E-Book, Spanisch, 120 Seiten
Reihe: Horizontes Educación
Llamas Martínez Nuevas perspectivas y desafíos en el aula de Secundaria
1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-19312-19-8
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Reflexiones didácticas en el contexto actual
E-Book, Spanisch, 120 Seiten
Reihe: Horizontes Educación
ISBN: 978-84-19312-19-8
Verlag: Ediciones Octaedro
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Este libro analiza el estado de la legislación educativa actual, con el foco puesto en la diversa problemática que los docentes debemos afrontar en el ámbito de la Educación Secundaria y el Bachillerato y que no se contempla en la normativa vigente. Una legislación coherente y al margen de luchas políticas convertiría los centros educativos en esos lugares con posibilidades ilimitadas para nuestros adolescentes, espacios donde la ilusión y la motivación serían el ingrediente básico, y donde el desarrollo del pensamiento crítico y de la creatividad favorecerían su proceso madurativo.
Sería muy injusto que nuestros jóvenes sigan siendo las víctimas, que pierdan ese tren repleto de oportunidades de futuro mientras los adultos estamos blandiendo nuestras espadas ideológicas, en vez de ofrecerles la mejor educación y formación posible.
Por otro lado, el trabajo del docente carece de sentido y, sin duda, de efectividad si no se educa en la empatía, el cariño y el respeto atendiendo y prestando mayor atención a los intereses y la motivación de los jóvenes, que son los verdaderos protagonistas, y no los docentes ni el currículo.
Tal vez sea el momento de levantar la mirada de los libros, de las pizarras, de los cuadernos... y replantearnos: ¿qué sentido tiene el sistema educativo actual?, ¿es realmente efectivo?, ¿y si nos centramos en evaluar, por fin, el sistema, sus posibilidades y sus carencias?
Decía Pedro Salinas en su poema La voz a ti debida: «...es que quiero sacar de ti tu mejor tú...». Tengamos la esperanza de que la educación abra los ojos para conseguirlo.
Isabel Llamas Martínez. Licenciada en Traducción e Interpretación en la especialidad de Inglés en la Universidad de Granada. Ejerció como profesora de español en el curso académico 2006-2007 en la Dartford Grammar School (Londres). Desde entonces trabaja como profesora de Enseñanza Secundaria (especialidad Inglés) en la comunidad autónoma de Castilla-la Mancha, alternando con horas de docencia en la Universidad Isabel I de Castilla (Burgos). Se doctoró en Educación en julio de 2021 (sobresaliente cum laude y mención internacional).
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3 El papel fundamental de las familias en la enseñanza El papel de familias y docentes en la educación de los jóvenes constituye, sin duda, uno de los temas más recurrentes y controvertidos en los debates de la sociedad actual. El desarrollo intelectual y afectivo de los adolescentes depende en un primer momento de las familias; no obstante, pronto pasa a ser una competencia compartida entre ambas instituciones: familias y escuela. La suma del esfuerzo y cooperación de ambas es el camino más fácil para lograr el objetivo que se pretende: un éxito no solo en la formación académica, sino un triunfo en la formación integral de los alumnos. En este sentido, decían Luchini et al. que: El rendimiento mejora si se tienden puentes de dos vías entre maestros y padres, para que ambos sean bilingües en los dos lenguajes silenciosos que son las culturas de la escuela y el medio local. (1999:61) Resulta complicado perfilar claramente las responsabilidades de unos y otros; con frecuencia las discrepancias (e incluso el desconcierto) queda de manifiesto al poner el debate sobre la mesa. Es crucial no confundir las funciones de escuela y familia. A la familia le corresponde la tarea de estimular, de hacer un seguimiento, de monitorizar, de tutelar el estudio... Mientras que la escuela tiene que proveer al alumnado de herramientas en esa labor de adquisición, asimilación y comprensión de nuevos conocimientos que se le van inculcando en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Cada vez es más común la nostalgia y anhelo que expresan los docentes recordando el modelo de familia de antaño. «Familias eran las de antes, no las de ahora», se oye a menudo. Y es que, sin duda, vivimos en un mundo sometido a un vertiginoso ritmo de constantes cambios. A propósito de esta cuestión Álvarez Rodríguez ya aclaró: La familia tiene que asumir la responsabilidad de preparar a sus miembros más jóvenes para que puedan dar soluciones a cualquier problemática que se les presente. El ámbito familiar debe ser un lugar seguro y estable para los hijos de manera que puedan desarrollar todas sus potencialidades sin ninguna dificultad. Hay que asumir el reto de preparar a las nuevas generaciones para que aprendan en un mundo marcado por la prisa y las imágenes. (2004:26) En la actualidad, las familias están mucho más expuestas a dificultades propias de la sociedad occidental en la que vivimos. Los estilos de vida, los valores, las modas, las nuevas tecnologías, las redes sociales..., todo ello en un período de treinta años aproximadamente (el que separa nuestra generación de la anterior) ha experimentado tal transformación que resulta complicado hacer una comparativa de lo que fue nuestra adolescencia y lo que es ser adolescente en la actualidad. De ahí que las familias necesiten, más que nunca, apoyo y orientación a la hora de llevar a cabo su cometido educativo, debiendo encontrar siempre una predisposición y colaboración procedente del contexto escolar. Pero, del mismo modo, la actuación inversa también se hace imprescindible, el ámbito escolar ha de encontrar cobijo a la hora de llevar a cabo su labor educativa, es decir, la relación ha de ser activa y recíproca en ambas direcciones. Cambios y adversidades al margen, como ya hemos expuesto, el papel de la familia constituye un eslabón fundamental e irremplazable: educar a sus miembros para un desarrollo integral y válido a lo largo de toda su vida. Esta misma afirmación es la que