E-Book, Spanisch, 10 Seiten
Reihe: Concilium
Jeanrond Ortodoxia e ideología. La ambigüedad y el potencial de reivindicar la ortodoxia. Concilium 355 (2014)
1. Auflage 2014
ISBN: 978-84-9073-012-6
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Concilium 355/ Artículo 4 EPUB
E-Book, Spanisch, 10 Seiten
Reihe: Concilium
ISBN: 978-84-9073-012-6
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
La ortodoxia ha sido una preocupación importante a lo largo de la historia cristiana; los criterios para su fijación fueron establecidos por escritores cristianos como Ireneo y Vicente de Lerins. La concepción que ellos tenían de la ortodoxia cristiana y los criterios que aplicaron se basan en lo que Paul Ricoeur llamaría identidad idem o identidad entendida como mismidad. Pero san Agustín nos lleva a una nueva concepción de la fe y la ortodoxia cristianas que Paul Ricoeur denominaría identidad ipse, en la que está implicada la actuación o mediación del sujeto. A la luz de san Agustín, el artículo sostiene que la ortodoxia no debería definirse como aquello que asegura las fronteras mediante la exclusión, sino que, más bien, tendría que definirse a partir del centro de la fe cristiana, que es el amor. Las afirmaciones de ortodoxia, en suma, tienen que derivarse de la interpretación del amor y de su práctica.
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Werner G. Jeanrond *
ORTODOXIA E IDEOLOGÍA
La ambigüedad y el potencial de reivindicar la ortodoxia
La ortodoxia ha sido una preocupación importante a lo largo de la historia cristiana; los criterios para su fijación fueron establecidos por escritores cristianos como Ireneo y Vicente de Lerins. La concepción que ellos tenían de la ortodoxia cristiana y los criterios que aplicaron se basan en lo que Paul Ricoeur llamaría identidad idem o identidad entendida como mismidad. Pero san Agustín nos lleva a una nueva concepción de la fe y la ortodoxia cristianas que Paul Ricoeur denominaría identidad ipse, en la que está implicada la actuación o mediación del sujeto. A la luz de san Agustín, el artículo sostiene que la ortodoxia no debería definirse como aquello que asegura las fronteras mediante la exclusión, sino que, más bien, tendría que definirse a partir del centro de la fe cristiana, que es el amor. Las afirmaciones de ortodoxia, en suma, tienen que derivarse de la interpretación del amor y de su práctica.
De un modo u otro, la comprensión y la defensa de la ortodoxia de la fe cristiana ha sido una preocupación de todos los cristianos en todas las épocas. En los contextos históricos cambiantes, los cristianos han sentido la necesidad de comprometerse en debates, conversaciones y polémicas públicas para responder a los desafíos que con respecto a su fe se les hacían desde fuera y desde el interior de la Iglesia. Tuvieron que rechazarse aquellas creencias religiosas que se consideraban distorsiones de la fe cristiana (p. ej., creencias gnósticas, sistemas religiosos paganos); se necesitó clarificar la relación con la fe judía durante el período que hoy se conoce como la separación de los caminos; las controversias intracristianas exigían una atención fundamental, como la lucha en torno a la concepción inapropiada de la relación entre Jesucristo y Dios en la Iglesia anterior al Concilio de Calcedonia; tuvieron que abordarse las divisiones y las separaciones en la Iglesia —no solo con respecto a las Iglesias cristianas de Oriente, sino también, desde el siglo XVII, con relación a las nuevas Iglesias de la Reforma—. Comprender los principios fundamentales de su fe y, de ser necesario, dar una respuesta a los desafíos relacionados con las fronteras de la fe, pueden considerarse una parte esencial de la existencia cristiana. En este sentido, nada puede objetarse.
Además, a lo largo de la historia del movimiento cristiano se han propuesto y debatido varios conjuntos de fuentes auténticas y de criterios útiles para determinar la ortodoxia. Actualmente, todos los cristianos aceptan el estatus normativo de la Biblia, aunque no existe un acuerdo pleno sobre el contenido exacto del canon bíblico. Los cristianos católicos aceptan la autoridad de la tradición y la necesidad de un magisterio en la Iglesia. Sin embargo, las tres fuentes para determinar la ortodoxia, a saber, la Escritura, la tradición y el magisterio, exigen medidas hermenéuticas particulares. Los textos de la Biblia tienen que interpretarse. Por su naturaleza, la tradición es ambigua y necesita una constante evaluación crítica. Tanto las tareas como los términos de pertenencia al oficio magisterial tienen que analizarse de nuevo teniendo en cuenta los cambios que se producen en las experiencias teológicas, sociales, lingüísticas, educativas, en los intereses y en las estructuras de poder, así en la Iglesia como en la sociedad. Por consiguiente, la clarificación de la ortodoxia de la fe cristiana no es nunca evidente ni sencilla. Más bien, implica un complejo proceso hermenéutico, teológico, filosófico, sociológico, político, psicológico y lingüístico.
