E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Feixa La imaginación autobiográfica
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-17341-51-0
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Las historias de vida como herramienta de investigación
E-Book, Spanisch, 240 Seiten
ISBN: 978-84-17341-51-0
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
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La imaginación autobiográfica es la capacidad para cooperar en la construcción de una escritura biográfica abierta y sugestiva, capaz de ayudar a comprender un tiempo y un espacio humano, de leer una historia social a través de una historia de vida. Es fruto de la cooperación creativa entre un sujeto y un investigador, implicados ambos en la construcción de una escritura sobre la subjetividad. Las autobiografías y los materiales procedentes de la oralidad cada vez cobran más peso en la construcción de sujetos subalternos (jóvenes, mujeres, migrantes, activistas, marginados...); sus voces nos dan claves para comprender la pluralidad de los sistemas sociales en los que sus vidas se insertan y nos permiten explorar los vacíos de información y los silencios de la 'historia oficial'. Existe incluso -en la línea que apuntó Freud- toda una potencialidad terapéutica en la experiencia autobiográfica. Escrito con la colaboración de Maurício Perondi, Guillermo Castro, Claudia Márquez, Alexandra Isaacs, Jorge Isaacs y Montserrat Iniesta, este libro aporta recorridos teóricos, herramientas metodológicas y experiencias de investigación con las historias de vida -desde la memoria de los vencidos a las voces del 15M-, a la manera de una invitación a la experimentación con la imaginación autobiográfica.
Carles Feixa Pàmpols (Lleida, 1962) es catedrático de antropología social en la Facultad de Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra. Especializado en el estudio de las culturas juveniles y en el método biográfico, ha llevado a cabo investigaciones sobre el terreno en Cataluña y México. Entre sus libros destacan De jóvenes, bandas y tribus (2012), Jovens na America Latina (2004), Global Youth? (2006), De la Generación@ a la #Generación (Barcelona, NED, 2ª ed., 2018) y Youth, Space and Time (2016). Desde 1998 imparte la asignatura 'Historias de Vida' en los programas de tercer ciclo del Departamento de Antropología Social y Cultural de la UAB y desde 2017 la asignatura 'Métodos de investigación cualitativa' en la UPF.
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1. La imaginación autobiográfica3 Introducción4 Este capítulo repasa la historia de los usos del material autobiográfico en ciencias sociales presentando algunas obras que, desde principios del siglo xx, han utilizado las narrativas personales en la generación de discursos académicos sobre el cambio social.5 Naturalmente, se trata de un recorrido parcial, dado que los autores y las obras han sido escogidos como indicadores de disciplinas académicas, tradiciones nacionales, paradigmas teóricos y estrategias narrativas tan heterogéneas como fecundas. Pero dibuja un muestrario de la creatividad practicada por antropólogos, sociólogos, historiadores y literatos en la búsqueda de formas nuevas de comunicar las palabras de vida que les ofrecieron informantes pertenecientes a grupos sociales variados. Hemos escogido 10 obras que presentan las historias de vida como, respectivamente, memoria de los vencidos, crónica de éxodos, biograma, relato cruzado, novela, película, intercambio oral ritualizado, hagiografía contracultural, antibiografía y dialógica. Para cada una de ellas analizaremos el contexto histórico, los pretextos teórico-metodológicos y el texto resultante.6 La historia de vida como memoria de los vencidos Ishi vivió durante muchas lunas como un hombre de museo entre los hombres del museo. La muerte le llegó tal y como él deseaba: en el watgurna-museo, con sus amigos. El Majapa y los hombres del museo liberaron su Espíritu, siguiendo el viejo procedimiento yahi. Y, por esta razón, cuidaron de que Ishi llevara consigo las cosas que un cazador yahi tiene que llevarse del Mundo de los Vivos para el viaje hacia el Oeste: su mejor arco y cinco buenas flechas; una cesta de harina de bellotas, suficiente para cinco días —su hatillo de tesoros—. (Kroeber, 1961: 192-3) El 25 de marzo de 1916, un indio moría de tuberculosis en el hospital de la Escuela de Medicina de la Universidad de California, situado cerca del Golden Gate Park, en San Francisco. Le acompañaban, además del médico, el equipo del Museo de Antropología, que estaba situado al lado del hospital, donde había pasado los últimos cinco años de su vida. Le llamaban Ishi (nombre que en su lengua significa «hombre») y lo habían encontrado en 1911, muerto de hambre, frío y agotamiento, escondido en un corral cerca de una ciudad minera al norte de California. Cuando fue hallado, no hablaba ni una palabra de inglés ni de castellano, ni tampoco ninguna de las lenguas indígenas conocidas. Después de pasar unos días en la cárcel (oficialmente para protegerle de los blancos), el Departamento de Asuntos Indios aceptó que el Museo de Antropología se hiciera cargo de él: los últimos años de su vida los pasó en una de las estancias del museo, como una pieza viva extraordinariamente valiosa. Cuando le encontraron, Ishi tenía unos 50 años; era, literalmente, el último de su tribu —los yahi—, perteneciente a la cultura yana, que había ocupado aquellos valles desde hacía más de dos milenios, dedicada a la caza, pesca y recolección: eran los primeros y más antiguos pobladores de la región. La tribu, después de años de guerrilla, había sido prácticamente exterminada a manos de los blancos, en 1865 (el recuerdo de esta masacre ocupa un lugar central en el relato de Ishi). Pero, según parece, quedaron algunos supervivientes que se refugiaron en unos desfiladeros salvajes