E-Book, Spanisch, 156 Seiten
Reihe: Aletheia
Martínez Cano Mujeres desde el Vaticano II: memoria y esperanza
1. Auflage 2014
ISBN: 978-84-9945-968-4
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 156 Seiten
Reihe: Aletheia
ISBN: 978-84-9945-968-4
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
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Mujeres desde el Vaticano II es una recorrido de múltiples miradas hacia los recuerdos y los retos del acontecimiento que supuso el Concilio. Leído desde las experiencias de distintas protagonistas que vivieron el momento histórico, se adentra en una reflexión conjunta sobre los gozos de los cambios que el Vaticano II inició. Estos cambios supusieron nuevas comprensiones de la experiencia cristiana y eclesial. Una nueva forma de ser creyente. Pero también quedaron muchas cuestiones abiertas, sin resolver o resueltas de modo ambiguo que siguen afectando a la experiencia creyente de las mujeres. En ellas se albergan las esperanzas de este libro. Esperanzas para una Iglesia más abierta, más acogedora y más incluyente.
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CARMEN BERNABÉ
PRESENTACIÓN DE LAS JORNADAS
Como se ha hecho en otros muchos foros, también en la ATE hemos querido tratar el tema del Vaticano II1. Nos parecía más oportuno que nunca recordar el espíritu en el que fue convocado; mirar desde él sus documentos para poder entender mejor lo que pretendieron, lo que significan hoy y hacia qué futuro señalan. El Concilio Vaticano II fue convocado por Juan XXIII con la preocupación de sacar de su torre de marfil a una institución eclesial anclada en el pasado. El papa quiso que la Iglesia escuchara los problemas y los anhelos de la humanidad, que prestara oído a sus preguntas y a los nuevos retos que iban surgiendo en el mundo moderno. Parece haberlo considerado necesario para que la Buena Noticia del Evangelio fuera realmente noticia y buena. Juan XXIII quiso que la Iglesia fuera capaz de leer, en “los signos de los tiempos”, la presencia de Dios manifestada en la historia y en la creación, para que pudiera responder de forma constructiva. Así puede leerse en la Gaudium et spes 4: “Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia dar respuesta a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas” (GS 4). Con esta frase de la constitución Gaudium et spes, el Concilio Vaticano II parece expresar un cambio en su autocomprensión: de propietaria de la Verdad, distribuida con recetas hechas, a hermana y compañera de camino, dispuesta a escuchar las preguntas planteadas por el mundo actual y a buscar respuestas a la luz del Evangelio; dispuesta a dejarse interpelar por la presencia de Dios, más grande que ella, en la historia y en la creación. El evangelio pone en boca de Jesús la exhortación a saber interpretar la presencia de Dios en los signos históricos (Mt 16,3). Una cita a la que alude el mismo Juan XXIII en un documento anterior a convocar el Concilio, la Humanae salutis: “Siguiendo la recomendación de Jesús cuando nos exhorta a distinguir claramente los signos de los tiempos (Mt 16,3), creemos vislumbrar en medio de tantas tinieblas no pocos indicios que nos hacen concebir esperanzas de tiempos mejores para la Iglesia y la humanidad” (Humanae salutis 4). Se puede afirmar, por tanto, el sustrato evangélico de la exhortación a interpretar los “signos” de los tiempos. “Los signos de los tiempos” fue una idea clave en la Gaudium et spes y en el espíritu que movió al Concilio. Esta expresión, de hondo sabor evangélico, nos remite a un concepto teológico tan importante como es el de “lugar teológico”. A grandes rasgos, se podría decir que “los signos de los tiempos” hacen referencia a aquellas situaciones, acontecimientos y experiencias que destacan y son percibidas por una gran mayoría del género humano como mejoras y avances o como retos que se le presentan a la humanidad en su conjunto. Para los creyentes son lugares donde se puede percibir o intuir la presencia de Dios como don o/y como tarea. Son considerados “lugar teológico” en la medida en que son contemplados como un lugar de encuentro entre Dios y el ser humano, al que se le manifiesta como regalo y como exigencia. La razón es que, para los creyentes, la historia de salvación no es algo postizo y superpuesto ni transcurre al margen de la historia común, sino que está inserta en ella, en lo más profundo del devenir histórico. Sin embargo, hace falta saber mirar para descubrir en él la huella del Dios creador y liberador, al estilo de lo que muestra la Tradición bíblica desde sus inicios en el pueblo de Israel. La idea de los signos de los tiempos como lugar teológico provocó tras el Concilio Vaticano II una profunda renovación teológica que la mayoría de los creyentes, junto con todas las personas de buena voluntad, supieron apreciar como liberación auténtica y como estímulo de hondo sabor evangélico. Sin embargo, desde bastante pronto, la desconfianza, el miedo, ¿la comodidad? y ciertas interpretaciones del Concilio despertaron la añoranza por “los ajos y las cebollas de Egipto”, provocando la tentación de volver atrás, a la seguridad de lo conocido. Es