E-Book, Spanisch, 800 Seiten
Hirschberger / Gabás Historia de la filosofía III
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-254-3350-4
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Filosofía del siglo XX
E-Book, Spanisch, 800 Seiten
ISBN: 978-84-254-3350-4
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
La presente obra es ya un clásico de la historiografía filosófica. Publicada en castellano por primera vez en 1954, ha contribuido a la formación en filosofía de varias generaciones tanto en España con en América Latina. Johannes Hirschberger aspira a fundir la actividad historiográfica con la pensante, ya que su intención es ofrecer un texto suficientemente amplio y condensado a la vez, que logre resumir con viveza las principales corrientes de las distintas épocas y el pensamiento de los autores. Con esta nueva edición, revisada a fondo y ampliada hasta nuestros días, sobre todo en lo referente a la bibliografía, la filosofía española y las últimas corrientes de pensamiento, Herder Editorial quiere rendir homenaje a uno de sus grandes autores y orientar la mirada de los amantes de la filosofía hacia un espejo donde se reflejan las caras e inquietudes de nuestra época. Este tomo comprende el periodo entre la fenomenología de Husserl y los comienzos del siglo XXI.
Autoren/Hrsg.
Weitere Infos & Material
INTRODUCCIÓN
Para un turista sentado en la playa la ola más moderna es la que acaba de mojar sus pies. Estamos terminando la primera década del siglo XXI. Los ansiosos de modernidad desean saber lo que está sucediendo en esta década. Pero lo cierto es que ni el diario más puesto al día puede llenar sus páginas sin referirse a tiempos anteriores. La ola más moderna es la que acaba de mojar nuestros pies. Pero ¿de dónde viene? Habría que preguntarle al marinero. El historiador es como un marinero que otea el origen de las olas. A cualquiera podría parecerle sorprendente que dijéramos: la ola que acaba de estrellarse en el dique del puerto de Barcelona viene de Atenas. ¿Por qué no? Entre Atenas y Barcelona hay una conexión por vía marítima.
En el plano intelectual también hay una conexión entre los antiguos griegos y los representantes más recientes del pensamiento filosófico. El nexo es la idea. Tenemos a la vuelta de la esquina las grandes especulaciones de Kant y su desarrollo en el idealismo alemán, en el que la idea y lo ideal fue un tema dominante. Razón, unidad, espíritu, conceptos universales, leyes generales, causas y categorías son el puñado de conceptos que han dado vida a la filosofía y a la ciencia. Lo «racional» ha sido en todo momento el intento de buscar cómo están conectadas entre sí todas las cosas. Hasta finales del idealismo alemán la filosofía ha buscado la articulación interna del orden del ser. Por tanto, se suponía que se da una unidad entre todo lo que existe.
Esta línea típica de la filosofía recibió duros ataques a lo largo del siglo XIX: el positivismo duda de nuestra capacidad de conocer la naturaleza interna de las cosas; Feuerbach deriva lo ideal a partir de lo sensible (del deseo) y Marx lo deduce de la base económica. Schopenhauer establece un abismo entre el conocimiento humano, que se reduce a la ordenación de los fenómenos de cara a la conducta práctica, y la cosa en sí como voluntad. Nietzsche proclama el primado de lo dionisíaco. Podría decirse que Schopenhauer y Nietzsche son dos kantianos radicales, pues ambos abren un abismo entre la aparición fenoménica y la cosa en sí. Por tanto, en el siglo XIX hubo una fuerte polémica entre la línea idealista, que quiere conectar los fenómenos históricos con la aparición de la idea, y los pensadores que se niegan a identificar el sustrato del mundo con algún núcleo ideal.
En el siglo XX el idealismo se prolonga a través del neokantismo, de la fenomenología de Husserl y de toda una amplia gama de estudios en torno al idealismo alemán, en concreto sobre Hegel, y sobre todo el pasado histórico. Los diversos periodos y filósofos fundamentales tienen sus sociedades correspondientes que se dedican a estudiarlos. Pero a la vez se potencia el marxismo y se produce un fecundo movimiento de revisión de las tesis de Marx (revisionismo, neomarxismo, interpretaciones de Marx, Escuela de Frankfurt). Durante el siglo XX las masas ocupan amplios espacios del escenario político. Aspiran a dirigirlas el marxismo, el fascismo y el neocapitalismo mediante el sistema de consumo, en el que se fusionan las clases en una apariencia de igualdad. Es obvio que la filosofía no se ha mantenido indiferente ante este escenario. Entre 1920 y 1930 Lukács publica Historia y conciencia de clase (1923), nace la «teoría crítica», Heidegger analiza el «uno» (la gente) como existenciario, Ortega publica La rebelión de las masas (1930). En la segunda guerra mundial los soldados mueren en masa en el campo de batalla. El existencialismo se desarrolla en parte como reacción ante la pérdida de la vida individual en la existencia de las masas. A principios de los sesenta la «teoría crítica de la sociedad» (Adorno, Horkheimer, Marcuse, Habermas...) y el «racionalismo crítico» (Karl Popper y Hans Albert) disputan acerca de un doble modelo de sociedad. A través de la ética se abre paso la razón práctica de Kant y se canaliza un reformismo social que ha renunciado a la revolución. En el último cuarto de siglo se desarrolla la disputa entre los seguidores de la Ilustración y los que renuncian a ella en aras de una razón plural. Por otra parte, a raíz de las dos guerras, del uso de los medios de comunicación para dirigir las masas y de la amenaza atómica, se produce en la filosofía una intensa reflexión sobre el sentido de la técnica y del progreso.