del río Deer, donde malvivieron huyendo de los blancos durante casi medio siglo más. En 1870 fueron vistos por última vez dos hombres, dos mujeres y un niño (probablemente Ishi). No volvería a haber noticias suyas hasta 1909, cuando los trabajadores de una empresa eléctrica tuvieron contacto con una anciana (la madre de Ishi) que había huido presa del miedo. La fiebre del oro había atraído nuevos colonos y los últimos aborígenes tuvieron que ir retrocediendo hasta que, uno a uno, todos fueron muriendo y sólo quedó el niño, que se había convertido en un viejo enfermo y perdido. Una mañana decidió dirigirse a la tierra de los rostros pálidos con la esperanza de que le disparasen un tiro y pudiera así finalmente reunirse con sus antepasados en el Oeste eterno.7 El director del Museo y del Departamento de Antropología de la Universidad de California en Berkeley era por aquel entonces Alfred L. Kroeber, quien se ocupó de Ishi e intentó documentar la etnia de la cual provenía. Por eso permitió que el indio viviera en el museo, donde él y su mujer, Theodora Kroeber, lo cuidaron y mantuvieron con él largas conversaciones en las que evocó su vida de fugitivo. Muchos años después, en 1961, la señora Kroeber aprovechó todo este material para escribir la que llegaría a ser la biografía más popular de los indios americanos, Ishi in two worlds, que pronto se convertiría en un auténtico superventas. El libro era una de las últimas muestras de la pasión por las «biografías de los últimos salvajes» que invadió Estados Unidos desde mediados del siglo xix. Desde la publicación en 1825 de la biografía de una india cherokee cristianizada, a cargo de Rufus Anderson, una auténtica obsesión por recoger la memoria de los vencidos recorrió el país. Durante el resto del siglo, se publicaron centenares de libros sobre «individuos distinguidos entre los nativos norteamericanos como oradores, guerreros, líderes políticos u otras habilidades destacadas», tal y como predicaba una de las compilaciones. En general, se trataba de publicaciones sin finalidad científica, elaboradas por terceras personas —viajeros, literatos, agentes gubernamentales o aficionados— que «traducían» y «rehacían» las experiencias de los protagonistas, ya que la mayor parte de los testimonios recogidos son de antiguos guerreros o chamanes, preferentemente aculturados y cristianizados, testimonio de los progresos de la civilización. No será hasta el primer cuarto del siglo xx cuando este movimiento espontáneo tenga efectos en la disciplina antropológica: la publicación de testimonios de los «últimos de la tribu» se reviste de perfiles científicos. Pero los protagonistas siguen siendo los mismos: ancianos aculturados, antiguos líderes (algunos famosos, como Gerónimo o Sitting Bull), que recuerdan los gloriosos tiempos del pasado, cuando aún no habían sido vencidos por el quinto de caballería (los conflictos de la vida en las reservas no son, casi nunca, objeto de indagación). Las modalidades de la recolección siguen un mismo patrón: el antropólogo «reescribe» en forma de «memoria» los recuerdos que el informante le ha facilitado oralmente; el intercambio se produce en condiciones de extrema asimetría; se presta escasa atención a las formas orales del relato y nunca se explicitan las condiciones de recogida de los datos. También son semejantes las finalidades perseguidas: rescatar un patrimonio en vías de desaparición (y de paso, limpiar la mala conciencia de los vencedores).8 Ishi in Two Worlds es, pues, una muestra tardía de esta pasión autobiográfica, y expresa perfectamente sus luces y sus sombras. El relato está redactado en forma novelada, sin explicitar su origen oral, si las conversaciones fueron espontáneas o fruto de un cuestionario, si fueron grabadas, en qué lengua se produjo el intercambio, cómo se transcribió y elaboró, etcétera. El narrador no es el protagonista, sino que los hechos aparecen narrados en tercera persona en un tono poético aunque distanciado, que persigue provocar la identificación con las vivencias de este ser indefenso, sin olvidar la distancia cultural que subraya el exotismo del que narra. El deseo esteticista refuerza los perfiles románticos con los que la autora describe a este «buen salvaje». A partir de finales de los años 1960, sin embargo, aparecen nuevos ejemplos de producción biográfica —que ahora tienen como sujetos a «nativos americanos» y representantes de las «primeras naciones»— donde los protagonistas asumen su Yo para reivindicar sus derechos civiles y exponer las injusticias de su vida presente en las reservas o en medio de la sociedad blanca: las mujeres, los jóvenes y los mestizos son los adalides de un movimiento revitalizador que recupera el sentido «político» del discurso autobiográfico, como refugio y emblema de una identidad en proceso de reconfiguración. La historia de vida como crónica de éxodos A efectos de análisis sociológico, la superioridad de los documentos vitales sobre cualquier otro tipo de material se hace evidente cuando pasamos de la caracterización de datos simples a la determinación de hechos, ya que no hay forma más segura y eficiente de buscar las causas reales de un acontecimiento social entre sus innumerables antecedentes que analizar el pasado de los individuos gracias a cuya actuación ocurrieron estos hechos. (Thomas y Znaniecki, 1978: 295) El 10 de enero de 1911 —el mismo año en que encontraron a Ishi— Helena Dawrowskis, una campesina polaca emigrada a Estados Unidos, escribía desde Wilmington (Delaware) a su hermana Teófila, que se había quedado en Polonia, explicándole sus problemas de adaptación al nuevo país. Su padre había emigrado algún tiempo atrás y la familia se había ido reagrupando, pero la carta tiene un tono de añoranza por la solidaridad perdida: Querida hermana: [...] recibí la carta con la hostia [consagrada] y agradezco que pensaras en mí....