Mastroleo / Pace | ¿Come o no come? | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 176 Seiten

Mastroleo / Pace ¿Come o no come?

Los desórdenes alimentarios
1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-16919-37-6
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Los desórdenes alimentarios

E-Book, Spanisch, 176 Seiten

ISBN: 978-84-16919-37-6
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Prevenir es mejor que curar y la educación alimentaria durante los primeros años de crianza es fundamental para el futuro crecimiento de los niños. Aurora Mastroleo y Pamela Pace utilizan testimonios y ejemplos reales de padres y madres para narrar una problemática cada vez más habitual en los adolescentes y finalmente, en los adultos: los trastornos alimenticios como la bulimia, obesidad o anorexia. Este libro parte del vínculo 'alimento-amor-mensaje', la comida por tanto se vuelve el objeto de la infancia debido a la relación que el recién nacido tiene desde el inicio con el alimento y el amor durante la lactancia. El acto nutritivo se convierte también en la primera forma de comunicación entre la madre, el niño y el entorno familiar. ¿Come o no come? Ofrece una serie de herramientas de prevención e incide en que los padres deben prestar atención en las conductas alimentarias de sus hijos. El trauma causado por la dificultad de separarse de la madre durante la primera lactancia, la búsqueda de ser reconocido o amado, el rechazo ajeno o la insatisfacción con el cuerpo durante los años de primaria pueden causar síntomas preocupantes o trastornos alimentarios como la anorexia o la obesidad..

Aurora Mastroleo Es psicóloga y psicoterapeuta. Se ocupa especialmente de desórdenes alimentarios y de temáticas familiares. Es fundadora y vicepresidenta, junto a Pamela Pace, de la Asociación Pollicino y del Centro Crisi Genitori Onlus. Coautora de Sfami.Clinica psicoanalitica dei disturbi alimetari in età pediatrica (2009). Además ha escrito entre otras obras: Il pianto della mamma (2013); Fratelli (2014); Aito sto crescendo (2015). Pamela Pace Es psicoanalista y psicoterapeuta. Se ocupa especialmente de desórdenes alimentarios y de temáticas familiares. Es fundadora y vicepresidenta, junto a Aurora Mastroleo, de la Asociación Pollicino y del Centro Crisi Genitori Onlus. Coautora de Sfami.Clinica psicoanalitica dei disturbi alimetari in età pediatrica (2009).
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El hambre y el amor

«Todo ha ido bien hasta que he intentado quitar el pecho a mi hija Elena, que hoy tiene dos años y medio. Había aceptado los primeros alimentos sólidos, que comía con la cuchara. Seguía dándole el pecho, animada por el pediatra, que me decía que era una pena quitárselo, ya que aún tenía leche. Pero hoy estoy cansada y preocupada y no sé qué hacer: en cuanto mi hija me ve exige el pecho. Es una pesadilla, sobre todo de noche: se despierta varias veces y sólo me quiere a mí. Yo sé que no quiere pecho por hambre, pienso que solamente lo quiere para «mimarse». De hecho, se relaja y muchas veces se duerme con el pezón en la boca. He probado a darle el chupete, pero lo escupe, y rechaza también el biberón y la cuchara: o le doy yo de comer o gira la cara hacia otro lado. En concreto, este retroceso se ha producido desde que he intentado quitarle completamente el pecho. Pero estoy cansada; en el trabajo lucho para no quedarme dormida, estoy nerviosa, irascible: ¿es posible que con casi tres años mi hija quiera todavía tomar el pecho? A veces me desabrocha la camisa o me levanta el jersey para coger lo que quiere, y si me resisto empieza a gritar tan fuerte y a desesperarse tanto que, finalmente, cedo. En realidad no consigo quitarle el pecho, temo que pueda sufrir un trauma. ¡No quiero que mi hija me odie!».

Lucía

Así se expresa Lucía durante la primera consulta, a la espera de respuestas útiles para resolver un doble problema: destetar a Elena y hacerla autónoma de ella. Este testimonio es paradigmático de muchas historias que mamás y papás cuentan, lamentando su fatiga y preocupación, e imaginando esperanzados que el especialista pueda encontrar una solución «mágica» que resuelva el problema de su niño. Pero no es así, sobre todo si los padres no están concienciados de que el destete y la separación nunca son vividos solamente por el niño, es decir, que no suponen una fatiga dolorosa que implica únicamente al pequeño. Al contrario, separación y destete suponen un recorrido binario: mamá e hijo encuentran por primera vez la frustración de tener que renunciar a la unión originaria de la lactancia alarga a través del contacto de los dos cuerpos, y a esa intensa e íntima comunicación no verbal y afectiva que hace única y especial la lactancia. ¡La dimensión afectiva y alimentaria están interconectadas hasta tal punto que en los primeros meses de vida no se entiende a quién pertenece más el pecho, si al bebé o a la mamá!

Sin embargo, también los padres, hoy en día más implicados desde el embarazo y dispuestos a cuidar del hijo, desempeñan un papel precioso y útil en el cumplimiento del necesario camino de separación de la pareja madre-niño. El deseo, como hombre y como padre, funciona como límite del idilio materno y distracción para el niño hacia otro objeto de amor, distinto de la madre. Entonces, ¿por qué es tan difícil el destete?

