E-Book, Spanisch, Band 34, 520 Seiten
Reihe: eMilenio
García Gil Serrat, cantares y huellas
1. Auflage 2014
ISBN: 978-84-9743-560-4
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, Band 34, 520 Seiten
Reihe: eMilenio
ISBN: 978-84-9743-560-4
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Luis García Gil (Cádiz, 1974). Como poeta ha publicado La pared íntima y Las gafas de Allen, habiendo participado también en varias antologías literarias. En 2008 colabora en Algo personal, el cancionero oficial de Joan Manuel Serrat. Prolongando su faceta de estudioso de la canción, publica en 2007 el libro Yupanqui, coplas del payador perseguido y un ensayo sobre el cine de François Truffaut, uno de los máximos exponentes de la Nouvelle Vague. También ha escrito y producido un documental.
Autoren/Hrsg.
Weitere Infos & Material
Prólogo
En 1966, no sabía nada de la Nova Cançó. Y poco más, pero no mucho, del idioma catalán. Había oído quejas de amigos barceloneses por no poder usar su lengua con normalidad, pero no me había parado a pensar mucho en ello, con la despreocupación propia de la juventud. Pero ese año di el salto del diario al grupo ABC. Fue con una revista experimental —nadie piense que alternativa, porque el experimento, fallido, consistía en unir una revista de las que ahora se llaman “del corazón” con una fotonovela—. Aquello fracasó, aunque la revista alzó el vuelo cuando se le quitó el peso de la novela fotografiada y se convirtió en una más, la menor, de la familia que encabezaban o .
No fue un gran éxito pero me permitió —casi diría me obligó— empezar a escribir sobre música. Yo había tocado el contrabajo en un grupo aficionado de rock de los que pululaban por los Festivales de Música Moderna que se celebraban en Madrid. Y hasta habíamos cantado dos veces en TVE. Menos mal que conservo fotografías de una de esas ocasiones, porque si no nadie, ni yo mismo, me lo creería. Aficionado como era al rock y a todas sus manifestaciones, cuando ingresé en aquella revista, que por cierto se llamaba , me encontré con María Luisa Peña, una redactora catalana afincada en Madrid y forzada a escribir sobre música pop en el primer número. Cuando quince días después llegué yo a la publicación, vio el cielo abierto y me endosó la sección.
Pero junto con aquellas columnas, me regaló también el amor por la música en catalán y me descubrió a un muchacho muy joven, Joan Manuel Serrat, que empezaba entonces a publicar sus primeros EP, aquellos discos de vinilo y cuatro canciones que, en su caso, eran pequeñas obras de arte. Le hicimos, al alimón, la primera entrevista y el primer reportaje que se publicaba de él, o de
cualquiera de los intérpretes de esa Nova Cançó, fuera de su ámbito natural
de Cataluña. Así, escuchando “Ara que tinc 20 anys”, “El mocador”, “La tieta” o “Cançó de matinada”, descubrí a uno de los artistas más excepcionales que haya dado la canción, y según me demuestra en este libro Luis García, la poesía española de los últimos años.
Desde entonces le seguí con fervor. Y tuve la oportunidad de darle a conocer en Madrid, y esta vez no a través de reportajes, sino en persona. A Claudio Martí, director entonces de Edigsa que era el sello que promovía la Cançó y a Serrat, se le ocurrió un buen día que sus artistas podían triunfar en la meseta. Y como yo era de los pocos (¿quizás el único?) periodistas madrileños que se ocupaban del tema, me pidió ayuda: ¿Podría yo encontrar algún centro cultural, auditorio o local donde sus jóvenes artistas catalanes pudieran presentarse en Madrid?. Naturalmente, sin cobrar una peseta, porque eran visitas promocionales.
Busqué y encontré un centro universitario, el Colegio Mayor Lasalle, que me abrió las puertas a esta posibilidad sin conocer para nada a estos artistas y sus canciones. Dios se lo pague. Y así me vinieron a ver a Madrid artistas como Joan Ramon Bonet, hermano de Maria del Mar y marino mercante de profesión, que tenía que hacer encaje de bolillos entre travesía y travesía para poder cantar en algún local o meterse en un estudio a grabar discos. Y Miquelina Lladó o el valenciano Marià Alberó. Todos ellos cantaron allí, dieron a conocer el nuevo fenómeno musical, cultural y lingüístico que se estaba produciendo, y dejaron una cierta huella entre sus oyentes universitarios.
La cosa cambió con la llegada de Joan Manuel Serrat, al que ya admiraba antes de conocer en persona. Me vino con su trenca azul marino y su bufanda roja cruzada sobre un hombro, que era el uniforme de la progresía de la época. La ocasión merecía la pena e hice de “promocionero”. Llamé a dos docenas de colegas que se ocupaban de música en revistas y radios y les invité a la presentación en el Lasalle. De todos ellos sólo acudió uno, y es de justicia decir su nombre: Paco Delafuente. El resto excusó su presencia —quienes lo hicieron—, porque el recital de Joan Manuel, sólo con su guitarra y sin focos ni luces espectaculares, coincidía con la presentación en el Teatro Lope de Vega, creo recordar, de un nuevo artista apoyado por el sello Philips, que echó el resto en invitaciones, músicos y luces.
