E-Book, Spanisch, Band 8, 222 Seiten
E-Book, Spanisch, Band 8, 222 Seiten
Reihe: Gran Libro de los Mejores Cuentos
ISBN: 978-3-96917-234-6
Verlag: Tacet Books
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Juana Manuela Gorriti Zuviria (Rosario de la Frontera, 15 de junio de 1818-Buenos Aires, 6 de noviembre de 1892) fue una escritora argentina, aunque también se ha hecho célebre por las peripecias de su vida.Ricardo Jaimes Freyre (Tacna, 12 de mayo de 1866 - Buenos Aires 8 de noviembre de 1933) fue un escritor, poeta, historiador y diplomático boliviano naturalizado argentino. Es considerado uno de los referentes del modernismo latinoamericano.Adela Zamudio fue una poetisa y novelista boliviana. Su notable figura representó en su país la transición del romanticismo al modernismo.Carmen Lyra, seudónimo de María Isabel Carvajal Quesada (San José, Costa Rica, 15 de enero de 1887 - Distrito Federal, México, 14 de mayo de 1949) fue una escritora, pedagoga y política costarricense.Carlos Gagini Chavarría (San José, 15 de marzo de 1865 - 31 de marzo de 1925) fue un escritor costarricense de ascendencia suiza.José María Rivas Groot (n. Bogotá, 18 abril de 1864 - f. Roma; 26 octubre de 1923) fue un poeta, novelista, historiador y político colombiano.Rafael Ángel Troyo Pacheco (Cartago, 18 de junio de 1870 - 4 de mayo de 1910) fue un novelista, cuentista, poeta y músico costarricense. Se le considera uno de los introductores del modernismo en el país, y uno de las figuras más excelsas de la cultura costarricense y cartaginesa surgida durante finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.Ricardo Fernández Guardia (Alajuela, 4 de enero de 1867 - San José, 25 de febrero de 1950) fue un escritor, político y diplomático costarricense.Enrique Hernández Miyares. Poeta y periodista cubano.Julián del Casal y de la Lastra (La Habana, 7 de noviembre de 1863 - La Habana, 21 de octubre de 1893) fue un poeta cubano, uno de los máximos exponentes de la literatura modernista en español.
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Ricardo Jaimes Freyre (Tacna, 12 de mayo de 1866 - Buenos Aires 8 de noviembre de 1933) fue un escritor, poeta, historiador y diplomático boliviano naturalizado argentino. Es considerado uno de los referentes del modernismo latinoamericano. Nacido el 12 de mayo de 1866 en Tacna, Perú, fue uno de los hijos de Julio Lucas Jaimes y Carolina Freyre. Ambos provenientes de familias relacionadas a las artes literarias. Su padre fue periodista y escritor potosino cuyo pseudónimo fuera "Brocha Gorda", autor de abundantes tradiciones de su país a la manera de Ricardo Palma de quien fuera amigo, su madre pertenecía a una importante familia tacneña lligada al periodismo y la imprenta, fue directora de una revista femenina y escritora oriunda de Tacna. Jaimes Freyre nació en Tacna durante la estancia de su padre en esta ciudad como cónsul por Bolivia, su partida de nacimiento registra como testigos a Mariano Baptista y Melchor Terrazas, ambos bolivianos exiliados en Perú. En esta ciudad, viviría la primera etapa de su vida que coincidiría en parte con el periodo de la ocupación chilena de la ciudad. En 1886, a sus 18 años, tras el traslado de la familia a la ciudad de Sucre, conoció en Bolivia a Felicidad Soruco, con quien se casó y tuvo tres hijos: Víctor, Yolanda y Mario. Miembro del movimiento modernista, fundó durante 1894 en Buenos Aires, junto a su amigo Rubén Darío, quien estaba allí desde 1893, la Revista de América, de corta duración pero que fue un referente literario continental por el manifiesto modernista que publicó: Trabajar por el brillo de la lengua española en América y, al par que por el tesoro de sus riquezas antiguas, por el engrandecimiento de esas mismas riquezas, en