Gómez Gil | 3333 | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 208 Seiten

Reihe: El Barco de Vapor Roja

Gómez Gil 3333


1. Auflage 2014
ISBN: 978-84-675-6754-0
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, 208 Seiten

Reihe: El Barco de Vapor Roja

ISBN: 978-84-675-6754-0
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Vivir en el siglo XXXIV no es muy diferente a hacerlo hoy en día. Sí, puede que existan esferas de desplazamiento instantáneo, calas, holopadres y telegafas, y puede que el mundo esté unido en paz y armonía. Pero, para un chico de 11 años como Mot, la vida puede ser algo muy aburrido y sin aventuras. Todo cambiará cuando, por accidente, Mot viaje hasta un lugar desconocido para él: el siglo XXI. Gracias a un viaje en el tiempo, dos niños de siglos distintos van a descubrir sus curiosas diferencias... y todo lo que tienen en común.

Ricardo Gómez Gil nació en un pueblo de Segovia en febrero de 1954. Su familia emigró a Madrid, donde se crió y ha vivido desde entonces. Hasta que se dedicó a la escritura, pasados los cuarenta, trabajó como profesor de matemáticas.Además de leer y escribir, le gusta el cine, la fotografía, pasear y escuchar música. 'Me repugnan la injusticia y la barbarie. Odio a los que promueven la guerra. No comprendo cómo permitimos que haya hambre en el planeta. Desprecio a quienes se enriquecen a costa ajena', confiesa en su página web.Su obra ha sido merecedora de varios premios, como el Premio Juan Rulfo-Unión Latina (1996), Premio Ignacio Aldecoa de Cuento (1997 y 1998), Premio Ciudad de Mula (1998), Premio Nacional de Poesía Pedro Iglesias Caballero y el Premio Felipe Trigo de Novela (1999), Premio Hucha de Plata, de FUNCAS-Hucha de Oro y Premio de cuentos La Felguera (2001), Premio Alandar de Literatura Juvenil (2003), Premio de Literatura Infantil El Barco de Vapor (2006), Premio Cervantes Chico por el conjunto de su obra (2006) y, últimamente, el Premio de Literatura Juvenil Gran Angular 2010, además de diversos accésits y menciones como finalista de otros tantos.
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10 Dime algo del futuro


EN algunas lecciones de Ciencias Mundiales, Mot había visto imágenes de personas con pelo.

Pero esas personas eran muy antiguas, casi primitivas.

Cuando comenzaron a popularizarse los viajes espaciales, se comprobó que el cabello era incómodo, porque los pelos sueltos se quedaban flotando en las naves y continuamente te los encontrabas en la nariz o en la lengua.

Eso resultaba incómodo. Y además era una auténtica guarrería.

Así que hacía mucho, alrededor del año 2200, se decidió que las personas no tendrían pelo.

¡Pero Eva sí lo tenía!

Sentado en el suelo, Mot pensó en dos posibilidades:

Una, que ese fuera un planeta remoto de cualquier Galaxia lejana, cuyas costumbres salvajes habían llevado a las personas a dejarse crecer de nuevo el pelo.

Y la otra, que Eva fuese una persona trasladada desde los tiempos primitivos hasta el año 3333.

Pero Mot, que no era ni mucho menos tonto, comenzó a atar cabos y pensó en algunas cosas sorprendentes:

Su cala no funcionaba.

Eva no había oído hablar de viclus.

Los robots no se elevaban del suelo.

¡Y había perros vivos sueltos!

Si Mot se sentía sorprendido, Eva lo estaba aún más, viendo la cara de pasmo del chico. Estaba convencida de que ese esmirriado estaba enfermo, así que insistió:

—Vamos al médico. Hay uno aquí cerca y no hace daño cuando te pincha.

—¡Qué empeño en ir al médico! Yo lo que necesito es una esfera que funcione.

—Bueno, allá tú ... Yo me voy a clase.

Mot vio cómo Eva caminaba haciendo rodar el robot, o lo que fuese. Esa máquina tenía una pinta tan primitiva como la cabellera de la chica, que caía sobre su espalda.

Mientras la muchacha se alejaba, Mot recordó al malvado robomano y la esfera de color negro y violeta. Alguna vez había oído hablar de las Cápsulas Temporales, pero sabía que los viajes en el tiempo estaban prohibidísimos.

¿Sería posible que le hubieran trasladado al pasado?

Mientras hacía cálculos para saber cuánto tardaría en volver hasta su esfera, Martínez se le acercó jadeando.

Mot se alzó de un salto y gritó a Eva:

—¡Espera, espera!

La chica siguió su camino. Él llegó a su altura con el corazón encogido al sentir cómo el perro seguía sus pasos a corta distancia.

—Espera, por favor.

Eva se detuvo. Mot la miró y por sus gestos supo que esperaba alguna explicación sobre su extraño comportamiento. Se le ocurrió decir:

—Sé que estás extrañada y que piensas que soy raro, pero necesito ayuda.

—¿Raro? Yo no he dicho que seas raro.

—Necesito que me lleves a la esfera.

—¿Qué esfera?

—Bueno, el sitio donde te encontré.

—Mira, guapo, yo te encontré a ti, y no al revés. Desde el principio estoy ayudándote y no me has dado ni las gracias por traerte en mi bici. Así que adiós.

—¿Eso es una bici?

—Oye, ¿tú eres tonto o qué?