Han pasado los años y casi nadie recuerda a Jorge, que era el nombre de aquel artista. Y pregunten por Serrat, verán cuántos le conocen. Por suerte yo era joven y entusiasta y al día siguiente hablé con mi buen amigo Rafael Revert, a la sazón cabeza visible e invisible del Gran Musical y Los 40 Principales, y le ofrecí la de estrenar a Joan Manuel para toda España. Tenía talento, porque aceptó y el domingo por la mañana, en la segunda planta de Gran Vía 32, donde estaba el pequeño estudio de directo de Radio Madrid, tuve la satisfacción de ver por segunda vez en directo a Joan Manuel y por primera vez a través de una radio no catalana. Recuerdo una pequeña anécdota de aquel día. Serrat cantó su “Cançó de matinada” con mucho éxito y cuando comenzó los primeros acordes de “Cançó de bressol”, que como todo buen aficionado debe saber es una jota, aragonesa, y cantada en castellano, los “modernos” de la sala soltaron alguna risita pensando lo antiguo que sonaba una jota.
Joan Manuel paró, con transmisión en directo incluida, y dijo más o menos al público: “Nunca pensé que en Madrid se reirían de mí por cantar en castellano”. Se hizo un silencio respetuoso, y algo abochornado, y pudo seguir su minirecital con total normalidad. Fue la primera vez, pero no la última. Yo estaba la noche del Carlos III en Madrid cuando cayó al foso, deslumbrado por los proyectores, y siguió cantando desde el suelo aquel “se hace camino al andar”. Tres o cuatro horas después, en el J&J de la plaza del Callao, charlábamos sobre el accidente y me mostraba su torso embutido en un duro vendaje.
Podría seguir desgranando recuerdos comunes con Joan Manuel, como cuando me fui a París, sin cita concertada, y le esperé en el del hotel donde sabía se hospedaba, para poder hacerle una entrevista, esta vez para Blanco y Negro, en aquel 1976 en que tenía prohibida la entrada en España por haberse atrevido a decir en voz alta lo que todos pensábamos y nos guardábamos temerosos.
Pero si cuento todo esto, y cincuenta conciertos y charlas más, no es por presumir de buenas compañías pese a que considero un honor haber podido compartir algunas experiencias con Joan Manuel, sino para hablarles de este libro, que es mi obligación en estas páginas. Porque después de todo lo que les he contado, y de mi admiración por Joan Manuel, mi exhaustiva recolección de sus discos oficiales y rarezas, la asistencia a todos sus conciertos que he podido, y no sólo en Madrid, Luis García Gil ha logrado con este libro descubrirme facetas nuevas, perspectivas insospechadas, ángulos inéditos para reconocer territorios de Serrat que permanecían, al menos para mí, totalmente inexplorados.
Luis García podría utilizar aquí los versos de Machado que Serrat popularizó: “Golpe a golpe / Verso a verso” porque en esto consiste este trabajo minucioso, como el del buen artesano, pero a la vez capaz, como el de los buenos artistas, de a través de los pequeños detalles presentarnos la dimensión completa del Joan Manuel poeta y músico. Luis García se sumerge, sin ayudas externas, en todas y cada una de las obras de Serrat. Rastrea sus influencias y descubre la aportación que le han significado la copla y Brassens, Yupanqui y Cardenal. Describe poeta a poeta, y poema a poema, la relación de Joan Manuel con Machado, Salvat Papasseit, Cardenal, Alberti, León Felipe, Miguel Hernández o Benedetti.
Nos da las claves de su forma de componer las melodías y sus patrones recurrentes. De su colaboración con los músicos para dar a cada tema el sonido justo y la dimensión exacta. Por este libro pasan Miralles y Calderón, Bardagí y ‘Kitflus’, los arreglos ampulosos y los sencillos acompañamientos casi folklóricos, las canciones autobiográficas y los temas universales. No es una biografía ni al uso ni al desuso. Es una introspección en el mundo musical y poético de uno de esos hombres que nos ha hecho comprender que una canción de tres minutos puede ser, también, una obra de arte.
Luis García Gil ha debido dedicar mucho tiempo a escribir este libro. No me atrevo a preguntarle cuánto porque me acomplejaría mi superficialidad. Pero estas más de trescientas páginas sólo son esa famosa “punta del iceberg” tan manida que ya está casi desgastada. Lo que hay detrás del libro también son horas y horas de buscar documentación, leer todo lo que se ha publicado sobre Serrat, interrogar con técnica de investigador a quienes se han cruzado, profesionalmente, en su camino. Y tampoco ésta es la mayor tarea de esta obra. Donde reside el mérito de Luis es en el trabajo, esta vez muy agradable, de escuchar las más de trescientas canciones que nos ha legado, hasta ahora, Joan Manuel Serrat, desde aquellos humildes principios con Salvador Gratacós al álbum sinfónico que corona, por ahora, su obra.
A quienes nos dedicamos a la música, aunque sea desde el puesto secundario de escuchadores, opinantes y a veces difusores a través de la radio de sus bellezas, lo que más nos gusta es poder escuchar, en un buen equipo de sonido o en una sala de actuaciones, esa música sobre la que deberemos, más tarde, emitir nuestro...




