por un usuario de Facebook de más de mil páginas de datos referentes a él almacenadas por esta empresa testimonian tanto la realidad como el alcance del fichaje y del seguimiento digitales. La razón mercantil de la hegemonía neoliberal y la desmesura de las estrategias de seguridad nacional han contribuido conjuntamente a la expansión global de las prácticas del perfilado. Esta modalidad de vigilancia significa un cambio profundo con relación al universo disciplinario que le ha precedido. Mientras que la disciplina actúa mediante control directo, con total transparencia, y exige del individuo un trabajo sobre él mismo para adaptarse a las normas, el perfilado generalmente se efectúa sin que el individuo se entere, a la vez que no pide participación alguna por su parte. Es invisible, y esta invisibilidad, potenciada por la creciente desmaterialización de los soportes, condiciona su eficacia a la vez que explica su banalización. La gran mayoría de los usuarios de las tecnologías de la información y de la comunicación se sienten atraídos por los beneficios de los servicios que ofrecen sin haber tomado conciencia de que aquéllas también son tecnologías de control. Sorprendente y naturalmente inquietante es la hipervigilancia de los individuos en las sociedades democráticas, en las cuales, precisamente, la autonomía personal es considerada el principal valor. Ahora bien, ¿podemos asimilar estas sociedades a sociedades de vigilancia dominadas por un Gran Hermano totalitario? Esta identificación sería demasiado apresurada, porque significaría dejar de lado un contexto social en el que intervienen una pluralidad de ficheros públicos y privados, y en donde muy a menudo se trata menos de coaccionar o de prohibir que de anticipar los comportamientos. Además, es necesario recordar que los progresos políticos y de derechos de las personas siempre han estado acompañados de nuevas modalidades de control que limitan los efectos de aquéllos. En este sentido, resultó muy reveladora la puesta en funcionamiento de las primeras instituciones disciplinarias en el mismo momento en que triunfaba un liberalismo político que proclamaba la igualdad de derechos y de oportunidades. Es cuestionando la relación, no exenta de conflictos, entre las libertades y la seguridad, y observando los límites que la segunda prescribe a las primeras, que pueden analizarse y comprenderse las dinámicas que aquí trabajan. Si bien los primeros pensadores del liberalismo no pretendían la libertad sin contrapartida, la imagen de la sociedad que proyecta el actual perfilado de la población difícilmente encaja con el proyecto de emancipación imaginado por aquéllos, a finales del siglo xviii. El artículo 2 de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, ¿no establecía que el «derecho a la seguridad» era uno de los cuatro derechos naturales e inalienables, junto con la libertad, la propiedad y la resistencia a la opresión? Esto significó una ruptura radical en relación con los modelos precedentes de poder, construidos sobre una violencia y una arbitrariedad omnipresentes, así como sobre la privación de todo tipo de derecho individual. Desde entonces, el control debe estar legitimado y enmarcado a través de leyes e instituciones que definen el Estado de derecho. Al reconocer el «derecho a la seguridad», los diputados de una asamblea constituyente —que aún estaba a la búsqueda de su legitimidad— entendían de manera diáfana que debían colocar a «todos aquellos que están encargados de hacer ejecutar las leyes y a todos aquellos que ejercen cualquier otro tipo de autoridad o de poder público […] en la imposibilidad de atentar contra la libertad de los ciudadanos», según los términos del artículo 11 de la declaración. Unos doscientos años más tarde, lo que va a suceder es que se va a pasar de un «derecho a la seguridad», es decir, de una libertad —necesaria para poder disfrutar de los otros tres derechos enumerados en la declaración—, a un derecho a la seguridad en la que pueden perderse las libertades individuales. Al colocar el imperativo de la seguridad en el puesto de mando, el Estado, en su huida hacia adelante, se erige en el tutelar de los derechos y de las libertades. Con el paso del tiempo, las tensiones entre los dos términos de la dualidad indisociable libertad/control van a ser más complejas y a experimentar determinadas derivas. Desde este punto de vista, el decenio de 1850 constituye un período bisagra. Una economía caracterizada por la división internacional del trabajo toma forma bajo el signo del librecambio y de la Pax Britannica, que coloca el mercado en el centro de un nuevo ordenamiento de las relaciones sociales. Las derivas se harán más notorias en los períodos de crisis económica, en las revoluciones políticas y en las guerras, de forma que se despliegan los medios de control existentes, a la vez que se inventan nuevas herramientas de vigilancia más eficientes. Con el pretexto de la amenaza, dicho despliegue tiende a ampliar las derogaciones a determinados derechos. Con una agudeza particular, van apareciendo vínculos que unen lógicas de fondo institucionales con el desarrollo de las tecnologías de control, que hasta entonces habían sido consideradas de manera aislada. Habrá que esperar un tiempo hasta llegar a una vigilancia de masas; previamente, ésta se aplicó a ciertas categorías de la población para después aplicarse al conjunto. En las democracias occidentales, una prueba de esta evolución es el retraso en la masificación del documento individual de identificación. La sospecha de atentar contra la libertad individual les disuadía de adoptar un tal procedimiento. De la dialéctica de la relación entre libertad y seguridad, y de los deslizamientos sucesivos en detrimento de la primera es de lo que el presente libro pretende hacer la historia. Esta historia se inicia con la nueva visión filosófica y política de la libertad de la cual la Revolución Industrial se reclama. La fe en la capacidad salvadora del desarrollo continuo y exponencial de la técnica se confunde e identifica con la idea de progreso. Ella concluye con el nuevo modo de gobierno de las personas y de las cosas que va surgiendo con el auge de las tecnologías de la información y de la comunicación. El mundo en crisis en donde éstas se implantan deja ver su zona oscura: su función securitaria. El carácter paradójico de la libertad es patente justo tras haberse instituido. Se muestra en la libertad de desplazamiento, que es fundamental en una perspectiva emancipadora y en un espacio que se declara abierto. Tanto la libreta obrera llevada a la práctica bajo Napoleón como el carnet antropométrico de circulación para los nómadas y las profesiones ambulantes, creado poco antes de la Primera Guerra Mundial, pasando por las condiciones de los sin techo y de los inmigrantes, muestran la obsesión de los poderes en relación con las poblaciones errantes o marginadas; y, durante todo el siglo xix, constituyen un factor de disimetría en el ejercicio de la citada libertad de desplazamiento. Dicha obsesión incide de manera directa en las medidas de control implementadas. Antes de que se generalice la vigilancia, estas categorías sirven para poner a punto procedimientos y herramientas tales como la fábrica o el taller, a partir de la Revolución Industrial. Sometidos a la voluntad del patrón o a la racionalidad empresarial, esos espacios privados constituyen el lugar de experimentación de los dispositivos de seguimiento de las idas y venidas de los trabajadores, así como del cronometraje de sus gestos, para así deducir unidades temporales que maximizan el...