defendían Luengo y Luzón: Y aunque nuestra sociedad, nuestro modelo de vida, ha ido modificando progresivamente la morfología familiar, bien mediante la reducción de la convivencia generacional o a través de la flexibilización de los planteamientos favoreciendo una coexistencia entre padres e hijos más permisiva y tolerante, la familia constituye uno de los núcleos donde se ejerce una poderosa influencia sobre el individuo. (2001:55) Los avances e innovaciones tecnológicas (positivas o negativas, según se mire) han sido tan impactantes que cuesta incluso reconocer el mundo en el que vivimos. Nada de lo que a nosotros como adolescentes nos interesaba, ilusionaba e incluso nos complacía tiene valor alguno para los chicos hoy día. La brecha generacional es de tal magnitud que el deterioro en la comunicación entre padres e hijos es inevitable y, por tanto, también el aumento de los conflictos entre ellos. La respuesta de los progenitores ante estas discrepancias normalmente se traduce en dos formas de actuación: sobreprotección o dejación y delegación de responsabilidades. Esta última ya la describían Narodowski y Carriego: Padres y madres como actores en un doble rol de carencia y exceso. Carencia en el desempeño del rol propio de padres y madres, esperando por la vieja asimetría, y de exceso en sus reclamos sobre el rol de la escuela. Se podría afirmar que se exceden al reconvertirse en clientes que reclaman por un servicio sin considerar que, según los educadores, el servicio educativo no es igual a cualquier otro servicio, y al mismo tiempo se ausentan del ejercicio de la función educadora que, en la percepción de los educadores, les corresponde como padres y madres. (2006:18-19) Aun así, en esta sociedad de consumo en la que nos han educado para que reclamemos, exigir no es la opción más acertada si nos trasladamos al contexto escolar. Lo que supone una buena actitud ciudadana, trasladada al contexto escolar se convierte en un grave dislate. Somos clientes/consumidores que reclaman en un restaurante, en el supermercado o en unos grandes almacenes. Pero el docente no es el gerente de una empresa. La escuela no es una empresa. Tan importante es saber elegir el cómo como el dónde. En la escuela, de hecho, se promueve la educación para el consumidor, pero no todo entra en el mismo lote. Se trata de un grave error de interpretación por parte de las familias pensar que, si no están contentos con la educación de sus hijos, pueden reclamar de la misma forma que lo harían ante una compañía telefónica cualquiera, por ejemplo. Quizás por ello, entre todos los retos a los que hoy día han de hacer frente docentes y familias, podemos destacar la suma importancia de dos principales: el primero se centra en la urgencia de recuperar un sistema educativo capaz de cumplir con las funciones que verdaderamente le competen, que no son ni más ni menos que la de transmitir eficaz y didácticamente conocimientos a la vez que proporcionar a los docentes las herramientas necesarias para llevar a cabo este cometido. En segundo lugar, es de vital importancia que las familias asuman su parte de responsabilidad en cuanto a lo que su labor pedagógica requiere, sin delegar así en otras instituciones, principalmente en la escuela, la crucial tarea de educar a sus hijos. Se trata de un trabajo en el que ambas partes cooperen y lleven a cabo las responsabilidades que les correspondan sin entrar en conflicto alguno la una con la otra. A este respecto, exponía Senet hace ya un siglo que: La acción del hogar debe auxiliar y robustecer a la de la escuela. Si esto acontece, los resultados son rápidos. Si el hogar y la escuela están en pugna, si los padres se oponen a la última, la educación de sus hijos se desvía y se retarda. Cuando el hogar, la escuela y el ambiente social que rodea al niño concurren a un miso fin, los resultados que se obtienen son rápidos y positivos. (1918: 128) De nuevo, tal y como hemos expuesto previamente, para poder abordar la importancia del rol de la familia en el proceso de enseñanza, sería conveniente comenzar por establecer los límites de este rol. A colación de esto, recuperaremos una carta firmada por Emilio Garoz y publicada en El País titulada «Perdón»: Quisiera pedir perdón por no haberme dado cuenta de que los institutos no son lugares donde se va a aprender, sino guarderías, y que mi función no consiste en enseñar, sino en cuidar a los hijos de todos aquellos que sí realizan un trabajo productivo y provechoso para la sociedad. Quisiera pedir perdón por no saber hacer mi trabajo y no aprobar a alumnos que no saben nada, porque cuando llegan a casa después de un día agotador juegan a la Play Station o ven Crónicas Marcianas con la aquiescencia de sus progenitores, que comprenden, no como yo, lo dura que es la vida del estudiante. (2004: s/p) La reflexión es tan esclarecedora como triste. Aunque se trata de una tarea muy complicada, es obligación de los padres ejercer como tales, sin olvidar nunca que educar a un hijo es, además, educar a un ciudadano del mundo. La educación debe empezar ya en la etapa de la infancia, sustentada por una serie de normas y valores. Se requiere una buena mezcla de implicación, autoridad y cariño, de exigencia e intolerancia razonables también e incluso serán necesarias grandes dosis de disponibilidad y buen humor. En esta línea, sostenía Arellano: Hoy día, la comunidad educativa no puede concebirse sin la incorporación activa de los padres de familia. La participación de los padres se ha transformado en un derecho y también en un deber. (1997:33) En consecuencia, de nada sirven la queja o el lamento. No hay manuales de instrucciones en los que se indique cómo ser un buen padre/madre. No hay cursos: ni intensivos, ni acelerados. La realidad es la que es y es obligación moral de los progenitores, pese a las adversidades o las dificultades del camino hacerse totalmente responsables de la educación de sus hijos. En este sentido, argumentaba Pérez de Pablos que «los padres no deben dimitir de la educación, deben acertar o equivocarse, aunque la tentación es la de...