vocabulario, rítmica, plasticidad, y matiz... servir... a la aristocracia intelectual de las repúblicas de lengua española Su estancia en esta ciudad le permitió cultivar además, la amistad de Leopoldo Lugones. Fue redactor del diario El País, y colaboró con publicaciones de la época. Entre 1896 y 1899 cumple funciones diplomáticas en Brasil, tiempo durante el cual escribe gran parte de su primer libro de poesía, Castalia bárbara (1899). En este libro se destaca la suite homónima, de 13 composiciones poéticas que evocan mitos y elementos nórdicos. Entre 1901 y 1921 vivió en Tucumán, donde se desempeñó como docente y periodista. Impartió los cursos de Psicología y Literatura Perceptiva, Lógica e Historia de la Literatura Española, en el Colegio Nacional de Tucumán. Uno de sus discípulos fue el poeta Manuel Lizondo Borda. Fue también docente, desde 1905, de la Normal y de la Universidad Nacional de Tucumán de la que fue co-fundador y uno los primeros profesores, convirtiéndose en un personaje importante de la vida cultural tucumana. Su porte, y sus dotes de orador y declamador, lo hacían un personaje muy singular, respetado por los miembros de la llamada "Generación del Centenario", entre quienes se encontraban, Juan B. Terán, Alberto Rougés, Miguel Lillo, José Ignacio Aráoz o los gobernadores Ernesto Padilla y Miguel Mario Campero. Desempeñó la labor de historiador tras organizar el archivo histórico tucumano y publicar la Historia De la República de Tucumán. Entre 1904 y 1907 dirigió la Revista de Letras y Ciencias Sociales, una propuesta única y vanguardista en su época.Fue miembro de la Academia Argentina de Letras y de la Sociedad Sarmiento. En 1916 se le concedió la carta de ciudadanía argentina. Su afinidad con Bautista Saavedra, y la llegada de este a la presidencia de Bolivia, coincide con su regreso al servicio público. El 12 de mayo de 1921 fue nombrado Ministro de Instrucción Pública Agricultura y Guerra en Bolivia. A partir de entonces desempeñó en nombre de Bolivia los cargos: Delegado a la Sociedad de Naciones; Ministro de Relaciones exteriores, cargo que le supuso una polémica con Franz Tamayo; Embajador en Chile donde sostuvo una importante polémica con el Canciller de este país; Embajador en Estados Unidos, país en el que sufrió el fallecimiento de su esposa; Embajador en México, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario en Brasil, este último cargo supuso un desacuerdo con el entonces presidente Hernando Siles, lo cual provocó su renuncia y su regreso a Buenos Aires. Fue desarrollando con los años una recta conciencia social y política de sesgo humanista que solo se encuentra entre los modernistas en José Martí; fue así un fervoroso admirador del anarquismo social-cristiano de León Tolstoi, y hasta pudo después, sin haber sido un militante, demostrar sus simpatías por el espíritu que animó la Revolución Rusa de 1917. En una ocasión incluso se pensó en proponerlo como candidato a la presidencia de la República de Bolivia, algo que él declinó. Tras su renuncia vivió pobremente con la jubilación que obtuvo de sus cátedras en Tucumán. El 24 de abril de 1933, en Buenos Aires, murió en brazos de su hija Yolanda. El 8 de noviembre de 1933, sus restos, junto a los de su padre fueron trasladados a Potosí, a donde llegaron tres días después y fueron depositados en la Catedral de la ciudad. Justicia índia
