E-Book, Spanisch, Band 178, 184 Seiten
Reihe: Educación Hoy Estudios
Fuentes / Fernández-Salinero / Ahedo Democracia y tradición en la teoría y práctica educativa del siglo XXI
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-277-2964-3
Verlag: Narcea Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 178, 184 Seiten
Reihe: Educación Hoy Estudios
ISBN: 978-84-277-2964-3
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Juan Luis Fuentes es Profesor Contratado Doctor del Departamento de Estudios Educativos, en la Facultad de Educación -Centro de Formación del Profesorado- de la Universidad Complutense de Madrid, donde es en la actualidad Vicedecano de Relaciones Internacionales. Carolina Fernández-Salinero es Profesora Titular de Universidad del Departamento de Estudios Educativos, en la Facultad de Educación -Centro de Formación del Profesorado- de la Universidad Complutense de Madrid, donde es Secretaria de la Revista Complutense de Educación. Josu Ahedo es Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de La Rioja, donde dirige el Máster en Educación Personalizada, coordina el Máster en Educación del Carácter y Educación Emocional y dirige el Grupo de Investigación 'El quehacer educativo como acción'.
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Educar para una ciudadanía democrática en el siglo XXI
Adela Cortina
LA RECESIÓN DE LA DEMOCRACIA
Nos encontramos en un momento preocupante. Se habla de posdemocracia, un término que no quiero oír nombrar, y del que pienso que no es cierto que sea una realidad que describa la situación actual. Más bien, cabe hablar de una época de recesión y de debilitamiento de la democracia, lo que no puede decirse que sea una buena noticia. Precisamente por eso tenemos que tomar cartas en el asunto quienes nos dedicamos a estos temas. Como es sabido, en los años 70 del siglo pasado se produjo un auge de la democracia, lo que Huntington (1994) llamó la tercera ola de la democratización, que consistió en que muchos países fueron sumándose al acervo democrático –como España en el 78 o Portugal en el 74–, y así en distintos países europeos y de América Latina, donde los cambios de régimen no se produjeron en muchos casos mediante un golpe de estado, sino por procesos participativos. En 1992, Francis Fukuyama publicó su famoso libro El fin de la historia, en el que venía a decir que habíamos alcanzado el culmen del progreso porque se habían unido la democracia liberal y la economía de mercado, momento en el cual la historia había alcanzado su cima. Efectivamente, en ese tiempo había una gran euforia con respecto a la idea de la democracia y nadie discutía que se trataba del mejor régimen y la mejor organización política posible. El gran éxito fue que nadie pensaba en una alternativa mejor.
Desgraciadamente, en el cambio de siglo y, más concretamente, en los años 90, empieza a producirse lo que se ha llamado la recesión democrática en una gran cantidad de publicaciones que se refieren a la muerte de las democracias, a su socavamiento, en definitiva, su fin. Sin embargo, no solo en los escritos sino también en la vida real se está produciendo un debilitamiento, tal y como se viene registrando por los grandes índices de calidad democrática como el de The Economist o el de la Universidad de Gotemburgo, entre otros, tanto en el nivel específico de cada una de las naciones, como en la esfera internacional referente al nivel geopolítico.
Este debilitamiento se percibe en la trayectoria seguida por algunos de los países que transitaban de manera prometedora a la democracia, pero que progresivamente fueron modificando su rumbo y procesos, y se convirtieron en países autocráticos, lo que significa que la mayoría de las decisiones fueron confiadas a la voluntad de una única persona. Sin querer detenerme en casos concretos, se encuentran en la imaginación de todos no pocos ejemplos de esta situación. Por otra parte, incluso los países que ostentaban niveles democráticos muy razonables han descendido de nivel y hoy se observan auténticas situaciones de democracias iliberales, aquellas en las que, aunque hay elecciones regulares –y en ese sentido, se afirma que son democracias– carecen de libertades fundamentales como la de expresión, de asociación, de reunión, etc., y cuando tienen lugar las elecciones se encarcela a todos los posibles adversarios políticos. Por ello, se afirma que, aunque haya elecciones regulares ello no significa que la sociedad pueda ser considerada democrática.
De hecho, podemos cuestionar si el propio concepto de “democracia iliberal” puede llamarse democracia, pues el término democracia se ha cargado desde la Grecia clásica de muchos contenidos que deben comparecer para que se pueda hablar de una auténtica democracia. A mi juicio, hay dos elementos de la democracia que resultan inexcusables: por una parte, el respeto a los derechos civiles y políticos; y, por otra, el respeto a los derechos económicos, sociales y culturales. Esto es lo que se ha venido a denominar Estado social de derecho, palabras que aparecen en muchas ocasiones en las descripciones que los países realizan de sí mismos, pero que no siempre se acompañan de las prácticas reales correspondientes.
