Ingold | Correspondencias | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 256 Seiten

Ingold Correspondencias

Cartas al paisaje, la naturaleza y la tierra
1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-18914-82-9
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Cartas al paisaje, la naturaleza y la tierra

E-Book, Spanisch, 256 Seiten

ISBN: 978-84-18914-82-9
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Vivimos en un mundo donde hay más seres que los humanos. Para que la vida pueda prosperar, debemos prestar atención a las señales que nos lanza este mundo, y responder con sensibilidad, juicio y esmero. Eso es lo que significa corresponder: unir nuestras vidas a las de los seres, materias y elementos con quienes, y con los cuales, vivimos sobre la faz de la Tierra. En su obra más personal, el antropólogo Tim Ingold escribe cartas a bosques, océanos, cielos, monumentos y obras de arte. En todas sus correspondencias hace un llamamiento a que se restituyan las palabras escritas a mano al mismo tiempo que elabora una reflexión profunda sobre la pérdida de la capacidad de escritura introducida por las nuevas tecnologías. Sus 27 misivas nos interpelan como las cartas de un viejo amigo que reflexiona sobre las diversas maneras de considerar el mundo que nos rodea, la relación entre el arte y la vida, o la actividad misma de la escritura. En esta época de crisis medioambiental, cuando parece que las palabras no bastan, Ingold nos enseña cómo la práctica de la correspondencia nos puede ayudar a recuperar nuestra afinidad con una Tierra afligida.

Tim Ingold (Reino Unido, 1948). Antropólogo británico, catedrático de Antropología Social en la Universidad de Aberdeen, miembro de la Academia Británica y la Royal Society of Edinburgh. Estudió Antropología en la Universidad de Cambridge donde obtuvo su licenciatura y su doctorado. Sus estudios se han basado siempre en las relaciones entre animales y humanos, el lenguaje, la tecnología y las teorías de evolución. Un ejemplo fueron sus primeros estudios centrados en la gente de los pueblos de alrededor del Polo Norte.

