Laurentin | Vida de Bernardita | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 248 Seiten

Laurentin Vida de Bernardita


1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-254-3985-8
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

E-Book, Spanisch, 248 Seiten

ISBN: 978-84-254-3985-8
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection



¿Quién fue santa Bernardita de Lourdes? ¿Sólo una pastora a la que se le apareció la Virgen en el sur de Francia,en un tiempo de grandes transformaciones sociales y mucho dolor colectivo? ¿Sólo la hija de un molinero arruinado al que en el colmo de su miseria metieron en la cárcel? ¿Una religiosa enfermera que terminó ella misma en el 'empleo de enferma'? Sí, fue todo esto, pero en torno a ello se ha mitificado mucho. La verdad es más bella que los mitos. Bernardita fue, simple y llanamente, una santa imbuida de la santidad de los pobres, esa santidad desconocida que estaba en ella, recibida de buena fuente, incluso antes de convertise en vidente. Esta biografía es transparente y sencilla como la propia vida de Bernardita y fiel a su instrucción: cuanto más sencillo se escriba, mejor. A fuerza de querer adornar las cosas, se las desfigura.

Laurentin Vida de Bernardita jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


  2
LAS TRES PRIMERAS APARICIONES
11, 14 y 18 DE FEBRERO Jueves, 11 de febrero de 1858: un día como los demás en el «calabozo», en la penumbra nauseabunda que la costumbre hace olvidar. Son las once de la mañana. François Soubirous está echado en la cama. Es un día en que no hay trabajo, y economiza sus fuerzas para mañana o para otro día... —¡Dios mío, ya no hay leña!, exclama Bernardita. La idea está lanzada. Toinette quiere ir también. Entra Jeanne Abadie, llamada Baloum, la hija del cantero, una muchacha brusca que está muy espigada. También ella irá... —¡Bernardita, no!, dice May (la madre). Fuera hay niebla y una fina llovizna. Tiene miedo al frío por el asma de su primogénita. Pero Bernardita insiste. Oprimida por la atmósfera cerrada, suspira por el aire libre. Al fin obtiene el permiso entre mil recomendaciones. May ajusta sobre la cabeza de la heredera el capuchón blanco todo remendado y comprado de ocasión en el Marcadal. Buscando leña Los tres pares de zuecos hacen resonar las losas de la calle Petits Fossés, y luego la bóveda de la puerta de Baous que da al campo. Apenas hay huesos que recoger en la pradera del Paradis, a lo largo del cementerio. Está demasiado cerca del pueblo. Los tres pequeños traperos descienden hacia el puente viejo. Allí está la vieja Pigoune lavando tripas violáceas. —Tata, ¿qué estás haciendo ahí? ¿Para quién lavas las tripas? —Es el cerdo del señor Clarens. Y vosotras, ¿qué hacéis por aquí con este mal tiempo? —Estamos buscando leña. —Id al prado del señor La Fitte, que ha cortado unos árboles. —¡No!, protesta Bernardita..., no nos vayan a tomar por ladronas. —Id siempre por el lado de Massabielle. Trescientos metros más allá cruzan el puente del canal que mueve el molino de Savy. Penetran así en el prado, una isla entre el canal y el Gave, que ellas no conocen. Nicolau, el molinero de Savy, sale al umbral de su puerta... No le gusta ver a las tres rebuscadoras merodeando por las talas recientes. —¡Eh, bribonas, cuidado con tocar la leña! Aceleran el paso, pero con dignidad, sin recoger las ramas abundantes. Alrededor del prado los álamos alzan el esqueleto de sus ramas despojadas. —Podíamos ir donde el canal alcanza el Cave, propone Bernardita. —¿Y sí no lo alcanza hasta Bétharram?, dice Toinette, a quien gusta llevar la contraria a «la heredera». La exploración no es larga. A doscientos metros las niñas llegan a la punta de arena en que el Gave alcanza el canal del molino, que aquel día está cerrado. A su izquierda se alza el acantilado rocoso, horadado en la base de una gruta; el agua del canal baña la orilla izquierda. Entre las rocas y las morrenas en cuesta ascendente que llenan la gruta, las rebuscadoras ven leña o huesos. Hasta entonces apenas si habían encontrado nada... Jeanne arroja sus zuecos a la otra orilla y pasa con el haz de leña sobre la cabeza. Toinette la sigue con el haz de leña en la mano. Y he ahí a Bernardita sola junto al río con su asma y las recomendaciones maternas. —¡Ayudadme a echar piedras al agua para poder pasar! Las otras están de lleno en su recolección —¡Pet de periclé! ¡Pasa como nosotras!, le grita Jeanne. Pet de periclé es un juramento de su padre, el cantero, y no significa más que «trueno». Jeanne está molesta contra aquella perezosa, que no ha recogido tanta leña como las otras... «Una ráfaga de viento» Bernardita busca un vado; pero no consigue nada. Entonces escribe ella, volví hacia la gruta y comencé a descalzarme. Apenas me había quitado la primera media, escuché un ruido, como si fuera una ráfaga de viento. Mira hacia atrás; pero los álamos