—No, pero es que estoy perdido. Y me tienes que ayudar.

Eva echó a andar. Él la siguió, mientras le explicaba:

—Mira, estoy aquí por casualidad. Bueno, no por casualidad, pero casi. La verdad es que se trata de un error; mejor dicho, de un problema. Tienes que ayudarme a volver al sitio de donde he venido. Si no, se va a liar una buena en casa.

—¿Dónde vives?

—Ya te lo he dicho. En Nuevo Teruel.

Eva se detuvo y se volvió hacia él enojada:

—¿Pero qué bobada es esa de Nuevo Teruel? ¡De verdad, Mot o como te llames, que ya me estás hartando!

Mot puso más cara de pena de lo que aconsejaba el blurk para decir:

—Bueno, pues vivo donde tú quieras, pero por favor, ayúdame.

—Si es que dices unas cosas muy raras. Como lo de la esfera y lo de la gala...

—Cala.

—¿Ves? ¡Cala! Otra bobada.

—¿Una bobada? El cala es el Comunicador Automático de Largo Alcance.

—Bah... Déjame en paz.

—Por favor, créeme.

—¿Pero qué quieres que te crea?

—Que estoy en un lío.

—Eso ya puede verse. Y además te vas a enfriar con ese pijama como sigas así.

—¿Qué pijama?

—El que llevas. Con el frío que hace...

—No es un pijama. Es mi traje.

—Traje o lo que sea eso, te vas a resfriar igual.

—Es un traje térmico. Protege del frío y del calor.

Eva reanudó su marcha y Mot repitió una y otra vez que tenía que regresar hasta el sitio donde le había encontrado y que él no sabría cómo hacerlo. La chica anduvo sin decir palabra, hasta que llegó a un edificio de color rojizo.

—Ya he llegado. Esta es mi escuela. Llego tarde por tu culpa. Adiós.

El chico se quedó a la puerta viendo cómo la muchacha dejaba su primitivo robot junto a otros, en lo que debía de ser una terminal de bicis o algo parecido.

Vio con horror cómo atravesaba el patio y se dirigía a unas escaleras. Dentro de nada, se quedaría solo en ese planeta del que no sabía ni el nombre. Le entró tanto miedo que echó a correr hacia ella, y le suplicó con ojos llorosos:

—No sé cómo pedirlo, pero por favor, tienes que ayudarme. Por favor..., Eva...

Ella se volvió y dijo:

—Está bien. Te doy un cuarto de hora para que me digas cómo puedo ayudarte, pero pienso que lo mejor sería que fueses a la policía o al médico.

—Gracias.

La chica se quitó la mochila y el anorak. Mot comprobó que Eva no era ni mucho menos deforme, como le pareció al principio, con el gorro y esa gruesa funda cubriendo su cabeza y su cuerpo.

Ella le condujo a un parque junto a la escuela. Se sentaron en un banco soleado. Mot ya había pensado en algo para convencer a la muchacha. Propuso:

—Mira, Eva, para ayudarme de verdad tengo que hacerte unas preguntas. Algunas te parecerán extrañas, pero respóndeme sin comentar nada. Luego te prometo que te lo explico todo. Incluso te daré pruebas de lo que me pasa.

—Pregunta.

—Primero: ¿has oído hablar de las Cápsulas Temporales?

—No.

—¿Dónde estamos?

—En Alfambra.

—¿Qué más?

—¿Cómo «qué más»? Alfambra, provincia de Teruel.

—¿Teruel de España?

—Pues claro.

—¿Teruel del planeta Tierra?

—Si empezamos así...

—No, por favor... Espera... Me lo has prometido.

—Bueno. ¿Qué más?

—¿En qué año estamos?

—Me voy...

—No, por favor. Esto es lo más importante. Dime por lo menos el siglo.

—¡Buf! Dos mil y pico.

—¿Ya hay naves espaciales?

—Claro.

—¿Y gente en otras estrellas?

—¿Te refieres a marcianos?

—No, no, ya sé que marcianos no hay. Digo humanos en otras estrellas, o por lo menos en otros planetas.

—No... Menos tú, claro.

—Yo soy de la Tierra.

—Ah, menos mal... Creía que ibas a decirme que venías en una nave de algún lugar muy lejano de la Galaxia.

—No. Soy terrícola. Nací en Nuevo Teruel, bueno, en Teruel. Pero no ahora.

—Ya sé... Me vas a decir que vienes del futuro.

—Sí.

—¿Lo ves? No tenía que haberme dejado engañar. Tú lo que quieres es ligar conmigo, pero te aseguro que estás muy, pero que muy equivocado.

Eva se puso en pie, dispuesta a irse, pero Mot la agarró de la manga. Suplicó:

—No sé qué es ligar, pero no quiero engañarte. Es que las cosas son así, y en realidad no sé muy bien cómo han ocurrido. Mejor dicho, sí lo sé, pero es difícil de explicar. Tengo pruebas de que vengo del futuro.

—¿Pruebas? Muy bien. Voy a intentar creerte. A ver..., dame tres pruebas de cosas que vayan a ocurrir en el futuro

La chica se sentó y Mot se alegró.

Pensó que sería fácil, porque él había escuchado muchas emisiones de cala, en las clases de Ciencias Mundiales.

Y explicó a Eva tres cosas que sabían hasta los niños de pecho de 3333:

A finales del siglo XXI se establecieron las primeras bases en la Luna y en...



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