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Herzog / Seguró | La salvación del trabajo | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 224 Seiten

Reihe: Pensamiento Herder

Herzog / Seguró La salvación del trabajo

Un llamamiento político
1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-254-5179-9
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

Un llamamiento político

E-Book, Spanisch, 224 Seiten

Reihe: Pensamiento Herder

ISBN: 978-84-254-5179-9
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection



La democratización del mundo laboral es la única opción de configurar una sociedad futura mejor. ¿Cómo trabajaremos en el futuro? A diario observamos que cada vez más tareas son asumidas por aplicaciones informáticas y por robots. Esto nos provoca inseguridades y miedos ante un mundo laboral ya de por sí incierto e inestable. En este libro, la filósofa Lisa Herzog nos insta a no caer en catastrofismos resignados, ya que el trabajo desempeña un papel demasiado importante en nuestra sociedad como para abandonarlo a su suerte. La salvación del trabajo requiere una decisión política que consiste en organizar su futuro -concretamente las reglas de juego jurídicas y sociales que lo rigen, las implicaciones de la transformación digital...- para que se ajuste a nuestra idea de dignidad y prosperidad. Este libro da nuevas respuestas a una de las grandes cuestiones de nuestra época y propone vías para una política mejor.

Lisa Herzog. Desde 2019 es profesora de Filosofía en el Centro de Filosofía, Política y Economía de la Universidad de Groningen. Anteriormente fue profesora de Filosofía y Teoría Política en la Escuela Superior de Politología de la Universidad Técnica de Múnich. Sus investigaciones se centran, entre otros temas, en la justicia económica, la ética en las organizaciones y la democracia económica. Por su libro La salvación del trabajo fue galardonada en 2019 con el Premio Tractatus de Ensayo y el Premio Alemán de Filosofía y Ética Social.
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1. El futuro del trabajo:
¿distopía o utopía?


Cuando lleguen los algoritmos, ¿quiénes saldrán ganando y quiénes perdiendo?

Unos tendrán más tiempo libre cuando llegue el día en que sea el frigorífico el que pida automáticamente los alimentos, y para cuando al cabo de un rato un dron los entregue puntualmente, los algoritmos ya se habrán encargado de elaborar las recetas óptimas. Otros, en cambio, perderán sus puestos de trabajo, y como la renta básica universal estará garantizada, pero será exigua, para subsistir se verán obligados a acudir a los comedores sociales para hacer acopio de alimentos. Habrá quienes se lucren con patentes de programas informáticos. Esos dejarán que ejércitos de robots trabajen para ellos. Pero también habrá quienes se pasen el día pendientes de que una aplicación les envíe una oferta de trabajo, para acudir corriendo en cuanto la reciban. Habrá quienes trabajen libre y autónomamente, suponiendo que aún lo hagan, mientras que otros estarán controlados por una aplicación, quizá incluso por un chip implantado, que registrará cada uno de sus movimientos y cada una de sus pausas para ir al baño.

¿Será así el mundo laboral del futuro? Educación, formación, adquisición de «capital humano», mucha motivación y ganas de rendir… nada de eso parece garantizar ya una vida laboral regulada y que proporcione ingresos que permitan vivir bien. Aún no está claro cuáles serán los cambios que traerán los robots, los algoritmos y la inteligencia artificial. Mientras que, por un lado, unos auguran un futuro dorado, que nos deparará un bienestar siempre creciente y en el que todas las molestas tareas rutinarias podrán delegarse en máquinas, por otro lado, se escuchan profecías que auguran la extinción de más del 40 % de los oficios que existen ahora, y no solo en el sector de los trabajos «poco cualificados».1 Aún no podemos prever a quién le tocará y a quién no.

Hoy muchas personas tienen miedo de cómo será el mundo laboral del futuro: miedo a convertirse en meros apéndices de un ordenador o en esclavas de una aplicación. O, simplemente, miedo a ser desechadas. Arde el debate público sobre los robots, la automatización y el papel de los big data en la sociedad. Pero, muchas veces, los debates se pierden en vaguedades o se atascan en las cifras, y se repiten machaconamente las mismas discusiones. Sigue sin haber acuerdo sobre cuáles son los valores fundamentales. Tampoco se sabe bien adónde debería llevarnos la transformación digital del mundo laboral, para que esa evolución redunde en beneficio del interés general. Ahora es el momento de dar respuestas a las preguntas centrales y de introducir las reformas institucionales necesarias, ya que los cambios en el mundo laboral afectarán a mecanismos básicos de la convivencia social, pero también al reparto de los ingresos, del prestigio y del poder.

¿Queremos que, en el futuro, nuestro trabajo consista en estar pendientes de que nos llamen, para entonces acudir corriendo? Así funcionan ya, por ejemplo, los llamados zero hour contracts, los «contratos por cero horas», que han proliferado mucho en Gran Bretaña. Esos contratos no dan ninguna garantía de cuánto trabajo se oferta ni de qué ingresos se van a percibir. Cuando se emplean programas informáticos para analizar las necesidades y para diseñar planes estatales de bienestar social, ¿quién tiene la última palabra? ¿Estamos dispuestos a permitir que los modelos comerciales digitales conduzcan a un aumento de las desigualdades sociales? ¿Quién tiene opciones de entrar en el mundo laboral digitalizado, y cuáles son esas opciones? En una sociedad regida por procesos digitales, ¿cómo se conserva la cohesión social, que hasta ahora estaba garantizada en buena medida por la integración en el mundo laboral?