La tradición católica ha aceptado siempre la necesidad de una interacción constructiva entre fe y razón. La fe cristiana no es nunca privada, sino que, por su naturaleza, es pública y comunicable. Además, está implicada con la verdad, no solo con las apelaciones intracristianas a la validez. De ahí que las reivindicaciones a la ortodoxia tengan que discutirse pública y racionalmente. Además, estos incluyen cuestiones jurídicas. Una de las funciones de la apelación a la ortodoxia es el esfuerzo por identificar el modo más apropiado para ordenar y facilitar la confesión, la liturgia, la espiritualidad y la praxis de la fe. En fechas más recientes, los teólogos han propuesto ampliar las reflexiones sobre la ortodoxia con las reflexiones sobre la ortopraxis. La ortodoxia no solo tiene que ver con el acuerdo confesional, sino también con las cuestiones del horizonte más amplio de la praxis cristiana en la Iglesia y en el mundo1.
Sin embargo, no todos los enfoques sobre la ortodoxia comparten un interés en el proceso colectivo y dinámico de la búsqueda crítica y autocrítica de los criterios para una apropiada praxis de la fe, ni en los cambios metodológicos y hermenéuticos correspondientes. Más bien, a veces se evocan determinadas precomprensiones de la ortodoxia para justificar un enfoque selectivo y limitado a las formas o los aspectos históricos o contemporáneos de la fe cristiana.
Ortodoxia e identidad cristiana
Especialmente en los períodos de cambio radical, algunos cristianos sienten deseo de una identidad religiosa más estrechamente definida, para mejor hacer frente a la rápida transformación que sufren la religión, la sociedad, la cultura, la comunicación, la educación y la política en nuestro tiempo, como consecuencia de una intensificación de la globalización, de las migraciones, de la pluralización e internacionalización del comercio, de los medios de comunicación, de la información y de las estructuras de poder. En esta situación, los hombres y las mujeres pueden sentirse amenazados y volver, así, a su fe como un puerto seguro en el que esperan proteger sus vidas cada vez más vulnerables ante las perturbadoras fuerzas del cambio. En sí mismo, esto no constituye ningún problema, puesto que de la fe religiosa se espera que suministre una orientación en la vida. El problema, por consiguiente, no reside en la mayor búsqueda de orientación como tal, sino en el intento de esquivar los dinamismos más amplios de la misma vida religiosa.
A su modo, la fe cristiana ha sido siempre profundamente perturbadora: Cristo invitó a sus amigos y seguidores a que abandonaran todos los esquemas de seguridad y redes de identidad, para confiar, en cambio, en la orientación del Espíritu transformador de Dios. Por consiguiente, está condenado al fracaso todo esfuerzo por domesticar la naturaleza radical del discipulado cristiano aferrándose a los aspectos supuestamente inmutables de la tradición.
Identificar la fe cristiana con formas específicas de expresión, como, por ejemplo, hacen los defensores de la liturgia tridentina, para quienes el culto más adecuado a Dios se da en la misa celebrada en una lengua «clásica» del pasado y organizada por un sacerdocio exclusivamente masculino vestido con ornamentos llamativos y dando la espalda a la congregación que permanece pasiva, corre el riesgo de idolatrar aspectos de una época ya pasada. Todo intento de los grupos «tradicionalistas» por seleccionar y aislar aspectos del pasado para identificar un nivel deseado de ortodoxia, convierte el concepto dinámico e integral de la tradición cristiana en una selección estática de gustos y preferencias. No estoy diciendo con esto que haya que excluir el latín del depósito de las expresiones litúrgicas. Lo que critico es que haya que atribuirle un estatus exclusivo por encima de otras formulaciones lingüísticas del culto cristiano. La tradición es un concepto dinámico y ambiguo —que siempre necesita reflexión crítica y autocrítica—. La pluralidad y la ambigüedad solo pueden respetarse adecuadamente mediante formas más ampliamente comunitarias de deliberación2.
La política de la identidad cristiana no solo ha afectado a los desarrollos litúrgicos, sino también, lógicamente, a los desarrollos doctrinales. Algunos cristianos han pensado que los debates sobre la ordenación sacerdotal y episcopal de las mujeres en las iglesias cristianas constituyen un desafío a la identidad cristiana ortodoxa, mientras que otros los han considerado como una adaptación actual de la fe cristiana a la emergente autoconcepción de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo. Dicho de otro modo, no todos los cristianos entienden que las restricciones de género en el acceso a los ministerios eclesiales afecten necesariamente a la ortodoxia de la praxis cristiana de la fe. ¿Cómo de amplio o de angosto es el horizonte de la ortodoxia en un tiempo determinado?
El planteamiento de la ordenación de las mujeres como una cuestión de ortodoxia o herejía suscita varias cuestiones hermenéuticas: ¿qué fuentes se necesitan para determinar la ortodoxia y qué criterios podrían aplicarse? El hecho de que no se haya ordenado a las mujeres durante un largo período de la historia de la Iglesia, ¿nos suministra un criterio de tradición que podría excluir estas ordenaciones para siempre? ¿Tiene un fundamento en la Biblia la ordenación de las mujeres (o, por ende, toda ordenación de mujeres y hombres)? ¿Es una exigencia de la razón que los cristianos ordenen hoy a las mujeres en una época en la que se ha tomado conciencia del género? ¿Quién tiene el derecho a controlar o restringir la deliberación teológica sobre estas cuestiones? ¿Y qué propuestas para determinar la ortodoxia habría que usar? Volveremos sobre estas cuestiones en la siguiente sección. Sin embargo, es importante que observemos aquí que todo asunto o debate doctrinal puede ser arrastrado...