González Ruiz | Breve historia de la Corona de Aragón | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 352 Seiten

Reihe: Breve Historia

González Ruiz Breve historia de la Corona de Aragón


1. Auflage 2012
ISBN: 978-84-9967-308-0
Verlag: Nowtilus
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 352 Seiten

Reihe: Breve Historia

ISBN: 978-84-9967-308-0
Verlag: Nowtilus
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'Es verdad que no estamos ante una novela pero, David González Ruíz, no se ha decantado por el uso de un lenguaje rebuscado y demasiado específico sino que ha optado por un estilo que le acerque al mayor número posible de lectores. Se nota en ello que ha pretendido acercar la historia de la Corona de Aragón no sólo a los historiadores o estudiantes de esta Licenciatura, sino a un público lector mucho más amplio'. (Web Melibro) 'Esta es una historia épica. Una narración de hazañas y valor sin igual que un pueblo, el aragonés supo interpretar durante varios siglos. Una historia de riesgos, proezas, y valor, con un gran aprecio al bien común de una corona que supo ganarse el asombro y respeto de todo el mediterráneo por su perseverancia en el deber y por tener una fe inquebrantable en su destino. Esta es la historia de la Corona de Aragón, narrada por David González Ruiz como nunca se ha hecho.'(Blog Historia con minúsculas) Una dinastía que supo expandirse por el Mediterráneo y crear, a golpe de hierro,uno de los reinos más importantes de toda la Edad Media. Es un lugar común en el estudio de la historia de España, centrarse en la historia de Castilla a la hora de estudiar la Edad Media y dedicarle menos tiempo al estudio de la Corona de Aragón. David González Ruiz, en un estilo cercano a la narración -como corresponde a esta historia de batallas y traiciones-, pretende señalar la importancia del reino de Aragón, que fue más decisivo en el devenir de la historia durante gran parte de la Edad Media. Conoceremos de la mano del autor los lugares más emblemáticos de esta dinastía y aparecerán ante nosotros personajes de la talla histórica de Sancho II, Jaime I el Conquistador, Pedro II el Grande, el héroe Roger de Flor o Fernando II el Católico. Este libro recorre por completo la historia de la Corona de Aragón. Comienza, de hecho, con un breve relato de la invasión musulmana para situarnos directamente ante los héroes de la Reconquista.

David González Ruiz (Barcelona, 1976) es licenciado en Historia, especializado en Historia Medieval por la Universidad de Barcelona, y licenciado en Documentación por la Universidad Autónoma de la ciudad condal. Es coautor del libro 100 figuras que hacen nación. Ha publicado artículos en varios periódicos y revistas especializadas. Trabaja como técnico superior de archivos en el Archivo Histórico de Sabadell, imparte cursos de Historia de Cataluña en las universidades catalanas como profesor del ACCAT (Associació Coneixer Catalunya) y forma parte del consejo de redacción de Materials, revista electrónica de Historia. En esta misma colección ha publicado Breve historia de las leyendas medievales (2010).
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3

Los primeros tiempos (1134-1213)


SUCESIÓN DEL REY DE ARAGÓN ALFONSO I EL BATALLADOR


El rey Alfonso I fue un cristiano fervoroso que dedicó toda su vida a luchar contra los musulmanes en la península ibérica. Amante obsesivo del arte de la guerra y obediente seguidor de los postulados de la Iglesia romana, olvidó sus obligaciones matrimoniales con la reina Urraca de Castilla hasta perecer sin descendencia en 1134, siendo enterrado en el castillo de Montearagón, en los aledaños de Huesca.

El rey aragonés dictó un idealista testamento que dejaba sus territorios a las órdenes militares, unas instituciones religiosas imbuidas del espíritu caballeresco y consagradas a la lucha armada contra el infiel. Con esta sentencia abrió una profunda crisis en el reino de Aragón que, amenazado por la disgregación de sus territorios, vio cómo se precipitaban rápidamente los acontecimientos para intentar evitar que dicha escisión fuera definitiva.

