García Gil | Marisol Pepa Flores (epub) | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 256 Seiten

Reihe: eMilenio

García Gil Marisol Pepa Flores (epub)

Corazón rebelde
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-19884-31-2
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

Corazón rebelde

E-Book, Spanisch, 256 Seiten

Reihe: eMilenio

ISBN: 978-84-19884-31-2
Verlag: Milenio Publicaciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



El mito Marisol necesitaba de un libro que diera prioridad, fuerza y rigor analítico a su faceta musical, además de reivindicarla como icono del pop español de los años sesenta y setenta. Desde la Marisol niña y flamenca hasta la Pepa Flores madura y contrastada, pasando por la Marisol ye-yé y melódica o la que viajó de Augusto Algueró a Luis Eduardo Aute en apenas una década y media. Luis García Gil, gran especialista en la canción de autor, da una pirueta más allá de sus temáticas preferidas, para bucear en las profundidades de ese cancionero heterogéneo que forma parte de un montón de películas y discos que la cantante estuvo registrando de forma ininterrumpida durante más de veinte años de gran éxito y popularidad. Un trabajo respetuoso, aunque objetivo, que analiza la evolución de un personaje que crece y camina al compás de la historia de España del llamado tardo-franquismo, de sus encrucijadas vitales y políticas. Por eso, no es procedente desligar la Marisol icónica que protagonizaba portadas de cientos de revistas de la Marisol estrella rutilante de la canción y el cine. Una y otra van de la mano y se reflejan en este libro sentimental y emocionante, a la vez, que cuenta con prólogo primoroso del periodista Héctor Márquez, como gran valor añadido.

Luis García Gil (Cádiz, 1974) es autor de tres libros de poesía: La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Tiene pendientes de publicación otros dos: Formas de supervivencia y La lira de Saturno. Se ha erigido en uno de los grandes especialistas de la canción de autor en nuestro país con libros de su autoría dedicados a Serrat, Aute, Jacques Brel, Sabina, Yupanqui, Joan Isaac o Javier Ruibal, la mayoría de ellos publicados por Editorial Milenio. También ha incursionado en el ensayo cinematográfico con libros dedicados a Don Siegel, Clint Eastwood o François Truffaut, este último aparecido en la prestigiosa colección Cineastas de Cátedra. Ha producido y escrito dos documentales: En medio de las olas, dedicado a la memoria de su padre, el poeta José Manuel García Gómez, y Vivir en Gonzalo, dedicado al polifacético Gonzalo García Pelayo. Es además coautor de otros dos libros: La canción de Cádiz, firmado con Javier de Castro y Álvaro Pérez, y Patxi Andión escrito junto a Antonio Marín Albalate. En breve publicará un libro entre la ficción y el ensayo titulado La noche gaditana de Jean Cocteau.
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Introducción. En busca del mito

El nombre artístico de Marisol me lo pusieron entre Goyanes y Paco Montero. Decían que el mío auténtico era feo y no servía. Conmigo no contaron para nada, ni con nadie de mi familia. Me fui a vivir a casa de Goyanes en la casa María de Molina, mientras que a mi madre la mandan a una pensión de mala muerte. Allí estaba fuera de mi ambiente, todo el día triste, y solo me alegraba cuando venía mi madre.

José Luis Morales.

“Marisol nos cuenta su vida”.

Interviú. N.º 169. 9-15 de agosto de 1979.

Cesare Pavese, enfermo de existencialismo, exclamó: “El hombre solo estruja en su corazón el recuerdo. En ese recuerdo que estrujamos caben infinidad de canciones. Hay una historia de España con sus luces y sus sombras que puede contarse a través del cancionero de Pepa Flores, del cancionero y de la orteguiana circunstancia humana. Paseando por Málaga, añoranza y ciudad del paraíso y de los días marinos en el verso majestuoso de Vicente Aleixandre, uno puede pensar en la propia encrucijada vital y artística de la cantante malagueña, primero niña prodigio —concepto más que discutible— y canora del desarrollismo franquista, y luego rebelde con causa, mujer que toma conciencia de sí misma, que se asoma a un repertorio cada vez más comprometido que desemboca —como río hacia la mar sonora— en un disco tan relevante como Galería de perpetuas.