Los dos viajeros bebían el último trago de vino, de pie al lado de la hoguera. La brisa fría de la mañana hacía temblar ligeramente las alas de sus anchos sombreros de fieltro. El fuego palidecía ya bajo la luz indecisa y blanquecina de la aurora; se esclarecían vagamente los extremos del ancho patio, y se trazaban sobre las sombras del fondo las pesadas columnas de barro que sostenían el techo de paja y cañas. Atados a una argolla de hierro fija en una de las columnas, dos caballos completamente enjaezados esperaban, con la cabeza baja, masticando con dificultad largas briznas de hierba. Al lado del muro, un indio joven, en cuclillas, con una bolsa llena de maíz en una mano, hacía saltar hasta su boca los granos amarillentos. Cuando los viajeros se disponían a partir, otros dos indios se presentaron en el enorme portón rústico. Levantaron una de las gruesas vigas que, incrustadas en los muros, cerraban el paso y penetraron en el vasto patio. Su aspecto era humilde y miserable, y más miserable y humilde lo tornaban las chaquetas desgarradas, las burdas camisas abiertas sobre el pecho, las cintas de cuero, llenas de nudos, de las sandalias. Se aproximaron lentamente a los viajeros que saltaban ya sobre sus caballos, mientras el guía indio ajustaba a su cintura la bolsa de maíz, y anudaba fuertemente en torno de sus piernas los lazos de sus sandalias. Los viajeros eran jóvenes aún; alto el uno, muy blanco, de mirada fría y dura; el otro, pequeño, moreno, de aspecto alegre. —Señor... —murmuró uno de los indios. El viajero blanco se volvió a él. —Hola, ¿qué hay, Tomás? —Señor... déjame mi caballo... —¡Otra vez, imbécil! ¿Quieres que viaje a pie? Te he dado en cambio el mío, ya es bastante. —Pero tu caballo está muerto. —Sin duda está muerto; pero es porque le he hecho correr quince horas seguidas. ¡Ha sido un gran caballo! El tuyo no vale nada. ¿Crees tú que soportará muchas horas? —Yo vendí mis llamas para comprar ese caballo para la fiesta de San Juan... Además, señor, tú has quemado mi choza. —Cierto, porque viniste a incomodarme con tus lloriqueos. Yo te arrojé un tizón a la cabeza para que te marcharas, y tú desviaste la cara y el tizón fue a caer en un montón de paja. No tengo la culpa. Debiste recibir con respeto mi tizón. ¿Y tú, qué quieres, Pedro? —preguntó, dirigiéndose al otro indio. —Vengo a suplicarte, señor, que no me quites mis tierras. Son mías. Yo las he sembrado. —Este es asunto tuyo, Córdova —dijo el caballero, dirigiéndose a su acompañante. —No, por cierto, este no es asunto mío. Yo he hecho lo que me encomendaron. Tú, Pedro Quispe, no eres dueño de esas tierras. ¿Dónde están tus títulos? Es decir, ¿dónde están tus papeles? —Yo no tengo papeles, señor. Mi padre tampoco tenía papeles, y el padre de mi padre no los conocía. Y nadie ha querido quitarnos las tierras. Tú quieres darlas a otro. Yo no te he hecho ningún mal. —¿Tienes guardada en alguna parte una bolsa llena de monedas? Dame la bolsa y te dejo las tierras. Pedro dirigió a Córdova una mirada de angustia. —Yo no tengo monedas, ni podría juntar tanto dinero, —Entonces, no hay nada más que hablar. Déjame en paz. —Págame, pues, lo que me debes. —¡Pero no vamos a concluir nunca! ¿Me crees bastante idiota para pagarte una oveja y algunas gallinas que me has dado? ¿Imaginaste que íbamos a morir de hambre? El viajero blanco, que empezaba a impacientarse, exclamó: —Si seguimos escuchando a estos dos imbéciles, nos quedamos aquí eternamente... La cima de la montaña, en el flanco de la cual se apoyaba el amplio y rústico albergue, comenzaba a brillar herida por los primeros rayos del sol. La estrecha aridez se iluminaba lentamente y la desolada aridez del paisaje, limitado de cerca por las sierras negruzcas, se destacaba bajo el azul del cielo, cortado a trechos por las nubes plomizas que huían. Córdova hizo una señal al guía, que se dirigió hacia el portón. Detrás de él salieron los dos caballeros. Pedro Quispe se precipitó hacia ellos y asió las riendas de uno de los caballos. Un latigazo en el rostro lo hizo retroceder. Entonces, los dos indios salieron del patio, corriendo velozmente hacia una colina próxima, treparon por ella con la rapidez y seguridad de...