Dostoievski | Crimen y castigo | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 950 Seiten

Reihe: Literatura universal

Dostoievski Crimen y castigo


1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-7254-291-4
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

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Reihe: Literatura universal

ISBN: 978-84-7254-291-4
Verlag: Century Carroggio
Format: EPUB
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Rodión Raskólnikov, estudiante en la capital de la Rusia Imperial, San Petersburgo, se ve obligado a dejar sus estudios por la miseria en la que vive, a pesar de los esfuerzos de su madre y su hermana Dunia para enviarle dinero. Su hermana, con la intención de ayudarle, acepta la propuesta de matrimonio de un rico, lo que hace enfadar a su hermano. Pero, aunque no quiera aceptar la ayuda, Rodión tiene aires de grandeza, y en sus delirios cree ser merecedor de un gran futuro. Decide asesinar a una anciana prestamista, para robarle y por considerarla un ser humano inútil para la sociedad. El crimen le deja en un estado de gran confusión, sin rumbo y perdiendo a ratos la noción de la realidad, mientras en otros se muestra extraordinariamente lúcido. Se nos muestra una mente tan brillante como perturbada, obsesionada por el acto cometido. En una taberna conoce al funcionario Marmeládov, un bebedor que acaba muriendo atropellado; y a su desgraciada familia, a la que ayuda económicamente tras el suceso , con los escasos rublos que recibe de su madre. La hija mayor de esta familia es Sonia una joven que se prostituye para ayudar a su madrastra y hermanos, que será la única persona a la que Raskólnikov confiese su crimen y consiga así renacer.

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski ( Moscú, 1821-San Petersburgo, 1881) fue uno de los principales escritores de la Rusia zarista, cuya literatura explora la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa de la segunda mitad del siglo xix. Es considerado uno de los más grandes escritores de Occidente y de la literatura universal. La obra de Dostoyevski influyó en la literatura mundial, en autores como Albert Camus, Jean-Paul Sartre, André Malraux, Antón Chéjov o en el filósofo Friedrich Nietzsche.

