Fiori | Antonio Gramsci | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 392 Seiten

Reihe: Ensayo

Fiori Antonio Gramsci


1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-946737-2-6
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 392 Seiten

Reihe: Ensayo

ISBN: 978-84-946737-2-6
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
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Antonio Gramsci, líder del Partido Comunista Italiano y uno de los revolucionarios más brillantes en la historia del socialismo, fue detenido por la policía de Mussolini en 1927 y permaneció encarcelado hasta que murió diez años más tarde. La publicación póstuma de sus Cuadernos de la cárcel lo situó como un importante intelectual cuya influencia sigue aumentando hoy día. A través de los relatos de su familia, amigos, maestros y compañeros de partido, Fiori completa una detallada y exquisita biografía del gran filósofo, político y periodista italiano. A medida que el personaje crece, madura y reflexiona, Fiori articula ambos aspectos: el Gramsci visto por los otros, y el Gramsci que emerge de sus textos, no sólo los teórico-políticos, sino también sus cartas personales, que son muchas, profundas, afectivas, y en las que también da cuenta de su evolución intelectual. Estudiando los escritos de Gramsci a sus familiares y amigos, podemos ver la relación entre su crecimiento personal como líder político y su experiencia privada, su participación en el movimiento revolucionario de su época y las preocupaciones que lo embargaron en cada momento. Fiori construye un relato en el que, además del propio Gramsci, se expresan otros muchos dirigentes políticos y figuras intelectuales coetáneos.

Giuseppe Fiori. Silanus, 1923 - Roma, 2003 Periodista, escritor y político italiano. Licenciado en derecho, comenzó su carrera como periodista en el periódico L'Unione sarda para después entrar en la Rai. Fue director adjunto del TG2, director de Paese Sera y senador de la izquierda independiente. En la primera mitad de los años sesenta, desarrolló los tres tipos de escritura que le caracterizarían más adelante, junto con el periodismo televisivo. Sus obras más destacadas son las grandes biografías, aunque también es reconocido como escritor literario y como periodista. Sus obras más literarias están muy relacionadas con el renacimiento de Cerdeña y es a veces considerado como uno de sus fundadores, junto a autores como Sergio Atzeni, Giulio Angioni y Salvatore Mannuzzu. Fiori es autor de importantes biografías y ensayos históricos entre los que destacan Vita di Antonio Gramsci (1966); Vita di Enrico Berlinguer (1989); Vita di Michele Schirru (1983); Il venditore (1995), reportaje de investigación sobre Silvio Berlusconi; Il cavaliere dei Rossomori (1985), biografía de Emilio Lussu; Uomini ex (1993), la historia de un grupo de comunistas italianos en Praga después de la guerra; Una storia italiana (1997), un retrato de Ernesto Rossi; Casa Rosselli (1999), dedicada a la famosa familia antifascista y Sonetàula (1960), historia de un joven bandido de Cerdeña.
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01

La casa donde vivieron los Gramsci, de piedra de lava rojiza, tiene un piso y se encuentra en el centro de Ghilarza, importante población a mitad de camino entre Oristano y Macomer, aproximadamente en la meseta del Barigadu. Ahora la ocupa y tiene allí su tienda un comerciante de tejidos y de mercería, el señor Antioco Porcu,2 que conoció a los padres de Nino Gramsci —como todos llaman allí a Antonio—, el señor Ciccillo y Peppina Marcias. Una visita a la casa permite recoger una serie de noticias interesantísimas sobre el ambiente familiar del gran intelectual sardo.

Francesco Gramsci, que para nosotros era el señor Ciccillo —cuenta Antioco Porcu—, llegó aquí muy joven, en 1881. Tenía veintiún años y ejercía su primer empleo: venía de Gaeta, su ciudad natal, para dirigir la oficina del registro. Como tantos otros continentales que cruzan el Tirreno, quizá pensaba entonces en una estancia breve, los pocos años de residencia incómoda con que hay que contar al entrar en una carrera. Pero permaneció aquí hasta el fin de sus días. Aquí se casó. Y, descontando los años de trabajo en Ales y Sòrgono, aquí residió siempre, en esta misma casa donde estamos charlando. Murió en el 37, cincuenta y seis años después de su llegada a Ghilarza. Al final, hablaba incluso nuestro dialecto. Algunos habían empezado a llamarle tiu Gramsci.

