González Fernández | Otra filosofía cristiana | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 440 Seiten

Reihe: Biblioteca Herder

González Fernández Otra filosofía cristiana


1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-254-4370-1
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

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Reihe: Biblioteca Herder

ISBN: 978-84-254-4370-1
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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Enrique González apuesta por una nueva forma de comprender el Evangelio partiendo de él y no de una tradición filosófica anterior que perturbe y dificulte su mensaje. El título del presente libro invita a hacer una nueva filosofía cristiana, distinta de la vieja: esta, en lugar de partir del Evangelio para comprenderlo con conceptos filosóficos apropiados a él, lo fuerza a adaptarse a unas categorías previas y ajenas que perturban el mensaje revelado porque cosifican al hombre y, por tanto, a Dios. Ello ha perjudicado notablemente a la propia teología, que siempre demanda a la filosofía nuevos y más aptos conceptos. Pero al no ser propuestos, sigue utilizando inercialmente los viejos, y hasta parece afirmar -resignada- que, como no hay otros, debe seguir edificándose sobre la Escolástica, considerada como la única filosofía cristiana porque no conoce otra. Hoy se nos pide realizar la tarea inversa: intentar comprender el Evangelio con categorías más apropiadas, partiendo de él y no de una tradición filosófica anterior que ha gravitado excesivamente sobre el mismo. Esta empresa urgente pide la renovación de nuestros viejos conceptos, obsoletos o inadecuados en el mundo moderno.

Enrique González Fernández (Madrid, 1962), licenciado en Filosofía por la Universidad Complutense (1985) y también por la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, de Roma (1990), obtuvo en esta última Universidad el grado de doctor, también en Filosofía, en 1992. Es profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad San Dámaso. Discípulo y amigo de Julián Marías, entre sus libros destacan los siguientes: La belleza de Cristo. Una comprensión filosófica del Evangelio. (2002), El Renacimiento del Humanismo. Filosofía frente a barbarie (2003) y Julián Marías, apóstol de la divina razón (2017).

