E-Book, Spanisch, 470 Seiten
Reihe: ENSAYO
Krakauer Donde los hombres alcanzan toda la gloria
1. Auflage 2016
ISBN: 978-84-945311-1-8
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 470 Seiten
Reihe: ENSAYO
ISBN: 978-84-945311-1-8
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Jon Krakauer Brookline (EE.UU.), 1954 Periodista, escritor y montañero estadounidense, Krakauer es especialmente reconocido por sus libros sobre alpinismo, aunque ha colaborado también con distintos medios como Playboy, National Geographic o Rolling Stone. Nació en Brookline (Massachusetts), pero creció en Corvallis (Oregón) desde los dos años. Krakauer, tercero de cinco hermanos, se graduó en 1972 y cuatro años después obtenía su título en estudios medioambientales en el Hampshire College (Massachusetts). En 1974 formó parte de un grupo de siete amigos que escalaron el Arrigetch Peaks del Brooks Range (Alaska) y fue invitado por la American Alpine Journal para escribir acerca de sus experiencias en la montaña. En 1977, conoció a la escaladora Linda Mariam Moore, con quien se casaría tres años después. Ya en 1996, Krakauer partió hacia el Himalaya para escribir un reportaje sobre la creciente explotación comercial del Everest. Quería analizar los motivos por los que tanta gente está dispuesta a afrontar riesgos antes reservados a alpinistas profesionales, el resultado fue uno de sus libros más notables: Mal de altura (1997). Su bestseller Hacia rutas salvajes (1996) le creó una buena reputación como escritor de aventuras. Cuenta la historia de Christopher McCandless, un joven estadounidense que, tras graduarse en la universidad, donó su dinero a obras de caridad y se embarcó en un viaje por el oeste americano hasta que, dos años después, fue encontrado muerto en Alaska.
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INTRODUCCIÓN
Jacobo Rivero
El fútbol americano es una competición en la que juegan once contra once, la suerte decide cuál es el equipo que comienza el encuentro atacando y cuál defendiendo. La primera jugada de los atacantes se inicia con un kickoff: una patada al balón para alejarlo lo más posible de la zona de anotación del equipo ofensivo. El fútbol americano es un deporte de contacto que requiere de mucha preparación física y disciplina táctica. En Estados Unidos la liga profesional, la NFL (National Football League), es el deporte que más dinero mueve y más aficionados convoca frente a los televisores, según una encuesta que realizó el canal deportivo ESPN es la competición deportiva más popular del país.1 Pat Tillman, protagonista del libro, era un exitoso jugador profesional de fútbol americano. En cierto sentido respondía al estereotipo de deportista brillante que alcanza todas las metas que se propone con una fe en sí mismo alimentada por la egolatría y un espíritu de superación constante. Desde la escuela, Tillman era un chico introvertido y singular. No se tragaba lo que le decían si no iba acompañado de una explicación basada en argumentos y razones. En fútbol americano cada jugador tiene una posición en el campo. Tillman jugó en la línea defensiva de los linebackers durante su etapa en la Universidad, una especie de segunda línea de contención, y como strong safety en la NFL, una especie de verso suelto en la tercera línea de defensa, una posición que requiere de mucha agilidad mental, buena forma física y reflejos para adivinar los movimientos del equipo atacante. Básicamente su puesto consistía en bloquear las arremetidas de algún jugador contrario; una lógica que también aplicaba a sus asuntos personales y a su forma de ver el mundo. Tillman no creía en el más allá, sino únicamente en lo que ocurría a ras de suelo, si miraba al cielo era para reflexionar sobre sus propias circunstancias.
Del cielo vino un cambio importante en su vida. El 11 de septiembre de 2001 diecinueve miembros de la red Al Qaeda, según distintas informaciones, organizaron una serie de atentados aéreos consecutivos en Estados Unidos que prácticamente nadie preveía. Cuando el vuelo 11 de American Airlines se estrelló contra la Torre Norte de las Torres Gemelas, la cara de sorpresa y espanto de muchos ciudadanos de Nueva York fue mayúscula. Cuando pocos minutos después el vuelo 175 de United Airlines chocó contra la Torre Sur, la impresión de desolación y terror fue descomunal. Un tercer avión fue secuestrado para impactar contra el Pentágono en Virginia y un cuarto se estrelló en Pensilvania sin lograr su objetivo, presumiblemente el Capitolio en Washington D.C. En los atentados murieron cerca de 3.000 personas y alrededor de 6.000 resultaron heridas. La onda expansiva llegó a todos los rincones del planeta. La sensación de entrar en una nueva fase de la política internacional fue inmediata. Los ataques pillaron a pie cambiado al entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, que andaba en el momento de los atentados de visita en una escuela infantil con alumnos afroamericanos. Este reaccionó ante las cámaras de manera parca y titubeante sin moverse de su silla frente al encerado. Pocas horas después comenzaría a prepararse la respuesta, la llamada «guerra contra el terrorismo», y el 80% de los estadounidenses apoyaron la acción de su presidente. La llamada a la batalla se extendió por todo el país, desde los cuarteles y los platós de televisión a los campos de fútbol americano. La primera parada de la siniestra sintonía bélica que comenzó a partir de entonces fue Afganistán, donde según el Gobierno estadounidense se encontraba Bin Laden, líder de Al Qaeda, protegido por el Gobierno de los talibanes e ideólogo de los ataques contra las Torres Gemelas.
