Husain | El libro de las brujas | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 392 Seiten

Reihe: Impedimenta

Husain El libro de las brujas


1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-18668-81-4
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 392 Seiten

Reihe: Impedimenta

ISBN: 978-84-18668-81-4
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
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El Libro de las Brujas es una celebración de toda la rabia, la ira y la lucha que supone ser una bruja, pero también lo es de la diversión, lo sobrenatural y lo extraordinario del mundo de la magia y de la hechicería. Según la propia autora: «La bruja es el máximo ejemplo de la feminidad en toda su complejidad». Mujeres desafiantes y druidas salvajes. Damas vengativas, sabias ancianas y niñas de mal comportamiento. Mujeres que cometieron la osadía de pasarse de la raya; cariñosas brujas-zorro japonesas, terroríficas banshees célticas que aúllan en la oscuridad; reinas de la noche como Lilith y sus hijas; o magas como Hécate, asociada a la luna, a los portales y a los fantasmas. Por las páginas de este libro desfilan reinas de la oscuridad, deidades del agua, cambiaformas y criaturas de leyenda como la misteriosa señora de Laggan, que habita en los bosques escoceses; como Biddy Early, la terrorífica Kali, o la mítica Baba Yagá, virgen, madre y hechicera a la vez, que se aparece de múltiples formas a lo largo de las eras para perseguir, atraer, poseer y transformar a los paseantes perdidos.

Shahrukh Husain nació en 1950 en Karachi (Pakistán). Hija del príncipe Ahmed Husain y de Sabeeha (Ahmed) Husain, se licenció en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, y es una apasionada de la mitología y del folclore. Afirma haber sido presa del influjo de las brujas desde la infancia y que eso ha hecho que se involucre en el mundo de lo sobrenatural. Es autora, entre otras obras, de «El Libro de las Brujas» (1993) y de «La Diosa» (2003). Su adaptación de la obra de Anita Desai, «In Custody», para la productora Merchant Ivory, la hizo merecedora del Premio Nacional de Cine de la India en 1994. Actualmente reside en Londres, donde es miembro del Royal Literary Fund.