cierto que todo, incluso la religión, es susceptible de ser utilizado mal, pero ello no justifica el inmovilismo ni la repetición estéril de viejas fórmulas que, cerrando los ojos a “los signos de los tiempos”, ahoguen así la llamada que el Concilio recogió del Evangelio como una invitación del mismo Jesús. Una llamada a mirar alrededor, a la historia y a la creación, para encontrar los signos de la presencia de Dios y de su Espíritu. En el Concilio comenzó de manera incipiente la reflexión y el desarrollo de algunos temas que, sin embargo, han sido parados y cercenados en su alcance; incluso en varios de ellos se ha dado marcha atrás. El movimiento restauracionista e involucionista, que comenzó a actuar poco después del Concilio, está consiguiendo imponer su interpretación del mismo en línea hacia una restauración preconciliar en aquellos campos sobre los que el Vaticano II había insuflado aire fresco y se había abierto a nuevos desarrollos: liturgia, moral, eclesiología, diálogo ecuménico, Biblia. Es cierto que ese equilibrio inestable de mentalidades se dio ya en el mismo Concilio, como se refleja en sus documentos, y es también cierto que a lo largo de estos 50 años ha continuado existiendo, aunque con medios y poder desiguales. Se ha producido, en este medio siglo, un verdadero conflicto de interpretaciones, mientras el proceso de restauración ha afectado a ámbitos concretos, hacia dentro y hacia fuera de la Iglesia: la democracia y la libertad en el interior de la Iglesia; el laicado como sujeto eclesial, la moral sexual, la relación con otras religiones, la interpretación bíblica, el lugar y el papel de las mujeres en la Iglesia, que tristemente está sufriendo, en los últimos años, un ataque que no por ser silencioso y sibilino es menos virulento: documentos que niegan los avances de las mujeres en autonomía y derechos, castigos en forma de no promoción académica a quienes investigan o escriben sobre estos temas, dificultades cada vez mayores para estudiar Teología, control sobre las actividades de la LCWR (Asociación de Religiosas Estadounidenses) mediante un cardenal tutor, lo que nos retrotrae a la época greco-romana, cuando una mujer pasaba de la patria potestad del padre a la del marido porque era creencia común que, debido a su debilidad e irracionalidad innata, “el sexo femenino debía ser representado, dirigido y controlado por el masculino, poseedor por naturaleza de un mayor raciocinio y autocontrol. Una operación, decíamos, que pasa también por condenar como “ideología” los estudios de género y hacerlos culpables de los males de la humanidad. Y, sin embargo, en estos cincuenta años que han pasado desde entonces, se ha confirmado que el lugar y papel de las mujeres en el mundo y en la Iglesia es ciertamente un “signo de los tiempos” que requiere una respuesta nueva, abierta a las nuevas aportaciones históricas que vienen de las ciencias y del pensamiento; abierta también al aire renovador del Evangelio y del Espíritu, que es el que va guiando a la Iglesia (y a la creación) a la verdad completa, con el protagonismo ineludible de varones y mujeres; una respuesta que, sobre todo, cuente con las mismas mujeres; con todas, también con las que discrepan, con las que no están de acuerdo con el statu quo actual y no se hallan dispuestas a “bendecirlo” porque no pueden experimentar ni encontrarse con Dios en él. La situación de desigualdad y de infantilización a la que están sometidas las mujeres en la Iglesia es una piedra de escándalo. Su denuncia no es “radicalismo” ni “histerismo”, como a veces se etiquetan estas posturas en un intento de estigmatizar y anular a quienes las defienden. La Iglesia no puede seguir así. Es una frivolidad y una responsabilidad histórica de sus dirigentes, todos ellos varones. Estas Jornadas quieren retomar el impulso que supuso el Concilio invocando el Espíritu que lo convocó, de forma que la reflexión sobre sus documentos y la recepción que se ha hecho de ellos pueda abrirse a nuevas interpretaciones que den respuesta a los nuevos interrogantes y problemas, y a los que las mujeres en particular llevan planteando desde hace siglos. Queremos reflexionar sobre la recepción del Concilio como mujeres que se consideran y quieren ser consideradas sujetos eclesiales autónomos y con palabra, sobre las que también se derramó el Espíritu en el bautismo y sigue derramándose hoy. Desde esta perspectiva, reconocemos que tenemos algo que decir sobre los temas que nos afectan y afectan al mundo. Queremos actualizar y desarrollar, en un tiempo nuevo, las intuiciones del Concilio que quedaron abiertas; queremos soñar e imaginar un futuro donde la comunidad cristiana abra sus puertas a nuevas formas, nuevas prácticas, nuevas ideas. Queremos señalar las señales y las semillas de ese tiempo nuevo En estas Jornadas queremos presentar las claves de comprensión del Concilio en sus logros y en las limitaciones que dejaron abierto el camino; buscamos seguir avanzando y proponer tareas y caminos por donde continuar para seguir dando respuesta a los nuevos retos que presenta la vida en este planeta, que ha cambiado tanto en estos 50 años; queremos seguir leyendo los...