Esa temporada Pat Tillman jugaba en los Cardinals de Arizona. Era un deportista de prestigio y tenía por delante un prometedor futuro personal y profesional. El primer domingo de octubre de 2001, cuando su equipo iba a jugar contra los Eagles de Filadelfia en el Veterans Stadium, el encuentro se retrasó unos minutos para conectar por videomarcador con un mensaje del presidente Bush a la nación desde la Casa Blanca en el que se anunciaba el inicio de la ofensiva militar. Con tono solemne, Bush hizo una apelación al destino del país, para añadir en un momento de su comparecencia: «Defendemos no solo nuestras preciadas libertades, sino también la libertad de personas en todo el mundo para vivir y educar a sus hijos ajenos al miedo». Sin embargo, la bendición presidencial de entonces abría una etapa que todavía hoy mantiene un reguero interminable de sangre, pánico y desolación en buena parte del mundo, especialmente en Oriente Medio. Ese día, Tillman comenzó a plantearse su compromiso con el «sacrificio» que el presidente demandaba al país. La atmósfera general en Estados Unidos fue descrita de forma crítica por la escritora, ensayista y cineasta Susan Sontag en una columna publicada en el periódico francés Le Monde el 18 de septiembre de 2011: «Los responsables norteamericanos y quienes aspiran a serlo nos han demostrado que consideran su trabajo como una manipulación: consiste en dar confianza y administrar el dolor. La política, la política de una democracia —lo que conlleva desacuerdos y fomenta la sinceridad— fue remplazada por la psicoterapia. Suframos juntos, pero no seamos estúpidos juntos. Un poco de conciencia histórica puede ayudarnos a comprender qué fue exactamente lo que ocurrió, y qué puede seguir ocurriendo». En el mismo artículo Sontag señalaba «el abismo» entre «lo que pasó y lo que debemos comprender».
Precisamente, en Donde los hombres alcanzan toda gloria, el periodista Jon Krakauer relata ese «abismo» que se abrió al hilo de la historia de Pat Tillman y su decisión de abandonar la fama deportiva para unirse voluntariamente a los rangers del ejército de Estados Unidos y marchar a la primera línea de fuego del campo de batalla. En paralelo a la historia de un joven estadounidense que siente la llamada de la bandera, y sus peculiaridades personales, Krakauer cuenta la historia reciente de Afganistán y los prolegómenos de una guerra y unas circunstancias que, al contrario de la impresión que produjo para muchos ciudadanos el 11-S, sí era previsible por la política de Estados Unidos en ese país desde la década de los ochenta. Primero nutriendo de toneladas de armamento a los muyahidines que luchaban contra la invasión soviética del país, luego desatendiendo los avisos que anunciaban un previsible ataque terrorista contra el país por parte de elementos vinculados a la red de Bin Laden y otros antiguos socios de la CIA de la época de la Guerra Fría y el todo vale en la confrontación de bloques. Afganistán fue una de las víctimas desde la década de los setenta del juego de ajedrez de la política internacional decidida en salas de misiles, conexión por teléfonos rojos y mapas geopolíticos confeccionados en el Kremlin y la Casa Blanca. La cartografía, del Este hacia el Oeste, incluía paisajes con círculos especialmente marcados alrededor de América Latina o el sudeste asiático, pero el tablero donde se dilucidaba el enfrentamiento era global. De la resaca posterior a la etapa comunista del país pastún y la salida del Ejército soviético en 1989, quedó una suerte de Estado fallido, dividido entre distintos grupos de combatientes de corte mafioso y señores de la guerra con toneladas de munición que chantajeaban a los ciudadanos en pequeños reinos armados hasta los dientes enfrentados entre sí. En ese contexto, fue en el que los talibanes desembarcaron con notable éxito, aplicando el terror con voluntad unificadora y apelando a la unidad de destino teológico. Un movimiento que no fue mal visto en un primer momento por las democracias occidentales, ya que las huestes del mulá Omar parecían en un principio garantizar la inversión en un país con notables riquezas naturales y posibilidades de transporte del gas desde las repúblicas exsoviéticas hacia distintos destinos. Poco importaba que los talibanes tuvieran como credo un fervor religioso que incluía el enclaustramiento y la represión de las mujeres, la prohibición de películas o grabaciones musicales, la condena a todo tipo de expresión artística..., incluso la penalización de jugar a las canicas o volar cometas. Los talibanes aparecieron en un principio como una solución al caos para la administración de Bill Clinton, los hombres de negocios y los traficantes de opio, pero más tarde fue parte de un problema que habían alimentado los servicios de inteligencia estadounidenses con evidente desatino. El antiguo aliado derivó en feroz combatiente gracias a la implosión de un territorio antaño muy diferente al actual, como también se cuenta en el libro de Jon Krakauer sobre la vida y muerte de Pat Tillman.
Jon Krakauer no es un periodista cualquiera. Conocido por sus relatos sobre montañismo y sus colaboraciones en distintos medios estadounidenses desde mediados de la década de los setenta, es autor de varios best sellers. El libro Into the Wild (Hacia rutas salvajes en España), publicado en 1996, en el que narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que tras graduarse en la universidad recorre el país hasta llegar a Alaska, donde murió de inanición, y cuya historia fue llevada al cine bajo la dirección de Sean Penn en 2007, lo catapultó a la fama; un éxito editorial que un año después repetiría con...