En no pocas ocasiones observamos como cada vez más los tres poderes del estado se están entrelazando, cuando tenían que respetarse y separarse claramente unos de otros. De esta forma, se están restringiendo libertades fundamentales y los derechos económicos sociales y culturales son respetados en muy contados lugares del mundo –por no decir en prácticamente ninguno–, lo que pone en evidencia la decadencia y el debilitamiento democráticos. Además, un análisis del nivel geopolítico, sin el cual no podemos pensar en la situación de cada uno de nuestros países de manera independiente, dado que la interdependencia y la mirada cosmopolita arraigada y abierta al mundo son ineludibles en la actualidad, desvela que no ha primado el multilateralismo, sino más bien un enfrentamiento distinto al de la Guerra Fría, pero enfrentamiento al fin y al cabo entre Estados Unidos y China, así como con otros países como Rusia, Turquía, etc.
Las tensiones, debidas a la lucha por la ganancia económica y el desarrollo tecnológico a nivel mundial, no están favoreciendo unas relaciones democráticas por distintas razones.
En este escenario surge una pregunta que alude al papel que la Unión Europea y, más específicamente, España tienen que desempeñar. La UE tiene una voz que debe ser oída entre el neoliberalismo norteamericano y el particular totalitarismo chino, para reclamar el respeto de los derechos económicos, sociales y culturales, lo que se ha llamado habitualmente la socialdemocracia o la economía social de mercado. Sin esa voz, puede haber derechos básicos de las personas que pueden quedar sometidos al juego del mercado. Lo que ocurre es que Europa necesita también fortalecerse económicamente para poder ser escuchada, y para ello, no puede dejar pasar el tren de la digitalización o las energías renovables entre otras cuestiones en las que estamos llamados a competir para formar parte del panorama mundial. Este es un tema abierto que apunta a una obligación ética y política de defensa de la democracia que tiene su eco en la educación.
EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA DEMOCRÁTICA COMO TRADICIÓN DE CRITICA Y AUTOCRÍTICA
En este contexto, surgen preguntas fundamentales referidas a en qué queremos educar, para qué queremos educar o cuáles deben ser las metas de la educación. Esta tarea se refiere a la educación de ciudadanos y ciudadanas democráticas, lo que supone evitar el adoctrinamiento y educar para el pluralismo y la autonomía. En cualquier otro tipo de educación adoctrinadora, se trataría de transmitir una serie de valores cerrados, de tal manera que la persona que escucha esos valores no piense en nada más. Por el contrario, cuando se educa para una ciudadanía democrática y para la libertad, se facilita que una persona abierta pueda sopesar un conjunto de valores como la libertad, la igualdad, la solidaridad, etc., y pueda decidir libremente qué es lo que quiere para sí.
En ese sentido, tenemos una tarea indispensable que se aborda en distintos capítulos de este libro y alude también a las tradiciones. Efectivamente, la tradición puede ser posibilitadora u obstaculizadora, por lo que se requiere discernir cuáles de estas queremos seguir defendiendo y a cuáles queremos renunciar. Cabe recordar aquí el famoso libro de MacIntyre (1991) en el que hablaba de distintas tradiciones y apuntaba que la democracia y el liberalismo creen que están por encima de todas ellas porque poseen criterios para criticar. Ahora bien, aunque tanto el liberalismo como la democracia son también tradiciones, tienen la intención de criticarse a sí mismas. Por ello, lo importante es evitar acogerse a una tradición cerrada que afirma que el valor de sus valores reside únicamente en el hecho de que son sus propios valores, pues esta no es una razón válida por la que una tradición debe considerarse buena.
Hay que tratar de discernir, que quiere decir criticar, si bien no insultar, hasta qué punto deben de mantenerse unas actitudes, usos o costumbres en las democracias, o renunciar a ellas porque no mejoran a la humanidad. Este es el criterio que debemos tener en mente, lo que requiere de una educación para la ciudadanía crítica que pone en juego tanto la misma democracia como el ejercicio de una ciudadanía madura.
Hoy día es común hablar de ciudadanía participativa, que es un término positivo, pero más allá de ello deberíamos referirnos a la madurez de dicha ciudadanía, a su carácter crítico y a su capacidad de discernir. Y en este momento, para nuestros estudiantes es mucho más importante que en otros tiempos porque lo que está ocurriendo en las redes sociales y en lo que Zuboff (2020) denomina el capitalismo de la vigilancia, está haciendo que resulte muy difícil discernir cuándo nos estamos encontrando ante un bulo, cuándo nos están robando la información y no nos hemos dado cuenta, y cuándo al fin y al cabo nos están mentalizando en un sentido o en otro, lo que lleva a muchas personas a preguntarse si la democracia puede sobrevivir a internet. Creo que es un momento importantísimo para educar precisamente en ese tipo de tradición que se caracteriza, entre otras cosas, por el ejercicio de la crítica, no solo la enfocada en los demás, sino también la que se centra en uno mismo y nos permite seguir adelante y, de alguna manera, progresar.
LA FORMA COOPERATIVA DE LA ACTIVIDAD EDUCATIVA
El tiempo y el espacio es un recurso escaso, por lo que no se puede desarrollar este punto aquí todo lo que se desearía, pero vamos a...