Guitton | Pensamiento y guerra | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 30, 252 Seiten

Reihe: Nuevo Ensayo

Guitton Pensamiento y guerra


1. Auflage 2019
ISBN: 978-84-9055-890-4
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 30, 252 Seiten

Reihe: Nuevo Ensayo

ISBN: 978-84-9055-890-4
Verlag: Ediciones Encuentro
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A mediados del siglo XX, en plena Guerra Fría, el filósofo francés Jean Guitton impartió una serie de conferencias centradas en el papel de la estrategia, su esencia y sus principios. En ellas expone un método de pensamiento sintético para comprender la guerra, guiado por el siguiente leitmotiv: 'Del mismo modo que la metafísica es la forma más alta de pensamiento, a la estrategia le corresponde el mismo lugar en el dominio de la acción'. A lo largo de estos textos, reeditados recientemente con la colaboración de los profesores de la Escuela de Guerra de Francia, Guitton evidencia la estrecha vinculación entre el pensamiento estratégico y la filosofía, pues 'detrás de las victorias de Alejandro siempre se encuentra Aristóteles'. Incluso con los cambios de las últimas décadas, que han transformado profundamente la guerra, los principios rectores de ésta permanecen y muchas de las reflexiones que les dedica el pensador francés conservan su vigencia. Reflexiones en las que se aborda la relación entre el pensamiento y la acción en lo que tiene de más decisivo para el destino de la humanidad, tanto en el pasado siglo como en nuestro momento presente.

Jean Guitton nació en Saint-Étienne (Francia) en 1901. Escritor y filósofo, fue elegido miembro de la Academia Francesa en 1961. En 1987 pasó a formar parte de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Amigo íntimo de Monseñor Montini (futuro papa Pablo VI), fue el único laico autorizado por el papa Juan XXIII para asistir a las sesiones del concilio Vaticano II. Murió en París en 1999. Ediciones Encuentro ha publicado algunas de sus obras más significativas, tales como Mi testamento filosófico (2009), Pascal y Leibniz (2011), Aprender a vivir y a pensar (2012) , Diálogos con Pablo VI (2014), Pablo VI secreto (2015) y Pensamiento y guerra (2018).