De todo eso quiere hablar este libro, sobre todo de la Marisol - Pepa Flores que alza la voz y el canto a finales de los años sesenta y representa, en cierto modo, el temblor y la sensibilidad de una época de cambios. Francisco Umbral quiso contar esa historia de Pepa Flores, quiso bucear en ese fondo que encerraba travesías dolorosas e inconfesables melancolías. Pero no pudo ser porque la protagonista decidió callar a tiempo con una dignidad encomiable. Alejada de los focos Pepa Flores desapareció como si fuera la protagonista involuntaria de una novela de Enrique Vila-Matas.

¿De dónde vendrá el mito? Es esta la primera pregunta que cae como lluvia en el cristal. La lluvia es pasado, es un cine de barrio, es la muchacha que llega a casa poco antes de que den las diez, es la mesa puesta, es la luz de una vela iluminando una página en la que un verso nos señala con su verdad revelada. La niña prodigio canta. De eso hace ya mucho tiempo. La niña prodigio canta y su voz como una enredadera se cuela en la memoria sentimental de todo un país. Un cine gaditano exhibe una de sus películas y hay rumor de olas y viento de posguerra. Mi padre es poeta. Le hace una oda al Santísimo Sacramento pero en el fondo lo que quiere escribir son poemas de amor. Escribe en unas cuartillas un poema sobre una niña prodigio que canta y sueña. Forma parte de un conjunto de versos titulado La pared íntima que solo verán la luz de forma diseminada en distintas revistas de la época. Una de ellas la malagueña Caracola. Podríamos comenzar la historia por el final cuando la niña prodigio que ya es mujer de madurez incontestable decide retirarse, puño en alto y como si tal cosa, como mar en fuga cantado por Luis Eduardo Aute. Hablaríamos ahora de Pepa Flores antes de abandonar los flashes, la fugitiva fama, el mundo del espectáculo, tantas veces inane.

Prevengo al lector que aquí el autor tratará de burlar la tentación amarillista, aunque vida y obra se entremezclen de manera inevitable. Quiere ser este libro un intento de profundizar en las canciones de Marisol y de Pepa Flores, una mirada al mito, a la mujer contestataria que dibujó en los años setenta un perfil apasionante, el que por otra parte puede interesar más al lector sensible.

A los ojos de la Gran Enciclopedia de la Música Pop (1900-1973), que a la sazón dirigieran José María Iñigo y Jesús Torbado, Marisol aparecía como la cantante española más sexy (sic) y también como una de las que más se hablaba. Marisol había dejado de ser la niña prodigio aflamencada y era ya una artista pop con una voz como nublada por el alcohol a veces, tierna y susurrante otras”.

Voz nublada por el alcohol. Curioso modo de analizar su manera de cantar. Como si en el pop ligero de su cancionero algo pareciera temblar y una cierta melancolía se adivinase. Cabe imaginar a la estrella grabando ojerosa en el estudio canciones que en muchos casos no estaban a su altura. Hay en esa descripción de la Gran Enciclopedia de la Música Pop —que apareció por entregas en el ocaso de la revista Mundo Joven— como una tentativa de convertir a Marisol en una artista que caminaba hacia un territorio nuevo en las antípodas de la imagen edulcorada o aniñada. En esa nueva imagen se hallaba en 1973. Se preguntaba Torbado por qué Marisol no había alcanzado el mismo éxito de cuando habitaba el género pseudo-folklórico, la peineta y las faralaes, la canción de consumo más obvia. La respuesta podía estar meciéndose en el viento, teniendo en cuenta los recursos de la artista malagueña que había ofrecido un primer aldabonazo de niña a mujer con “Corazón contento” pero que ya antes deja adivinar recursos de artistas heterogénea que podía cantar lo que le echaran por delante. Aunque tras “Corazón contento” no acabara de cuajar comercialmente la nueva Marisol, pese a canciones como “No me quiero casar”, “Amor verdadero” o “Qué cosa más grande es el amor”. Pero esto es un relato que tiene matices, muchos matices, tantos como la consideración siempre caprichosa de éxito y fracaso y de las circunstancias que emanan de ambos conceptos.