Por un lado, la nobleza navarra aprovechó la situación para proclamar rey a García Ramírez, apodado el Restaurador, y de este modo romper la unión existente con el reino de Aragón desde 1076. Por otro, el papa Inocencio II exhortaba al cumplimiento del testamento. Y además, el rey castellano Alfonso VII había ocupado La Rioja y la ciudad de Zaragoza presentando así su candidatura al trono. Testimonio de este último suceso es el león rampante que preside el escudo de la actual capital aragonesa y que era el emblema de Alfonso VII.

Temerosa de las pretensiones del rey castellano, la nobleza aragonesa tampoco respetó la voluntad del difunto monarca y escogió como soberano a Ramiro II el Monje, hermano de Alfonso el Batallador y obispo de Roda-Barbastro. Los primeros meses de su reinado estuvieron marcados por las dificultades. A las presiones del papado y las aspiraciones castellanas hubo que añadir la oposición de parte de su propia nobleza, ávida por alcanzar más cotas de poder, y una crisis económica que obligó a recurrir a los tesoros de las iglesias y a devaluar la moneda jaquesa, la antigua moneda del reino de Aragón emitida por la ceca de Jaca.

A pesar de su escasa experiencia política, Ramiro II sofocó con éxito las revueltas nobiliarias. En una de esas disputas, estuvo a punto de perder el trono exiliándose temporalmente en Besalú, en la actual provincia catalana de Gerona, entre agosto y septiembre de 1135. A su regreso aconteció el legendario suceso de la campana de Huesca que acabó con la oposición de los insurrectos.

Esta leyenda forma parte del acervo popular aragonés y cuenta cómo el rey Ramiro II decapitó a los nobles que se oponían a su voluntad. En plena anarquía, el monarca mandó un mensajero a su antiguo maestro, el abad del monasterio francés de San Ponce de Tomeras, para pedirle consejo y hallar una solución a tanta incertidumbre. El abad no respondió a las preguntas del emisario pero le condujo hasta un jardín lleno de coles, o rosas según la versión. Acto seguido, desenvainó un cuchillo y cortó la cabeza a aquellas que sobresalían más dejando sólo las más pequeñas. Esta acción fue interpretada por Ramiro II como la necesidad de eliminar a todos los que se oponían a su designación, por ello, convocó Cortes en la ciudad de Huesca con la excusa de mostrar a la nobleza una campana que se oiría en todo el reino. Una vez allí, el rey les hizo entrar uno a uno en la sala degollando a los sediciosos a medida que iban entrando. Luego dejó pasar al resto de los nobles para que escarmentaran.

Si bien durante mucho tiempo la leyenda de la campana de Huesca ha sido considerada verídica, diferentes estudios históricos delatan que se trata de un plagio de fuentes clásicas como el relato del historiador y filósofo griego Herodoto o el también filósofo griego Aristóteles. Al parecer, la base histórica de los hechos hay que buscarla en el saqueo de una caravana musulmana que en tiempo de tregua pasaba por territorio aragonés. Entonces un grupo de nobles descontrolados asaltó el cargamento rompiendo el armisticio firmado por el rey, hecho que derivó en la ocupación de Mequinenza y otras plazas por los musulmanes. En represalia, Ramiro II ordenó la decapitación de los culpables, un acto despiadado que tiene sus paralelismos con la leyenda de la campana de Huesca.

Siendo todavía un eclesiástico, a finales de 1135, Ramiro II casó con la viuda Inés de Poitou, hija del conde de Aquitania y vizcondesa de Tours, buscando con desesperación dotar de un heredero al trono. Este matrimonio irritó al papado y produjo indignación en Castilla, que aspiraba a incorporar el reino de Aragón a sus dominios. Con todo, en 1136, fruto del enlace nació una niña de nombre Petronila que estaría destinada a ser la solución a la crisis.

El óleo titulado La leyenda del rey monje o La campana de Huesca es uno de los cuadros más truculentos de la pintura española. En la escena se pueden ver doce cabezas decapitadas formando un círculo y una treceava colgando de una cuerda, que se identifica con el rebelde obispo de Huesca. Este lienzo, obra del pintor español José Casado del Alisal, fue presentado públicamente en 1880 y actualmente está expuesto en el Museo del Prado.

ESPONSALES ENTRE PETRONILA Y RAMÓN BERENGUER IV


Volvamos por un momento a la Marca Hispánica, donde en 1131 Ramón Berenguer IV, apodado el Santo, sucedió a su padre Ramón Berenguer III al frente de los condados de Barcelona, Gerona, Osona y Cerdaña; y, sin apenas tiempo de hacer nada, se vio implicado en el conflicto sucesorio del reino de Aragón.