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PRÓLOGO a la edición española La estrategia es una disciplina cuya esencia es difícil de capturar, incluso para los que trabajan sobre ella diariamente. En su formulación necesita del conocimiento profundo de la naturaleza humana, pero en su ejecución es praxis violenta, enfrentada a otra igual y contraria ejecutada por un estratega adversario desde el lado opuesto de la colina. Las raíces de la estrategia se hunden en el pensamiento y la teoría aunque sus manifestaciones son brutalmente prácticas. Se trata de cambiar la realidad a nuestro favor y contra la voluntad del otro, en una situación extrema en la que se utiliza o se está dispuesto a utilizar una violencia masiva y letal. Jean Guitton no era un estratega sino un filósofo, pero como otros muchos filósofos y pensadores se sintió atraído por ese contraste entre pensamiento sutil y sofisticado y práctica competitiva y violenta. Guitton centró su obra en el ser humano, en su relación con Dios y con el mundo, y en la búsqueda de la verdad. Pensó que podía aprender mucho de ello estudiando un fenómeno tan extremo como la guerra, y una disciplina tan aparentemente desconcertante como la estrategia. Así como los seres humanos se revelan más fácilmente en su auténtica naturaleza cuando se encuentran en una situación extrema, el pensamiento puede adquirir una claridad inusual cuando se enfrenta al reto de convertirse en acción inmediata, dinámica y violenta que busca sobrevivir y prevalecer. El momento de la historia en el cual Jean Guitton pronunció las cinco conferencias que componen esta obra fue tan interesante como devastador. La vida del autor se enmarca completamente en el siglo XX. Nació un año después de que comenzase y murió un año antes de su finalización. Vivió pues en uno de los periodos más violentos de la historia humana, si no el que más, y como ciudadano francés sufrió la tragedia de las dos guerras mundiales, experimentó la tristeza de la decadencia de Francia y Europa, y vivió la amenaza de la guerra nuclear que, por primera vez en la historia, convirtió en factible el ancestral mito de la destrucción de la humanidad en una última batalla apocalíptica. En ese terrible escenario Guitton intentó situar al ser humano, y a su principal esencia que es el pensamiento. En Francia encontró una excepcional tradición de pensamiento estratégico, que precisamente centraba su atención en el hombre, su moral y sus valores, como elemento sustancial y decisivo de la victoria. Desde la Revolución, el centro de la estrategia francesa fue siempre el valor moral, que se manifestaba en el «élan», el entusiasmo que podía sobreponerse a la inferioridad tecnológica y numérica, a las privaciones y a las bajas. El empuje del ciudadano soldado, consciente de que estaba cambiando el mundo, que Napoleón supo utilizar con tanta maestría hasta que lo agotó de tanto abusar de él. Heredero de esa tradición fue uno de los protagonistas principales de las conferencias de Jean Guitton: el mariscal Ferdinand Foch, un hombre que conjugó pensamiento y acción, ambos en grado superlativo. Fue director de la Escuela de Guerra y uno de los teóricos militares más respetados en Europa antes de ser nombrado comandante en jefe de las fuerzas aliadas en el Frente Occidental en 1918. Foch recuperó el pensamiento estratégico francés basado en los valores morales, pero interpretando y adoptando a la vez parte de lo que era entonces su némesis: la escuela de pensamiento estratégico prusiano-alemana, y especialmente su más célebre pensador, Carl von Clausewitz. Foch tomó de Clausewitz lo que encajaba mejor con la tradición estratégica francesa, y reforzó el valor entusiasta del combatiente galo con la férrea voluntad del líder militar germano. La combinación no funcionó como el francés esperaba, y en los primeros encuentros de la Gran Guerra ya quedó claro que ni el entusiasmo ni la voluntad podían imponerse al titán de la tecnología. A lo largo de cuatro largos años la artillería de tiro rápido, las ametralladoras y el alambre de espino conformaron las formidables tempestades de acero que evocó Ernst Jünger, y que acabaron con el entusiasmo francés, el optimismo europeo y el futuro de Europa como centro del mundo. La Gran Guerra supuso también la confrontación entre dos concepciones del fenómeno bélico que se encarnaron en dos de los contendientes principales, Francia y Alemania. Guitton evoca ese conflicto en varias de sus conferencias, y como es lógico lo enfoca desde el punto de vista del pensamiento. En el modelo francés la guerra es un fenómeno humano que se intenta abordar desde una lógica cartesiana, un problema que debe plantearse desde el análisis orientado a la búsqueda de lo esencial, para desde esa esencia construir el método para resolverlo. La escuela francesa se basa pues en la búsqueda de principios que correctamente aplicados resulten en lo deseado, que es la victoria y la paz posterior. La escuela alemana, que no surge con Clausewitz, pero que tiene en él su referencia principal, parte de la aproximación dialéctica del idealismo alemán. La guerra es una confrontación permanente, en la que toda acción propia es seguida por una acción enemiga contraria. Clausewitz encuentra la síntesis en la naturaleza política de la guerra, que es lo único que aporta racionalidad, entendida como proporción entre costes y beneficios, al caos de la guerra. Sin embargo, la guerra es caótica e incierta por naturaleza y no hay principios universales que garanticen el éxito. El caos se combate con la racionalidad del político y la capacidad del líder militar para sumergirse en él, guiado por su instinto y su voluntad. Guitton no menciona el enfoque dialéctico de Clausewitz, pero dedica la cuarta conferencia incluida en esta obra a la influencia en la estrategia del sistema dialéctico hegeliano, que surge de la misma línea de pensamiento. Considera que al contrario que el método cartesiano del que nace la escuela francesa, y que considera la guerra como un instrumento para alcanzar un fin, la lógica hegeliana corre el riesgo de considerar la guerra como un fin en sí mismo. El pensamiento hegeliano considera el mundo y la historia como un todo relacionado que gira alrededor del ser humano sin un fin trascendente. Se centra por tanto en el devenir, el proceso de cambio constante guiado por una permanente confrontación dialéctica como única verdad posible. El marxismo surge como el heredero más conocido del pensamiento hegeliano, pero con frecuencia se olvida que el pensamiento estratégico del Estado mayor general alemán es otro de sus herederos, y no menor. De hecho, transmitirá parte de su legado a los revolucionarios del Octubre ruso, fascinados por Clausewitz. La confrontación entre los dos modelos se encarna para Guitton en Foch y en Ludendorff, el jefe del Estado mayor alemán en los últimos años de la guerra. El mariscal francés termina su mando ante la tumba de Napoleón, afirmando que tras la guerra viene la paz, y criticando las escasas esperanzas de paz duradera que aportaba el Tratado de Versalles. Ludendorff por el contrario se unirá a Hitler en los años 20, y proclamará que la guerra es la situación natural del ser humano, y que la paz es solo un sueño, y ni siquiera uno grato. Una reedición del mito eterno de Héctor y Aquiles, el soldado que lucha por su patria y su familia, y que ansía cumplir su misión para volver a ellos en paz, contra el que lo hace porque la guerra se ha convertido en su única finalidad, y fuera de ella no encuentra ningún sentido a su existencia. En la Ilíada ambos mueren bajo los muros de Troya; son engullidos por la bestia de la guerra, como lo fueron Alemania y Francia, una porque la derrota la enloqueció, y otra porque, aunque victoriosa, no fue capaz de lograr una paz estable. La catástrofe de la Gran Guerra, agudizada por sucesivas crisis económicas, dio paso al auge de los profetas de la acción sin pensamiento, de lo visceral, de las soluciones fáciles y radicales para problemas que hubiesen requerido prudencia y sutileza. Guitton retrata la época perfectamente en su conferencia sobre Hitler, más valiosa aún porque la pronunció en 1940. El líder alemán certifica la decadencia del pensamiento. Él es todo energía, dinamismo, pasión violenta y arrebatadora. Apoyado en la tecnología, y utilizando las técnicas de propaganda desarrolladas por los revolucionarios rusos, transmite su mensaje a unas masas decepcionadas por el sistema que las ha llevado a la guerra y la ruina, y que escuchan ensimismadas a quien les promete soluciones enérgicas y definitivas. La conferencia resulta especialmente interesante porque revela preocupantes similitudes con nuestro tiempo, y no solo en el aspecto político sino también en el de la propaganda y la manipulación. Hitler aporta a la estrategia la conversión de la acción psicológica en su elemento central, explotando la incertidumbre, el miedo y el desconcierto en el enemigo, así como la frustración, la rabia y el odio en el bando propio. Liddell Hart lo expresa muy bien cuando afirma que el objetivo de la guerra no es derrotar al adversario mediante su destrucción física, sino destruyendo en su mente toda perspectiva de victoria. Hitler no tratará de alcanzar ese objetivo mediante el sutil y maniobrero enfoque indirecto del británico, sino mediante la manipulación, el terror y la barbarie. En cierta medida su método es de nuevo una consecuencia de la aplicación del pensamiento hegeliano a la estrategia, aunque retorcido hasta sus límites. El principio de totalidad amplía la guerra hasta todo lo posible, y sobrepasa así la limitación tradicional del enfrentamiento bélico a un...



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