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PRESENTACIÓN EL HUMANISMO DE LA CULPABILIDAD EN DOSTOIEVSKI Por José Camón Aznar
A Juan Iglesias, hombre de letras y de espíritu
El gran descubrimiento de Dostoievski: el sentido de culpabilidad como base de la personalidad humana. El hombre se siente poseso de una degradante fatalidad que lo coloca en una situación infeliz. Y la originalidad de Dostoievski, que lo hace afín a un cristianismo sin religiosidad, es el unir esta sensación de culpa, que desde su desdicha irradia una desventura envolvente, a una esencial conciencia del pecado que va unido a la libertad. Digamos que toda la mecánica de la creación en este novelista está en función de un tenso dualismo. Por un lado, la voluntad impetuosa, de salvaje libertad de hacer el mal; y, por otro, la sensación de que una fuerza superior, de un fatalismo irrefrenable, le lleva a esos abismos. Siempre ese terror es el eje de la fabulación en Dostoievski. El personaje abre él mismo su llaga, ensancha sus bordes, se recrea en la contemplación de su horror, pero al mismo tiempo siente que ni su vista ni el espanto de su dolor pueden evitarlo. Esa genial dosificación de predestinación y libertad determina el arte tan bronco y sutil, tan irruptor y a la vez tan matizado, de la psicología de sus personajes. Todos están sumergidos en pasiones que no pueden controlar, pero conscientes de que una heroica decisión de su voluntad los salvaría. Es una autodegradación que llama a voces, con exasperaciones, la llegada de las desgracias. Es este el arte inimitable de Dostoievski. Los contrastes son fuertes y en ningún novelista han estado tan destacados como en este escritor: la luz y las sombras. Y, sin embargo, nunca también han estado tan unidos, tan sustancialmente mezclados. En el fondo de los amores más apasionados hay una barra de odio que cruza y entenebrece la luminosidad de la pasión. La turbulencia y aun la tragedia que llevan consigo los enamoramientos, en Dostoievski proceden de esa contradicción interna, de esa punta de desafección y escepticismo en el seno de los grandes arrebatos. En suma, podemos decir que un gesto de diablo asoma en los éxtasis eróticos. Toda la capacidad de sacrificio y de renuncia de que es capaz el ser humano, encontramos en los protagonistas de sus novelas. Pero a la vez un horizonte de nihilismo, un remoto prenuncio de la inutilidad de esas tan absolutas entregas. Caracteres totales, sí, pero agrietados. Énfasis declamatorios, convincentes, pero con la sombra de la duda sobre las grandes palabras. Y todo es, a la vez, convincente y cierto. Lo mismo la pasión que esa arista de reserva. ¿Y cómo consigue Dostoievski esa tensión que mantiene en vilo todas las líneas de sus páginas? ¿Cómo es posible no desfallecer a lo largo de todas las descripciones y acaeceres enmarañados de sus novelas? Con un recurso que, aun repetido, conserva siempre su intensidad emotiva: creando situaciones-límite. Todos sus personajes se hallan en las últimas lindes de sus posibilidades de acción y drama íntimo. No es posible pasar de ahí. Pero esa exasperación que en los demás novelistas aparece en momentos culminantes o como fin de una acción con sus desenlaces amedrentados, en Dostoievski es la vía normal del desarrollo fabulístico. Para llegar a esa aguda versión de las psicologías, Dostoievski no utiliza un desarrollo lógico, una graduada exaltación, sino que todas las apariciones están marcadas con el sello de una explosión. Todas, sin más evolución que las sucesivas entradas en el curso de la novela. Y ello no quiere decir que su interés se extinga con la revelación de su exacerbada intimidad. Todas ellas tienen matices y repliegues, pero también inesperados. Reacciones imprevisibles que levantan a la novela a extremos alucinantes. También esas curvas y contra curvas de su personalidad están en los límites de una conciencia que bordea la insania. A pocos personajes conviene la calificación de terribles como a los de Dostoievski. Terribilidad a veces mansa, pero siempre en el grado máximo de tensión. Es una humanidad, no me atrevo a decir de otra estatura, pero sí de otro abismo. Todos indescifrables, porque sus reacciones son imprevisibles hasta para ellos mismos. En eso consiste su demonismo. En no poder resistir a los arrebatos angélicos o diabólicos que los dominan. Cada persona es una fiera, domada o no. Siempre sangrantes, desatando ligaduras o causando heridas mortales. Y sin claroscuro, sin pausas que expliquen, en gradación emotiva, esas explosiones que son las sucesiones de los acontecimientos en sus novelas. Sus presentaciones dan miedo, como la cara hermosísima de la señorita Blanche en El jugador. Y lo mismo que sus cabellos son tan abundantes que valen para dos peinadoras, así la superabundancia pasional de sus personajes rebasa el normal marco individual. ¿Revolucionario Dostoievski? En ningún caso a la manera marxista. Revolucionario sí, pero más radical. Tan profundo, que sus obras han sido en algunos períodos mal vistas por los bolcheviques. Revolucionario como lo es todo lo excesivo. Todo lo que por la misma violencia de su vitalidad rompe las normas. Revolucionario que astilla por la potencia de su fuerza expansiva todas las convenciones burguesas. Es el desmesurado que causa a la vez admiración y terror, pero que en cualquier caso desajusta a su alrededor las medidas normales. No hay en Dostoievski unos preceptos morales a los que se acomoden los protagonistas. La moral se halla bajo el imperio de los sentimientos. Y, como estos son descomunales, no puede haber tampoco una reglamentación ética a la que se subordinen. Y ello provoca unas veces el sarcasmo y, en su mayoría, su inadvertencia, su carencia de coacción moral. ¿Qué norma moral puede haber ante unos impulsos casi siempre irresponsables y que conducen tantas veces al crimen, al deshonor o a la locura? ¿Qué medida de valor puede haber cuando las cumbres o los hondos son infinitos? ¿Cómo puede haber equilibrio moral cuando ni siquiera el placer o el dolor tienen escala humana? Cuando nos encontramos con que uno de los placeres más agudos en el hombre es el del autoanálisis, sobre todo cuando la situación del alma es miserable. Ello trastrueca todos los sistemas morales de Occidente, con el culto siempre inmarchito de la dignidad personal. Hay demasiada riqueza vital, demasiada exuberancia pasional para encerrarla en cánones de habitual consenso humano. Cierto que esos excesos Dostoievski los quiere salvar atribuyéndolos a peculiaridades del alma rusa. Desconocemos la caracterología íntima de ese pueblo. Pero su arte en literatura, música y teatro no nos parece coincidente con el de Dostoievski. Este se destaca como un gigante en la llanura. Tienen sus personajes tal superabundancia de consciencia y de volcánica energía, que, sabiéndose nobles, dilapidan esa nobleza sin que en el fondo se sientan degradados, sino orgullosos de sus humillaciones. Hay una especie de embriaguez de la vileza que puede llegar al asesinato, pero sabiendo que la esencia del alma continúa pura... Se burla de sí mismo, porque en los momentos de exaltación se contempla en espectáculo. Y puede así cometer los actos más atroces a los sacrificios más sublimes, desdoblándose como espectador de sí mismo. Es esta una de las geniales aportaciones de Dostoievski a la caracterología novelesca. Caracteres totales, lo mismo en el bloque de su personalidad que en los repliegues accidentales. Porque estos personajes se hallan siempre al borde del absurdo. Y nada hay tan desconcertante, y en último término tan envilecedor, como las situaciones incongruentes y desorbitadas en que a esos personajes los vemos colocados con insistencia. Hay también en Dostoievski una sutilísima técnica de lo inesperado. Basta con que sus protagonistas sean íntimamente contradictorios, para que sus actos sean también sorpresivos y anormales. Con este supuesto, es natural que, cuando en sus novelas -como ocurre en El jugador- hay algún francés, este se presente como antípoda del ruso. El francés positivista y lógico, frente al ruso desmandado y con reacciones intuitivas e incomprensibles. Y ello lo mismo en los nobles rusos, de una altivez que bordea la caricatura, que en el pueblo llano. Estas almas monolíticas pueden mantenerse con su simple grandeza en las novelas, gracias al sistema literario de Dostoievski de unas descripciones firmes y concretas. Palabras talladas, de una sequedad de perfil que a veces se derrite en exasperadas emociones. Todo es directo y de una expresividad medular. No hay esos hiatos reflexivos y teorizadores, ni tampoco referencias paisajistas que atenúen los golpes de timbal de esas situaciones-límite a las que ya nos hemos referido. Las catástrofes -siempre inmediatas- son, como previene el mismo Dostoievski, cien veces más bruscas e inesperadas de lo que pueda esperarse. La exageración es su musa. Pero sin que ello signifique abultamientos inertes. Esta exageración es lo que determina la verdadera originalidad de su literatura, porque está recorrida de auténtica sangre ardiente. Por ello, la tensión expectante es como la marquilla sobre la que corren sus líneas. El presentimiento es permanente. Y esa nube electrizada cuelga sobre todas las páginas de sus novelas. Hay pocas metáforas en sus descripciones. Ello menguaría la impresión frontal de sus acaeceres. Que tiene que ser siempre sin preparadas transiciones. Estas situaciones exasperadas son la única unidad a través de toda la obra de Dostoievski. Es en Crimen y castigo donde el panorama de la intimidad se advierte desde la conciencia de la culpa. Hay un cierto descanso...



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