Ingold Correspondencias jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


Invitación Cartas desde el corazón Las ideas vienen cuando menos te las esperas. Si estos pensamientos fueran invitados que anticipáramos y llegaran llamando a la puerta con cita previa, ¿acaso serían realmente ideas? Para que un pensamiento sea una idea, debe alborotar y trastornar, como una ráfaga de viento que escampa una hojarasca. Aunque quizás lo estuvieras esperando, te sacude cual jarro de agua fría. Sin embargo, alguien que desee ir del punto A al punto B lo más rápido posible no tiene interés alguno en esperar. Para esa persona, la idea es un visitante inoportuno cuya presencia amenaza con desviarla —incluso alejarla completamente— del camino. Pero si no fuera por las ideas, estaríamos atrapados. La vida mental no sería más que una baraja: no podría surgir nada realmente nuevo, sino únicamente combinaciones de un mazo ya existente. Hoy día conceptualizar la creatividad de esta forma ha pasado a ser algo habitual: presuponer que no hay ninguna idea nueva que no sea una permutación o redistribución novedosa de fragmentos de aquellas que las preceden. Como si la mente fuera un caleidoscopio, dotada de una estructura fija constituida por espejos y una serie de cuentas o cristales de distintas formas y colores. Los espejos son estructuras cognitivas permanentemente cableadas; los fragmentos translúcidos de su interior son su contenido mental. Cada sacudida produce un patrón singular, y si bien aplaudimos esa configuración novedosa, en realidad no presenta nada realmente nuevo. Cada configuración es un fin en sí mismo; no hay un principio. A no ser... a no ser que nos fijemos en lo que se suele ignorar: la sacudida. Este zarandeo altera, provoca una disgregación momentánea, una pérdida de control. ¿Y si la idea fuera en verdad la sacudida, en vez del patrón que surge de ella? «Estoy conmocionado —cantaba Elvis Presley—; tengo las manos temblorosas y las rodillas débiles».2 Elvis se refería a la sensación suscitada por el enamoramiento, pero yo experimento esa misma agitación nerviosa cuando me asalta inesperadamente una idea. Es visceral a la vez que intelectual, si es que ambos pueden diferenciarse de algún modo. A veces el pensador puede parecer despegado, aislado en su burbuja, con las manos en la cabeza, pero la pose del enamorado es prácticamente la misma. Lo que el pensador y el enamorado tienen en común es que ambos se hallan en una situación de genuina vulnerabilidad. Se han rendido a la idea o al ser querido. Pero no es para nada una disposición pasiva, al contrario, es apasionada; una melindrería del alma que apela a la mente y el cuerpo, invitándolos a una contemplación de furiosa intensidad. Y esa furia del pensamiento, que comprende tanto éxtasis como ira, es precisamente lo que quiero elogiar en estas páginas. Según mi experiencia, es una furia que solo puede sobrellevarse mediante un relativo sosiego, cuando todo a su alrededor se halla en un estado de moderado equilibrio. En el mundo en que vivimos no es fácil dar con este tipo de equilibrio, y por esa misma razón es incluso más valioso. Uno de mis principales temores es que los desequilibrios que nos plagan (de riqueza, educación, clima...) hagan del pensamiento algo insostenible, y pongan en peligro la vida mental. En efecto, nos enfrentamos a una epidemia de irreflexión, cuyas causas raíces se hallan en la tendencia a vaciar el pensamiento de cualquier tipo de preocupación por sus consecuencias, como si pensar ya no tuviera nada que ver con cuidar, e incluso menos con amar. La filósofa Hannah Arendt indicó que lo que nos queda por decidir es «si queremos al mundo lo suficiente como para asumir responsabilidad de él».3 Arendt escribió estas palabras tras la destrucción que supuso la Segunda Guerra Mundial, pero su observación sigue teniendo la misma fuerza hoy día, en un mundo que vuelve a encontrarse en el filo de la navaja. Solo si volvemos a enamorarnos del mundo, auguró, dispondrán las futuras generaciones de una esperanza de renovación. Y para lograrlo, tenemos que volver a aprender el arte de pensar y de escribir, tanto desde el corazón como desde la cabeza. Antaño solíamos pensar y escribir de esta manera, especialmente cuando enviábamos cartas a nuestros seres queridos, familiares y amigos. Nuestros pensamientos, volcados al papel, iban volando al destinatario, como si estuviéramos junto a ellos, entablando diálogo. Solíamos escribir tal como hablábamos, con emoción e inquietud, no con el objetivo de difundir una tesis, sino para perpetuar una línea de pensamiento que emergía en forma de réplica —con sus correspondientes estados de ánimo y motivaciones— a aquello que presuponíamos que estaba ocupando la mente del destinatario. Improvisando sobre la marcha, las ideas aparecían, pues, con cierta frescura y espontaneidad, aún no lastradas por la subsiguiente obligación de explicarlas más al detalle. Pero en la escritura de cartas no solo importa qué palabras escogemos, sino también cómo las redactamos. Las palabras escritas a mano, en letra cursiva, transmiten emociones a través de la inflexión y el aplomo de la línea caligráfica, en continua concatenación. Es algo más de lo que pueden contarnos las palabras, pero son las palabras las que lo cuentan, no a través de los significados que les asignamos, sino gracias al poder expresivo de la línea escrita en sí misma. Me conoces y sabes cómo me siento por cómo escribo, igual que también por mi voz. Cada persona es un mundo distinto. Digitalización y pérdida A día de hoy este tipo de escritura de letras ha desaparecido prácticamente y ha sido sustituida por la comunicación instantánea de los móviles y los correos electrónicos. Y con ello, se ha perdido parte de la espontaneidad y el esmero de la escritura de letras. Más concretamente, se ha perdido la espontaneidad de la comunicación; como se concluye en un instante, ha quedado despojada del cuidado, la atención y la deliberación inherentes a la escritura de líneas sobre la página, y de la paciencia que exige esperar que la carta llegue a su destino intencionado y regrese una respuesta. Por el contrario, el esmero ha perdido gran parte de su espontaneidad: resulta más calculado a la vez que menos personal, menos impregnado de sentimiento. Se ha convertido en una prestación de servicios que no incumbe la atención y reacción inmanentes a la necesidad de reconocer lo que le debemos a los otros por nuestra existencia como seres vivos en este mundo. Desde luego, algunos aseverarán que intentar restituir ese amalgama de esmero y espontaneidad es un fútil ejercicio nostálgico. Pero yo no soy de esa opinión, y quiero presentar este libro como una muestra de cómo conseguirlo que, además, revela el poder de la correspondencia a la hora de lograr esa restitución. Porque en realidad no se trata de regresar al pasado, sino de permitir que el pasado vuelva a canalizarse en el futuro. Si queremos que prosiga y prospere nuestra vida en la Tierra, debemos aprender a prestar atención al mundo que nos rodea, y a reaccionar con juicio y sensatez. Corresponderse con gente y con cosas —como solíamos hacer a través de la escritura de palabras— abre vías para que puedan circular vidas, cada una por su lado, pero siempre con un respeto mutuo. En este libro he recopilado algunas de las maneras mediante las cuales he correspondido, personalmente y por escrito, con todo tipo de cosas, desde océanos y cielos, paisajes y bosques hasta monumentos y obras de arte. Lo ideal hubiera sido que estas correspondencias fueran escritas a mano. Que las haya escrito en un teclado es, para mí, una deficiencia; y que el lector deba leerlas en formato impreso, una adversidad. Sin embargo, este remordimiento no consiste en refugiarse en la nostalgia, sino que radica en una llamada a la sostenibilidad. En un mundo donde cada momento comunicativo concluye casi antes de haber empezado, simplemente no es sostenible reducir la vida a una retahíla de instantes. Tampoco es nostálgico el querer preservar nuestras capacidades para la expresión humana. Porque, si perdemos estas facultades, tendremos que atenernos a las consecuencias. Desde luego, en ningún otro punto de la historia humana se vieron tan amenazadas. Nos hemos limitado a permanecer de brazos cruzados mientras las palabras, truncadas de manos y bocas, se han transformado en la divisa líquida de una industria global de comunicaciones e información. Las palabras, tras ser empeñadas a Estados y empresas, han sido reducidas a meras prendas de intercambio. Y nuestras tecnologías han evolucionado llevando la voz cantante. Se ha segregado el lenguaje de las conversaciones vitales para luego ser introducido en mecanismos de computación. Pero es bastante indudable que la muy alardeada «revolución digital» acabará autodestruyéndose, probablemente en algún punto de este siglo. En un mundo que se enfrenta a una crisis climática, es demasiado insostenible. Las supercomputadoras en las que se sustenta ya están consumiendo cantidades gigantescas de energía; no solo eso, la extracción de los metales pesados tóxicos que se utilizan en la producción de dispositivos digitales ha echado leña a conflictos de carácter genocida por todo el mundo, y probablemente suponga que muchos sitios pasen a ser permanentemente inhabitables. Mientras, la digitalización sigue liquidando los archivos de historia registrada a un ritmo inaudito. Imagínate un futuro donde hemos agotado, en teclados...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.