no se mueven. Y se inclina para quitarse la otra media. ¡Y otra vez el mismo ruido! Pero esta vez, delante de ella, las ramas se agitan: son las ramas de un rosal silvestre (rosa canina), con las raíces en la base de un especie de nicho a tres metros del suelo, por encima del borde derecho de la gruta. Una «dulce luz» ilumina aquel agujero de sombra, y en medio de aquella luz he ahí una sonrisa. Es una joven maravillosa, vestida de blanco. Abre los brazos en un gesto de acogida que parece decir: ¡Acercaos! Bernardita está embargada; es una especie de «temor», más «no para huir», precisa ella misma. Al contrario, nada le gustaría más que quedarse allí. Y sin embargo, lucha para no abandonarse a un sueño. Se frota los ojos repetidas veces. Y cada vez encuentra la misma aparición con la sonrisa. Entonces, dice ella: Me llevé la mano al bolsillo y encontré el rosario. Quería hacer la señal de la cruz... No puedo llevarme la mano a la frente. Las tenía caídas. El sobrecogimiento se adueñó de mí con más fuerza, mi mano temblaba. La visión hizo la señal de la cruz. Entonces lo intenté yo por segunda vez. Y sí pude. En seguida de haber hecho la señal de la cruz, el gran sobrecogimiento que había experimentado desapareció. Me puse de rodillas y recité mi rosario en presencia de aquella hermosa señora. La visión hacía correr las cuentas de su rosario, pero no movía los labios. Cuando terminé mi rosario, me hizo señas para que me acercase. Pero yo no me atreví. Entonces ella desapareció de repente. No queda más que la roca sombría y la niebla. Feliz, pero en modo alguno soñadora, Bernardita afronta su problema allí donde lo había dejado, con un pie descalzo y el otro calzado. Encuentra la segunda media caída sobre el tobillo. Se la quita y atraviesa la corriente, sin molestia alguna. Y se sienta sobre una de las grandes piedras que sobresalen entre los cantos rodados, en el umbral de la gruta. Confidencia y traición Allí estaban las dos compañeras. Al alejarse río abajo, por la margen izquierda, habían visto a Bernardita rezando. Baloum se había encogido de hombros: —Está loca para ponerse a rezar ahí. ¡Ya basta con rezar en la iglesia! He ahí que vuelven con una buena provisión de leña. Bailan ahora bajo la bóveda de la gruta, al abrigo de la niebla, para calentarse. A Bernardita no le gusta verlas allí retozando. —¿No habéis visto nada? —Y tú, ¿qué has visto? Bernardita cae en la cuenta del misterio que acaba de sucederle. ¡Tiene que guardárselo para ella! Y desvía la conversación. —¡Qué bromistas sois! Decíais que estaba el agua fría; pero yo la encuentro templada. Jeanne ata su haz de leña, mientras que Bernardita inspecciona de nuevo la gruta: la roca maciza, agujereada por numerosas cavernas, el suelo cubierto de guijarros de coloraciones oscuras y a veces rojizas, la «zarza» inmóvil que pende del nicho vacío. No puede por menos que volver a preguntarles: —¿No habéis visto nada? —¿ Y tú qué has visto? —Pues nada (Labets, arré: H., p. 181). Toinette se interesa, pero Jeanne se enfada: —¡No ha visto nada, y lo que ha querido ha sido no recoger leña! May la reñirá. Se carga el haz de leña sobre la cabeza, agarra el cesto de los huesos y desaparece entre las malezas de la ladera, dejando allí plantadas a las otras dos. No tiene ganas de volver a meter los pies en el agua helada. Prefiere trepar por la pendiente abrupta y alcanzar el puente viejo por el camino del bosque. Bernardita y Toinette atan a su vez su haz y se lo cargan. Pero ahora Bernardita ya no va a remolque; es la primera en llegar arriba, deja su carga en la carretera y vuelve para ayudar a Toinette que está sorprendida: —¡Pero si yo soy la más fuerte! —¡Que te lo crees tú! responde Bernardita. De repente Toinette insiste: —Dime lo que has visto... ¡Sólo a mí! ¡Te prometo no decírselo a nadie! ¡Ni siquiera a May! Confiada, Bernardita refiere en dos palabras la aparición. La confidencia atiza a la vez el temor de Toinette y su envidia hacia Bernardita, la primogénita, «la heredera», a la que compran medias por su asma, y que tiene el privilegio de comer pan blanco por su estómago. —¡Quieres meterme miedo, pero me río ahora que ya estamos en la carretera! Y hace por golpearla con una rama de su haz. —¡Qué tonterías! —Puedes creerme, dice tranquilamente Bernardita parando los golpes. Y otra vez la puerta de Baous, los adoquines y el «calabozo». François Soubirous sigue echado en la cama. Ha pasado la hora de la «comida». Pero la primera idea de May es limpiar las cabelleras de sus hijas sembradas de ramitas. La tiña es su obsesión: —¡Toinette! —¡Siempre comienzas por mí! Comienza por Bernardita. Bernardita se ha ido al pasillo a comerse su ración de pan, cuya vista hacía rabiar a Toinette. Y ésta cuenta: Alguna cosa me empujaba a decir lo que Bernardita me había dicho. Y entonces hice por tres...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.