Hui | Post-Europa | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 160 Seiten

Reihe: Seísmos

Hui Post-Europa


1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-129798-4-8
Verlag: Mutatis Mutandis Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 160 Seiten

Reihe: Seísmos

ISBN: 978-84-129798-4-8
Verlag: Mutatis Mutandis Editorial
Format: EPUB
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Con el imparable avance del capitalismo global, la Heimatlosigkeit (falta de hogar) de la que hablaron los filósofos europeos del siglo XX -y que Heidegger declaró que se había convertido en el «destino del mundo»- está llamada a tener consecuencias cada vez más patológicas. Pero en lugar de soñar con un imposible retorno al Heimat, Yuk Hui sostiene que hoy el pensamiento debe partir del punto de vista del devenir-sin-hogar. Basándose en las filosof ías de Gilbert Simondon, Jacques Derrida, Bernard Stiegler y Jan Pato?ka, junto con el pensamiento de Kitaro Nishida, Keiji Nishitani y Mou Zongsan, entre otros, Yuk Hui concibe el proyecto de un pensamiento post-europeo. Si Asia y Europa han de concebir nuevos modos de enfrentarse al capitalismo, la tecnología y la planetarización, ello no debe tener lugar ni mediante una neutralización de las diferencias ni mediante un retorno a la tradición, sino mediante una individuación del pensamiento entre Oriente y Occidente.

Yuk Hui es uno de los pensadores contemporáneos más influyentes en filosofía de la tecnología. Doctor en Filosofía por el Goldsmith College de Londres, es profesor en la Universidad Erasmo de Rotterdam, donde ostenta la cátedra de Condiciones Humanas. Es miembro del jurado del Premio Berggruen de Filosofía y Cultura, así como fundador y coordinador de la Research Network for Philosophy and Technology, una red internacional de investigación que explora la relación entre la filosofía y la tecnología desde diferentes perspectivas globales e históricas.
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LA INDIVIDUACIÓN DESPUÉS DE EUROPA


Prólogo de Luis G. Mérida

Tiempos diabólicos, el diagnóstico de Bernard Stiegler para una época que no hace época. ¿El pronóstico? El apocalipsis. La exportación mundial de la tecnología europea moderna, y el nihilismo que a ella va aparejado (en cuanto modo de subjetivación o de existencia religiosa), han supuesto, como vaticinaba Martin Heidegger, el comienzo de una civilización mundial, una civilización sin cultura. En su planetización, Europa –fundamentalmente, Centroeuropa– murió de éxito, y quizá ahora estemos presenciando sus últimos coletazos antes de la completa nulidad. La tecnología moderna dejó de ser europea para ser simplemente «occidental». La imagen que el espejo le devuelve a Europa es «América». Estados Unidos es la patria de todos los tarros de colores. El estadounidense es el «último hombre» nietzscheano, esa refutación ambulante de la fe y del crédito, ese individuo pintarrajeado, embardunado de signos, mestizaje o collage de culturas incomunicadas. El archiconocido «fin de la historia» cobra un sentido distinto a la luz de la condición posmoderna. No es el final de la historia de la filosofía, ni el de la historia política, ni tampoco el de la ideología. La posmodernidad es la condición tecnológica que niega la modernidad que dio origen a la tecnología moderna. El pensamiento moderno imbuye en la técnica el germen de su propia destrucción, a saber, el nihilismo. La tecnología moderna deviene autónoma, se aliena. Ella tiene, a partir de entonces, su propia des-economía del espíritu.

El desfase entre tecnogénesis y sociogénesis, en el que se articula la individualización psíquica y colectiva, y que agudiza la tecnología moderna, se traduce en nuestra época en la distinción stiegleriana entre posmoderno e hipermoderno. Mientras que el pensamiento occidental ha vivido, en las últimas décadas, en la posmodernidad, es decir, en la legitimación de la deslegitimación (de lo moderno, pero también de la tradición, de las instituciones, de las disciplinas, de la colonización, del etnocentrismo, etc.), el «sistema técnico», como lo llamaba Jacques Ellul, impone, en su autonomía axiológica, un modelo de racionalidad hipermoderna –esto es, moderna a la enésima potencia–. El desajuste con los sistemas sociales se pronuncia y deviene desarticulación. La modernidad filosófica se liquida junto a su soteriología secular. Genealogía y deconstrucción. Estupefacción y miseria simbólica. Este es, al fin y al cabo, un problema de subjetivación, o de falta de «modelos de individuación». Ante nosotros, aparecen dos hojas de ruta claramente diferenciadas, mas no incompatibles: o el replegamiento reaccionario –frente a la angustia que provoca la legitimación de la deslegitimación– o pisar el acelerador hasta que las contradicciones se resuelvan solas. En la medida en que ninguna de las dos puede responder a esta crisis, ambas nos conducen a la catástrofe. En cuanto euroamericanizada, Asia –fundamentalmente, Asia oriental– corre el mismo destino... A no ser que tenga lugar una nueva individuación colectiva que sea una reorientación entre Oriente y Occidente. Si Europa es su espíritu, o sea, su filosofía, esta es también su última oportunidad de no perecer, pasto de los nacionalismos y su enardecido sentimiento antieuropeísta. Post-Europa allana el camino de dicha individuación, que es una «individuación del pensamiento». Dispone sus condiciones.