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INTRODUCCIÓN
El título de este libro invita a hacer una nueva filosofía cristiana, distinta de la vieja: esta fue elaborada con categorías procedentes del paganismo y, en lugar de partir del Evangelio para comprenderlo con conceptos filosóficos apropiados a él, lo fuerza a adaptarse a unas categorías previas y ajenas, provenientes de una metafísica radicalmente opuesta, que perturban el mensaje revelado porque cosifican al hombre y, por tanto, a Dios. Ello ha perjudicado notablemente a la propia teología, que siempre demanda a la filosofía nuevos y más aptos conceptos, pero como no se los suministra, sigue utilizando inercialmente los antiguos, de lo cual se resiente; y hasta parece afirmar —resignada— que, como no hay otros, debe seguir edificándose sobre la escolástica, considerada como la única filosofía cristiana porque no conoce otra. Hoy se nos pide realizar la tarea inversa: intentar comprender el Evangelio con categorías más apropiadas, partiendo de él y no de una tradición filosófica anterior que ha gravitado excesivamente sobre él. Esta empresa urgente (solicitada con esperanza por Ortega y Julián Marías) pide la renovación de nuestros viejos conceptos, obsoletos o inadecuados en el mundo moderno y contemporáneo, tan distinto del antiguo y medieval. Este trabajo trata de comprender innovadoramente aspectos esenciales de la visión cristiana de Dios, del hombre, del mundo, del derecho, de la cultura, de la metafísica que denomino humanista, incluso de la conversión eucarística (con la nueva teoría que llamo superesenciación) y hasta de aquello que entendemos como la otra vida. Quizá nunca como hoy hayamos dispuesto de nuevas categorías filosóficas capaces de dar razón del Cristianismo sin la perturbación de aquellas otras, viejas, que estaban lastradas de paganismo, elaboradas para definir cosas. El Cristianismo «aún espera su elaboración filosófica adecuada, la que permitiría desarrollar sus posibilidades intelectuales, que han sufrido durante siglos toda suerte de interferencias».1 Todavía sin hacer esa elaboración adecuada, muchos vuelven hoy a preguntarse si acaso ha habido alguna vez lo que llamamos filosofía cristiana; consideran que quizá asistamos a su fin tal y como la conocemos, porque piensan que este concepto es difícilmente compatible con los requisitos de toda perspectiva filosófica, la cual debe gobernarse solo con sus propias leyes y ha de ser independiente de cualquier fe. Por tanto, se oponen a que la «sabiduría natural», como la llaman, sea mezclada con la «sabiduría sobrenatural». Más aún: califican como «dogmática» toda filosofía que confiese que está orientada desde la fe o, al menos, que se relacione con esta. Tras las discusiones apasionadas sobre filosofía cristiana tenidas principalmente en francés durante los años treinta del siglo XX, ocurre que hoy, cuando incluso bastantes católicos han recuperado modelos medievales, «se comprende que finalmente el público en general se haya desinteresado sobre la cuestión de la “filosofía cristiana”».2 Tanto es así que: En nuestra época se habla cada vez menos de «filosofía cristiana». Quien hoy usara esta expresión sin precaución enseguida sería sospechoso de no haber comprendido nada sobre la situación actual de la filosofía. Cualquiera que sea el fundamento de tal sospecha, el hecho es que entre las corrientes filosóficas vigentes la «filosofía cristiana» brilla ante todo por su ausencia. Entre los motivos de tal situación se tiene, en muchos «cristianos filósofos» atentos al actual contexto cultural, la preocupación por salvaguardar el estatuto de autonomía del pensamiento filosófico para reconocer que no puede ser específicamente cristiano. Evitan la expresión «filosofía cristiana», que puede prestarse a ser malentendida. A veces usan otras fórmulas para expresar el acuerdo entre su reflexión filosófica y su fe. Sea cual sea el nombre utilizado, hoy vemos sin embargo un cierto eclipse de la filosofía sensibilizada por la experiencia cristiana.3 Heidegger, que participa de ese parecer, escribe: Una «filosofía cristiana» es un hierro de madera y un malentendido. Ciertamente hay una elaboración intelectual e interrogativa del mundo experimentado como cristiano, es decir, de la fe. Pero esto es teología. Solo aquellas épocas que ya no creen realmente en la verdadera grandeza de la tarea de la teología son las que fomentan la opinión perniciosa de que una teología pueda hacerse más atractiva o ser sustituida o convertida en más apetecible para las necesidades del momento gracias a una supuesta restauración con la ayuda de la filosofía. Para la fe cristiana originaria, la filosofía es una necedad.4 Nos proponemos considerar hasta qué punto resulta necesaria la noble tarea de construir una filosofía cristiana, con la condición de que sea adecuada. Es cierto que, en el proceso histórico de cómo la fe va buscando su comprensión, hay que contar con el problema añadido de lo que ha ocurrido muchas veces: «la desvirtuación de esa misma fe en manos de muchos que se han considerado sus titulares y casi propietarios».5 El propio Heidegger invitó a Julián Marías a dialogar con él y otros tres filósofos en un congreso celebrado en Francia durante diez días. Este es el lúcido punto de vista de Julián Marías: Yo creo que las objeciones paganas al Cristianismo le han hecho un daño más duradero, aunque menos dramático, que las persecuciones. Porque obligaron al Cristianismo, y desde muy pronto, a ejecutar una operación que probablemente no hubiera debido ejercitar: discutir.6 Pero hay algo todavía más grave, y es que a causa de esa lucha apologética contra los ataques exteriores y esa lucha de la ortodoxia contra la heterodoxia, de ese afán de evitar los errores y definir el contenido de la fe, el fantasma del error domina toda la vida religiosa del Cristianismo. Y esto cohíbe la búsqueda y el descubrimiento de la verdad: el cristiano teme constantemente «caer» en el error, en la herejía, en lo sospechoso; y esto afecta al Cristianismo desde su comienzo.7 En el siglo XIII ocurrirá «la irrupción del Aristóteles arabizado. Esto es otra cosa. Aristóteles es algo puramente helénico, ajeno al Cristianismo y a la tradición bíblica. Y es además un cuerpo cerrado de doctrina». Cuando «los escolásticos árabes, judíos y cristianos se enfrentan con Aristóteles, realmente tienen la impresión de que aquello es la verdad; pero resulta que esta verdad no tiene nada que ver con el Cristianismo».8 Lo grave es que entonces se llega a esa síntesis doctrinal que se va a llamar filosofía aristotélico-tomista, y esa masa teórica, la escolástica posterior al siglo XIII, se instala en la mente cristiana, en la mente europea, y se convierte en una especie de fortaleza que hay que defender contra todo intento de intrusión. Y los tomistas resultan profundamente antitomistas: al adherir fielmente, fieramente a Santo Tomás, hacen lo contrario que él; porque lo que hizo fue reabsorber el aristotelismo dentro del pensamiento cristiano, y esto es lo que ya no se va a volver a hacer nunca más9. Desgraciadamente, se equivocó Julián Marías en su pronóstico, porque eso volvería a hacerse. Pero —volviendo sobre el asunto anterior— el Cristianismo nació «intelectualmente entre discusiones: los paganos que lo atacan, los herejes que lo discuten». La situación se repitió en tiempo de la Contrarreforma: «la movilización de las baterías católicas frente a lo que se entiende como una agresión herética. Desde entonces, la Iglesia y el pensamiento católico viven a la defensiva —y los protestantes análogamente—».10 Eso ha hecho que se hayan frustrado tantas posibilidades. Con el Concilio Vaticano II, «por primera vez en muchos siglos, se abren esas posibilidades. En estos años en que estamos viviendo se han abierto posibilidades que habían estado obturadas desde el siglo XIII y, sobre todo, desde el siglo XVI. Estamos libres de la escolástica —y, por tanto, libres hasta para la escolástica, frente a ella—. Ahora resulta posible esa filosofía cristiana».11 Esperemos que, a pesar de todo, sea así, tarde o temprano (aunque con mayor retraso del esperado por Julián Marías). En cualquier caso, aun abriéndonos camino —débiles, pero confiados en la fuerza de Dios— entre tantas dificultades, con este libro podemos adquirir nuevos instrumentos intelectuales que resultan poderosos para comprender mejor las verdades del Cristianismo, el Humanismo por excelencia. En una entrevista que hizo al cardenal Tarancón (entonces primado de España), Julián Marías le decía: «Hay una nueva teología —o, más bien, el deseo de una nueva teología—, y uno de sus problemas es cierta vacilación lingüística, que la hace más problemática». Ha «sido Ortega quien principalmente ha creado la lengua filosófica española, y hoy podemos hacer filosofía en español tan bien como en cualquier otra lengua. Ahora, en teología hará falta una...



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