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NOTA A LA EDICIÓN DE 2019 La bruja: resiliente, desafiante, sorprendente y poderosa. Nunca desaparece de nuestra cultura durante mucho tiempo. Algunas famosas, iconos de la feminidad, como Björk o Ariana Grande, han reivindicado su relación con la Wicca.[2] Ahora las brujas desfilan en las pasarelas con sombreros de ala ancha, con mirada seductora y atuendos oscuros, inquietantes, o con llamativos vestidos de gala que favorecen su característico misterio. Algunos fotógrafos han retratado a mujeres con maquillaje gótico y el pelo enmarañado en paisajes desolados, grises y lúgubres. Se ha utilizado la imagen de la bruja incluso para vender estanterías y armarios cargados de tarros y redomas que recuerdan el antiguo arte de las pociones curativas, los filtros de amor y los hechizos para favorecer el éxito o imponer un castigo. Tanto la lectura de las cartas del tarot como la adivinación o la confección de amuletos con gemas y cristales mágicos vuelven a estar de moda. El resurgir de todo lo relacionado con las brujas debería darnos a entender que han vuelto por algún motivo. No es solo que la versatilidad del personaje se preste fácilmente a la ficción, tanto en los libros como en las pantallas, e incluso en las letras de la música moderna. No, la bruja ha regresado porque está furiosa y porque conoce bien su fuerza. Las historias de brujas siempre se han caracterizado por resaltar la independencia feroz del personaje de la hechicera, así que no es ninguna sorpresa que el arquetipo de la bruja se haya popularizado de nuevo en una generación de mujeres que desea reivindicar su autonomía. Creo que el espíritu de las reacciones valientes, a veces incluso temerarias, de aquellas mujeres acusadas de brujería maligna a principios de la Edad Moderna sentó las bases para que las mujeres de hoy liberen su ira, prohibida y acallada durante tanto tiempo. La historia y el folclore de las brujas nos hablan también de la marginalización y la resistencia de la mujer contemporánea. La indignación que muchas de nosotras hemos expresado frente a las desigualdades que sufrimos tanto en casa como en el trabajo, en el pasado y en la actualidad, me recuerda a la siniestra historia que arrostraron las mujeres acusadas de brujería entre 1450 y 1750. Este fenómeno, conocido como «caza de brujas», se dio en Europa y en América en una época en la que la gente aún creía ciegamente que el diablo vivía entre los hombres. A lo largo de los años, las historias de mujeres que se aliaban con el diablo han ido calando en el folclore, en la poesía y en el arte. En la parte de Recursos hechiceros y en otros cuentos de esta colección, el lector encontrará ejemplos que reflejan la fuerza anárquica, las travesuras maliciosas y las divertidas aventuras de las brujas, pero incluso en los relatos cargados de diversión y juego, se hace sentir de un modo u otro la sombra de ese período brutal y siniestro en el que se quemaba a las brujas en la hoguera. El Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), un texto de 1487 redactado por el sacerdote alemán Heinrich Kramer (posteriormente inquisidor), concentraba su manifiesta misoginia en la maldad de las brujas, y durante doscientos años se vendió con gran fortuna en el mundo cristiano, solo superado por la Biblia. Durante esos trescientos años de persecuciones y asesinatos de mujeres, los cazadores de brujas fueron alentados por los altos cargos la Iglesia y la monarquía para que interrogaran y sentenciaran a las brujas con las excusas más triviales y extrañas imaginables. Entre treinta y cinco y cien mil personas fueron ejecutadas por ese motivo, entre las cuales al menos un ochenta por ciento fueron mujeres. En los juicios casi siempre se las acusaba de un apetito sexual desenfrenado, antinatural en las mujeres, de actos sexuales perversos con el diablo o de menoscabar la virilidad de los hombres. Las ajusticiadas eran principalmente mujeres oprimidas, analfabetas y a menudo demasiado ignorantes para entender la complejidad de los cambios religiosos de la época. Pero, a pesar de su indefensión y del peligro que corrían, estas mujeres no se callaban, contestaban, plantaban cara a sus «superiores» y desafiaban a las autoridades que las acusaban de usar magia negra para arruinar las cosechas, agriar la leche, dejar impotentes a los hombres o enfermar a los niños. Normalmente se las sentenciaba a muerte —condenadas a morir ahogadas, ahorcadas o quemadas— por algún acto de resistencia o terquedad. Esta persecución obsesiva y alimentada por el odio, aderezada con una mezcla confusa de religión, leyes hereditarias y de propiedad, autoridad, celos profesionales y política, acabó concentrándose en grupos concretos de mujeres. Mujeres que, aunque fueran malhabladas, desafiantes y a veces agresivas en sus manifestaciones, eran esencialmente inofensivas. El último siglo ha conocido avances significativos en la independencia de las mujeres, pero aún se mantienen ciertas tradiciones nocivas que, sin duda, la sociedad ha interiorizado y que las propias mujeres han asumido. Por ejemplo, en el mundo anglosajón, algunos términos ofensivos dirigidos a las mujeres están relacionados con las brujas: banshee (una bruja nocturna que aúlla y es presagio de muerte), she-devil (diabla, Lilith y sus hijas), bitch (perra; término asociado con Hécate, la antigua diosa de las brujas que iba en un carro tirado por perros). Por supuesto, la persecución de aquel período tan oscuro no se puede comparar de ningún modo con la experiencia de las mujeres de hoy en día, pero la represión de las mujeres que se atreven a desafiar las normas sociales sigue provocando respuestas agresivas, como el acoso sexual, la violencia generalizada contra las mujeres y el hostigamiento en el lugar de trabajo, que menoscaban la autoestima femenina, violan los derechos humanos de las mujeres y tienen graves efectos psicológicos. Es probable que la obsesión por perseguir a las brujas a lo largo de la historia tenga relación con el concepto psicoanalítico de la «proyección», un proceso a través del cual las personas reniegan de las cualidades propias que consideran indeseables y pretenden imputar sus defectos a los demás. El corrupto duda de la honradez de los demás. El indiscreto cree que no puede confiar en que los demás sean discretos. Quienes desean tener el control temen ser controlados. Los que «proyectan» sus fantasmas emocionales, al exonerarse a sí mismos, atribuyen al otro un poder que existe solo en su mente. Jung se refería a este rechazo de los defectos propios como «la sombra: aquello que no deseo ser». Pocos de nosotros nos conocemos tan bien como para afirmar que somos conscientes de nuestras debilidades, de modo que la tendencia a «proyectar» es un vicio común en la sociedad. En las relaciones humanas se convierte en un juego de culpabilidades entre individuos, pero, a nivel colectivo, las sociedades tienen tendencia a señalar a un grupo que, finalmente, se convierte en la personificación del mal. A veces es un proceso inconsciente. Cuando proliferaban las supersticiones y cualquier acto insignificante podía acabar con un inocente en la cámara de tortura o en el patíbulo, el odio y el rechazo terminaron concentrando toda su furia en el indefenso, en el otro, el extraño, el raro. Quizá las brujas sean el ejemplo más conocido y popular, y el que más se ha extendido en el tiempo, pero la proyección del mal en «el otro» se sigue dando hoy en día. Si hacemos caso a esta teoría, las características que los hostigadores atribuían a las brujas podrían aplicárselas fácilmente a sí mismos: falta de racionalidad, tortura, crueldad, avaricia, sed de sangre y perversidad sexual. Las mujeres hipersexualizadas que mermaban la energía de los hombres aparecen con frecuencia en el folclore y en las leyendas, con historias como «Alá y la vieja bruja», del Congo, o «La piel pintada», una historia asiática sobre mujeres-demonios que asesinaban a los hombres para arrebatarles su vitalidad. En los lugares donde se teme a las mujeres y se siente la necesidad de controlarlas, esto no ha cambiado. Este tipo de cuentos refleja muy bien la sociedad actual, lo que ocurre en las plantas de producción de las fábricas, en las salas de juntas, en el reparto de cargos y en las oficinas ejecutivas. Ni siquiera los gabinetes del poder político se salvan; la protesta se silencia con desmentidos, con burlas, con acusaciones de mentiras y con amenazas subrepticias de acabar con la carrera de la mujer. Si una de nosotras planta cara al acoso, sobre todo si se trata de agresiones sexuales o de coacción, se arriesga a que la tachen de perturbada, de arpía, de problemática, de mentirosa o de chantajista y, por supuesto…, de bruja. La frustración y la rabia reprimidas, que la mujer moderna lleva acumulando durante décadas, por fin han colmado el vaso. Pero al contrario que las mujeres perseguidas en siglos anteriores, analfabetas incapaces de rebatir las acusaciones, las mujeres de hoy están rompiendo en pedazos sus acuerdos de confidencialidad y jugándoselo todo para desenmascarar los delitos de la clase (masculina) dirigente. Curiosamente, algunos de los acusados, e incluso los que aún no lo han sido, se han referido a este cambio de tornas como una «caza de brujas». Nadie ha creído semejante patraña: las brujas están siendo...



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