La filosofía propiamente dicha se desarrolla sobre todo a partir de la fenomenología de Husserl, que quiere restaurar el trono de la filosofía primera mostrando la fuerza de lo ideal en su inmediatez. Frente a las tendencias positivistas, la reducción existencial, o sea, el hecho de poner entre paréntesis, tiene el sentido de centrar inmediatamente la mirada en la fuente de realidad que da sentido a lo existente y a los entes materiales. Si prescindiéramos de la actividad del yo, lo existente carecería de significación. En cambio, la actividad del yo (lo ideal) mantiene su vigor aunque prescindamos de la existencia de los objetos exteriores. El padre de la fenomenología, persuadido de que el ser se da primordialmente en lo ideal, tal como esto actúa en el yo, quiere sacar a la luz el orden que late en su actividad constituyente, y así diseñar el entramado unitario que subyace en todas las ciencias. El descubrimiento de esta unidad de la razón habría de subsanar la incapacidad de las ciencias a la hora de orientar la acción humana. Por tanto, Husserl aspiraba a una teoría de la razón como base de todo saber y de toda acción.
El proyecto husserliano era el último canto de cisne de la filosofía en el siglo XX, cuya aportación (o destrucción) más importante consiste en haber dinamitado la filosofía clásica, que tiene su núcleo en la afirmación de una idealidad articulante del mundo y de una razón dentro del hombre dotada de la posibilidad de conocer el nexo que subyace en las cosas. Es una tarea primordial del historiador de la filosofía del siglo XX mostrar cómo desde el intento husserliano de restaurar la filosofía primera, la unidad de un mundo nacido de la actividad constituyente del yo, se llega a la proclamación de una pluralidad de razones o campos del saber, sin necesidad de una racionalidad primordial que las una. Y a la vez se le plantea al filósofo la pregunta sobre la medida en que estos resultados son definitivos, o bien requieren un nuevo planteamiento.
Dentro de la filosofía del siglo XX se ha desarrollado una lucha sin cuartel contra el «mentalismo», entendiendo por tal la persuasión de que el lenguaje no hace sino expresar los conceptos elaborados en la mente, contra la distinción entre sujeto y objeto, contra la filosofía de la representación, o sea, la idea de que nuestras imágenes mentales son una reproducción de las cosas, entendidas como existentes fuera de nosotros, y contra la suposición de que el yo es anterior al mundo y lo constituye. El siglo XX convierte la facticidad y el lenguaje en el último a priori. En efecto, si desaparece el modelo de la adecuación entre las imágenes y las cosas, ¿qué queda? Queda lo que se configura en el lenguaje, lo que desarrolla el hombre, o lo que se produce en el acontecer lingüístico del mundo.
Ponen las bases decisivas de ese cambio Martin Heidegger en Ser y tiempo (1927) y Ludwig Wittgenstein en sus Investigaciones filosóficas (1953). Heidegger da un nuevo giro a la fenomenología, al lema husserliano de «a las cosas mismas». Ese giro consiste en mostrar que el modelo de Husserl encubre todavía un estrato más profundo, algo que precede a la actividad entendida como «yo». Heidegger entiende el mundo pragmáticamente, en el sentido de que enfoca las cosas como utensilios, como instrumentos que sirven para algo, y no precisamente como entidades intuidas, dotadas de una determinada forma. Nadie duda de que un útil no está siempre en la naturaleza, sino que ha sido inventado. En consonancia con este carácter fundamental de las cosas, Heidegger no atribuye el nacimiento del mundo al órgano visual del cuerpo o de la mente, sino a tres existenciarios que él denomina: las «afecciones», el «comprender» y el «habla». Por tanto, el mundo no se constituye fundamentalmente a través de un acto de visión, sino a través de una afección articulada en medio del habla, que está en el fondo del lenguaje. Con Heidegger pasan a primer plano los «temples de ánimo» (ante todo la angustia) y el «lenguaje». Sorprendentemente, hay una conexión entre la dimensión pragmática y los temples de ánimo, pues el mundo y las cosas en él se erigen de cara a un determinado poder ser, a una realización de la existencia. De acuerdo con este enfoque, la verdad deja de ser la presencia en el hombre de cosas que estaban dadas previamente en la naturaleza, y pasa a ser un salir a la luz lo que estaba oculto, lo que no era todavía (verdad como apertura). Con ello se destruye el modelo de la representación y se ponen las bases para la transición a la filosofía lingüística. Heidegger, además, criticó la filosofía anterior bajo...