Son preguntas muy básicas y necesitamos respuestas para ellas. Y las necesitamos ahora, pues lo que es seguro es que los cambios vendrán. En definitiva, en todos esos cambios del mundo laboral se dirimen, nada menos, que las cuestiones fundamentales de la filosofía política: ¿cómo se organiza la convivencia humana, en qué consiste una sociedad buena y justa, cómo debemos organizar nuestras instituciones y nuestras prácticas sociales?

¿Fin del trabajo? ¡Salvación del trabajo!


La tesis de este libro es que, en plena época de la revolución digital, el mundo laboral desempeña un papel demasiado importante en nuestra sociedad como para abandonarlo a su destino —o a las fuerzas descontroladas del libre mercado—. El trabajo es más que un mal molesto. También es más que un mero medio para ganar dinero. El trabajo es un asunto profundamente humano: algo tan inherente a nuestra esencia que, seguramente, seguiría existiendo aunque el régimen social se organizara de modo totalmente distinto y las máquinas asumieran todavía más tareas. Las personas quieren ser creadoras, quieren organizar su mundo, y una de las formas esenciales de encauzar ese anhelo es el trabajo.

Pero, sobre todo, el trabajo humano es un asunto social: las personas son seres sociales, y por eso suelen trabajar conjuntamente. El trabajo nos pone en contacto con el mundo material, pero sobre todo nos pone en contacto mutuo. Nos introduce en ámbitos sociales, sin los que nuestra vida sería mucho más pobre. Cierto, hay compañeros de trabajo que no nos apenaría no volver a ver en la vida. Pero ese es el precio que debemos pagar por algo muy valioso: que el trabajo nos junta con personas que, de otro modo, no habríamos conocido nunca —y esto vale también para otras muchas formas de «trabajo» distintas del trabajo remunerado, por ejemplo, compartir el cuidado de los niños en ámbitos privados—. El propósito de este libro es volver a poner la mirada en la dimensión social del trabajo, preguntar por los retos y las posibilidades de un mundo laboral solidario y elaborar propuestas para el futuro.

Que el trabajo es inherente a la naturaleza humana es una idea que recorre toda la historia del pensamiento político. El hilo de esta historia comienza, como muy tarde, con Aristóteles, y en la filosofía moderna lo han retomado pensadores tan distintos como Hegel o Marx. Ser hombre significa que, a la vez que configuramos el entorno material, somos configurados por él.2 Significa trabajar a partir de lo que ya han hecho otros, y proseguir su trabajo. El tema del trabajo desempeña un papel central también en el pensamiento político feminista, porque el mundo laboral sigue siendo un terreno especialmente propicio para la desigualdad de trato entre los géneros. Durante siglos, las mujeres han luchado para entrar en el mundo laboral fuera de casa, y también para que ese mundo laboral se organice de otro modo y pueda conciliarse mejor con la vida familiar y las tareas asistenciales.

A la inversa, fueron a menudo las luchas políticas de colectivos creados desde el propio régimen laboral, como las asociaciones laborales y los sindicatos en el siglo XIX, las que contribuyeron decisivamente al progreso. Regulación de la jornada laboral, leyes de protección laboral, instituciones benéficas estatales, cogestión…: todos estos logros no se habrían conseguido sin la acción de estos grupos.

Sin embargo, durante las últimas décadas se ha tendido a considerar el trabajo de forma extremadamente individualista. Muchas de las imágenes y muchos de los modelos predominantes del mundo laboral, sobre todo en el ámbito económico, se basan implícita o explícitamente en un individualismo radical, como si todos fuéramos unos Robinson Crusoe que viviéramos en islas solitarias y solo de cuando en cuando remáramos en canoas hasta las islas vecinas para intercambiar plátanos por cocos. Lo cierto es que solo muy pocos de nosotros seríamos capaces de sobrevivir siquiera unos días en la isla de Robinson. Como individuos que trabajan, somos parte de un complejo sistema global, que está estrechamente entretejido con otros sistemas sociales, como la política, la cultura o la ciencia. Esas panorámicas de ciudades con muchas figuritas haciendo cosas, que salen a veces en algunos libros infantiles educativos, o esas escenas campesinas que pintaban los pintores holandeses del siglo XVI, donde sale mucha gente en movimiento, ilustran bastante bien cómo funciona el trabajo humano, que es mediante un entrelazamiento de innumerables actividades, donde cada uno solo puede centrarse en la suya gracias a que hay otras personas que se ocupan de las demás.

Cómo es este sistema social del mundo laboral depende básicamente de cómo lo organizamos nosotros conjuntamente, enmarcándolo en una política democrática, pero también plasmando entre todos los valores culturales y las normas.

La dimensión social del trabajo humano es una de sus grandes virtudes. Puede ser muy gratificante y enriquecedor formar parte de sistemas laborales basados en el reparto de tareas, salvo que esos sistemas estén organizados de tal modo que los trabajadores sean sometidos a presiones, tengan que sufrir vejaciones o sean explotados, lo cual, por desgracia, también sucede a menudo. Las tecnologías digitales modifican las estructuras sociales del mundo laboral. Eso puede repercutir enormemente en el modo como las personas experimentan su trabajo. Pero estos cambios no tienen por qué ser para peor. Lo decisivo es, por un lado, si nosotros asumimos las tareas organizativas que afectan al bienestar de los trabajadores;3 y, por otro lado, la cuestión de cómo asegurar en el futuro la justicia, el interés general y la...



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