Se ha escrito —y así se acostumbra a creer— que Antonio Gramsci fue de origen muy humilde. El señor Antioco mueve lentamente la cabeza antes de contestar: «No es así exactamente. Su padre, Ciccillo, era bachiller; estudió para abogado hasta que, al morir el padre, tuvo que buscar un empleo. Y el padre del señor Ciccillo, por lo que yo sé, era coronel de carabineros. Por parte de su madre, Nino Gramsci pertenecía a una buena familia: los Marcias no eran ricos, pero tampoco de condición humilde».

El mayor de los hermanos de Antonio, Gennaro, me dijo al respecto: «Lo sé. El mismo Togliatti y algunos biógrafos de buena reputación han escrito que Nino era de origen campesino, pero no es verdad».

El mismo Nino —recuerda— se refirió al origen de nuestra familia en una carta escrita en la cárcel. Yo puedo completar los datos que él da. Un Gramsci greco-albanés, nuestro bisabuelo, huyó del Epiro durante o después de los alzamientos populares de 1821 y se italianizó enseguida. En Italia le nació un hijo, Gennaro, de quien yo he tomado el nombre. Este Gennaro, nuestro abuelo, era coronel de la gendarmería borbónica. Se casó con Teresa Gonzales, hija de un abogado napolitano, que descendía de una familia italo-española de Italia meridional, como tantas otras que habían permanecido allí después de cesar el dominio español. Tuvieron cinco hijos: papá era el último. Nació en Gaeta en marzo de 1860, pocos meses antes de que las tropas del general Cialdini asediasen la ciudad. Al terminar el régimen borbónico, el abuelo fue encuadrado en los carabineros con el grado de coronel. Murió joven. La única hija se había casado con un tal Riccio, de Gaeta, hombre acaudalado. De los cuatro hijos varones, uno era funcionario en el Ministerio de Finanzas; otro, inspector de ferrocarriles, después de haber sido jefe de estación en Roma, y un tercero, el tío Nicolino, era oficial del ejército. Papá fue el menos afortunado, pues cuando murió su padre, estaba estudiando derecho. Tuvo que buscarse trabajo; le salió la ocasión de un empleo en Cerdeña en la oficina del registro de Ghilarza y la aprovechó. También el tío Nicolino fue destinado a Cerdeña: primero en La Maddalena, después en Sassari y finalmente en Ozieri, donde era capitán y mandaba el depósito de artillería y donde murió. De tal manera que la familia de nuestro padre era la típica familia meridional de buena condición que suministra los cuadros intermedios a la burocracia estatal.

Y ¿Peppina Marcias? «Nuestra madre —me decía Gennaro— era hija de un Marcias de Terralba y de una Corrías de Ghilarza. El abuelo era perceptor de impuestos y tenía además una pequeña propiedad. Así pues, los Marcias estaban en una situación intermedia, digamos que bien; bueno, entendámonos, bien en nuestra isla: una casa, un poco de tierra, lo suficiente para vivir dignamente».

Peppina Marcias nació en 1861, o sea que tenía un año menos que Ciccillo Gramsci. Era alta, agraciada, de un nivel social superior a la gran mayoría de las niñas de Ghilarza («Vestía a la europea», me dijo un sastre de Ales que la conoció de joven); en suma, era de aquellas mujeres que atraen enseguida la atención. Había ido a la escuela hasta el tercer grado elemental, leía cuanto le caía en las manos, sin orden —incluso a Boccaccio—, y en aquella época esta circunstancia de saber leer y escribir constituía, sobre todo en una mujer, un motivo de distinción.3 Francesco pidió su mano, pero su familia, que residía en Campania, se sintió contrariada. Especialmente a la madre no le sentaba nada bien que él, hijo de un coronel y casi doctor en derecho, tomase por esposa a una muchacha de oscura familia que no era de su rango. A pesar de todo, se casaron: ella tenía veintidós años y Ciccillo veintitrés. Al año siguiente, 1884, nacía Gennaro. Poco después, se produjo el traslado a la oficina del registro de Ales. Allí nacieron más hijos: Grazietta en 1887, Emma en 1889 y finalmente, el 22 de enero de 1891, Antonio. Lo bautizaron siete días más tarde, el 29 de enero.