En la Gran Enciclopedia de la Música Pop Marisol es comparada por voz, estilo y belleza con Sandie Shaw y Sylvie Vartan. El problema parecía ser de repertorio, de compositores, de creadores que entreguen lo mejor de sí mismos para la intérprete Marisol. Un claro ejemplo fue “Tu nombre me sabe a yerba” de Joan Manuel Serrat que alcanza en la voz de Marisol una fuerza innegable,1 superando incluso la grabación primera del cantautor catalán, dotándola de una energía diferente. Es como si Marisol se apropiara del poema serratiano y lo condujera hacia una sensualidad nueva fortaleciendo su indudable impronta pop. Al fin y al cabo los caminos del pop y los de Serrat, cantautor de gran fuerza melódica, estaban muy ligados. Pensemos en Algueró —compositor de referencia para Marisol— que había firmado con Serrat la melodramática “Penélope”, uno de sus mayores éxitos, suma de talentos aparentemente irreconciliables.

Marisol se buscaba a sí misma a principios de los años setenta y aparecía en libros como Estrellas y stars del prolífico periodista lucense Antonio D. Olano que lo mismo departía con Picasso — a quien dedicó su Picasso íntimo— que con Pinito de Oro. Olano presentaba a su entrevistada Marisol con versos del gongorino Perito en Lunas de Miguel Hernández: “Anda, columna, ten un desenlace / de surtidor. Principia por espuela / Pon a la luna un tirabuzón”.

La Marisol entrevistada por Olano aspiraba a convertirse en una gran actriz a las órdenes de Losey, Lelouch o Peckinpah, vaya mezcla. Joseph Losey, el cineasta de El sirviente, será una obsesión recurrente. Con 24 años todo estaba por hacer. Aún no había irrumpido Antonio Gades en su vida. Y Carlos Goyanes seguía siendo su pareja. Marisol quería instalarse en Londres. Palpar allí otra realidad, cambiar de nombre como se cambia de vestuario o de peinado. Ser Pepa Flores y enterrar a Marisol:

Quiero que la gente, mis amigos, mi familia, me digan Pepa. Debe ser que ya no me veo dentro del nombre de Marisol. Me encantaría que me llamasen Pepa Flores porque tiene una casta impresionante...

A Olano eso de Pepa Flores le suena a rancio, a folclore made in Spain. Y Marisol dice que se siente orgullosa de folclóricas como Lola Flores que algunos asociaban con la España franquista, como si la copla hubiera tomado partido en algún bando y no fuera la banda sonora de la sensibilidad de una época. Marisol no necesita romper con la tonadilla, la incorpora a su propio legado musical, aunque sin necesidad de ataviarse con peineta o bata de cola. La copla sandunguera, la tonadilla, la zambra dibujándose en un arrabal de posguerra son parte de su educación sentimental. Muy niña cantaba “María Belén Santajuana” del cancionero de Lola Flores.

La Pepa Flores que da el salto a la modernidad posa como mujer, canta como mujer, llora como mujer dylanianamente (just like a woman...). Pero no olvida sus raíces: la copla en el labio, la zarzamora, el quicio, la mancebía, todo ese lenguaje febril de la tonadilla popular, de cancionero de posguerra. La Marisol pop no se olvida del flamenco y se rebela contra la España tardo-franquista de la mordaza en la boca:

Aquí a la gente no se le deja trabajar libremente, decir libremente lo que piensa, ni hacer lo quiere hacer...

Marisol no quiere seguir haciendo lo que dicten los demás. En cierto modo asoma en ella una cierta rebeldía contra las viejas circunstancias que la convirtieron en algo de lo que ahora busca desprenderse. Cita a Alain Delon, el samurái silente e hipnótico de la película de Jean Pierre Melville que antes había deslumbrado en Rocco y sus hermanos o en El gatopardo, ambas con Visconti. Se puede ser guapo e inteligente. Ella busca salir de ese...



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