La condición posmoderna arrastra el problema del desarraigo moderno. No es casual, por ejemplo, que el tema de la hospitalidad fuese central para Jacques Derrida. Las culturas, como los cultivos, son mortales. Los individuos experimentan la impotencia de una desorientación que, aunque pueda decirse que es originaria a la relación entre técnica y sociedad, se ve potenciada por la aniquilación de ciertas cardinalidades, unas cardinalidades que amortiguaban las sucesivas desorientaciones que los desajustes entre tecnogénesis y sociogénesis provocaban. Desaparece el lugar, la carencia de comunidad se acentúa. Hemos sido incapaces de articular localidad y tecnología. La impotencia del desarraigo moderno es, en definitiva, la experiencia de no poder hacer época. Europa ha sido el escenario de mil batallas, pero es el «accidente de Occidente», el tecno-logos, el que lleva a su fin a Occidente, en el autoextrañamiento de la tierra natal. Europa es una región más. Vivimos (en) la post-Europa y Oriente, en su euroamericanización, participa también del desarraigo moderno. Ahora bien, ¿cómo se problematiza esta experiencia?

Para Heidegger, el desarraigo o Heimatlosigkeit era el entre de lo habitable y lo inhóspito, la miserable desorientación en la que se pierde todo horizonte de sentido, pero que brinda la ocasión de pensar lo habitable: «[...] apenas el hombre medita sobre el desarraigo, este ya no es más una miseria».1 Pero ante la pérdida de la tierra natal, del hogar, del Heimat, Heidegger viaja en el tiempo, vuelve a la antigua Grecia, en busca de otra Heimat. Esta vez en el pasado. Lo mismo puede decirse del fenomenólogo checo Jan Patocka, que inspira en buena medida esta pequeña gran obra. El desarraigo trae desesperanza y se añora la tierra natal. Yuk Hui, en cambio, quiere tomar el desarraigo no como un lugar de paso, no como un claro en que aparece de nuevo la patria, sino como la posición desde la que pensar la condición planetaria, o sea, como la «situación hilemórfica» desde la que individuar un pensamiento planetario. Ya no podemos ver el mundo desde la posición del hogar, de la tierra natal o de la patria... Para Hui, el hogar no es más que un espejismo en el desierto del desarraigo. La única patria que se habita es la lengua, nos decía Cioran. Pero, como él mismo demostró, incluso de la lengua puede uno mudarse. Porque la lengua (función) es algo más que un medio de transmisión de información, y también algo más que un medio de arraigamiento. Ella nos permite ir más allá del gusto, esa epigénesis cultural ineludible que uniría al individuo con la patria a través de la lengua (órgano). Mientras que el gusto actúa, en relación con el Heimat, como una fuerza centrípeta, el lenguaje puede actuar también en sentido opuesto, puede ser centrífugo. La propuesta de Hui es sacar a Europa y a Asia de su mutua irrelevancia, que vaya cada una al encuentro de la otra. Esto puede verse como una prolongación de las cuestiones stieglerianas de la adopción y de la inter-nación. Y no ha de extrañarnos, pues probablemente Hui sea su discípulo más notable –como Stiegler lo fue de Derrida, con el permiso de Malabou–.

Tras su proyecto de renovación de la cibernética, con la trilogía de Recursivity and Contingency (2019), Art and Cosmotechnics (2021) y Machine and Sovereignty (2024), el libro que ahora mismo tenéis entre las manos, Post-Europa, vuelve a La pregunta por la técnica en China (2016), siendo para este, si se quiere, una especie de epílogo, un apéndice crítico, o quizá una introducción. Si allí había una reconstrucción del pensamiento chino de la técnica, aquí se aborda el problema del desarraigo y el dilema patológico de un retorno al hogar. Es una respuesta al Heidegger ideólogo, al Heidegger pensador de Estado. Hasta el momento, la filosofía europea, de Husserl a Stiegler, pasando por Oswald Spengler, Paul Valéry, Patocka, Heidegger, Karl Löwith, Derrida... solo ha ofrecido reflexiones sobre Europa y para Europa, considerando la técnica como aquello que se opone al espíritu, a la cultura, a lo humano, etc. Lo excepcional de la filosofía francesa, lo que hace que constituya un caso aparte, es haber deconstruido la metafísica occidental, fundamentalmente idealista, y haber señalado la naturaleza tecno-lógica del espíritu europeo. Lo que muestra la historia del pensamiento asiático, como la historia de otros pensamientos no europeos, es que no hay relación necesaria entre la retención terciaria (la exteriorización de la memoria en dispositivos técnicos) y la historicidad (o lo histórico). Dicho de otra manera, que puede haber técnica sin tecnología.2 La información es irreductible a su soporte y a los datos. De eso iba, a mi juicio, aquello que decía Jean-François Lyotard acerca del «espejo quebrado» del maestro zen Eihei Dôgen, que a Stiegler le parecía tan misterioso.

Ahora bien, la necesidad de su accidente se está deshilachando, la tecnología ya no es simplemente europea. El espíritu abandonó Europa. Asia, por otra parte, ya no puede deseuropeizarse. Al menos, si eso significa destecnologizarse. La técnica ha sido el caballo de Troya de la metafísica occidental. A través de su tecnología, la civilización mundial se funda en la ontología y la epistemología europea. Durante su modernización, y en su oposición a Occidente, Asia subestimó la técnica, aceptándola como una cosa inocua, sin hacer de ella un tema, un problema, una cuestión. Por este motivo, el pensamiento asiático solamente ha podido aportar éticas ad hoc (budistas, taoístas, etc.) de la tecnología y críticas humanistas estériles, siendo incapaz de una puesta en comunicación con la sociedad tecnológica. Este es el balance que hace Hui del pensamiento oriental, más preocupado en la actualidad por la fidelidad o autenticidad de las interpretaciones de sus...



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