Mientras tanto, en el reino aragonés, el nacimiento de Petronila había cambiado la estrategia expansionista del rey Alfonso VII. Ahora el monarca castellano pretendía pactar con Ramiro II una boda entre la princesa Petronila y su hijo primogénito Sancho. A cambio Ramiro II recibiría el señorío de Zaragoza pero la princesa sería educada en la corte castellana.

La nobleza aragonesa rechazó el matrimonio entre Petronila y el príncipe Sancho por temor a que su reino quedara diluido dentro de la poderosa corona castellana. Así pues, el 11 de agosto de 1137 se acordaron en la ciudad oscense de Barbastro los esponsales entre la princesa aragonesa y el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV. De este modo, se frustraba nuevamente la tentativa de unir los reinos de Aragón y Castilla; anexión que ya había fracasado con el convulso matrimonio de Alfonso I el Batallador y la reina Urraca, tal y como vimos en el capítulo anterior.

Retrato de la reina Petronila de Aragón y el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona. Óleo sobre tela conservado en el Museo del Prado de Madrid cuyo original, obra de Filippo Ariosto en 1586, fue destruido durante la Guerra de la Independencia española en 1809.

Siendo todavía una niña, pues apenas contaba con un año de edad, Petronila fue entregada como esposa al apuesto conde barcelonés que sumaba veintitrés. Así fue como, finalmente, Ramiro II consiguió retirarse al priorato de San Pedro el Viejo en Huesca, dejando gobernar a su nuevo yerno. El Liber Feudorum Maior, un cartulario recopilado por el rey Alfonso II de Aragón hacia 1192, describe cómo el rey aragonés entregó a su hija a la vez que cedió todo el reino a Ramón Berenguer IV:

En nombre de Dios. Yo, Ramiro, por la gracia de Dios, rey de Aragón, te doy a ti, Ramón, conde y marqués de Barcelona, mi hija por esposa, con todo el reino de Aragón íntegramente, tal como mi padre, el rey Sancho y mis hermanos Pedro y Alfonso no lo tuvieron nunca mejor [...]. Y te encomiendo todos los hombres del dicho reino en homenaje y juramento, que te sean fieles en aquello que toca a tu vida [...]. Todas estas cosas sobreescritas, yo, el dicho rey Ramiro, te las hago talmente a ti, Ramón, conde y marqués de Barcelona, que si mi hija moría, tu conservases la donación del dicho reino libremente y sin variarla y sin ningún impedimento después de su muerte [...]. Redactado el día 3 de los idus de agosto [11 de agosto], en el año de la Encarnación del Señor de 1137.

Los esponsales de Barbastro fueron ratificados con una boda celebrada en Lérida en 1150, cuando Petronila ya tenía catorce años de edad, la mayoría establecida por el Derecho canónico para poder contraer matrimonio. La operación había servido para ofrecer un frente sólido a las ansias expansionistas castellanas e impedir que Alfonso VII se convirtiera en emperador de toda la península ibérica. A la vez que garantizaba la supervivencia del título de rey de Aragón y permitía al conde de Barcelona obtener ayuda para ampliar sus fronteras meridionales.

No obstante, Ramón Berenguer IV nunca fue rey de Aragón porque Ramiro II mantuvo este privilegio hasta la fecha de su muerte. El conde barcelonés se intituló princeps o príncipe y dominador del reino, ejerciendo tal potestad sobre todo el territorio aragonés. De este modo, la documentación coetánea titula a Ramón Berenguer IV «conde de Barcelona, príncipe de Aragóny marqués o duque de Lérida». Mientras Ramiro II conservaba la dignidad real como rex, dominus et pater (‘rey, señor y padre’) de Aragón.

Sin embargo, Ramón Berenguer IV también heredóel rechazo del papado al matrimonio de su suegro y las reclamaciones de las órdenes militares exigiendo el cumplimiento del testamento de Alfonso I el Batallador. Sólo consiguió que estas le cedieran sus derechos testamentarios, entre 1140 y 1143, a cambio de...



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