¿Eran religiosos los Gramsci? En Bonàrcado, pequeña población no muy distante de Ghilarza, encontré a Edmea, la hija de Gennaro, tan extensa y asiduamente citada en las cartas de la cárcel. Tiene cuarenta años y su pelo ya es gris. Está casada con un médico y enseña en la escuela elemental. Es ella quien me habla de la fe de Ciccillo y Peppina Gramsci:

El abuelo —dice— no practicaba mucho. Sin embargo, recuerdo que en sus últimos meses de vida, inmovilizado en casa por la enfermedad, le gustaba mucho la compañía de un predicador que iba a visitarle a menudo. «Pero ¿sabe usted que se parece mucho a Giosuè Carducci?», le decía el sacerdote para quitarle el mal humor. Se habían hecho amigos. Se entretenían hablando de todo. Antes de morir, el abuelo pidió la confesión. La abuela practicaba con más asiduidad. Iba a la iglesia el domingo a primera hora. Cuando enfermó, salía poco. Pero incluso entonces, especialmente cuando encerraron a Nino en la cárcel, siempre dirigía su pensamiento al Señor y yo la oía repetir: «Dios mío, no te pido nada, nada te pido. Dame solo la fuerza de resistir…». Cuando se estaba muriendo, me llamó para dejarme algunas imágenes benditas como legado.

Además, en una carta de la cárcel leemos el siguiente retrato de otro familiar íntimo, Grazia Delogu, la hermanastra soltera de Peppina, que se fue a vivir con los Gramsci y constituyó casi una segunda madre para Antonio:

Tía Grazia creía que había existido una donna Bisòdia (una señora Bisòdia) muy piadosa, tanto que su nombre era repetido siempre en el padrenuestro. Era el dona nobis hodie, que ella, como tantos otros, leía donna Bisòdia y encarnaba en una dama de épocas pasadas, cuando todos iban a la iglesia y había un poco de religión en este mundo. Se podría escribir una novela sobre esta donna Bisòdia imaginaria, convertida en un modelo. ¡Cuántas veces la tía Grazia habrá dicho a Grazietta y a Emma: «¡Ah, tú sí que no eres como donna Bisòdia!».

A Antonio Gramsci no le bautizó el canónigo Marongiu, párroco de Ales por aquel entonces. La ceremonia tuvo una solemnidad particular. Según consta en los registros parroquiales, bautizó al recién nacido «el ilustrísimo y reverendísimo!» teólogo Sebastiano Frau, vicario general. El padrino fue un notario de Masullas, el caballero Francesco Puxeddu.

En Ales hay quien recuerda todavía la fiesta del bautizo:

Nuestras familias —cuenta el caballero Nicolino Tunis, sastre hasta que las fuerzas se lo permitieron y actualmente retirado— eran amigas. El señor Ciccillo y mi padre, ujier del juzgado, salían juntos muy a menudo y la señora Peppina venía a nuestra casa. Había sido madrina de una hermana mía, también llamada Peppina por la madrina. Cuando bautizaron a Nino Gramsci, yo tenía diez años. Todavía recuerdo la alegría de la fiesta, con los dulces traídos de Ghilarza y la gran cantidad de gente que había venido para festejar el nacimiento. Yo era compañero de Gennaro; también jugaba con Grazietta y Emma, pero eran mucho más pequeñas que yo. A Nino ¡cuántas veces lo habré tenido en brazos! Era un niño hermoso, rubio, de ojos claros. Se fue de Ales cuando todavía era niño, al producirse el traslado del señor Ciccillo a Sòrgono, y ya nunca más volví a verlo.

En Ales no se encuentran recuerdos gramscianos. La casa natal, ocupada después de la partida del señor Ciccillo por un sacerdote, el padre Melis, y destinada luego, durante casi veinte años, a sede del Fascio, es actualmente un bar, el Bar dello Sport, según reza el rótulo. Sobre la entrada, hay una lápida colocada en 1947,4 casi totalmente oculta por las enseñas publicitarias de aperitivos y refrescos. Hasta 1947, cuando un comité de Cagliari tomó la iniciativa de honrar a Gramsci en su lugar de nacimiento, no eran muchos los habitantes de Ales sabedores de que tenían un conciudadano tan ilustre.

«Cuando se trasladó a Sòrgono —me dice Antioco Porcu—, tendría un año poco más o menos. Allí, en Sòrgono, permaneció hasta los siete años, descontando los meses de verano que pasaba siempre en...



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