A partir del encuentro que, desde el nacimiento, el recién nacido tiene con el alimento y el amor en la experiencia de la lactancia, la comida se vuelve el objeto de la infancia. El comportamiento alimentario en el niño se transforma muy pronto en vehículo no sólo de «sustancias proteicas», sino también de mensajes que se dirigen a sus objetos de amor, los cuales deben ser reconocidos, acogidos e interpretados. En efecto, no se agota el acto alimenticio únicamente en la satisfacción de una necesidad primaria, el hambre, sino que desde el principio se entrelaza con la exigencia del niño de una respuesta a su demanda de amor: «¿qué sitio tengo en tu deseo?, ¿me echas de menos?, ¿puedes perderme?».

El carácter ético de tales mensajes muestra cómo el acto nutritivo se convierte tempranamente en una primera forma de comunicación ligada a la dimensión afectiva entre el niño y la mamá y, sucesivamente, hacia su entorno familiar. La conexión «comida-cariño-mensaje» hace por tanto del acto alimentario una metáfora del amor, es decir, del cambio afectivo entre el niño y sus objetos de amor. Eso explica la posibilidad de que en algunos momentos del desarrollo como el destete las labores vinculadas a las tareas evolutivas, los miedos y el malestar también puedan expresarse por su comportamiento alimentario que, en consecuencia, puede volverse el lugar en el que las dinámicas afectivas y relacionales, al encontrarse, puedan cortocircuitar fácilmente y desencadenar dinámicas patológicas.

Pasar a los alimentos sólidos o dormir en la propia camita, en una habitación diferente de la de mamá, representan grandes conquistas, necesarias para el crecimiento. Y a pesar de eso, en el pequeño pueden provocar frustración, rabia y miedo. Pero no es posible un crecimiento sin frustraciones: son precisamente tales experiencias las que refuerzan al sujeto y coadyuvan a su desarrollo, mucho más que las continuas gratificaciones, paradójicamente.

A este propósito, pensamos que la gran dificultad que los «nuevos padres» encuentran radica en su profunda convicción de ser, sobre todo, dispensadores de felicidad y serenidad para sus propios hijos, y de querer evitar en lo posible la responsabilidad de provocar penas y frustraciones. Es por esa razón que para muchas mamás y papás resulta pesado y dificultoso acercar a sus hijos a la experiencia de la renuncia, de los límites, de las prohibiciones.

También Lucía, en la carta presentada al principio, expresa el temor de que destetar a su hija de casi tres años pueda representar para ésta un trauma insuperable y, por consiguiente, tiene miedo de dejar de resultarle amable a la hija, como sin embargo es su deseo. Y aquí está el obstáculo, es decir, la dificultad que esta mamá y muchas otras presentan en el curso de los primeros encuentros de valoración psicológica, y que no concierne en realidad a un problema alimentario, sino al registro del amor, de la relación afectiva, tan estrechamente entrelazada desde el nacimiento con el ámbito de la nutrición.

Elena es una niña sana, física y psicológicamente, sólo que no quiere aceptar la renuncia al cariño que supone mamar del pecho. Es un ejemplo que nos hace entender cómo las dificultades alimenticias se pueden presentar dentro de un desarrollo normal del niño o estructuradas en cuadros patológicos.

Este libro, por lo tanto, quiere sensibilizar sobre la importancia de la prevención, es decir, de la intervención precoz, ya en la infancia, como un recurso útil para evitar el desarrollo de patologías alimenticias, tales como anorexias de destete, hiperfagia u obesidad. Hemos propuesto clasificar los trastornos alimentarios en la edad evolutiva diferenciando dos ámbitos: los malestares alimentarios y los trastornos alimentarios.

Los malestares alimentarios (rarezas alimenticias, inapetencias, selectividad) se refieren a cuadros transitorios de malestar del niño o a la relación del niño con el entorno familiar en el cual el pequeño prueba a mandar mensajes referidos a su sufrimiento interior por la comida y el acto alimenticio. Además de la transitoriedad, los malestares alimentarios no comportan generalmente consecuencias en el plano del crecimiento y no implican un problema específico en otras áreas del desarrollo (sueño, juego, etc.). Son una forma de malestar que hace posible el diálogo: es un mensaje que se manda y se deposita en las manos del adulto de referencia del niño y que está pidiendo un diálogo, una traducción, una interpretación. El mensaje, por tanto, puede ser traducido, siempre que haya un interlocutor dispuesto o capaz de hacerlo.

Los trastornos alimentarios (anorexia, bulimia, obesidad) se refieren a cuadros más patológicos, dentro de los cuales la oposición, el rechazo o el atiborre de la comida están presentes por más tiempo y el comportamiento del niño parece más determinado. Estos trastornos evidencian un mayor compromiso de la relación del niño con los padres y con el entorno escolar. A menudo, además de la esfera alimenticia, están presentes también señales de malestar en otras áreas (molestias del sueño, de la conducta, de la interacción con los compañeros y con los adultos) y posibles...



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